Realizar una caracterización sobre lo que Gramsci denomina bloque histórico, necesita previamente, tener en claro cuáles serán los elementos que comprenderán ese análisis. Portelli advierte que respecto al bloque histórico «todavía falta ponerse de acuerdo acerca de su contenido». Sin embargo, esboza lo que a su parecer debe integrar un concepto del mismo, y señala […]
Realizar una caracterización sobre lo que Gramsci denomina bloque histórico, necesita previamente, tener en claro cuáles serán los elementos que comprenderán ese análisis.
Portelli advierte que respecto al bloque histórico «todavía falta ponerse de acuerdo acerca de su contenido». Sin embargo, esboza lo que a su parecer debe integrar un concepto del mismo, y señala un triple aspecto, el primero de los cuales corresponde, según sus palabras, al «estudio de las relaciones entre estructura y superestructura», el cual, «es el aspecto esencial de la noción de bloque histórico […] En realidad, el punto esencial de las relaciones estructura-superestructura reside en el estudio del vínculo que realiza su unidad»(2).
El presente análisis procederá a un estudio sobre la composición de la estructura social, es decir de clases, las que dependen directamente de las relaciones de las fuerzas productivas, en el periodo histórico actual en Argentina, lo que sentará las bases para en posteriores trabajos poder proceder al estudio de la superestructura, y más tarde al vínculo que relaciona a estructura y superestructura, es decir, los intelectuales. Todo, teniendo siempre presente que esta división responde sólo a fines analíticos, ya que como bien señala Lukács «la sociedad es en sí misma algo rigurosamente unitario y […] su proceso de desarrollo también lo es»(3).
El final es en donde partí
La Argentina actual sólo puede ser entendida a la luz de los sucesos de lucha que protagonizó (o no) su pueblo en estos últimos treinta años. Sin embargo, tomaremos como un acontecimiento bisagra de la historia argentina reciente, lo que denominaremos, siguiendo a Carrera y Cortarelo, como la insurrección espontánea(4) que se extendió del 13 al 20 de diciembre de 2001.
El colapso financiero-institucional que se desencadena en diciembre de 2001 se expresaba en los siguientes acontecimientos: en la semana del 26 al 30 de noviembre del 2001 la fuga de reservas fue de 2.727 millones de dólares, desapareciendo los depósitos de miles de ahorristas. Parálisis del circuito comercial y productivo, con la caída de la producción industrial y miles de fábricas que comienzan a ser cerradas. La ocupación promedio de la capacidad instalada no superaba el 50%, y en algunas ramas de la producción los niveles eran del 20% (rama automotriz y de la construcción). Los índices de desocupación superaban todos los récords históricos: 18 millones de pobres y cerca de 3 millones de niños en situación de indigencia. La precarización del trabajo implicaba que casi un 50% de los asalariados recibían menos de $300. Mas del 20% de la población no tenía empleo: 2.500.000 desocupados y otro tanto de «subocupados». La deuda externa orillaba los 150.000 millones de dólares, mientras resurgían enfermedades del pasado, desnutrición infantil, hacinamiento, y miles de cartoneros que recorrían las calles de las ciudades.(5)
Esta situación desembocó en los sucesos que se extendieron desde el 13 al 20 de diciembre (6), donde fue derribado a manos del pueblo, por primera vez en la historia, un presidente elegido constitucionalmente, y previamente, el «super-poderoso»(7) ministro de economía Domingo Cavallo. Luego fueron cuatro los presidentes, que se sucedieron en menos de una semana, los que parecían ser meros fusibles humanos que se cambiaban ante el primer golpe de tensión social.
Sólo si se parte del reconocimiento de esta profunda crisis financiero-institucional es posible comprender el posterior «crecimiento» económico, las bases sobre las que este se asienta, las clases en pugna por el reparto de renta nacional (dentro del bloque dominante y fuera del mismo), las políticas de los nuevos gobiernos, y el rol fundamental que jugará el Estado buscando recomponer la hegemonía del bloque histórico en el poder, viéndose obligado en más de una vez a recurrir mucho más a la coerción que al consenso(8), consecuencia lógica del modelo económico que sigue rigiendo en el país (mas allá de retoques, e incluso con profundizaciones), ya que «el neoliberalismo remata en una concepción y una práctica profundamente autoritaria en la gestión de la cosa pública»(9). Sólo tomando dimensión de la profundidad de la crisis es posible comprender que, al principio, los sectores en pugna dentro del bloque de poder hayan «cerrado filas» junto al gobierno. Fue sencillo percibir, para el sector financiero, que era necesario ceder una parte para no perder todo.
Pizza y Champagne
El sector financiero fue el «ganador indiscutido» durante la década de los noventa, pero aunque se crea lo contrario, su suerte no fue muy distinta luego de diciembre del 2001. Este sector, hegemónico durante los noventa (incluso hacia dentro del bloque dominante), no ha sido desplazado de su sitio, ni debió cargar con las cuantiosas pérdidas de la crisis del sistema de acumulación rentístico-financiero, sino que esa hegemonía hoy la comparte (en pugna) con otros sectores de la clase dominante (ya industriales, ya exportadores). Tan es así que «para los especuladores de bolsa, 2003 fue un año glorioso, ya que las acciones subieron hasta un 100%»(10) . Además, la pesificación asimétrica y otras «medidas económicas» hicieron que el peso de la crisis recayera sobre todos los argentinos y argentinas. Así Claudio Scaletta advertía en marzo de 2003 que «salvar a los banqueros podría terminar costando a los argentinos, incluidos los casi 10 millones de indigentes y aquellos que jamás pisaron un banco, cerca de 27.000 millones de dólares»(11). Frente a este horizonte, al comienzo del gobierno de Kirchner, los máximos referentes del sector financiero anunciaban en Clarín que «los primeros cien días del gobierno de Kirchner fueron aceptables»(12). Llegando ya a nuestros días, el 25 de noviembre de 2006, el suplemento Cash de Página 12, bajo el título de «La city, de fiesta»(13), anunciaba que el mercado accionario había marcado un nuevo record histórico cuando el día anterior el índice MerVal alcanzó los 1943,63 puntos, lo que significaba que las acciones acumulaban una ganancia de 9,1 por ciento en el mes, una performance que se extiende al 25,9 por ciento en lo que va del año.
