Gabriel Merino, sociólogo y docente de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina), desgrana en esta entrevista los motivos de fondo que llevaron a la Corte Suprema de los Estados Unidos a emitir un fallo judicial a favor de los fondos buitre cuyos reclamos obligarían al gobierno argentino a pagar el total de la deuda […]
Gabriel Merino, sociólogo y docente de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina), desgrana en esta entrevista los motivos de fondo que llevaron a la Corte Suprema de los Estados Unidos a emitir un fallo judicial a favor de los fondos buitre cuyos reclamos obligarían al gobierno argentino a pagar el total de la deuda adquirida, sin tener en cuenta las reestructuraciones pactadas después del default argentino del 2001. Más allá del impacto que esta decisión tendría sobre la economía del país, el también investigador del Centro de Estudios Formación e Investigación en Política Economía y Sociedad (CEFIPES) identifica los bloques de poder globales que se enfrentan detrás de este tipo de acciones y cómo estas resoluciones afectan al resto de países endeudados del mundo, con especial énfasis en la eurozona.
¿Qué supone el fallo de la Corte Suprema de los Estados Unidos en favor de los fondos buitre para la liquidación de la deuda soberana argentina y, en consecuencia, para el futuro económico del país?
El fallo de la Corte Suprema estadounidense ratificando la posición del juez Thomas Griesa y de los fondos buitre rompe la estrategia argentina de acercamiento a los mercados financieros globales en un contexto de crisis económica del país debido a cuellos de botella y falta de divisas -lo que disparó la devaluación. Por ello, la estrategia de Argentina -que se compone de varios movimientos como el acercamiento con el Club de París, el arreglo con Repsol, el nuevo índice de precios del INDEC en cooperación con el FMI, entre otros- va en la dirección de pactar una serie de gestos de acercamiento a los mercados globales que permitan tanto destrabar inversiones internacionales como facilitar un posible acceso a los mercados transnacionales.
Los neoconservadores, que son los que dominan la Corte Suprema de los EE.UU., los que determinan lo que expresa el juez Griesa, los que están detrás de los fondos buitre -y también de los fondos de Paul Singer, fundador de Elliot Management Corporation-, tratan de obligar a Argentina a que vaya hacia el default (suspensión de pagos) justamente impidiendo esa estrategia de aproximación a los mercados globales.
Por tanto ¿es el fallo judicial norteamericano sobre la deuda pública argentina un ataque también al sistema financiero global?
Esto se explica por la disputa entre dos bloques de poder. Por un lado, la fracción neoconservadora financiera -detrás de la cual están los bancos JP Morgan y Bank of America, los fondos buitre, la Goldman Sachs, etc.- es la que quedó afuera del negocio de la deuda argentina o de las reestructuraciones de los años 2005 y 2010. No optaron a las comisiones del canje de deuda.
Por otro lado, los que sí comandaron la reestructuración de la deuda argentina fueron los actores de la fracción financiera transnacional, que está representada por los grandes bancos globales Barclays, HSBC y Citigroup. La reestructuración de 2005 estuvo capitaneada por el banco británico Barclays y el quebrado Merrill Lynch, y en la reapertura de 2010 se adhirieron el banco alemán Deutsche Bank (que expresa al proyecto europeo continental con núcleo en el euro) y el Citigroup (ligado al partido demócrata de los EE.UU.). Sin embargo, el principal banco encargado de la reestructuración de la deuda fue el británico Barclays de la city de Londres, ciudad financiera global por excelencia que en muchos casos supera a Nueva York. Como dice el economista británico Jim O’Neill, presidente de la empresa Goldman Sachs, la capital de los mercados emergentes es Londres porque allí es donde se anudan los negocios globales más importantes de la presente fase de capitalismo transnacional.
Ahora bien, y por eso vuelve a haber tantas expresiones del FMI o de medios comúnmente críticos como el Financial Times a favor de Argentina, estos actores financieros no sólo habían saludado el acercamiento de Argentina a los mercados globales y tenían importantes negocios sobre su deuda, sino que se ven amenazados por estas decisiones de los neoconservadores que también afectan al sistema financiero global. Pese a que la deuda argentina fue aceptada por el 92% de los bonistas y cumplió todas las reglas de procedimiento en el sistema financiero internacional; los sectores neoconservadores americanos pretenden aniquilar esta fracción financiera global y, por tanto, además de poner en jaque la reestructuración de la deuda argentina también lo hacen con ese sistema de reestructuración pactado por la fracción financiera global.
