Quien analice objetivamente el rumbo de las negociaciones bilaterales entre argentinos e ingleses desde 1960 hasta mediados de mayo de 1982, advertirá un punto de quiebre en la estrategia diplomática inglesa. A partir de 1975, su ya ambigua posición se transformó en una cada vez más intransigente y obstaculizadora a la resolución del conflicto. La […]
Quien analice objetivamente el rumbo de las negociaciones bilaterales entre argentinos e ingleses desde 1960 hasta mediados de mayo de 1982, advertirá un punto de quiebre en la estrategia diplomática inglesa. A partir de 1975, su ya ambigua posición se transformó en una cada vez más intransigente y obstaculizadora a la resolución del conflicto.
La causa obedeció a la incorporación de dos nuevos factores desestabilizadores en la mesa de negociaciones. Por un lado, la explotación de los minerales, los recursos pesqueros e hidrocarburíferos malvinenses; por el otro, los isleños como la tercera parte en discordia, violando lo expresado por las Naciones Unidas y lo acordado con la Argentina en 1964. Conducidos por el lobby de la principal compañía isleña -señalada por numerosos estudios nacionales e internacionales como la auténtica propiciadora del conflicto bélico-, en connivencia con ciertos sectores del Parlamento y el Comité insular en Londres, los kelpers ganarán preeminencia en las negociaciones futuras. Razón no les faltaba: las riquezas en juego eran suculentas y estaban a su disposición.
¿Cuál fue la explicación del giro diplomático inglés? En 1975, los diputados laboristas Phipps y Gilmour viajaron a las islas para estudiar sus posibilidades económicas, políticas y sociales, misión que desembocó en un interesante informe titulado: «Prospecto sobre el desarrollo de hidrocarburos». En él, Phipps -geólogo de la Universidad de Birmingham, de la que partió la primera misión a las Malvinas con iguales propósitos, en 1974- indicó que si bien no pudo determinarse la existencia de petróleo en cantidades comerciales, se identificó la presencia de cuatro cuencas marítimas con interesantes posibilidades petroleras.
Resulta por demás sugerente transcribir el siguiente párrafo del citado informe: «es esencial que ningún paso sea adoptado para explotar el petróleo hasta que el problema argentino sea resuelto». Hoy, problema superado, y como director de su empresa Desire Petroleum -una de las cinco operadoras que trabajan en el archipiélago malvinense-, se encuentra explorando la Cuenca Norte, la más atractiva de todas.
Para 1982, trece informes científicos internacionales establecían la importancia hidrocarburífera del archipiélago (US Geological Survey). En algunos casos se estimaba que la reserva de estos recursos superaba en diez veces la del Mar Norte (en declinación). Desde luego que después de la conflagración, tales prospecciones se tradujeron en legislaciones sobre concesiones y llamados a licitación internacional en el Area Especial de Cooperación (recientemente prohibida por el gobierno de Kirchner) y en aguas jurisdiccionales inglesas.
A pesar de ser aún incierta la potencialidad comercial de las reservas, durante la primera fase exploratoria que abarcó el período 1996 y 2001, las rentas derivadas de sus licencias significaron un ingreso anual de 320 mil dólares (150 dólares por habitante).Ahora bien, una vez iniciada la fase comercial -muy atractiva por el incremento de los precios internacionales del crudo- los isleños alcanzarán una meta tan vital como anhelada, mejor que el dinero mismo: la autonomía presupuestaria en materia de defensa militar frente al Reino Unido. Phyllis Rendell, directora del Departamento de Agricultura y Minería isleño señaló tiempo atrás que de «encontrar petróleo en cantidades importantes, podríamos entonces pagarnos nuestra propia defensa».
Quizás resulte extraño, pero hasta la prohibición nacional de los Acuerdos de 1995, el único freno a la avanzada petrolera fue la aviación argentina. Certeros militar, y por qué no, comercialmente pusieron en jaque a la flota marítima más poderosa del globo, a la vez que eliminaban del festín petrolero ciertos bloques prometedores de las cuencas al sur de Puerto Argentino. En efecto, la exploración y explotación de petróleo en estas zonas esta terminantemente prohibido (sic) por el gobierno insular, sobre todo la concerniente a sitios con naufragios de guerra. Si bien la gran mayoría se concentra próximo a las islas, dos se ubican en los límites de las licencias al sureste. ¿Por qué tan drástica medida?
Tomemos el caso de los restos del HMS Sheffield. Se recordará que al hundirse, las fotos obtenidas por la aviación argentina detectaron a la tripulación vestida con protección antirradiactiva. Podrá alegarse de los kelpers su ambición desmedida, sazonada con «una inacabable dieta de cordero, cerveza y rum, inclinación al adulterio y ocasionales incestos» (Phipps, informe referido). Pero nada de esto lo pagarán al costo de protagonizar la primera tragedia nuclear en territorio latinoamericano.