De abuelas con joyas a jubilaciones básicas
El otro gran ganador de los noventa fue, sin duda, el sector de las privatizadas. En el período 1993-2000, estas empresas (más los sectores vinculados a las privatizadas, es decir, terciarizados) obtuvieron un 83,1% en la distribución de las utilidades totales del período, las que equivalieron a 28.441.100.000 dólares. Durante aquellos años la tasa de beneficio registrada por Aguas Argentinas fue del orden del 23%, mientras en EE.UU. las empresas de la misma rama obtenían una rentabilidad promedio del 8% y en Francia del 6%. En el caso de Telecom y Telefónica, el margen de rentabilidad fue casi tres veces más elevado que el registrado en promedio por el grupo de las diez operadoras más importantes del mundo(14). Hay que recordar que las privatizaciones se realizaron cubiertas por un velo de corrupción, y que a posterior no fue reglamentado el accionar de las mismas, lo que permitió que las empresas transnacionales hicieran y deshacieran «a gusto y piacere».
Luego de 2001, más allá del discurso del gobierno, la suerte de este sector no cambió cualitativamente. Así, en el tercer trimestre de 2005, Transener (empresa transportadora de electricidad) obtuvo una ganancia neta de 603.4 millones de pesos; en el mismo período TGS totalizó una ganancia neta de 52.100.000 y Metrovías unos 26.700.000 todos en pesos(15). Sin embargo, las ganancias no son las mismas que cuando la convertibilidad regía, ya que ahora cobran en pesos devaluados, y por eso la presión del sector para, por un lado, bajar el precio del dólar, y por el otro, aumentar las tarifas. Este sector no ha perdido importancia en el mercado y sigue teniéndola en nuevos negocios, como el de los celulares. Ahora comparte la hegemonía, pero no se ha bajado del tren (ni del subte, ni de los aviones, ni del gas, ni…).
Casa tomada (desde el Fondo)
El imperialismo no sólo actúa en la estructura económica del país por medio de las transnacionales, sino también por medio de los organismos internacionales de crédito. Durante los noventa Argentina fue «el mejor alumno» de las políticas económicas del FMI, pero hoy no parece ser distinto. Es así que, más allá del discurso del gobierno nacional contra este organismo, se sigue cumpliendo con las políticas y exigencias que el Fondo le impone. Un ejemplo claro es el del pago de 9.810 millones de dólares al organismo, pago que fue presentado por el gobierno nacional como una forma de independizarse del FMI. La realidad, empero, parece ser otra. El ex ministro de economía, e insospechado de cualquier planteo independentista Luis Machinea, actual secretario ejecutivo de la Cepal, explica que la política de desendeudamiento es una política exigida por los organismos internacionales de crédito para toda América Latina, y esta es la razón por la que Argentina, Brasil y Uruguay, casi en simultáneo, desembolsaron cuantiosas sumas al FMI.
Si bien fue política de Estado el endeudamiento del país desde el ´66 en adelante(16), actualmente la política para la región parece haber cambiado. En este marco es que el gobierno nacional plantea una reestructuración de la deuda en 2005, que tenía entre sus finalidades posibilitar la vuelta al mercado de capitales. Es importante analizar en qué consistió esta reestructuración y la respectiva quita. La deuda externa a fines de marzo de 2005 era de 190.000 millones de dólares, de los cuales 103.000 millones se encontraban en default. Según cifras oficiales, la quita fue de 65%, ya que contra los 103.000 millones de deuda canjeable se emitieron 35.000 millones de bonos nuevos. La deuda habría quedado en unos 122.000 millones. Pero las cifras oficiales olvidan contar los hold outs, aquellos bonistas que no aceptaron el canje, que suman 20.000 de capital y unos 40.000 de intereses (el canje habría sido aceptado por el 76% de los bonistas). Por lo que el monto efectivo de la deuda post canje sería de aproximadamente 150.000 millones de dólares. Pero a su vez, los nuevos bonos entregados capitalizan por anatocismo en 10 años parte de los intereses, monto que rondaría los 11.000 millones. La cuenta cerraría en 160.000 millones, ahorrando entonces «tan sólo» unos 30.000 millones, computando una quita efectiva del 16%.(17).
Todo parece indicar entonces, que los organismos de crédito internacional (que no se limitan al FMI, sino que son muchos aunque no tan diversos: BM, BID, Club de París, etc.) no han perdido su importancia e injerencia en la estructura económica nacional, sino que por el contrario, sólo han modificado sus políticas.