Si asistimos a una guerra financiera global ¿cuáles serían los bloques de poder enfrentados?
Primero tenemos estas dos fracciones: los neoconservadores y los neoliberales. En EE.UU. se expresa entre los demócratas versus los republicanos y da lugar a una situación casi de empate hegemónico porque se traban todas las medidas en el Congreso. Esta situación de enfrentamiento empezó a ser muy fuerte en el año 2008 cuando los neoconservadores, durante el Gobierno de Bush, hacen que a través de la decisión del Secretario del Tesoro Paulson caiga Lehman Brothers (donde el Citigroup tenía enormes inversiones). Eso es provocar un colapso financiero global. De ahí se puede extraer que además de la burbuja hipotecaria, de la expansión del endeudamiento, de los problemas que había por diferenciales de productividad en la economía real; hubo también decisiones político-estratégicas para decidir sobre quién iba a caer esa crisis.
Y la línea neoliberal, que también es aliada de los sectores progresistas liberales, está pensando en la construcción de un sistema financiero global, una suerte de institucionalidad global. Es decir, apuestan a una moneda global de sustitución al dólar, a un conjunto de instituciones globales que estandarice y regule este sistema capitalista transnacional.
¿Qué papel juega la Unión Europea (UE) en este proyecto capitalista global?
El bloque germano-francés, que conduce la Unión pero sobre todo el núcleo euro, es la otra fracción de poder que se enfrenta con Londres por la disputa en Europa y tiene un proyecto propio. Mientras los ingleses tienen una concepción transatlántica que rechaza el euro y defiende un área de libre comercio europea aliada a los americanos; los alemanes y los franceses -junto a otros actores- apoyan el euro, al Banco Central Europeo (BCE), al proyecto continental europeo, la delegación de poderes, es decir, defienden casi un estado continental. Estos dos bloques enfrentados pugnan sobre la llamada periferia europea o el sur de Europa, conformada por los países de España, Italia, Portugal, Grecia e Irlanda. Esta fuerte disputa explica la actual crisis europea. Por ejemplo, el endeudamiento está en estrecha relación con la expansión de los capitales franceses y alemanes por toda esa zona periférica con el fin de consolidar la zona euro.
Después está el resurgimiento de Rusia y su bloque de poder para recuperar la influencia sobre los antiguos territorios soviéticos. La aparición de China que junto a Rusia construyen la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS). El bloque latinoamericano que emerge entre el ALBA (Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe) y el MERCOSUR (Mercado Común del Sur) y empieza a tener voz en el escenario internacional. Existe, por tanto, un escenario de multipolaridad y una de las dimensiones principales del enfrentamiento es la guerra económica y financiera. En esto se inscribe la cuestión argentina.
¿Por qué el fallo judicial de la Corte Suprema de EE.UU. sobre la deuda pública argentina puede afectar a la deuda estatal de otros países del mundo y, en particular, a los de la eurozona?
Los neoconservadores, y el bloque norteamericano con esta decisión, impactan sobre el futuro de la deuda externa porque una de las reglas o estándares básicos de las reestructuraciones de la deuda en todo el mundo es que el canje es aceptado si lo aprueban más del 75% de los bonistas. Cuando se entró en default en Argentina en el 2001, el primer tamo de la reestructuración fue exitoso porque aceptó más del 75% de los acreedores. Esto quiere decir que para el sistema financiero global esa reforma fue aceptada porque la mayoría de los bonistas entraron en la reestructuración. Pero el fallo judicial de Griesa establece que por más que acepte el 92% de los bonistas no se acepta el canje.
¿Y cómo puede impactar esta sentencia, por ejemplo, sobre la reestructuración de la deuda griega?
La resolución también pone en peligro la situación de Grecia porque los neoconservadores pueden fallar a un fondo buitre que también opere sobre el país europeo o sobre cualquier reestructuración de la deuda en el mundo. Más en un escenario de sobreendeudamiento global donde las posibilidades de default son potenciales. Sin embargo, ¿qué dice la fracción norteamericana? No importa porque los fuertes en lo financiero y lo transnacional somos nosotros. Por tanto, si EE.UU. pone en jaque reestructuraciones afectará mucho más a los otros que a sus propios intereses.
