El relato de la oposición al Gobierno se parece a bombas de racimo que atraviesan la sociedad. Es una siembra caótica que se actualiza a diario con nuevas denuncias y temores sobre un país dirigido al abismo por una banda descontrolada. Del día a la noche las graves noticias se renuevan como la piel de […]
El relato de la oposición al Gobierno se parece a bombas de racimo que atraviesan la sociedad. Es una siembra caótica que se actualiza a diario con nuevas denuncias y temores sobre un país dirigido al abismo por una banda descontrolada.
Del día a la noche las graves noticias se renuevan como la piel de la serpiente, con el mismo vértigo y malicia, sin comprobante de veracidad. Las historias comienzan y terminan aunque mantienen en los roles protagónicos a los mismos referentes de la gran liga conservadora. Pareciera que los relatos alcanzan la cúspide de la ficción por una sociedad adicta a dicho consumo, afectada por la «rutinización» de la indiferencia ética y el aplanamiento de los valores sin distinguir diferencias entre lo legítimo y lo falso, entre lo contingente y lo necesario. También puede que la ficción de la que hablo sea el sentido de lo real, el entendimiento de lo real, producido por una cultura dominante que se apropió de los maléficos comunes sentidos.
Esa propiedad de los sentidos debe quedarse en el corralito de la realidad, mediada por los monopolios de la comunicación que pretenden hegemonizar su razonamiento y el sentido de su derecho, haciendo casi imposible pensar con autonomía frente a los medios. La señora Legrand habla del hambre de los pobres con ricos y famosos y la admisión a la mesa de sus manjares y saberes es el encendido del aparato. La farándula editorializa sobre la inseguridad. Divas en conserva, «tinellescos» y empresarios periodísticos enriquecidos durante el menemato reclaman seguridad ante la invasora movilización de los pobres, piden pena capital a los marginales generados por la implacable miseria impuesta por un sistema que los sigue auspiciando.
¿Cómo exponer una devolución clara de que hay otra razón? La producción de argumentos y sentidos implica un desafío superior en el cruce de ideas en la batalla por una democracia informativa y nos demanda volver a pensar la comunicación, nuestra gramática e investigación, las líneas argumentales y el lugar desde dónde construirlas; abrir nuevos e intensos espacios y valores para despertar con otro relato la legitimación de los derechos. Nicolás Casullo sostiene la importancia de la producción cultural «como planeta donde la política lidia por su vida entre su final y su comienzo, pensar la política es pensar culturalmente una pospolítica, situación donde muchas señales e ideas de las cosas se deslizan de sus casilleros reconocidos hacia otros inhabitados».
Tal vez Casullo nos incite a un cambio de observación, a un viaje a los significados y precarios equilibrios de los contrarios en disputa que muestran fisuras de orden cultural y político.
Reducir el ataque mediático al Gobierno por un recorte de sus monopolios o pensar en el poder referencial de la farándula sería boxear con la sombra. Se trata de una batalla política de ideas; el desarme ideológico de la burguesía que aplaudió el remate del país, genocidio mediante, y que hoy reacciona cuando se propone discutir su riqueza y sentido democrático. Tan importante como desapropiar al pueblo de la ética de su explotador y resignificar su identidad cultural.
Examinemos el proceso de las burguesías como capataces de los bienes del gran capitalismo global, su construcción cultural y política desde el golpe de Estado de 1976, su apropiación, el desplazamiento de la moral pública y la criadilla menemista. Osvaldo Soriano escribió sobre Menem que «el mayor daño que le ha hecho al país es legitimar la idea de que un candidato puede prometer cualquier cosa y hacer otra diametralmente opuesta» (domingo 30 de diciembre 1990, «El vestíbulo del infierno», nota de opinión que analiza los indultos a Mario Firmenich y a los criminales de la dictadura).
La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) manifestó su «preocupación por el agravamiento del clima oficial respecto de la libertad de prensa», advertencia repetida desde su creación en Cuba en 1943, con el auspicio del dictador Fulgencio Batista, y con la participación como fundadores, entre otros, de los agentes de la CIA Jules Dubois y Joshua Powers y del funcionario del Departamento de Estado Tom Wallace. Documentos desclasificados de la CIA en 1999 demuestran los vínculos entre la CIA y la SIP, tal como aconteció en los años de las dictaduras fascistas de Pinochet en Chile, Videla en la Argentina, Somoza en Nicaragua, Stroessner en Paraguay o de las dictaduras en Brasil tras el derrocamiento de Joao Goulart. Ante cada golpe al estado de derecho, la SIP alzó su preocupación «por el agravamiento del clima oficial de la libertad de prensa y el hostigamiento hacia los medios», sus empresas. Su empleado estandarte convoca a marchar por la vida y sin cortes de calles como dicta el manual de la resignación, esperanza de los vencidos.
Omar López es Periodista. Conductor de Mate Amargo.
Fuente original: http://www.pagina12.com.ar/diario/laventana/26-136275-2009-12-02.html