Del olor (a bosta) de la oligarquía
Otro sector en disputa es el agro-exportador. Este se compone por dos sectores bien definidos: por un lado, la histórica oligarquía latifundista local, y por el otro, los nuevos grandes latifundistas extranjeros (quienes poseen el 10% del territorio nacional, unos 270.000 kilómetros cuadrados(18)). Estos sectores pugnan nuevamente por recuperar un lugar de hegemonía en el bloque de poder, y lo hacen asentados en la participación que les toca en esta «normalización del capitalismo argentino», gracias al importante peso que tuvo para la economía local el aporte (nada voluntario) que el sector realizó por medio de las retenciones. Cabe destacar que las mismas fueron muy cuantiosas, pero mucho más importantes aún, fueron las ganancias de los agropecuarios. Hoy el sector está enfrentado con el gobierno porque ante una leve caída en las ganancias dice que deberían bajar también las retenciones. Claro que mientras la rentabilidad por las exportaciones agrícolas alcanzó niveles extraordinariamente altos (como ocurrió los últimos años a causa de la devaluación y los altos precios internacionales), no pidieron un aumento acorde de las retenciones.
Quizás los números nos ayuden a entender mejor. «La renta apropiada por el sector agropecuario tras la devaluación se multiplicó por 5 medida en pesos, por lo que la hectárea pasó de 72 pesos durante la convertibilidad a 370 en la post convertibilidad». «El resultado obtenido entre las campañas 1991/92 y 2000/01 fue un ingreso total promedio anual de 5.284,3 millones de dólares, de los cuales 1.003,2 millones fueron renta. Para las tres campañas post convertibilidad, de la 2001/02 a la 2003/04, los ingresos totales promedio anuales fueron de 7.850,7 millones de dólares, de los que fueron renta 3.029 millones por año. Dicho de otra manera, entre la convertibilidad y la post-convertibilidad la renta agrícola en dólares se triplicó. El dato paradójico en este estudio es que la renta no disminuyó año a año luego de la devaluación, sino que fue aumentando, pasando de 2.500 a 3.305 millones, siempre en dólares.(19)» . Sin embargo, más allá de acusaciones cruzadas por el carácter ideológico, tanto de las retenciones de un lado, como de los ataques y paros por otro, lo cierto es que no hay ninguna voluntad política por parte del gobierno de avanzar contra la oligarquía terrateniente con medidas estructurales que pudieran recortar el poder de este sector. Ni reforma agraria, ni leyes de limitación del latifundio. El «campo libre» para que la oligarquía «mano de hierro con guante de seda»(20), siga golpeando y presionando por trasladar los precios internacionales al mercado interno.
Qué… ¿no era Ya Pasó Fangio?(21)
Otro sector que juega un papel importante en la disputa por la hegemonía del bloque dominante es el que se compone por las empresas de extracción y exportación de recursos naturales, principalmente de petróleo y minería. Este sector no sólo ha tomado importancia en nuestro país, sino que su encumbramiento se corresponde con un movimiento del capitalismo a escala mundial(22) que se ha volcado con ferocidad sobre la explotación (devastación) de los recursos naturales, esto sin desestimar la importancia que siempre tuvo este sector en la historia del capitalismo latinoamericano. Es importante señalar que el sector petrolero no necesitó realizar nuevas inversiones, sino que con la capacidad instalada puedo obtener ganancias impresionantes. Por poner sólo un ejemplo, la petrolera Repsol-YPF anunció en 2005 que obtuvo ganancias récord, con un beneficio total de 3.120 millones de euros, lo que representa un 29,2% más que en 2004, y entre las principales causas de este aumento de beneficios, se encuentra el aumento del valor del crudo y el aumento del precio del gas en Argentina(23). Según datos del Grupo Moreno, la empresa Repsol-YPF obtuvo en plena crisis del 2002, sólo en Argentina, ganancias por el valor de 2.100 millones de dólares(24). Y más cerca en el tiempo, durante el primer cuatrimestre de 2006, las exportaciones de combustibles totales de Argentina, alcanzaron un valor de 3.600 millones de dólares(25).
En lo que a la explotación minera se refiere, es notable el incremento de esta industria a lo largo y ancho del país. Según datos del gobierno nacional(26) el valor bruto de la producción durante el 2000 fue de 1.100 millones de dólares, el mismo estuvo compuesto en un 67% por minerales metalíferos, en un 10% por no metalíferos y el restante 24% por rocas de aplicación. Estos números crecieron exponencialmente desde la década pasada, así es que, según otra fuente, «la producción minera pasó de 481 millones de dólares en 1994 a unos 900 millones en 2005″(27).
Todos estos números no tienen otra finalidad, más que la de mostrar hasta qué punto han incrementado su participación e importancia en la economía nacional (cada vez más dependiente y menos nacional) los sectores que se dedican a la extracción y exportación de recursos naturales. Este incremento en la economía va de la mano de un peso cada vez mayor en las decisiones políticas. Cabe aclarar también, que la inmensa mayoría de estos capitales son empresas transnacionales compuestas principalmente por capitales extranjeros. Hay que tener en cuenta la importancia estratégica que este sector (y de quienes lo resisten) tiene en el movimiento de reconfiguración del capitalismo a escala mundial, ya que, la extracción y administración de recursos básicos (y la mercantilización de la vida toda) parece ser una de las nuevas puntas de lanza del imperialismo internacional para seguir obteniendo ganancias. En este sentido, advierte Borón: «sensatas parecen las explicaciones de Francois Hourtart cuando sostiene que las nuevas fronteras de la expansión capitalista no son territoriales sino económicas. Agotados los espacios de expansión territorial, el imperialismo se vuelve sobre la sociedad y acentúa un proceso de mercantilización universal: tal es el caso de los servicios públicos y la agricultura, entre otros […] imponiéndose la estrategia de convertir viejos derechos en rentables mercancías»(28).
