El 13 de julio, en concordancia con las demandas del lobby corporativo agroindustrial y el impulso dado por el propio secretario de Agricultura de la Nación, el gobierno argentino dio rienda suelta a la liberación de un nuevo maíz transgénico RR (resistente al herbicida glifosato de la Compañía Monsanto), sin tomar en cuenta, como tampoco […]
El 13 de julio, en concordancia con las demandas del lobby corporativo agroindustrial y el impulso dado por el propio secretario de Agricultura de la Nación, el gobierno argentino dio rienda suelta a la liberación de un nuevo maíz transgénico RR (resistente al herbicida glifosato de la Compañía Monsanto), sin tomar en cuenta, como tampoco hizo respecto de la soja RR en su momento, las graves consecuencias sociales, económicas y ambientales que esta decisión implica.
Una situación internacional favorable y el cambio de la paridad cambiaria que facilitó un despegue para algunos de nuestros golpeados productores agropecuarios, no pueden confundirnos a pensar que las decisiones tomadas responden a una política de desarrollo rural, hoy ausente y cada día más que alejada de la sustentabilidad.
La enorme pérdida de establecimientos agropecuarios, el endeudamiento, la extranjerización de las tierras, la disminución del trabajo rural, la uniformización de la producción, la expulsión de las economías regionales, el avance desordenado de la frontera agropecuaria, la deforestación y la pérdida de biodiversidad, las violaciones a los derechos de las poblaciones campesinas e indígenas, la sobreexplotación del suelo y el agua, situaciones todas vinculadas con la monocultura sojera, podrán ahora replicarse en una nueva monocultura «soja-maicera», que sólo acrecentará muchos de los problemas que venimos observando ya desde la década de los noventa.
Consecuencias todas de decisiones políticas sin estrategia ni rumbo nacional que mellan la base de recursos naturales de Argentina, finitos y por tanto agotables.
Ayer, el ex secretario de Agricultura, Felipe Solá (hoy gobernador de la provincia de Buenos Aires), y el ex presidente Carlos Menem, se pronunciaban a favor del crecimiento de una producción que sólo favorecía a los grandes jugadores. Hoy, lamentablemente, el secretario de Agricultura Miguel Campos propone al actual presidente, Néstor Kirchner, continuar y apoyarse exactamente en la misma propuesta política. Es decir: un nuevo incremento de la producción granaria que pretende llevar al país -y por cierto, lo logrará fácilmente- a los 100 millones de toneladas.
Crecer no es desarrollarse. Tampoco es madurar. Tal como ayer, las consecuencias del modelo neoliberal de los noventa no fueron absorbidas por sus generadores sino por la porción más pobre de la población; hoy en día, en el ámbito rural, observamos nuevamente con preocupación cómo se favorece un modelo de expansión que sólo favorece a las grandes corporaciones agroindustriales, los terratenientes del campo, los traders cerealeros y los medios de prensa que viven de sus auspicios.
El nuevo maíz transgénico no es la solución, pero sí será la causa de nuevos problemas. La receta es solucionar unos (la pérdida de nutrientes por ejemplo, que se produce con la soja) y crear otros (aparición de nuevas enfermedades) para lo cual siempre se ofrecerán las «nuevas» y definitivas soluciones.
La cuestión central, entonces, no reside en el cultivo sino en las consecuencias que la falta de políticas nacionales de desarrollo rural pueden tener sobre el futuro argentino en el mediano y largo plazo.
Argentina, con la promoción de los «clusters»[1] que se le quieren mostrar tan positivamente (de la soja, el maíz, girasol) está dejando de ser -como fue la preocupación de grandes pensadores nacionales-, «un país» para convertirse en una «factoría» de materias primas con escaso valor.
Tal es así que, «casualmente», en el mismo momento que Argentina aprueba el cultivo del maíz RR, la Unión Europea aprueba también su importación para alimentación animal. ¿Tendremos dentro de un año un programa llamado «maíz solidario» en el que se le entregue maíz transgénico forrajero a los comedores comunitarios?
El gobierno argentino debe saber y conocer sobre las alternativas agroproductivas viables que primero le aseguren el acceso digno al trabajo productivo y la alimentación de su propia población (en la que más del cincuenta por cierto sigue en el hambre y la indigencia), la generación de desarrollo interno y finalmente también, por qué no, la oferta de productos de calidad y no sólo cantidad, en los mercados del mundo.
[1] Aglomerado o «bloque productivo». Sistema de empresas, cooperativas o instituciones interconectadas que se unen con el objetivo de aumentar la productividad y reducir los costos, concentrando su actividad productiva.