En la explicación del contexto político adverso que experimenta el gobierno nacional, convergen, entre otros, dos elementos que resultan decisivos: una serie de errores políticos que fueron dilapidando el capital simbólico del gobierno desde las elecciones de octubre de 2011 (el histórico 54% de Cristina Kirchner) hasta aquí, y los efectos negativos de la crisis […]
En la explicación del contexto político adverso que experimenta el gobierno nacional, convergen, entre otros, dos elementos que resultan decisivos: una serie de errores políticos que fueron dilapidando el capital simbólico del gobierno desde las elecciones de octubre de 2011 (el histórico 54% de Cristina Kirchner) hasta aquí, y los efectos negativos de la crisis internacional en la región (esto se ha evidenciado también en otros países como Brasil y Venezuela), desactivando el escenario de consumo y crecimiento existente años atrás en la región.
Efectivamente, como señaló hace tiempo el antropólogo Alejandro Grimson, el gobierno creyó que su patrimonio electoral circunstancial de octubre de 2011, que expresaba la confluencia de una coyuntura también excepcional (muerte de Néstor Kirchner, recuperación política y económica), era algo permanente. No contempló suficientemente el gobierno nacional que, como señala Claude Lefort, en democracia el poder político es un «lugar vacío», debiéndose disputar cotidianamente el sentido por lo legítimo y lo ilegítimo en la sociedad.
Esta sobreestimación de las propias capacidades llevó al gobierno a cometer errores de tipo autorreferencial, confiando en la capacidad exclusiva de un núcleo fiel y reducido para gobernar, diluyendo su alianza con la CGT, deslegitimando las protestas de sectores significativos de las clases medias en los «cacerolazos», entre otras expresiones de descuido importante de la comunicación política. Los problemas con la compra de dólares también fueron parte de este escenario donde lo que parecían pequeños problemas circunstanciales fueron acumulándose, transformándose en una serie de dificultades que erosionaron las capacidades del liderazgo presidencial. Las elecciones de octubre de 2013 expresaron justamente esta transición entre un liderazgo de Cristina Kirchner que había poseído un poder aglutinador incontestable durante 2010-2011, hacia un escenario donde su liderazgo aparece caracterizado por la debilidad y el enfrentamiento de complejas adversidades.
De aquí en más, el desafío del gobierno reside en cómo mantener estables variables como la inflación y las dificultades que aparecen en el comercio externo hasta fines de 2015, ya que estas condiciones le permitirán finalizar el mandato en condiciones de competir por la sucesión. De modo notorio, sin embargo, todos los candidatos que aparecen con chances electorales de aquí a 2015 -Daniel Scioli, Jorge Capitanich, Sergio Massa- se ubican en el peronismo y a la derecha de las concepciones políticas e ideológicas que sostiene la Presidenta Cristina Kirchner y los principales dirigentes del proyecto. Se vuelve entonces fundamental la organización social en la defensa de las conquistas sociales de estos últimos diez años, pues será ello uno de los aspectos que permitirá garantizar la continuidad de las mismas si asume un gobierno de signo opuesto a partir de 2015.
Ariel Goldstein. Becario del Conicet en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC). Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Buenos Aires.
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