De inútiles y cipayos, o de cipayos inútiles
Una fracción del capital que volvió al ruedo es el alicaído «capitalismo nacional». Este sector llega a la disputa empujado por la voluntad política de los gobiernos post 2001 (o quizá sea al revés, y hay que decir que estos políticos llegan como representantes de dichos sectores)(29). Hay dos medidas tomadas por el gobierno de Duhalde (y continuadas por Kirchner) que le permitieron levantar cabeza al sector: por un lado la pesificación de sus enormes deudas contraídas en dólares, y por otro, la devaluación. Así, devaluación mediante, se produce una mejora de la «ventaja comparativa» del sector para exportar, y para reemplazar parte del suministro del mercado interno, el que anteriormente estaba totalmente inundado de productos extranjeros. Esta «ventaja comparativa» se basa en sueldos de miseria para los trabajadores, jornadas laborales de más de 10 horas, trabajo en negro y la existencia de un inmenso «ejército de reserva» de mano de obra barata, lo que permite la superexplotación de los trabajadores. Para ser fiel a su historia, la burguesía nacional no basó su repunte en nuevas inversiones, sino en la capacidad ociosa que se encontraba instalada. Esto, combinado con la falta de infraestructura en el país, está provocando un estancamiento en la producción, y que se esté caminando hacia un «cuello de botella» energético que impediría el mantenimiento del desarrollo a largo plazo.
Pero no son sólo materiales/estructurales las limitaciones que posee esta clase para ocupar un rol dirigente en el desarrollo de la economía local, lograr la hegemonía y acaudillar tras de sí al país de conjunto. Ya Milcíades Peña decía, hace más de medio siglo atrás, que «la burguesía industrial argentina está inseparablemente anclada a la estructura que hace a la Argentina una nación atrasada y semicolonial, y se halla interesada en la conservación de esa estructura. Su vinculación con el capital financiero internacional, su dependencia respecto al apoyo financiero y técnico de la metrópolis, son una de las expresiones más decisivas de esa necesidad y atestiguan la imposibilidad de la burguesía argentina -no sólo su ineptitud sino su imposibilidad- de emancipar al país de la explotación imperialista»(30). A lo largo de la historia ha fracasado una y otra vez el «nuevo proyecto» que ahora se intenta impulsar y promover desde los gobiernos, para que sea la burguesía nacional la que dirija la construcción de «un país en serio». Vale aclarar que en los actuales días globalizados, y luego de treinta años de entrega y destrucción de la industria nacional, es aún más ilusoria y utópica esta receta que en los años en que escribe Peña.
Hasta el mismo Juan Domingo Perón, quien se refería a si mismo como el defensor más decidido de los hombres de negocios y los industriales(31) advertía, en 1945, que «esos señores [de la burguesía] son los peores enemigos de su propia felicidad, porque por no dar un 30% van a perder dentro de varios años o varios meses todo lo que tienen, y además, las orejas»(32). Esto muestra el carácter terriblemente reaccionario de esta clase que enfrentó cualquier intento de reforma, por más leve que sea, incluso a aquellas reformas estructurales necesarias para su propio desarrollo. A modo de conclusión, que permita terminar de entender los límites estructurales/ideológicos que atan a la burguesía local, bien valen las palabras de Borón cuando señala que «el capitalismo latinoamericano es tan reaccionario que aún las más tímidas reformas son percibidas como instancias catalizadoras de la revolución y, en cuanto tales, combatidas con ferocidad por las clases dominantes»(33). No es en cuentos e historietas de gobernantes sobre lo que se asienta una clase hegemónica, sino sobre sus propias fuerzas materiales e ideológicas. Queda claro, entonces, que la burguesía nacional no puede (ni quiere) ser hegemónica de ningún bloque histórico, de ningún proyecto que se encuentre fuera del país de las ideas trasnochadas de algunos intelectuales progresistas. Proyectos que, se repite, fracasaron una y otra vez.
Juntos y revueltos
Se debe insistir sobre algo ya dicho: esta división analítica no es tan clara en la realidad, y sus fronteras son difusas, existiendo amplias zonas grises y actores que atraviesan las «fronteras» que delimitan a los distintos sectores o fracciones en pugna del capital. ¿A qué sector corresponde una transnacional con participación de capitales nacionales que se adueñó de una empresa privatizada de extracción de materia prima? Los capitales no entienden de divisiones analíticas, y son los estudios los que deben dar cuenta de la realidad y no forzar a esta para que quepa dentro del análisis. Se debe comprender, y hacer carne, que la realidad no es una serie de fotos que acomodamos en un álbum según gusto o conveniencia, sino que por el contrario, es una película que debe ser comprendida en su propia dinámica. Por esta razón vale la insistencia sobre el carácter unitario e interdependiente de la realidad.
La clase revolucionaria (trasladada a la sala de cuidados intermedios)
Analizar a la clase obrera o trabajadora, refiere al análisis de todos aquellos que reciben un salario a cambio de su trabajo. Es decir, clase obrera ocupada. Vale aclarar que, al contrario de las creencias que comparte cierta intelectualidad muy de moda en la década de los noventa, en este trabajo se parte de la idea que la reconfiguración del capital a escala internacional produjo no una desaparición de la clase obrera, sino por el contrario una proletarización general, que tiene su más palpable ejemplo en el terreno del trabajo intelectual. Lo que sí se produce, es un reordenamiento general en la distribución del trabajo, que trae como consecuencia, no sólo la división internacional del trabajo y la redistribución de los trabajadores en las distintas ramas de la industria, sino también la precarización, terciarización, flexibilización, y otros males para los trabajadores.
