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Luis Javier, el aguerrido, Garrido

Fuentes: Rebelión

El 2 de febrero del 2012, luego de una vida intensa de militancia política y académica, Luis Javier Garrido murió a causa de una afección cardíaca. A dos años de su partida, dolorosa e irreparable para quienes lo conocimos y lo acompañamos, para quienes lo leemos y lo queremos, bien vale la pena esbozar, aunque […]

El 2 de febrero del 2012, luego de una vida intensa de militancia política y académica, Luis Javier Garrido murió a causa de una afección cardíaca. A dos años de su partida, dolorosa e irreparable para quienes lo conocimos y lo acompañamos, para quienes lo leemos y lo queremos, bien vale la pena esbozar, aunque breve e incompletamente, algunos rasgos que lo caracterizaron e hicieron que sus letras, sus ideas, se grabaran en la memoria de la resistencia social mexicana. [1]

En Luis Javier Garrido, la militancia política fue también una militancia académica radical y sin concesiones. Bajo la tutela de Maurice Duverger, nació, como proyecto de tesis doctoral, la que con el tiempo sería la más conocida de sus obras, El partido de la revolución institucionalizada. La formación del nuevo Estado en México (1928-1945), estudiada hasta por los propios priistas. Ese libro es una muestra diáfana de rigurosidad, de claridad y exhaustivo conocimiento sobre el partido político que hoy día dice gobernar nuestro país; es resultado de sus preocupaciones por entender al enemigo, por desmenuzar uno a uno los pilares en los que históricamente el PRI se sostiene, por comprender de dónde proviene su fortaleza y cómo su poderío es utilizado para ser, se diga lo que se diga, el partido del Estado mexicano. Estudiar al rival, conocerlo a fondo, diseccionarlo para, entonces sí, debatir con sustento, conocimiento de causa, firmeza y, sobre todo, vencer. Luis Javier llevaba impregnado en su ser, desde 1968 especialmente, un antipriismo sin miramientos, tanto así que cariñosamente Lorenzo Meyer lo llamó El Antipristo.

Es 30 de octubre del 2007. El auditorio Ricardo Flores Magón, de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, está repleto de estudiantes, profesores y trabajadores; no cabe un alma más. Se sabe que habrá un debate entre algunos candidatos para ocupar la rectoría de la UNAM. Luego de dos períodos, Juan Ramón De la Fuente deja el puesto al que llegó, el 18 de noviembre de 1999, con un solo mandato: terminar con la huelga estudiantil encabezada por el Consejo General de Huelga (CGH). Uno de los ocho «candidatos» a rector es el profe Garrido. Suya fue la convocatoria a ese debate, suya fue también la victoria. Rosaura Ruiz, José Antonio De la Peña y Gerardo Ferrando Bravo aceptaron en un inicio; José Narro Robles, Diego Valadés, Fernando Pérez Correa y Fernando Serrano Migallón declinaron; al final, solamente Luis Javier está de cara a la comunidad. Se apuntó, por default, un contundente triunfo. Ninguno de los otros siete candidatos hizo lo que él. Fue el único capaz de presentarse a la Junta de Gobierno de la UNAM diciendo que la Junta de Gobierno debería desaparecer. Fue el único que apeló a la comunidad universitaria e hizo una gira por distintos planteles universitarios señalando lo anquilosado de la estructura universitaria. Garrido sabía que en una «elección» como las realizadas en la UNAM, él no tenía oportunidad de ganar. Participó en el proceso para demostrar lo viciado de éste, y lo logró. Ninguno de los otros candidatos quiso debatir con él, menos aún en público y de manera abierta. La razón es simple: a Luis Javier, en polémica franca y de frente, no había quien le minara su crítica pertinaz y sustentada. Los otros siete candidatos prefirieron el bochornoso silencio antes que hacer el ridículo en el debate.

