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Máximo Kirchner renunció: Los alcances y los límites

Fuentes: Rebelión

El despliegue de los efectos de la decisión navega todavía en la ambigüedad. Lo que resulta ya indudable es que se debilita el consenso para la aprobación del acuerdo y se ensancha el camino para llevar a la calle el debate y convertir en deliberación de millones las negociaciones entre unos pocos.

El alejamiento de Máximo Kirchner de la presidencia del bloque del Frente de Todos (FdT) el lunes 31 de enero resultó sorpresiva. Podían preverse reacciones en contrario del “entendimiento” para el pago de la deuda. Nadie vio venir al acto concreto de la renuncia.

El significativo silencio de la vicepresidenta después del anuncio del “entendimiento” con el Fondo Monetario Internacional (FMI) no tenía una lectura unívoca. Algunos pronunciamientos públicos en contra del acuerdo eran minimizados por el carácter “marginal” de quienes los efectuaban.

De todos modos las disidencias en el campo propio comenzaron a acumularse. Con mayor o menor claridad y contundencia se pronunciaron el Frente Patria Grande, Soberanxs, un conjunto de agrupaciones encabezadas por el Movimiento Popular La Dignidad, Hebe de Bonafini, el economista y director del Banco de la Nación Claudio Lozano.

Y seguían “juntándose las firmas”. Parecía existir la amenaza de una progresiva rebelión interna de una parte de la militancia más activa, que podría ir seguida por el desencanto generalizado de parte de lxs votantes del FdT.

Una incógnita a plantearse es cuánto hay de convencimiento contrario al sometimiento de la economía nacional a la supervisión del FMI y qué parte existe de especulación sobre una probable derrota en las presidenciales de 2023 si se va adelante con una política de ajuste.

En todo caso, las expectativas electorales parecen tener una incidencia importante. Y sin duda tiene su peso el ejemplo histórico de otros gobiernos que quemaron los consensos que los sostenían en el altar de la subordinación a los acreedores, de Raúl Alfonsín en adelante.

Los límites de la decisión

Máximo Kirchner renuncia a la presidencia del bloque. No pone en cuestión su pertenencia a esa bancada ni adelanta un posicionamiento contrario en la futura votación del pacto con el FMI. Hasta se permite, en tono afable, recomendar al presidente que designe a un nuevo titular que sí esté convencido de las bondades del acuerdo.

Mientras tanto, se deja trascender que Cristina Fernández de Kirchner no estaría de acuerdo con la decisión de dimitir de su hijo. Se rumorea que dirigentes gravitantes de “La Cámpora” tampoco compartirían el criterio de Máximo. Nada de esto se confirma ni se desmiente, queda apenas como esbozos de noticias no comprobadas.

Por añadidura los argumentos de Máximo Kirchner en su carta de renuncia han sido ásperos en su forma pero vagos en su contenido, más allá de algunas críticas a esta altura obvias al organismo internacional. No señala con precisión las razones de su desacuerdo, sólo indica que no comparte la “estrategia utilizada y mucho menos los resultados obtenidos”.

Y se abstiene de plantear una alternativa, apenas habla del arribo a una “solución racional” y de “llamar las cosas por su nombre”, mientras enrostra que no hubo ninguna “dura negociación”. E incluye un párrafo, con cierta resonancia irónica, en la que afirma su deseo de estar equivocado y que las voces del establishment económico, político y mediático se hallen en lo cierto.

Del conjunto de la carta, y del coro de silencios e indefiniciones que la acompañan, se desprende una preocupación predominante por preservarse de ulteriores responsabilidades.

La prosecución y profundización de una política de ajuste preanuncia una derrota del FdT en los comicios presidenciales de 2023. Quienes disienten desde el interior de la coalición oficialista con el acuerdo con el FMI apuntan sin duda a contrarrestar esa perspectiva de un traspié. O al menos a no quedar atados al “comando de la derrota”.

El interrogante es si lo agudo de la situación permite eludir compromisos más claros. Como serían un pronunciamiento inequívoco y colectivo de condena al acuerdo, el anuncio de que se votará en contra en el Congreso y el planteamiento de una política alternativa.