Una radiografía de la clase obrera argentina(34) nos muestra que: en 2001 los trabajadores representaban en Argentina el 56% de la población activa, mientras que en 2004 este número había crecido al 69%(35). En el año 2003, según el INDEC, el número de trabajadores en negro era del 41%, lo que significa que son millones los que no tienen acceso a jubilación y pensión, al cobro del salario familiar, a obra social, a cobro de seguro de accidentes de trabajo y de desempleo, y a la indemnización si son despedidos(36). Dentro de los trabajadores en negro el sector más castigado es el de la construcción, del cual el 66% de los trabajadores se encuentran en dicha condición. En 2004 el salario mínimo, que tendría que ser igual al valor de la canasta familiar, correspondía a $1.780 según estimación oficial. Sin embargo, según el INDEC, el 71% de los trabajadores percibía un salario menor a $600, mientras el 37% de los mismos recibía menos de $300; el 16% recibía un salario que iba de $601 a $900 y el 13% un salario de entre $901 a $1.800(37).
Estos datos muestran, por un lado, la importancia numérica de la clase obrera en la estructura económica del país, y por otro, el terrible avance sobre las condiciones de vida de la misma, y esto sin sumar datos sobre cantidad de horas trabajadas, calidad en las condiciones de trabajo, desprotección sindical, muertes por causa laborales, etc.
Sin embargo, la relativa disminución de los niveles de desempleo permitió que la clase obrera se sacara de encima el fantasma de la desocupación, lo que sumado a la devaluación y la inflación, hizo que los trabajadores volvieran, lentamente, a ocupar un lugar protagónico en el escenario de la lucha de clases, actuando mucha de las veces por arriba o de espaldas de las burocracias sindicales. La clase obrera, que estuvo ausente como tal en la insurrección espontánea de diciembre de 2001, está mostrando, en parte gracias a la misma insurrección, signos de recomposición y organización independiente de las burocracias tradicionales ligadas al peronismo. Signo de ello, son las decenas de comisiones internas recuperadas por los propios trabajadores, donde están eligiendo a compañeros muchas veces ligados a la izquierda (no necesariamente partidaria), a viejos militantes de los ´70 y ´80 o a jóvenes obreros que son «hijos» del diciembre de 2001(38). Es la pelea por mejores condiciones laborales y una mayor participación en la renta nacional, los móviles que están motorizando la mayor parte de las actuales luchas.
Una mención al menos, merecen en este trabajo, el fenómeno de fábricas recuperadas, no tanto por su peso cuantitativo(39) como por el cualitativo. Este sector de la clase obrera, ante un horizonte de vaciamiento de su fábrica por parte del patrón y la consecuente desocupación que los acechaba, decidió tomar en sus manos las fábricas y ponerlas a producir. Esta experiencia es importante, sobre todo porque instala esta opción en el horizonte de lo posible para el conjunto de la clase. Además, es relevante destacar que algunas de estas fábricas (principalmente FaSinPat, ex Zanón) son parte impulsora de los intentos más serios de recomposición de la clase obrera, como por ejemplo el MIC, del cual algunas de ellas forman parte.
Hablemos de una clase
Los desocupados están tratados por separado en este trabajo, ya que se considera que los mismos son un elemento estructural del actual sistema de acumulación de capital. Esto quiere decir que no son un fenómeno circunstancial y dañino para el sistema, sino, muy por el contrario, un elemento estructural y necesario de la fase actual del capitalismo. Los desocupados llegaron para quedarse, y en los momentos de crisis volver a elevar su número exponencialmente. Esto por dos razones. Porque la existencia de un gran ejército de reserva de mano de obra barata es funcional al capital, por un lado. Y por otro, porque el movimiento del capitalismo a nivel mundial estructuró un sistema que genera cada vez más «sobrante» de sujetos. Esa exclusión se produce con un perverso movimiento de exclusión-incluyente(40), que genera la creación de ciudadanos de segunda.
Es importante destacar también la particularidad del movimiento de desocupados argentino, como un fenómeno único en el mundo, ya que el sector logró un alto nivel organizativo, lo que le permite jugar un papel importante (por momentos decisivos) en la lucha de clases. Este proceso es importante porque «se ha demostrado que las clases sociales sólo se constituyen como tales en los procesos de lucha, de enfrentamientos sociales, de confrontación con otras clases»(41). En este proceso de lucha/configuración fueron estas franjas los sectores que se mostraron más dinámicos y creativos en cuanto a organización y lucha desde la crisis en adelante. Sin embargo, no hay que perder nunca de vista que, ni en el momento de mayor auge del movimiento piquetero, éste pasó de ser más que una fracción minoritaria sobre la masa total de desocupados. Actualmente, en parte por el crecimiento económico, y en otra por cooptación de muchos de esos movimientos por parte del gobierno, el movimiento piquetero ha perdido, en la coyuntura, parte de la fuerza que mostrara hace apenas unos años atrás. Esto no significa, al contrario de los que muchos creen, que el movimiento piquetero está muerto o agonizando, sino que por el contrario, está buscando nuevas formas de organización y resistencia, razón por la cual sigue siendo un actor social importante a tener en cuenta en el período histórico.
