En parte por su torpeza y su ignorancia, y otro tanto como una mecanismo sicológico, solemos considerar al usurpador Enrique Peña Nieto, como un imbécil. Es verdad que se trata de un personaje de muy escasa cultura y de dudosa formación profesional, tan dudosa como su legitimidad como presidente. Igualmente, lo desconocemos como el mandatario […]
En parte por su torpeza y su ignorancia, y otro tanto como una mecanismo sicológico, solemos considerar al usurpador Enrique Peña Nieto, como un imbécil. Es verdad que se trata de un personaje de muy escasa cultura y de dudosa formación profesional, tan dudosa como su legitimidad como presidente.
Igualmente, lo desconocemos como el mandatario mexicano, pues sabemos bien que es producto de la imposición del sistema y que el proceso de impostura inició incluso algunos meses antes de que iniciaran las precampañas del 2012. En efecto, el equipo de transición que fue dirigido por el General Macedo de la Concha, ex titular de la PGR en tiempos del foxismo, inició sus trabajos de recepción del gobierno al menos en noviembre de 2011. De manera que la transición del calderonato al ependejato ocurrió por decisión de los verdaderos mandones en el país, es decir, los organismos financieros internacionales y el imperio yanqui-sionista, siendo el proceso electoral del 2012 una mera farsa que buscó, sin éxito, legitimar la nueva usurpación. En ese sentido, la realidad nos da la razón, pues no es el títere quien dirige las riendas del país, sino sus amos extranjeros.
Así pues, debemos tener claro cuál es el panorama nacional, en el cual la independencia y la soberanía son cosas del pasado y de los discursos populistas de uno u otro partido, y las decisiones políticas y económicas no son tomadas por nadie en México, sino que nos resultan impuestas desde el exterior, siendo el presidente en turno tan solo el gerente regional que debe seguir las instrucciones. En la medida en que las siga fielmente será evaluado. Y si partimos de esta perspectiva observamos que epn no es el imbécil que percibimos en primera instancia, sino que resulta muy eficiente a los intereses del amo, pues ha impuesto una a una todas las reformas ordenadas por los verdaderos poderes.
Claramente, podemos ver que si las reformas no se impusieron antes no fue por la falta de voluntad de los gerentes anteriores, sino por la perversión de los priistas, que no quisieron que fueran los panistas quienes se beneficiaran de los nuevos negocios, mismos que fueron preparando para ellos mismos durante décadas, según puede constatarse, por ejemplo, con la recientemente pasada ronda 1 de entrega de los recursos energéticos de la Nación a empresarios. Esto significa en la práctica que la actual condición del país es de sumisión al nuevo poder hegemónico mundial, conformado principalmente por los dueños del dinero. La situación es mucho peor que la existente durante la colonia y el saqueo de nuestros recursos alcanza niveles que nada tienen que ver con los de ese periodo de la historia. En efecto, tan solo en una década, se han extraído volúmenes semejantes, e incluso mayores en algunos casos, de minerales a los extraídos en los tres siglos que duró la colonia.
Para permitir este nivel de saqueo de recursos, con la consecuente destrucción de ecosistemas y contaminación irreversible del aire, la tierra y el agua, se ha recurrido a prácticas de terrorismo para forzar el desplazamiento de poblaciones enteras, como en Tamaulipas y Chihuahua; despojar a las comunidades indígenas, que tienen un fuerte arraigo con el territorio, del agua, o se les ha contaminado ésta para provocar un gradual envenenamiento de la población, como en Zacatecas y Sonora; se ha ocupado el territorio, o los territorios aledaños, con bandas paramilitares, algunas veces del crimen organizado, para sembrar el terror mediante secuestros, extorsiones, violaciones sexuales, asesinatos, desapariciones y, con apoyo de los diferentes niveles del «gobierno», la cárcel, como en Veracruz, Chiapas, Guerrero y Michoacán. Todas estas operaciones constituyen realmente condiciones de guerra contra la población, tendientes al exterminio y/o la esclavización, así como a la limpieza poblacional que facilite la extracción de recursos sin oposiciones incómodas, y en consecuencia, incluyen la participación de las fuerzas armadas (ejército, marina, policías) en favor de esos intereses extranjeros. Visto así, el epndejato ha resultado muy exitoso, asumiendo como estrategia la instauración de la doctrina de shock, pero no ya de manera gradual como la recetaba Friedman, sino acelerada. Basta mirar un mapa de la todavía República Mexicana y seleccionar cualquier estado. Con toda probabilidad podrá hablarse de la alta incidencia delictiva en términos de feminicidios, secuestros, extorsiones, minería clandestina, narcotráfico, represión a estudiantes, asesinato de periodistas, encarcelamiento de luchadores sociales, conflictos sociales relacionados con megaproyectos, sobre todo mineros, etcétera. También podremos encontrar personajes frívolos en la política de esa entidad, tan ignorantes como Peña, o más. Recurrir a la frivolidad ha sido tan solo una estrategia mediática de los dueños del poder.
