Las novedades sobre el gran proyecto del sexenio, el Tren Maya, se suceden a una velocidad vertiginosa, aunque la cantidad y calidad de la información disponible no se corresponde al nivel de los avances. Se multiplican reuniones informativas y se alistan ceremonias para pedir permiso a la Madre Tierra. Pero como comunidad académica socialmente comprometida, […]
Las novedades sobre el gran proyecto del sexenio, el Tren Maya, se suceden a una velocidad vertiginosa, aunque la cantidad y calidad de la información disponible no se corresponde al nivel de los avances. Se multiplican reuniones informativas y se alistan ceremonias para pedir permiso a la Madre Tierra. Pero como comunidad académica socialmente comprometida, no podemos obviar algunas cuestiones que están quedando al margen, y que ameritan bajarle al menos una marcha al acelerado proyecto y realizar un análisis más complejo.
Todo discurso que propone nuevos proyectos de desarrollo cuyo objetivo es generar o explotar la riqueza y prosperidad de una región, se plantea contemplando el bienestar social de sus habitantes, sin embargo, todos tienen efectos o impactos que si bien se espera sean positivos, también tienen consecuencias que impactan otros sectores de manera incierta.
Queremos compartir algunas inquietudes que tienen que ver, por un lado con los alcances reales del proyecto en la región, y por otro lado, con las preocupantes lagunas de tipo legal, técnico y de procedimiento del mismo. Dado el impulso de los acontecimientos, las presentamos de manera amplia y prospectiva, como una crítica constructiva al acompañamiento (y vigilancia) de la nueva administración.
I.
En primer lugar, se trata de un proyecto que es mucho más que un Tren, y cuyas implicaciones no se limitan a un concepto de «lo maya» parcial y superficial. La marca Tren Maya, como árbol, impide vislumbrar la profundidad del proyecto, en este caso, del bosque/selva.
El Tren, que será de pasajeros y de carga, transportará productos derivados del petróleo, comunicando y vertebrando las Zonas Económicas Especiales, proyecto estrella del sexenio anterior. Las ZEE’s específicamente localizadas en la región de la Frontera Sur (Coatzacoalcos (Veracruz), Tabasco, Campeche, Progreso (Yucatán), Puerto Chiapas (Chiapas) y Salina Cruz (Oaxaca), están planteadas como zonas de intensa acumulación del capital transnacional, que contarán con amplios beneficios y exenciones de impuestos. Si a estas añadimos la recientemente aprobada refinería de Dos Bocas (Tabasco), y el proyecto de Corredor TransIstmico que conectaría el eje Coatzacoalcos-Salina Cruz con el resto del país, encontramos que el Tren Maya articulará las industrias y maquilas neoextractivas del sur de México y norte de Centroamérica, hacia los mercados mundiales. Mención y preocupación aparte es la intención de crear la primera Zona Económica Especial Indígena en el área de Valladolid (Yucatán), con el propósito de explotar y exportar los conocimientos sobre plantas y medicinas tradicionales de las comunidades indígenas, también para sacarlas de su subdesarrollo aunque sea a costa de su identidad. No es descabellado pensar en alguna multinacional bio-tecnológica dando empleo precario a las sabias abuelas mayas para exprimirles su conocimiento ancestral.
Además, la localización y adecuación de la vía del Tren servirá de entrada de otros proyectos energéticos que a lo largo del derecho de vía federal se introducen, literalmente, en territorio hasta ahora vedado, incrementando riesgos e impactos ambientales de distinto signo. Estos proyectos, con el pretexto de la conectividad regional y el pendiente de su impacto ambiental, complementan y resucitan la iniciativa del sexenio pasado de construir un gasoducto, añadiendo la introducción de una red de fibra óptica en el mismo derecho de vía, y la construcción de 300 caminos rurales de concreto hidráulico fuera de la misma.
II.
Más allá de los aspectos técnicos, forestales y medioambientales del proyecto del Tren y las demás infraestructuras, existe un ámbito muy complejo y de vital interés que hasta ahora no ha sido problematizado: sus implicaciones en términos de movilidad interna y migración internacional. El Plan de Desarrollo Integral para Centroamérica, anunciado en la reciente Cumbre Mundial de Migración de Marrakech de diciembre, pretende atraer inversiones y proyectos en el área de la Frontera Sur de México y los países del Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador), con el objetivo manifiesto de combatir el subdesarrollo y generar opciones para evitar la emigración: objetivos compartidos por el proyecto del tren. El Plan es un paso más en la consolidación de México como país-tapón de las migraciones hacia EEUU, y de la región Frontera Sur como territorio de amortiguamiento. El Tren Maya, las ZEE’s y las infraestructuras conllevan una reordenación territorial enfocada a atraer y contener las migraciones regionales, con fuertes implicaciones en los procesos de movilidad interna de las comunidades, provocando dinámicas potencialmente conflictivas. Destacaremos brevemente apenas dos, con sus múltiples aristas:
– La plusvalía de los terrenos estratégicos que provocarán la venta por parte de sus propietarios originales (o los procesos de expulsión y/o movilidad forzada, directa o indirecta), y su desplazamiento a los polos de desarrollo, provocando procesos de gentrificación urbana, proliferación de barriadas marginalizadas y ciudades-espejo. La migración a las nuevas ciudades implica el despoblamiento, temporal o permanente, de comunidades originarias, no sólo en términos poblacionales, pero también cultural e identitario.
– El descenso de salarios para los trabajos primarios por la alta oferta de trabajadores precarizados (locales y migrantes regionales), frente a la llegada de trabajadores extra-regionales altamente especializados y con altos salarios, alimentarán dinámicas y conflictos de convivencia intercultural en entornos altamente competitivos
III.