La ruta sigue más allá de las luces de la autopista
Las clases oprimidas no se limitan a habitar esas manchas de cemento llamadas ciudades. De hecho, según el censo del 2001 existen 2.604.647(42) personas que habitan en zonas rurales de manera dispersa, es decir, a campo abierto. La gran mayoría de los habitantes de las zonas rurales son campesinos pobres o peones de campo, que en muchos casos viven en peores condiciones que los sectores marginales en las ciudades. Además, no sólo que el número de habitantes del campo es importante cuantitativamente, sino que hay que tener en cuenta que su distribución territorial no es pareja y por lo tanto, tampoco lo es su peso político ni nivel de organización. No es casualidad que sea Santiago del Estero una de las provincias donde mayor peso tiene el campesinado disperso, el que significa un 26% de su población total. Y no es casualidad se dice, porque es en esta misma provincia donde existe el movimiento campesino más organizado y combativo del país, pero no el único. Hay experiencias similares en Córdoba, Mendoza, Salta, Formosa, Jujuy y, con más o menos diferencias, en varias de las provincias argentinas.
Es importante destacar la existencia de esta clase, y de su organización, ya que muchas de las experiencias más ricas en cuanto a constancia y creatividad en el campo popular se encuentran en las zonas rurales de nuestro país. Además, la importancia reside en que el campesinado tiene como enemigos a la clase terrateniente local y transnacional, y es en la difícil disputa por la apropiación de la tierra y otros recursos, donde esta clase y sus organizaciones deben desenvolverse.
La revancha de Sayhueque
Otro sector en disputa con grandes terratenientes y transnacionales son los pueblos originarios, que en Argentina, según el censo del 2001, están compuestos por 402.921 personas de más de 22 pueblos reconocidos por el Estado(43). Es de un reduccionismo grosero circunscribir los pueblos originarios a una clase, mas allá de que la mayoría de ellos puedan ocupar determinado lugar en el sistema de producción, lo que permitiría englobarlos como campesinos. Pero ellos no son sólo parte de una clase, son culturas, creencias, formas de entender el mundo, distintas, y no sólo por el lugar que ocupan en el sistema de producción.
La relevancia de no «encajarlos» a la fuerza como clase social solamente, reside en el hecho que para entender sus luchas y su configuración como pueblos/movimientos es necesario comprender algo más que su lugar en la estructura económica. Así, partiendo de su concepción del mundo y de la naturaleza, se podrá entender mejor la lucha por los recursos naturales de los pueblos originarios contra las transnacionales, que no se reduce sólo a un problema de propiedad, sino también de respeto y cuidado de la tierra. Es importante mencionar a estos pueblos/movimientos, ya que más allá de su escaso peso cuantitativo en el conjunto de la población argentina, sí están adquiriendo una fuerza cada vez mayor en el imaginario social de las clases populares, su lucha tiene cada vez mayor aceptación y se gana la simpatía de las amplias capas de las masas. Son un testimonio viviente de resistencia y dignidad que, ya por fuerza real, ya por idealización, están calando profundo en el resto del campo popular.
Conclusiones de Polaroid
Si bien este trabajo tiene como finalidad servir de base de un estudio posterior sobre la superestructura (sociedad civil y política, según Gramsci) y del nexo entre ambas (los intelectuales), se pueden anticipar algunas conclusiones «apresuradas» en función de la falta del resto del análisis que configura una unidad.
Desde el punto de vista de las clases dominantes, se hace notorio un enfrentamiento por ocupar el lugar hegemónico en la estructura económica, sobre todo entre los sectores dominantes durante la década de los noventa (financiero y privatizadas), por un lado, y las empresas de extracción-administración-exportación de recursos naturales y la burguesía nacional (sobre todo el sector transnacionalizado), por el otro.
Sectores más conservadores (desde el punto de vista productivo, pero no sólo) encuentran, en los espacios de poder que abre esta disputa, y por el peso en la economía nacional que le dan los altos precios internacionales de sus productos, un lugar para introducir sus propias demandas, tratando de no perder algún espacio de poder en el parnaso neoliberal.
Esta pelea en las alturas, también deja intersticios para que las clases oprimidas intenten presionar con sus propias demandas. Sin embargo, abajo, ante tanto golpe recibido durante casi treinta años, más allá de algún tipo de recomposición de la clase obrera, de continuidades latentes de las organizaciones de desocupados, y experiencias organizativas en el espacio rural, las clases oprimidas se hayan lejos de poder siquiera, entrar en una disputa seria(44) por la hegemonía ideológica, social y económica, para imponer una salida independiente de las clases dominantes. Al campo popular de conjunto le resta todavía una ardua tarea por delante, para reconstruir lo destruido pero por caminos nuevos, escabrosos pero llenos de vida.
Este virtual empate hegemónico entre distintas fracciones del capital, produce un equilibrio inestable en la sociedad argentina, equilibrio que no visualiza una solución en lo inmediato, lo que abre un escenario de incertidumbre en que las definiciones dependerán, no sólo de las limitaciones estructurales de cada sector, sino también de la disputa política, y la capacidad que cada sector en pugna demuestre para encausar cada acontecimiento político por el camino de sentido que más le sea favorable.
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Notas
(1)Tentempié: Hace referencia a los muñecos que por medio de contrapesos se mantiene en un equilibrio inestable. (ver Diccionario Enciclopédico Ilustrado Sopena. Barcelona, 1977).
(2) PORTELLI, Hugues. Gramsci y el bloque histórico. Ed. Siglo XXI. México 2003. Pág. 9
(3) LUKÁCS, Georgy. Historia y consciencia de clase (vol. 1). Ed. Orbis. España 1985. pág. 116.