Adicionalmente, la presunta izquierda electoral se ha quitado la careta y ya sin reparo alguno participa en la represión y en la privatización, secuestrando opositores e imputándoles cargos graves para encarcelarlos, garantizando impunidad a los criminales, mientras construye presuntos culpables para elevar sus falsas estadísticas de combate a la delincuencia. En particular, ataca los espacios autonómicos que sirven de mal ejemplo de una izquierda que no se somete a los lineamientos de la izquierda moderna y responsable, es decir, colaboracionista, y participa en los crímenes de estado contra el pueblo. Ejemplos de esto son los ataques a los normalistas de Ayotzinapa, la represión en Morelos para despojar territorios en favor de empresarios y el cierre del Multiforo Alicia, entre muchos otros.
¿Qué nos espera?
De parte de la gerencia regional, llamada gobierno mexicano, solo podemos esperar un recrudecimiento de la violencia y el aceleramiento de las medidas entreguistas. Cabe esperar que ya en las próximas semanas se incremente la actuación de las fuerzas armadas en contra de las poblaciones que se han organizado para defender sus recursos o para protegerse de la violencia impuesta por las bandas paramilitares, como estamos viendo en Oaxaca y en Ostula. La prisión política seguirá siendo el destino de un creciente número de activistas y los asesinatos y desapariciones forzadas irán también en aumento. El nivel de terrorismo de estado crecerá hasta dejarles inservible el discurso del respeto al estado de derecho, con el cual pretenden justificar esta guerra contra nosotros. Cada día dejarán más claro que el enemigo a quien combaten es el pueblo de México. Esto es un simple resultado del sometimiento de estas fuerzas al mando estadunidense a través del ASPAN. Entre tanto, seguirán imponiendo medidas que destruyan lo muy poco que nos queda, como lo hicieron antes en España o Grecia.
¿Hay salvación?
Veremos renacer o reaparecer en las primeras planas de los periódicos a los políticos mesiánicos que pretenderán encausar las resistencias populares a su lucha electoral, cumpliendo con esto su papel de desmovilizadores, imponiendo los límites que las reglas de los poderosos han definido, es decir, votar, protestar mínimamente por los resultados electorales y volver a votar, en un ciclo sin fin de simulaciones con altos costos económicos a cuenta, claro, de las finanzas públicas. Esgrimirán su desgastado discurso de que son ellos los salvadores que reconstruirán el tejido social, recuperarán los recursos de la Nación, la soberanía, la independencia. Esto a pesar de que en el pasado no han sido respetuosos siquiera de los derechos de las minorías, ni han criticado, al menos, los ataques del sistema, del cual forman parte, contra aquellos que no actúan de acuerdo con sus propios intereses ni refuerzan su estrategia electoral. Habrá que tener mucho cuidado con estas tácticas contrarias a la organización popular.
¿Qué opciones tenemos?
