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No es delirio, es postura de clase

Macri y un discurso a espaldas de la realidad de las mayorías asalariadas

Fuentes: Rebelión

El presidente Macri inauguró el periodo de sesiones ordinarias del Congreso ante la Asamblea Legislativa y dejó en claro que la famosa grieta que tanto criticó durante la campaña electoral que lo llevó al sillón de Rivadavia, existe y goza de buena salud. Claro que la grieta que presentan tanto el oficialismo como la oposición […]

El presidente Macri inauguró el periodo de sesiones ordinarias del Congreso ante la Asamblea Legislativa y dejó en claro que la famosa grieta que tanto criticó durante la campaña electoral que lo llevó al sillón de Rivadavia, existe y goza de buena salud. Claro que la grieta que presentan tanto el oficialismo como la oposición dentro del sistema tiene que ver con «macrismo vs kirchnerismo», aunque los que estudiamos la sociedad capitalista desde una perspectiva de clase sabemos que la grieta real los atraviesa, es propia del sistema y es la que existe entre los explotadores y los explotados.

Macri mostró los dientes en su discurso y puso en marcha, también, la contienda electoral de este año, eligiendo y determinando claramente a su contrincante, para polarizar las aspiraciones populares: quiere instalar que la cosa es entre él y el kirchnerismo. Curiosamente, algo que CFK hizo con él cuando presidía el país. Macri apuesta al hartazgo y al rechazo de gran parte de la población hacia la prepotencia y la corrupción kirchnerista. Pero parece no ver que millones están hartos y agobiados no sólo del empobrecimiento al que los ha condenado, sino de la prepotencia y la corrupción que lo han manchado a él, su entorno y su administración. Los «buenos modales» – en contraposición a la soberbia y el patoterismo «k»- no bastan para pintarse de democrático y mucho menos de ejemplo de «sensibilidad humana y social», si con ellos también se atropella el bienestar y los derechos del pueblo. Cambiemos demuestra que se puede hambrear al tiempo que se dice «te quiero».

Para el interlocutor que se ha visto agredido por las políticas antipopulares de la coalición oficialista (PRO-ARI-UCR), el discurso presidencial pudo haber parecido un delirio, incoherencias balbuceadas y horriblemente leídas por alguien que está fuera de la realidad. Es que el presidente, al tiempo que alababa de palabra a los docentes y decía que «hay que cuidarlos», fomentaba la convocatoria de carneros para reemplazar a los maestros cuyos salarios son de hambre ($9800 con 10 años de antigüedad en pcia de Bs.As., cuando la canasta familiar ronda los $22.000); habló del desarrollo científico del país, mientras en los hechos rebajó el presupuesto en el área y despidió cientos de científicos que trabajaban en el Estado; dijo haber fortalecido y ampliado los derechos sociales y las jubilaciones, pero hace poco intentó rebajar los aumentos automáticos que por ley corresponden a los jubilados, y las asignaciones sociales se vieron arrasadas por la inflación; habló maravillas de la economía «que muestra signos de reactivación», cuando todos los índices demuestran que el derrumbe no se detiene, ni en el consumo, ni en la producción industrial, ni en el empleo: hasta la Cámara de Productores de Arándanos salió a desmentir los dichos de quien conduce los destinos del país, al tiempo que 1000 operarios eran suspendidos por un año en la industria automotriz; declamó contra la violencia de género y gritó «ni una menos», pero recortó $67 millones a los planes que tratan tan tremenda problemática social. El colmo de la caradurez fue la exclamación «Hoy la obra pública dejó de ser símbolo de corrupción» de parte de quien se autoperdonó una deuda con el Estado por $70 mil millones y tuvo que retroceder ante el escándalo; o quien le está adjudicando rutas aéreas de Aerolíneas Argentinas a la empresa Avianca, parte de cuya propiedad pertenece a la familia presidencial; o quien le adjudica desde hace años obra pública a su amigo Caputo y a su primo Calcaterra, quien ahora también cayó procesado en el Lava -Jato, el escándalo de corrupción de la empresa Overdrech, por el que también está procesado el también amigo presidencial Arribas. Eso, sin dejar de mencionar los Panamá y Bahamas Papers, la plata injustificada de Michetti, los conflictos de interés de varios ministros entre los que sobresale Aranguren con Shell, los dichos sobre los desaparecidos del carapintada Centurión o los carneros voluntarios pergeñados por el capitán de la Dictadura Bronemberg. Para completar el cuadro nefasto de un discurso patético y bravucón, Macri se mofó del sindicalista docente Roberto Baradel, que en pleno conflicto recibió amenazas de muerte para sus hijos. Mayor bajeza, imposible.