(4) «Si se tiene en cuenta que los rasgos fundamentales de la insurrección consciente son no sólo la disposición a sostener una lucha para derribar el poder político de las clases dominantes, sino también la existencia de una organización política, armada de teoría y apta para dirigir la lucha de masas, es indudable que ninguna de estas condiciones se cumple en el hecho analizado» (pag. 87) «La insurrección de los hambrientos y la insurrección de la pequeña burguesía constituyen el terreno donde se desarrolla la insurrección espontánea del pueblo». CARRERA, Iñigo y CORTARELO, M. Celia. Génesis y desarrollo de la insurrección espontánea de diciembre de 2001 en Argentina. Sujetos sociales y nuevas formas de protesta en la historia reciente de América Latina. Ed. CLACSO. Bs. As. 2006. pág. 89.
(5) Los datos corresponden a la investigación de GAVERNET, Leticia. El caso Clínica Junín: la representación del conflicto y la justicia en el discurso de los actores. en VII Congreso Nacional de Sociología Jurídica. Comisión 2.
(6) Sostener el carácter de insurrección espontánea de los hechos ocurridos en diciembre de 2001, no implica desconocer, como sostiene Luis Bilbao, «que detrás de esa irrupción actuó el gobierno y el aparato peronista de la provincia de Buenos Aires, a los que se sumaron grupos de ultraderecha y la participación, por acción y omisión, de la policía bonaerense». Sin embargo la insurrección en su conjunto superó por mucho cualquier complot, y fue una verdadera expresión del estado de ánimo de las masas.
(7) Irónica referencia a los super-poderes que el Congreso le había otorgado de manera inconstitucional al, por entonces, ministro de economía Cavallo, quien parecía ser, a los ojos del establishment, el único que podía «salvar» al país de la debacle total. Fue el pueblo en las calles quien sella su suerte, echándolo en la noche del 19 de diciembre de 2001.
(8) En este marco, vale recordar como uno de los acontecimientos principales, la represión en el puente Pueyrredón donde murieron a manos de la policía (por orden directa del gobierno de Duhalde) los piqueteros Santillán y Kosteki. Es importante aclarar que fue la contundente respuesta a este hecho por parte del campo popular, con mas de 200 cortes de rutas y calles en todo el país al día siguiente, lo que obligó al por entonces presidente Duhalde a adelantar las elecciones en casi un año. Luego, ya durante el gobierno de Kirchner, se sucedieron otros acontecimientos represivos como los detenidos en la Legislatura porteña; el despliegue de la gendarmería en Las Heras en la provincia de Santa Cruz luego de una pueblada donde los manifestantes se enfrentaron con armas de fuego a la policía y resultó muerto el oficial Sayago, acontecimiento que desembocó, junto a otros factores, a la renuncia a la gobernación de la provincia del que, hasta un tiempo atrás, había sido jefe de la SIDE durante el gobierno del mismo Kirchner; la represión y posterior detención en Caleta Olivia, durante jornadas de lucha en las que se unieron piqueteros y trabajadores en 2003; entre otros muchos. Sin embargo, ninguno de estos hechos tuvo una respuesta tan contundente por parte del campo popular como fue la desplegada ante la represión en el puente Pueyrredón.
(9) BORÓN, Atilio. Estado, capitalismo y democracia en América Latina. Ed. Clacso. Bs. As. 2003. pág. 15.
(10) PETRAS, James y VELTMEYER, Henry. Movimientos sociales y poder estatal. Ed. Lumen. Bs. As. 2005. pág. 61.
(11) www.pagina12.com.ar/diario/economía/index-2003-03-10.html
(12) www.clarin.com/diario/2003/08/30/um/m-614292.htm
(13) www.pagina12.com.ar/diario/economía/2-76736-2006-11-25.html
(14) Los datos de www1.hcdn.gov.ar/dependencias/ari/Principal/PRIVATIZACIONES/infrome%20prensa% 20privatizaciones.htm
(15) Los datos de www.oceba.gov.ar/prensa_old/modules.php?name=News&file=print&sid=6845
(16) La deuda que comienza en el ´66 con un valor de 3.276 millones de dólares, aumentará progresivamente en todos los gobiernos que lo suceden. Esta es la evolución de la deuda externa argentina: gobierno militar del ´66 al ´73, +46%; gobierno peronista del ´73 al ´76, +62%; gobierno militar del ´76 al ´83, +364%; gobierno radical del ´83 al ´89, +44%; gobierno peronista del ´89 al ´99, + 123%; gobierno de la alianza de ´99 a ´01, +21%, ascendiendo el monto de la deuda al fin del gobierno de De La Rúa, a $145.000 millones de dólares. Datos de www.econolink.com.ar/economyemp/ecempr4.htm
(17) www.lafogatadigital.com.ar/economia/eco_23-1.htm
(18) ENZ, Daniel y KLIPPHAN, Andrés. Tierras S.A. Ed. Aguilar. Bs. As. 2006. pág. 11.
(19) www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/17-2533-2006-07-23.html
(20) ANSALDI, Waldo. Frívola y casquivana, mano de hierro en guante de seda. www.catedras.fsoc.uba.ar/udishal/art/frivolacasquivanamanodehierro.pdf
(21) El título hace referencia a una campaña publicitaria que desplegó durante algún tiempo la empresa Repsol-YPF. La ironía tiene por finalidad hacer patente la operación ideológica que se realiza al intentar abandonar el significado original de la sigla YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales) por el «muy simpático» Ya Pasó Fangio. Se señala este hecho por la creencia que la lucha social no sólo se desenvuelve en el campo de lo económico, sino también en lo ideológico, como una lucha de sentidos, como formas de entender y poder nombrar el mundo; siendo este aspecto ideológico uno de los frentes de lucha donde el capital más ha avanzado en la colonización del pueblo argentino en la últimas décadas.
