El sábado, el periódico venezolano El Nacional, en su editorial, daba por fracasado el acuerdo Petrocaribe que, a iniciativa del gobierno venezolano habían firmado horas antes los principales países de la región caribeña para paliar las alzas del precio del petróleo y establecer mecanismos que permitan a las naciones del área obtener el crudo a […]
El sábado, el periódico venezolano El Nacional, en su editorial, daba por fracasado el acuerdo Petrocaribe que, a iniciativa del gobierno venezolano habían firmado horas antes los principales países de la región caribeña para paliar las alzas del precio del petróleo y establecer mecanismos que permitan a las naciones del área obtener el crudo a precios menos onerosos.
Se apoyaba para ello el periódico venezolano en una nota de prensa de la agencia DPA en la que daba por fracasada la iniciativa del gobierno de Chávez cuando todavía no se había terminado de firmar.
Ni siquiera pudieron esperar un mes, unas semanas, tres o cuatro días.
El editorial, en un penoso alarde de desfachatez, destacaba las iniciativas que en ese mismo sentido implementara Carlos Andrés Pérez en el pasado y se permitía, incluso, el descaro de terminar diciendo: «Para colmo, sólo 14 de los 16 países asistentes suscribieron el acuerdo».
Sospecho que, así lo hubieran firmado 17 de 16 países, para El Nacional de Caracas el acuerdo hubiera seguido siendo un desastre, irrealizable en su concepción y huérfano del necesario respaldo.
Ayer, a mi correo electrónico me llegó otro adefesio periodístico de ese país denostando a Chávez como falsificador y al acuerdo alcanzado por «apenas 14 de los 16 países» como una falsificación histórica.
Pero los falsificadores son ellos, esos periódicos, esos medios de comunicación venezolanos propiedad de Cisneros y compartes que, además de perder la vergüenza han perdido también la credibilidad y la audiencia; los falsificadores son esos supuestos sindicatos obreros que del rojo pasaron al amarillo y que, en nombre de la clase trabajadora, hacen causa común con la patronal; los falsificadores son esos partidos transformados en agencias de empleo y cabildeo que en el pasado falsificaron urnas, voluntades y democracia, y hoy pretenden, también, falsificar su pasado, adecentando sus vergonzosas páginas a mayor gloria y conveniencia; los falsificadores son esos decrépitos dirigentes y ex presidentes barridos por la historia y la voluntad de un pueblo hastiado de demagogos y sinvergüenzas; los falsificadores son esos sectores privilegiados, enriquecidos hasta la náusea durante más de medio siglo y únicos responsables de la miseria que afecta a tantos ciudadanos de un país que cuenta con buena parte de las reservas de petróleo de América.