Por si la complejidad técnica del Tren Maya, y la consideración del entramado subyacente no fueran muestras suficientes de la complejidad del proyecto regional, es necesario destacar que ambas parecen estar obviando un conjunto de impactos potenciales y normativas existentes, que en materia de medioambiente, protección y conservación de la biodiversidad deberían estar en primera línea de consideración. No es posible que semejante proyecto regional, abanderando un cambio de paradigma de producción y desarrollo, omita las nociones más básicas de protección del territorio, que es al mismo tiempo, protección de las personas que lo habitan. A continuación perfilamos algunos de estos impactos y alcances hasta ahora poco considerados.
-Modificación del hábitat de flora y fauna en todo el territorio del trazado de la vía, pérdida de conectividad ecológica y la compleja consideración de alternativas para los corredores biológicos; el ruido y la vibración producidos tanto durante la construcción del tren, como durante todo el ciclo de operaciones; la utilización de biodiesel como combustible, frente a la opción eléctrica de las vías federales adyacentes, o incluso de nuevas fuentes sustentables por desarrollar. El aprovechamiento forestal y el proceso progresivo de compactación de los suelos podrían escudarse en la normativa que exime de los informes de impacto ambiental cuando se producen en selvas tropicales menores a 20 hectáreas.
-En 2016, Yucatán y Campeche ocuparon los dos últimos lugares a nivel nacional en cuanto al porcentaje de tratamiento y eliminación de aguas residuales con 5 y 6.4% respectivamente, muy por debajo del promedio nacional (58.2%). Esta dramática situación, junto a los cuestionamientos sobre el origen del agua que sería necesaria, y a costa de quien se conseguiría en una región con desequilibrios y escasez estructural de dicho elemento, amenaza con un fuerte impacto en acuíferos, escorrentías y cuerpos de agua superficiales.
-Se deberá establecer una programa de reforestación no solo con árboles endémicos y frutales, sino incluir especies propias de los ecosistemas que se van a alterar garantizando su viabilidad y permanencia. No se trata de plantar por plantar, sino de repoblar respetando el equilibrio natural de los sistemas.
-La ubicación de la refinería de Dos Bocas, Tabasco, en una región biológicamente estratégica y medioambientalmente crítica del sureste mexicano, sujeta a un proceso de degradación costera muy importante, contiene dos aspectos de crítica importancia: la cuestión de la descarga de aguas residuales de la refinería (cuya norma no contempla la descarga de hidrocarburos), así como el hecho que las adyacentes Lagunas de Mecoacán y su manglar, en proceso de ser declarada Área Natural Protegida, es un sitio con relevancia biológica y necesidades específicas de rehabilitación ecológica.
IV.
El proyecto del Tren tiene diferentes aristas, con recorridos diseñados en tramos diferenciados, donde los impactos en poblaciones silvestres y humanas no serán iguales. Por ejemplo, el tramo del pacífico cruzará zonas con cambio de uso de suelo en zonas con alta perturbación, que generarían una conectividad entre estados y poblaciones favoreciendo el transporte de carga y turístico e incrementando la población y servicios alrededor de las estaciones establecidas.
Sin embargo, el tramo propuesto de Escárcega hacia Bacalar recorre una parte importante de la Reserva de la Biosfera de Calakmul, el corazón de la segunda mayor extensión de bosques tropicales en América, con una gran diversidad biológica, declarado en 2014 como como Bien Mixto (cultural y natural) en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO. Ante este estas características, considerar un cambio en el uso de suelo en «favor del desarrollo» debe ser evaluado con severo juicio, criterio, responsabilidad, conocimiento y ética, en beneficio de las poblaciones silvestres y las poblaciones locales mayas.
Los estudios de impacto ambiental y la consulta de los pueblos nativos mayas deben ser transparentes y no deben ser sesgados. Una consulta donde se pregunta a la población y solo hay dos opciones de respuesta «si» o «no» sin informar de las consecuencias y el costo para la vida silvestre, las poblaciones locales, incluso para otros sectores a través del recorte presupuestal (ciencia), no es transparente.
Consideramos que con los reflectores en el Tren Maya, en su noción de turismo cultural, verde y sostenible, existe el peligro potencial de repetir viejas lógicas con ropajes distintos. De perdernos el conjunto por centrar nuestra atención en una de sus partes. Para evitar caer en el círculo perverso de la historia, reivindicamos por último, pero en primer lugar, el derecho de los pueblos indígenas de la región y de las comunidades residentes, no sólo a ser «consultados» sino a ser parte constitutiva del proyecto desde sus propias bases. Así no sólo se restituye la deuda histórica o se curan las heridas del colonialismo, sino que se permite la emergencia de nuevas nociones de desarrollo como el buen vivir, que superan cualquier sustantivo que queramos añadirle al primero (social, sostenible, humano).
También es necesario que se ofrezcan espacios de interacción a la academia y las organizaciones sociales no orgánicas, pues es la crítica constructiva la que efectivamente localiza y denuncia los retos pendientes antes de que terminen siendo de nuevo, heridas incurables. Hoy tenemos en México una oportunidad histórica para un cambio de paradigma impostergable ya en todo el mundo. Nuestro planeta, nuestras sociedades, nosotras y nosotros necesitamos transformarnos para bien y de una vez. Y desde todos los ámbitos debemos tener el valor y la determinación de hacer todo lo posible y algunos imposibles para lograrlo. Para hacer por una vez lo que hasta ahora no se ha hecho nunca, o apenas se ha intentado: dar voz y escuchar a quienes han sido históricamente silenciados.
Salomé Cabrera Romo es bióloga veterinaria. Sergio Prieto Díaz es migratólogo.
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