Parecería, a la luz de los párrafos anteriores, que el panorama es absolutamente sombrío, tanto que no nos queda esperanza alguna de pensar en un futuro para nuestros hijos y para los que están por venir. Afortunadamente esto no es así, o al menos no todavía. Algunos de los crímenes del estado mexicano se han destacado tanto por el cinismo que han servido para que mucha gente al fin entienda de dónde viene la violencia y comience a preocuparse por su entorno socio político, más allá de limitarse a cumplir con sus responsabilidades en casa y el trabajo. Además, las muchas resistencias a lo largo y ancho del país, contrario a los que desearían los poderosos y a su agenda, han entendido que cada una de sus luchas es parte de la misma, que comparten los mismos orígenes, que me he permitido bosquejar someramente, y que por lo tanto exigen un planteamiento coordinado fuera de los límites que nos pretende imponer el mismo sistema, diseñados para que nada cambie de fondo, aunque se den ligeros cambios de forma (alternancia democrática, le dicen). Así, se están construyendo canales alternativos de encuentro y organización, mismos que deberán mantenerse al margen de la partidocracia, para no correr la suerte de experiencias anteriores, como el movimiento estudiantil en la UNAM en el 2000, gracias al cual todavía no ha sido privatizada nuestra llamada Máxima Casa de Estudios, aunque se dejan ya ver los nuevos embates. Debemos entender que no es a partir de las «herramientas e instituciones» que nos proporciona el sistema que habremos de salir exitosos de esta contienda, que puede ser la última si no la superamos.
La constitución de la Asamblea Nacional Popular, la coordinación de los movimientos de resistencia indígena (y no indígena), la coordinación de los sindicalistas genuinos de la educación, la salud, petroleros, etc., el encuentro con las comunidades que han logrado diversos niveles de desarrollo autonómico, destacando los Caracoles Zapatistas y Cherán, la participación de los estudiantes y la apertura de consciencia de algunos militares dignos, lo cual seguramente sorprendió a los administradores regionales y a sus patrones, apoyado todo esto por nuestra Constitución vigente, cuya redacción contempló los mecanismos para su propia defensa, así como los derechos sociales derivados de la decidida participación del pueblo mexicano en la gesta revolucionaria y la aportación inigualable de destacados ideólogos anarquistas, debe ser, y será, el eje principal de acción en la reconstrucción de una Nación libre y soberana. Ella contempla los mecanismos de que dispone el pueblo mexicano para defender el bien común y construir una forma de gobierno que defienda sus intereses. Como ya se citó, para garantizar el buen término de esta lucha deberá mantenerse libre de las malas influencias de la partidocracia, su demagogia y agenda electoral, y debe contemplar, sí, reformas a la Ley de Leyes, pero no las groseras mutilaciones a las cuales la han sometido los traidores, sino aquellas que se hacen necesarias en la actualidad y que deben respetar el carácter ontológico de la Constitución. Esto significa que solo serán admisibles las adiciones que representen mejoras sociales, como puede ser el reconocimiento del carácter pluriétnico y multicultural, el respeto a la autonomía de las comunidades que la construyan, el respeto a los derechos de los pueblos indígenas, el reconocimiento de la propiedad comunal, etcétera, algunas de las cuales están contempladas en los Acuerdos de San Andrés. Esta es una tarea que deberemos asumir como pueblo, pero no bajo la tutela de los partidos que han demostrado no representar al pueblo, ni a través de las instituciones secuestradas por los apátridas. En su momento, la Asamblea Nacional Popular se constituirá en Asamblea Constituyente o convocará a su instauración y, con la referencia de nuestra actual Constitución, con la participación de todos dará lugar a una nueva.
Es importante la participación activa de todos, entendiendo que ninguna lucha aislada podrá salir victoriosa, pues será aplastada o cooptada. Por eso es urgente generar una verdadera organización social, desde abajo, encontrando cada quien sus propias formas, revisando, pero no copiando, las experiencias existentes.
Ante todo, debemos entender que no somos, ni seremos nosotros los subversivos, pues quienes han subvertido el orden constitucional, quienes han faltado al estado de derecho, son quienes secuestraron las instituciones y usurpado el gobierno. Toda forma de lucha es necesaria y encuentra sustento jurídico en nuestra propia Carta Magna.
En la proclama dada a conocer el pasado 4 de junio por Mexicanos Unidos, se revisan los principales artículos de la Constitución que le dan su carácter social, así como las que justifican la lucha que se libra y que ha de dar lugar al rescate de nuestra libertad. Puede consultarse aquí.
Publicado en http://www.libre-opinion.org/?
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