El primer año del Gobierno de Cambiemos deja como sello distintivo de su política exterior un total alineamiento con los intereses de Estados Unidos e Israel. La desobediencia a la resolución de la ONU que exige la libertad de Milagro Sala y declara su arresto «ilegal y arbitrario», y el acuerdo con el Reino Unido […]
El primer año del Gobierno de Cambiemos deja como sello distintivo de su política exterior un total alineamiento con los intereses de Estados Unidos e Israel. La desobediencia a la resolución de la ONU que exige la libertad de Milagro Sala y declara su arresto «ilegal y arbitrario», y el acuerdo con el Reino Unido que deja de lado los intereses argentinos sobre Malvinas, son sólo dos ejemplos de un giro diplomático que relega la soberanía nacional y vuelve a poner a Argentina en el lugar de colonia.
Desde que Mauricio Macri asumió la presidencia, Argentina dio un giro de 180 grados en su política exterior. El alineamiento automático con Estados Unidos e Israel llevó al nuevo mandatario argentino a nombrar en puestos clave a funcionarios que no responden por los intereses nacionales, sino por las grandes potencias. El caso de Susana Malcorra es un claro ejemplo de ello.
El pago a los fondos buitre, el ataque a Venezuela, la intención de desmembrar el MERCOSUR, el reconocimiento inmediato del Gobierno golpista de Michel Temer en Brasil, el enfrentamiento con el Papa, la censura a TeleSUR, son sólo algunos ejemplos. A estos también se sumaron el desatinado e irresponsable apoyo explícito a Hillary Clinton en las elecciones norteamericanas que terminaron con el triunfo de Donald Trump, el cambio de posición en los organismos internacionales respecto de la causa palestina y el alineamiento inmediato con cada una de las peticiones de la DEA y la CIA.
Pero, sin dudas, cuatro hechos que muestran el sello distintivo de Cambiemos y que manchan la imagen argentina en el mundo son: el escándalo de los Panamá Papers (las cuentas y empresas no declaradas que el presidente tiene en el extranjero), la desobediencia a los organismos internacionales (ONU y OEA, entre otros) que exigen la liberación inmediata de la presa política Milagro Sala, y que declaran su arresto «ilegal y arbitrario»; la agresión física (sin precedentes en la política exterior argentina) a la canciller de Venezuela, Delcy Rodríguez, y la decisión de dejar de lado el reclamo histórico por la soberanía de Malvinas y firmar un acuerdo que representa casi en su totalidad las exigencias del Reino Unido.
En ese sentido, fueron casi premonitorias las palabras del ex juez de la Corte Suprema Eugenio Raúl Zaffaroni, en una entrevista que Contexto le realizó a principios de 2016 en la que el ex magistrado señaló: «Los CEO que ocupan nuestros ministerios en este momento son empleados de las corporaciones que han decidido sacar del medio a los políticos, porque consideran que ya no los necesitan y prefieren asumir directamente el gobierno por medio de sus empleados. Es claro que estamos en una versión del virreinato modelo siglo XXI».
En la misma línea, el analista político y ex diputado nacional del Frente para la Victoria (FpV), Carlos Raimundi, remarcó: «Una de las características centrales del macrismo ha sido el realineamiento de Argentina en otro eje geopolítico, diferente al de la integración latinoamericana que había tenido lugar durante la gestión kirchnerista. Eso marca el conjunto de la política exterior».
«Desde una falsa consigna que planteaba ‘volver al mundo’, lo que se hizo fue poner a la Argentina a disposición de los intereses de los grandes conglomerados financieros internacionales. Argentina jamás había estado tan integrada a la región y al mundo como en la etapa de los Gobiernos kirchneristas. Un claro ejemplo de esa integración es haber conseguido el apoyo de todos los países de la CELAC en el reclamo argentino por Malvinas», agregó.
Por último, Raimundi señaló a Contexto que «a esto se suman situaciones puntuales, como el gravísimo hecho de desoír la resolución de Naciones Unidas que exige la libertad de Milagro Sala. Argentina, por primera vez en muchísimas décadas, vuelve a ser cuestionada desde el punto de vista de los derechos humanos».
El abandono de la causa Malvinas fue claramente señalado en un diálogo que Contexto tuvo con la ex embajadora argentina en el Reino Unido, Alicia Castro, cuando las dos Cancillerías firmaron el acuerdo de cooperación respecto de Malvinas. «Estoy consternada con el retroceso que el presidente Macri le ha dado a la política de Malvinas. Hay una declaración del G77 que ratifica la necesidad de diálogo entre los dos países, y la Cancillería ni siquiera lo puso en su sitio de Internet. Esto evidencia un cambio drástico de la política respecto a Malvinas, que se aleja del mandato inequívoco de la Constitución Nacional, que establece perseguir la soberanía de las islas como un objetivo», aseguró la ex diplomática.
Por último, Alicia Castro recordó que «hay 41 resoluciones de Naciones Unidas que mandan a ambos países a dialogar y a resolver sin demora la controversia de soberanía, pero ahora llegó Macri y no discute más soberanía. La visión de Macri de entrar en el mundo es someterse a la ley del más fuerte».
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