A pesar de lo que muchos digan y crean, no fue delirio lo del presidente: muy por el contrario, es su visión de la realidad. La visión de la realidad de su clase, la de los empresarios, la de los ricos, que es completamente diferente a la de los trabajadores. Para ellos (empresarios y su representación política, el gobierno), es correcto lo que están haciendo. Conducen al país como si fuese una empresa, y no les importa el sufrimiento al que someten a millones de personas. En su visión, la sociedad se desarrolla a partir de las inquietudes empresariales, por eso hay que forjarles condiciones favorables a las empresas para que inviertan y entonces, como consecuencia, generen empleo. Pero como el salario es un costo para los patrones, al igual que cualquier carga social, el gobierno de los patrones quiere bajar esos costos y por lo tanto, flexibilizar los derechos laborales y rebajar los salarios. Por eso ahora van por los convenios colectivos. Es su objetivo central: Argentina debe ser como Malasia o cualquiera de los tigres asiáticos. El caso testigo es el conflicto docente, de ahí la importancia de la resistencia de los maestros, a los que hay que rodearlos con la más amplia solidaridad de clase. El gobierno llega al extremo de desconocer una Ley que lo obliga a las paritarias nacionales. Y está firme en ello y en ponerle techo a las provinciales. Sabe que si triunfa en este conflicto, condicionará al resto de los gremios en su discusión. En definitiva, el modelo de país que plantean, es el de una sociedad donde los asalariados no puedan sindicalizarse, puedan ser tomados o echados cuando a los patrones les plazca, produzcan mucho durante muchas horas y sus salarios no superen la canasta básica. De esa manera, las condiciones exigidas por la burguesía para «invertir» estarían dadas, con una rentabilidad óptima para ellos.

Una de los mayores garantes de semejante plan es la gobernadora Vidal, la figurita de la coalición gobernante. Acusa a los docentes de realizar un paro «político» a pesar de reconocerles que ganan poco, mientras lleva chicos en guardapolvos a su discurso de inauguración de las legislativas provinciales, usándolos políticamente de la manera más rastrera ¡Y poniéndose a la cabeza de los carneros contra los reclamos de los maestros! No es tan dulce como la quieren hacer aparecer. Vidal es la misma que pasó sus vacaciones en el exterior, mientras propagandizaba las bondades turísticas de la provincia, y mientras varios de sus pueblos se hundían bajo las aguas en las peores inundaciones en muchos años.

Tanto Macri como Vidal han bajado la buena imagen que tenían de manera dramática desde que llegaron al gobierno, según encuestas que maneja el propio oficialismo. Por eso han decidido salir con todo contra el pasado nefasto del kirchnerismo y contra los popes gremiales, para polarizar la voluntad de la gente entre «ellos y el pasado», queriendo instalar que no hay más alternativas. Hay que ver cuánto influye esa jugada mientras aumentan los despidos y de manera bestial la luz, el agua, el gas, el transporte, los combustibles, los peajes y como consecuencia de todo ello, la canasta alimentaria.

En ese marco, la CGT sólo marcha el 7 de marzo «en defensa de la industria nacional», pero no de los trabajadores, y no llama a un paro para el que sobran razones, a la vista de las penurias de la clase trabajadora, del ajuste, del tarifazo y de los 600 mil despidos concretados durante la administración macrista. Es evidente que la ya poca legitimidad de la central obrera de la burocracia peronista se cae a pedazos y no conforma las necesidades de miles de trabajadores que ven arrasados sus derechos y sus puestos de trabajo. Los burócratas cegetistas, al igual que la oposición pejotista – tanto la parlamentaria como la que gobierna provincias- se han convertido en los garantes y cómplices de la gobernabilidad de la coalición macrista. Sin dudas, es tiempo de parir un cambio en el movimiento obrero. Están dadas las condiciones para apuntalar uno incipiente, renovador, antiburocrático y clasista. Las organizaciones de izquierda deben colaborar con ello, conformando un bloque que enfrente al gobierno nacional y los oficialismos provinciales, en defensa de los trabajadores y sus derechos, contra los despidos y el ajuste, para actuar allí donde los partidos y las burocracias sindicales del sistema miran para otro lado.

El presidente se mostró tal cual es en su discurso ante la Asamblea Legislativa. Mostró la insensibilidad de su clase y sus objetivos antiobreros y antipueblo. Depende de nosotros, los afectados por sus políticas, ponerle límite a esas aspiraciones.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.