Se comprende la alegría del monopolio mediático. «La Nación» podría reclamar el copyright a los opositores que firmaron en defensa de grupos concentrados de la comunicación. Después de muchísimo tiempo, quizás desde el festejo en las legislativas de junio de 2009, los popes de la oposición no oficiaban una misa entre varios. No todos pusieron […]
Se comprende la alegría del monopolio mediático. «La Nación» podría reclamar el copyright a los opositores que firmaron en defensa de grupos concentrados de la comunicación. Después de muchísimo tiempo, quizás desde el festejo en las legislativas de junio de 2009, los popes de la oposición no oficiaban una misa entre varios. No todos pusieron el gancho. Por derecha se excusó Julio Cobos, tan apegado a las lealtades y formalidades propias de un vicepresidente, y el peronista Alberto Rodríguez Saa. Y por el centro, que para algunos será centro-izquierda, le escabulleron el bulto Hermes Binner, Pino Solanas y Margarita Stolbizer. Quedó entonces el núcleo duro de lo que fue en 2009 el «Grupo A», con Mauricio Macri, Eduardo Duhalde, Ricardo Alfonsín, Ernesto Sanz, Elisa Carrió y Felipe Solá. Esta media docena de presidenciables tituló su declaración «El deber de cuidar la democracia», motorizada en defensa de Clarín, tras el bloqueo de sus trabajadores debido a un conflicto laboral. Comprando el combo del monopolio respecto a que ese bloqueo había violado gravemente la libertad de expresión, la oposición aseguró que «la democracia argentina debe ser cuidada y protegida de acciones de intolerancia, de persecuciones, de señalamientos, escraches o cualquier intento de discrecionalidad en el uso de los recursos que el Estado posee. Los límites del Estado los define la Constitución, no el poder gobernante». Quienes antes no habían podido congeniar intereses políticos comunes, lo hicieron bajo la presión de Magnetto-Ernestina de Noble. Ante ese llamado acudieron casi todos, en particular los que el año pasado cenaron con el mandamás de Clarín. Los más proclives a esa cena fueron también los más entusiastas en firmar la declaración: el jefe del PRO y la cabeza mayor del PJ derechoso. Quienes fueron delineando la declaración -Federico Pinedo del PRO, Patricia Bullrich de la CC, Ricardo Gil Lavedra de la UCR y Gustavo Ferrari, en nombre de Francisco de Narváez-, admitieron que los disparadores de la convergencia habían sido el bloqueo a la impresora de Clarín y el premio a Hugo Chávez. «Fue demasiado», dijeron. De esos dos factores, el quedar bien con los grupos concentrados fue el de mayor peso. La duda es si el «paper» con seis nombres preludia una alianza electoral. La respuesta es afirmativa en lo que a Macri y Duhalde se refiere; y negativa respecto a Alfonsín, que cuando la tinta de las firmas no se había secado ya estaba cortejando a dos que se borraron (Binner y Stolbizer).
Otro que no firma
Con la difusión de ese documento, sus autores quisieron dar un doble mensaje: hacia Magnetto, de obediencia debida, y hacia el gobierno, de amagar con un frente amplio que pudiera frustrar una victoria de Cristina Fernández en primera vuelta. Lo primero fue logrado. El monopolio está agradecido de estos presidenciables que en 2009 quisieron impedir la aprobación de la ley de medios y ahora lo arroparon en un conflicto gremial presentado como el fin del mundo. Lo segundo es una mera expresión de deseos. El ladrido de este decadente «Grupo A» no asusta a nadie en el gobierno. «La Nación» fue el medio que más insistió -desde el conflicto de las patronales del campo- con que la derecha debía unirse en política y en lo electoral. Sólo así se podría derrotar al gobierno, sin descartar la vía destituyente. Coherente con ello, vio con satisfacción la firma del sexteto. Sin embargo no se hace grandes ilusiones: sus columnistas lo reducen a «un primer paso». «¿Alcanza esto para que la oposición pueda comenzar a ser percibida como una alternativa de poder? Por supuesto que no. Especialmente, cuando ayer mismo trascendieron algunas discrepancias, no exentas de mezquindades, entre quienes motorizaron la suscripción del documento. Hubiera sido mucho más efectivo que la difusión del documento fuese acompañada por una foto con los seis precandidatos presidenciales que lo firmaron. Pero los celos personales fueron más fuertes», admitió «Gaceta Ganadera». ¿Cómo van a jugar de aquí en más los seis firmantes? Tres tienen más o menos claro adónde van pero los restantes siguen envueltos en dudas existenciales. Macri y Duhalde tienen la intención de formalizar una alianza política. Por ahora cohabitan y después verán el tema de los papeles porque hay resistencia en parte de las respectivas familias. Rodríguez Saa asegura que ese pacto ya existe, pero puede estar