(22) «La estrategia de la llamada «guerra infinita», significa el apoderamiento de recursos -principalmente petróleo y agua- lisa y llanamente: ninguna ficción de integración de mercados sino la pretensión de la consagración por la fuerza de las armas, de que este mundo será global pero de globalizados y globalizantes y dirigido por EE.UU.» RAJLAND, Beatriz. Estados Unidos: militarización y libre comercio como dos formas de expansión imperialista y la relación con América Latina. Pensamiento y acción por el socialismo. América Latina en el siglo XXI. Ed. Clacso. Bs. As. 2006. pág. 138.
(23) www.clarin.com/diario/2006/02/24/um/m-01147763.htm
(24) www.info-moreno.com.ar/notas/notas_documentos/enarsa_senado.htm
(25) www.cep.gov.ar/pancomexterior/presactcomext/mon_comercio_exterior.pdf
(26) www.inversiones.gov.ar/documentos/mineria_analisis.pdf
(27) ENZ, Daniel y KLIPPHAN, Andrés. Tierras S.A. Ed. Aguilar. Bs. As. 2006. pág. 13.
(28) BORON, Atilio. Imperialismo hoy: novedades, desafíos, respuestas. Pensamiento y acción por el socialismo. América Latina en el siglo XXI. Ed. Clacso. Bs. As. 2006. pág. 127.
(29) En el caso de Kirchner no se puede soslayar su compromiso, no sólo con la industria nacional, y dentro de ella con aquellos capitalistas locales que integran empresas transnacionales, sino también con el sector extractivo-exportador al que antes hicimos referencia.
(30) PEÑA, Milcíades. Historia del pueblo argentino. Tomo 2. Ed. Montevideo. Bs. As. 2005. pág. 254.
(31) DE SANTIS, Daniel. El PRT-ERP y el peronismo. Ed. Nuestra América. Bs. As. 2004. pág. 22.
(32) DE SANTIS, Daniel. El PRT-ERP y el peronismo. Ed. Nuestra América. Bs. As. 2004. pág. 24.
(33) BORÓN, Atilio. Estado, capitalismo y democracia en América Latina. Ed. Clacso. Bs. As. 2003. pág. 16.
(34) Es necesario aclarar que esta descripción son datos generales que están dejando de lado un aspecto fundamental de cualquier análisis como es la distribución territorial. Falta además un análisis por rama de la industria. La clase internamente tiene grandes diferencias, no sólo salarial, sino en cuanto a la función que cumplen, el nivel cultural que poseen, la región en que viven, la historia del lugar, el barrio en que tienen su hogar, etc.
(35) FEIJOO, Cecilia y COLLADO, Adriana. Tesis en torno al trabajo en la Argentina. Revista Lucha de clases N° 5. Ed. Cooperativa Chilavert. Bs. As. 2005. pág. 16.
(36) www.trabajo.gov.ar/prensa/historicos/2003/nacionales/files_01/negro.doc
(37) FEIJOO, Cecilia y COLLADO, Adriana. Tesis en torno al trabajo en la Argentina. Revista Lucha de clases N° 5. Ed. Cooperativa Chilavert. Bs. As. 2005. pág. 27.
(38) Es interesante dentro de este fenómeno, la experiencia del Movimiento Intersindical Clasista (MIC), que está nucleando a muchos sectores partidarios y extra-partidarios, que encuentra entre sus principales impulsores al cuerpo de delegados de subte de Buenos Aires, pero en donde participan trabajadores desde Santa Cruz a Jujuy, sectores que están intentando una nueva forma de sindicalismo, donde la democracia de base y los delegados juegan un rol fundamental.
(39) «Teniendo en cuenta lo precario de esta definición que dibuja márgenes de una lista muy variada de fábricas, se puede calcular que hay unas 170 conocidas que reúnen estas características y la cifra sigue creciendo con cierta regularidad». MAGNANI, Esteban. El cambio silencioso. Ed. Prometeo. Bs. As. 2003. pág. 43.
(40) CIUFFOLINI, María Alejandra. Conflicto en los discursos de las ciencias: herejía o alienación. Reflexiones a propósito de las luchas sociales. Ponencia presentada en el VII Congreso Nacional de Ciencia Política de la Sociedad Argentina de Análisis Político de 2005.
(41) CARRERA, Iñigo, GRAU, María Isabel y MARTÍ, Analía. Agustín Tosco. La clase revolucionaria. Ed. Madres de Plaza de Mayo. Bs. As. 2006. pág. 10.
(42) www.indec.mecon.ar/censo2001s2/ampliada_index.asp?mode=01
(43) El pueblo más numeroso, y también uno de los más organizados y combativo, es el pueblo mapuche, que se ubica principalmente al sur del país y está compuesto por 104.988 personas.
(44) Con este concepto se quiere designar a procesos donde realmente haya estado en cuestión el poder de las clases dominantes, como puede haber sido los años ´70. «El proceso de luchas en Argentina en las décadas de 1960 y 1970 se desarrolló entre tres fuerzas político-sociales, expresión de los distintos intereses de las clases fundamentales, que bregaban por imponerlos al conjunto de la sociedad […] Las tres fuerzas contaban con cuadros sindicales, políticos y militares. Como en la mayoría de los procesos históricos en que se define la naturaleza de la sociedad, el uso de la fuerza material, la confrontación armada, pasó a ocupar un lugar central en las relaciones de fuerzas en Argentina, que transitaban su momento político militar.» CARRERA, Iñigo, GRAU, María Isabel y MARTÍ, Analía. Agustín Tosco. La clase revolucionaria. Ed. Madres de Plaza de Mayo. Bs. As. 2006. pág. 14.
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BIBLIOGRAFÍA
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