A puertas cerradas”

En la política argentina se han naturalizado las decisiones tomadas de arriba hacia abajo, individuales o de un pequeño grupo, maduradas y adoptadas a puerta cerrada. No hay instancias deliberativas, espacios de debate, ni siquiera de consulta a colectivos más amplios. La dimisión del hijo de la vicepresidenta se encuadra con claridad en esas prácticas.

Su abandono del cargo no fue discutido por ninguna instancia orgánica. No las hay o sólo existen sobre el papel.

Esas conductas son una fuente principal de la política “epistolar”, de cartas abiertas o tweets que se ha instaurado en los últimos años. Instancia de comunicación que puede servir para efectuar (o simular) una “patada al tablero”. Y para vetar o debilitar las decisiones de otro individuo o pequeño grupo, que también actúa por sí y ante sí. No son útiles para trazar políticas y desarrollar acciones en consecuencia, no interpelan a la sociedad.

Así es que quedan en las sombras las posibles consecuencias de los actos. Todo puede ocurrir. Desde que la dimisión por Máximo de la jefatura del bloque resulte el preámbulo de una ruptura del FdT, hasta que sea un mero posicionamiento individual. Que podría ser compatible hasta con el voto positivo de los diputados que le responden al momento de tratar el acuerdo por la deuda.

También podría dar lugar a que, sin romper, haya un núcleo de diputados frentistas que voten en contra o se abstengan cuando el pacto con el Fondo llegue a la Cámara. También estaría la posibilidad de introducir cambios durante el tratamiento legislativo.

Ya hubo pronunciamientos explícitos de algunos integrantes de la Cámara en sentido de no acompañar con su voto el acuerdo. Por ahora son sólo media decena de diputados, habrá que ver si ese pequeño núcleo se amplía.

A propósito de estas últimas perspectivas, ya hubo economistas y politólogos del establishment que sugieren que el arreglo no pase por el Congreso. Lo que podría evitar cualquier contingencia para la suerte final del pacto y, de paso, liberar a la oposición de derecha de votar una decisión con consecuencias impopulares.

Pasar por el flanco del Congreso en esta materia entrañaría la clara violación de una ley vigente. Pero es sabido que nuestros “republicanos” sólo reparan en esos “detalles” cuando son los “populistas” quienes incurren en ellos.

El camino de la lucha

Frente a los pronunciamientos y las oscilaciones que no son terminantes, existe el espacio para la acción de los sectores que están determinados con claridad: En contra del pago de la deuda y de cualquier forma de sometimiento al FMI y a sus “monitoreos”. Que lo enfrentarán en el Congreso, si llega el momento, y en cualquier otro espacio.

El 11 de diciembre pasado ya hubo una masiva manifestación que sentó posición en ese sentido, sustentada en un amplio frente contra el FMI, en el que el FIT-U tuvo iniciativa. Acto que reconoce a su vez como antecedente una prolongada serie de acciones de las organizaciones integrantes de la Autoconvocatoria por la suspensión del pago e investigación de la deuda.

Ahora, ya lanzado por el gobierno y el Fondo el nuevo pacto de sometimiento, el camino de la movilización masiva se ratifica y resulta deseable que se amplíe.

Está lanzada una convocatoria para el día 8 de febrero. La multiplicidad y diversidad de pronunciamientos que se han producido en contra del “entendimiento” alcanzado, no pueden sino contribuir a la amplitud y masividad de la convocatoria.

Más allá de especulaciones electorales y variados oportunismos, el frente a favor de “arreglar” con el Fondo a como dé lugar se encuentra resquebrajado.

El sendero para enfrentar la hipoteca de nuestra sociedad a los acreedores externos se encuentra abierto. El pueblo argentino tiene una tradición contestataria frente al FMI. Se necesita revitalizarla, ampliar sus alcances, convertirla en voluntad y capacidad de volcarse pronunciamientos activos.

Y generalizar la confianza en que la lucha en las calles cuenta con posibilidades de torcer el rumbo de la historia. De que no será sólo testimonio de descontento, sino potencial de cambio. Los enemigos son poderosos, lo que no equivale a invencibles.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.