Por ejemplo, un banco como el JP Morgan tiene unas ganancias cuyo en un 80% provienen del propio territorio norteamericano. El banco británico HSBC, con centro de operaciones en la ciudad de Hong Kong, tiene repartidos sus beneficios a escala global. A su lado, el más global de los bancos norteamericanos es el Citigroup y precisamente es el que estuvo relacionado con los gobiernos que más trataron de desarrollar desde los EE.UU. la globalización como nueva estrategia imperial. Los que pujan en este escenario son dos imperialismos: el imperialismo de viejo tipo americano y este nuevo imperialismo con nuevas lógicas de expansión. Un nuevo imperialismo que ya no se basa en un estado-nación central, sino que sitúa a Estados Unidos en un nodo central dentro de un esquema de red global.
De la misma forma que en la Unión Europea existe un Banco Central Europeo (BCE) que se encarga de comandar la reestructuración de la deuda de los países de la UE y ello da confianza a los inversores, ¿podría América Latina desarrollar instrumentos propios de control de deuda externa?
Esto son relaciones de fuerza. Grecia al quedar subordinado al BCE, o a los intereses germano-franceses que son los que conducen la zona euro, seguramente jueces como Griesa o los neoconservadores tendrían más recaudos en invalidar la reestructuración porque allí tienen un poder financiero importante. Pero, ¿qué ocurre con Latinoamérica o Argentina cuando queremos desarrollar otros proyectos alternativos? Necesitamos profundizar políticas de autonomía relativa que nos permitan ganar en soberanía, en independencia económica y en herramientas propias que nos dejen tomar decisiones soberanas sin quedar sometidos a estos poderes mundiales.
Una cuestión central es desarrollar un sistema financiero propio y regional, que incluya a todos los países del sur de América. Necesitamos consolidar una estructura regional financiera cuyo primer núcleo tiene que ser el banco del sur. Un gran banco suramericano y asociado a un fondo del sur que nos permita financiar inversiones propias, es decir, sortear el cuello de botella que sufre ahora mismo la economía argentina y que profundiza la dependencia económica del país frente a las transnacionales.
¿El fallo de la Corte estadounidense va a propiciar la discusión de este tipo de medidas financieras a escala regional?
Se contemplan tres escenarios. El primero sería ceder y pagar a los fondos buitre, lo cual es bastante difícil porque si pagas a los buitre la totalidad de lo que piden haces que todos los demás fondos que quedaron afuera tengan una excusa para reclamar el dinero que dicen que adeuda Argentina -cerca de 15 mil millones de dólares y más de la mitad de las reservas que tiene el país- y, además, los fondos que entraron en la reestructuración podrían reclamar compensaciones. El segundo sería la negociación que está encarando el Gobierno con los aliados transnacionales (el FMI, los bancos globales, los órganos de difusión de estos sectores financieros globales como el Financial Times o el The New York Times) y con el juez Griesa para decidir qué se paga con el fin de no caer en un default técnico.
El tercer escenario, que es el más propicio, es el que se encamina hacia el desarrollo de la infraestructura financiera regional. Es el gran momento para tomar esta decisión y plantear el debate de que sin estas herramientas autónomas no se puede tener soberanía ni construir proyectos populares o progresistas de ninguna índole.
¿Es el momento de pensar en una legislación internacional que regule la deuda soberana tal y como ocurre con el pago de la deuda privada?
Así como los argentinos tenemos que aprovechar la coyuntura para articular la estructura financiera regional, la línea global se plantea conformar una regulación global sobre la reestructuración de la deuda. Ya han habido varias voces que incluso piden que la misma legislación que tienen los norteamericanos para reestructurar la deuda entre estados y municipios se aplique entre naciones, es decir, que se convierta en legislación internacional.
La línea financiera global, neoliberal y liberal-progresista -con sus diferencias- está propiciando seguir gestando una institucionalidad global y, dentro de la misma, una regulación estándar para la reestructuración de la deuda en default frente al golpe neoconservador.
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