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Madres de la Plaza, el pueblo las abraza

Fuentes: Rebelión

Eran para los milicos y parte de la sociedad argentina: las locas, las viejas de mierda, las chifladas que rondaban cada jueves por la Plaza de Mayo. Madres que saben del dolor de la desaparición de un hijo, de una hija. Imaginen por un instante la sensación de saber que tu hijo, tu hija, no […]

Eran para los milicos y parte de la sociedad argentina: las locas, las viejas de mierda, las chifladas que rondaban cada jueves por la Plaza de Mayo. Madres que saben del dolor de la desaparición de un hijo, de una hija. Imaginen por un instante la sensación de saber que tu hijo, tu hija, no está, que no se sabe dónde se encuentra, que está desaparecida. La televisión, despierta ya por esos tiempos, silenciaba el dolor de detenciones, torturas, picanas, violaciones, apropiaciones, asesinatos, desapariciones. Sólo el desgarramiento de la desaparición de una hija, un hijo. Sólo esa imagen. La dignidad de poner el cuerpo, de salir a la calle en tiempos del «no te metás». Tiempos del «algo habrán hecho». No se trata de grietas o fallas sísmicas, es el ejemplo vivo de mujeres que saben de la alegría de parir y el dolor de la desaparición de un hijo o una hija, en manos de un estado asesino. Estado burgués que necesitó de las fuerzas represivas y sus cómplices (iglesias, empresarios, buchones y todo lo que se escribiera con hierro y mucha guardia) para pisar con la bota y el bastón a jóvenes militantes y a cuanto rostro diera el perfil de sospechoso, subversivo, comunista.

Hace un año entrevisté a Norita Cortiñas, referenta de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Hablamos de varios temas y me quedó grabada una frase que expresa lo que siente una Madre: «No creo en esos que dicen que la juventud es el futuro, los jóvenes son el presente«. La dictadura cívico-eclesiástico-militar quiso matar el presente. Intentó asesinar las utopías para borrar el presente y el futuro. Buscaron sitiar los territorios para que el control de los cuerpos fuera una forma de apropiación de la vida. Crímenes que nos retrotraen a los debates entre Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas, acerca de indios e indias y su condición humana. Sin embargo, no se trataba de indígenas, eran las vidas de jóvenes, en su mayoría urbanos, que luchaban por un mundo mejor. Cuerpos vivientes que están en la memoria activa del presente. Dignidad de mujeres que son «pedagogía del ejemplo», que han construido caminos de identidad y reconocimiento por quienes siguen vivos y vivas en la memoria colectiva.

Las palabras de Jorge Rafael Videla que hacen eco en la podredumbre del odio, era el año 1979 y en conferencia de prensa contesta una pregunta de un periodista, acerca de los y las desaparecidas: «con una visión así Cristiana de los Derechos Humanos, el de la vida es fundamental, el de la libertad es importante, también el del trabajo, el de la familia, el de la vivienda y etcétera, etcétera, etcétera. Esta Argentina, atiende a los Derechos Humanos en esa omnicomprensión que el término Derechos Humanos significa. Pero yendo a la pregunta, porque sé que usted hace esa pregunta no desde esa visión omnicomprensiva de los Derechos Humanos, a la que hiso referencia el Papa en forma genérica, sino concretamente al hombre que está detenido sin proceso, que es uno, y al desaparecido, que es otro. Frente al desaparecido, en tanto esté como tal, es una incógnita el desaparecido. Si apareciera el hombre tendría un tratamiento equis y si la desaparición se convirtiera en certeza de su fallecimiento tiene un tratamiento zeta. Pero mientras sea desaparecido no puede tener ningún tratamiento especial. Es una incógnita, es un desaparecido. No tiene entidad, no está. Ni muerto ni vivo, está desaparecido». Cinismo e impunidad a flor de piel. Las palabras del genocida Videla que vibran en su tumba. La desaparición como símbolo de omnipotencia y omnipresencia del poder. El mismo cinismo con el que la justicia retrasa el mega-juicio de lesa humanidad en Mendoza, el cual juzga a magistrados federales que actuaron durante la última dictadura en complicidad con los represores. Justicia que le dio visos de legalidad a las atrocidades que se cometían en nuestro país. Los magistrados: Otilio Roque Romano (el prófugo en playas chilenas), Luis Francisco Miret (el profe de ética y moral en la cátedra de filosofía del derecho, en la Facultad de Derecho de la UNCuyo, hasta hace unos años), Max Petra Recabarren, y Rolando Evaristo Carrizo. Justicia que se parece, en su espíritu, a la de los setenta, más allá de la verba discursiva de estos tiempos en torno a la independencia de los poderes.

La espectacularización de los medios intenta hacer perder la construcción colectiva en el proceso de resistencia y de dignidad de las Madres de Plaza de Mayo. Una pantalla de humo del gobierno de Mauricio Macri, el cual busca deslegitimar en bloque el camino recorrido por los organismos de derechos humanos durante décadas. La orden: «Maten a Hebe» rueda por las redacciones y las bocas de panelistas que levantan la ignorancia a un ritmo mayor que el tarifazo y la inflación mensual. Es imposible olvidar el abrazo de Hebe a César Milani. Tampoco la carta de alejamiento de Vicente Zito Lema de la Universidad de las Madres, en la cual le advertía sobre los hermanos Schoklender y los desvíos de fondos. No es posible olvidar las prácticas divisionistas hacia el interior del campo popular y las políticas de señalamiento a quienes desde la izquierda plantearon una voz disonante a sus formas de construcción. Sin embargo, nada da lugar a una nueva avanzada del fascismo más puro y rancio. Desde la tribuna del poder judicial se aplaude el recorrido risueño de Aldo Rico por los actos del Bicentenario del 9 de julio último, como así también del grupo neonazi que visitó al gobierno nacional en su propia casa. Una nueva arremetida de la derecha en lugares sensibles como es la militancia histórica de los Derechos Humanos en el país. El pedido de captura a Hebe fue el jueves último, día de la ronda de las Madres en plaza de Mayo. El juez Martínez de Giorgi sabe bien qué significa librar el pedido de captura el mismo día de la ronda de las Madres. El juez jugó a los Pokemon-GO por un rato para que los titulares de los diarios y de los canales no hablasen de la situación cada vez más apremiante del país. Más show businness para no hablar del tarifazo y de la crisis económica que se profundiza en el tan anunciado segundo semestre de Macri. Hebe debería declarar. Debería contar qué pasó con los fondos de Sueños Compartidos y el accionar de los hermanos Schoklender. Sin olvidar que esta justicia no tiene autoridad moral para juzgar a Hebe, porque es una justicia de clase y del poder político-económico. Una justicia con olor a naftalina, que suena a acordes melódicos con el Opus Dei. Justicia que no es independiente y que nunca lo será en el marco de éste Estado. Justicia que es estratégica en el sostenimiento del sistema de dominación, fundamental para que impere el orden capitalista en cada rincón de nuestro territorio.

Vuelan las palomas por la plaza, mientras un grupo de mujeres sacan sus pañuelos y se lo atan alrededor de la cabeza. El atardecer abraza al sol y el paso lento y seguro se hace presente en un círculo que desafía las linealidades del tiempo y del espacio. La ronda de mujeres que en la mirada profunda de sus ojos ve el trazo de la historia, el abrazo urgente y la enseñanza compartida. Lejos de sueños, las manos entrelazadas que dibujan esa circularidad que desafía destinos pre-diseñados. Madres de la Plaza, el Pueblo las abraza. Millones de voces no callan y siguen de pie por la memoria de tus hijos y tus hijas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.