El palmarés de un académico como Garrido bien pudo hacer que perdiera el piso, pero el suelo, el abajo, era su hábitat natural. De ahí su inquebrantable fe en las movilizaciones sociales, en la fuerza que éstas desatan, en la posibilidad de resistencia y cambio que representan. Por eso, el profe estuvo con – y en- los movimientos sociales más importantes de las últimas décadas en nuestro país. Del movimiento estudiantil del 68 a la resistencia social contra el fraude electoral de 1988; del levantamiento indígena del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994 a la Marcha del Color de la Tierra en 2001; de la huelga del CEU en 1986-87 al Congreso Universitario de 1990; de la huelga rebelde del CGH a la férrea lucha campesina de Atenco en 2001; del pretendido desafuero en 2004 contra López Obrador a la resistencia social ante el fraude electoral del 2006; de la defensa del petróleo en 2007 ante las iniciativas del célebremente indigno Calderón a la pelea del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) luego del inconstitucional decreto de extinción de Luz y Fuerza del Centro (LFyC) en 2009; de la lucha por la libertad de Ignacio Del Valle y todos los presos políticos de Atenco desde 2006 hasta su liberación en julio del 2010, Luis Javier hizo de su pluma espada, de sus letras barricadas y de su presencia esperanza. Sus decálogos en La Jornada, cada semana, viernes a viernes, son testimonio de su férreo amor por aquellos que, como él, pelearon y pelean por un país verdaderamente justo y democrático. Su experiencia en cada suelo se hizo problema, el problema teoría y la teoría necesidad.

En medio de la campaña electoral de 1988, el PRI trató de chantajear a La Jornada para cumplir cabalmente con un convenio publicitario. Arguyendo que se denostaba al entonces candidato a la presidencia, exigió el cese de tres de sus colaboradores: Bulmaro Castellanos (Magú), Rafael Barajas (El Fisgón) y, por supuesto, Luis Javier Garrido. Desde luego, el diario no cedió al chantaje y tampoco los colaboradores. La afrenta, además de confirmar el talante autoritario del PRI, es significativa porque mostró, sin tapujos, lo doloroso que es para el poder no solamente un periódico como La Jornada sino, y especialmente, la crítica hecha caricatura o columna periodística. Luis Javier, entonces y después, lejos de arredrarse continuó con su labor centrando sus análisis en el salinato como manifestación de una «nueva» forma de ejercer y controlar el poder del Estado.

En el Congreso Universitario de 1990, el profe Garrido fue delegado del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. Las autoridades universitarias han enterrado las memorias de ese evento y también algunas de sus resoluciones como la desaparición del Tribunal Universitario que todavía hoy funciona como la Santa Inquisición de la UNAM. Luis Javier defendió ahí el punto de la gratuidad de la educación convencido de la necesidad de ésta y de la obligación de la Universidad para garantizar, según lo estipula la Constitución, el acceso de todos a un derecho elemental como el de estudiar. Algunos funcionarios, pretendiendo ofenderlo, lo calificaron de pueril y le reclamaron el hecho de asumir las posturas de los estudiantes. «Me dijeron que votaba como CCHero», y ese señalamiento, que buscaba ser un insulto, era para él un halago. El halago era muestra de que algo estaba haciendo bien. Lo preocupante es que las autoridades universitarias le aplaudieran.

Coherencia, firmeza, claridad intelectual, son algunos aspectos que en Luis Javier Garrido se hicieron sello. En cada causa en la que creyó, hizo lo posible por darle sustento teórico, por pensarla, por arroparla, por hacerla suya. En el fondo, su actividad intelectual, su militancia política, buscó romper aquella idea impuesta desde el poder: contra éste, nos dicen desde arriba, nada se puede hacer. Luis Javier, nos dijo desde abajo, que la sentencia era falsa. Sus letras, sus ideas, aguerridas como él, no dejan lugar a dudas. Por eso, a dos años de su partida, lo seguimos extrañando. Por eso, Luis Javier es también nuestro querido Garrido.

Nota

[1] Un excelente análisis, sobre el papel que Luis Javier Garrido desempeñó en la lucha contra el fraude electoral de 2006, es el trabajo de Héctor Alejandro Quintanar Pérez, Un intelectual bajo la lupa: Luis Javier Garrido y el lopezobradorismo desde las páginas de La Jornada, tesis de Licenciatura, UNAM, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, 2010.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.