influido por la interna que disputará hoy en Capital con Duhalde. Alfonsín es otro que dispone de un plan, sobre todo ahora que será proclamado por el radicalismo, tras el abandono de Sanz. «Ricardito» buscará un revival de la Alianza, con los socialistas de Binner y los ex radicales del GEN. Eso es casi seguro. La duda es si la frazada también cobijará a Solanas, a quien algunos de los posibles aliados lo quieren a condición de que compita para jefe de gobierno porteño el 10 de julio. El ego solanista, inflamado, dice no. Los otros tres firmantes no saben qué harán de sus vidas mañana, no digamos el 23 de octubre. Sanz es de los que podría congeniar con Duhalde, siguiendo las huellas de Rodolfo Terragno. Sabe que eso significará su expulsión de la UCR, aunque recuerda que a Cobos también le sacaron tarjeta roja y luego lo fueron a buscar como un héroe. Solá es un paria que no encuentra lugar dónde pararse, ninguneado por sus colegas. Y finalmente queda Carrió, que pinta para solterona impenitente (Aliverti, más duro, dijo que era una paciente psiquiátrica ambulatoria). Hay un 20 por ciento de posibilidades que «Ricardito» la seduzca a regresar al Acuerdo Cívico y Social o como se llame su fórmula con Binner. Aún así, será un amor de corto plazo porque Carrió volverá a comportarse como elefante en un bazar. Otro que no firmó es Mario Das Neves, luego del bochorno de una elección con visos de fraude en Chubut. Van dos semanas y no hay resultado final, que puede demorarse otros quince días. El escándalo lo sacó de carrera al precandidato y redujo más las chances del peronismo federal.
¿Cómo recuperar Malvinas?
Ayer la presidente estuvo en Río Gallegos y habló en el acto de conmemoración de los 29 años de la breve recuperación de Malvinas. El feriado nacional dio marco en todo el país a diversos actos donde se reafirmaron los derechos argentinos sobre esas islas y otras del Atlántico Sur. La demanda nacional es pertinente, toda vez que los británicos continúan usurpando las Malvinas como hace 175 años. La situación es más grave que entonces, porque median dos circunstancias. Una es que los kelpers y británicos están desde fines de 2009 explorando el mar circundante a las islas para buscar petróleo. Había pruebas de la existencia de reservas y las empresas inglesas las han ratificado. La otra circunstancia es que en medio de los conflictos armados provocados por la OTAN, como el iniciado contra Libia, aumenta el riesgo de que la plaza Malvinas sea empleada para esos emprendimientos del imperio. Ya son una base de la OTAN en el Atlántico Sur. El discurso de Cristina tuvo un hondo contenido anticolonialista, al rechazar «el colonialismo que aún avergüenza a la humanidad en el siglo XXI». También fue impecable la contraposición que hizo entre los piratas y nuestro país, al criticar que «ante cada conflicto en cada región del mundo, ellos (el Reino Unido) la emprenden a bombazos y nos acusan a nosotros, que sólo participamos en misiones de paz y somos abanderados y ejemplo en el mundo en materia de no proliferación nuclear». De esa afirmación presidencial sólo cabría impugnar el caso de los militares argentinos en la Minustah en Haití, que no puede ser calificada como «misión de paz». Lo demás es más que correcto. La jefa de Estado añadió: «yo sé que vamos a poder recuperar nuestros derechos de la mano de la América del Sur». La idea es buena. Han sido muchos los eventos sudamericanos que respaldaron los derechos argentinos, incluso países que antes fueron renuentes o directamente aliados de Londres (caso del Chile pinochetista). Sin embargo esa estrategia sudamericana así expuesta necesita de una mayor consistencia nacional. Es Argentina la que debe obligar a la corona británica a negociar y el único camino que va quedando expedito es el de la economía, una víscera que duele a ese viejo imperio o vieja raposa, como la llamó el poeta León Felipe. Ajustar las tuercas en nuestro territorio a pulpos energéticos como Shell y British Gas, los bancos HSBC y Standard Bank, los laboratorios Glaxo y Astra-Zeneca, Unilever, Nobleza Piccardo, etc, es la única forma de forzar al Foreing Office a sentarse en la mesa de negociación. De otro modo, sólo con solicitudes diplomáticas, seguirán ausentes y con hechos consumados con la impunidad del ocupante. Pasan los años y las Malvinas siguen muy lejos de la soberanía argentina. Hay papeles, declaraciones, etc, pero como se dijo en relación a lo firmado por el sexteto opositor en defensa de Clarín, el valor de las palabras y papeles en la política nacional es muy relativo. Y más aún en materia internacional.
Fuente original: http://www.laarena.com.ar/opinion-los_que_antes_cenaron_con_magnetto__ahora_firmaron_una_declaracion-59715-111.html