En estos 10 años ha habido muchos avances, pero no se ha cambiado la estructura capitalista extranjerizada y concentrada heredada de la dictadura militar y de la década del ’90. Este corsé económico heredado impidió que las mejoras fueran mayores, que se profundizaran lo suficiente como para tener mejores posibilidades de perdurar en el tiempo, […]
En estos 10 años ha habido muchos avances, pero no se ha cambiado la estructura capitalista extranjerizada y concentrada heredada de la dictadura militar y de la década del ’90. Este corsé económico heredado impidió que las mejoras fueran mayores, que se profundizaran lo suficiente como para tener mejores posibilidades de perdurar en el tiempo, y el capital concentrado y centralizado internacional (CCyCI) hacedor de esta estructura, siguió creciendo dentro del país y ha motorizado todas las campañas destituyentes y todos los boicots a los aspectos progresistas de las políticas de este gobierno, en un intento de retomar el dominio pleno del Estado para continuar y profundizar la depredación a la que había llegado en los ’90.
Este gobierno ha orientado su política a un desarrollo industrial con inclusión social dentro del capitalismo, reivindicando y respetando las instituciones de la democracia burguesa. La presidenta afirmó claramente que no es revolucionaria y que defiende el capitalismo, sólo que defiende «un capitalismo que implique crecimiento con inclusión social», «respeto de los derechos humanos» y amplificación permanente de todos los derechos democráticos. El hecho de ser una estrategia utópica, dado que es imposible conseguir esos objetivos en el marco de la democracia burguesa y sus instituciones, no implica que no haya sido y siga siendo la política expresa y deliberada del kirchnerismo.
El kirchnerismo se ha manejado siempre calculando (a su manera) la relación de fuerzas con el CCyCI para elegir el momento adecuado para realizar algunas reformas, como la estatización de las AFJP o la AUH, entre otras. Pero nunca consideró que hubiera la relación de fuerzas suficiente como para realizar reformas más avanzadas. Y si bien su estrategia incluía el desarrollo favorable a su política de esta relación de fuerzas, «crear masa crítica», en la práctica se ha manifestado muy débil para hacerlo. La relación de fuerzas es básicamente una relación social más que una relación gobierno-CCyCI, pero la propia política de conciliación de clases llevó al kirchnerismo no solamente a oponerse a toda independencia política de la clase obrera, sino que ni siquiera ha intentado apoyarse en el movimiento obrero, en su lugar ha colocado su base social básicamente en la clase media progresista y en los sectores más pobres beneficiados con los planes del gobierno, AUH, jubilaciones, vivienda, etc.
A estas limitaciones básicas fundamentales el kirchnerismo agrega su respeto a las instituciones de la democracia burguesa. Es imposible avanzar con reformas radicales con la velocidad, la profundidad y la eficacia suficientes si se respetan la formalidad de estas instituciones, máxime que no son las instituciones democrático burguesas más progresistas, sino las heredadas de la dictadura militar y la década del ’90. Por ejemplo, aún hoy subsisten una gran cantidad de jueces nombrados por la dictadura, por dar un ejemplo. La ley de medios demoró cuatro años en aplicarse debido a cautelares judiciales de estos jueces precisamente.
En este mismo sentido se orienta la política del gobierno en relación a las futuras elecciones. En resumidas cuentas el gobierno sostiene haber hecho todo lo posible y si pierde las próximas elecciones y ganan los representantes del CCyCI plantea que habrá que aceptarlo porque hay que respetar las instituciones. De esta manera hay una absolución de responsabilidades en dos direcciones de ida y vuelta. Si el gobierno no ha hecho más es por las limitaciones «de las instituciones», pero el «respeto de las instituciones» está fuera de discusión, por lo tanto el gobierno más no pudo hacer.
¿Y el pueblo? Todos los daños, sufrimientos, penurias, que pueda sufrir el pueblo por una vuelta a los ’90s corregidos y aumentados, la pobreza, la desocupación, la miseria, la destrucción de fábricas, el deterioro de la atención de la salud y la educación, la falta de vivienda, la represión de los movimientos sociales, etc., ¿cómo se lucha para evitarlos?
Según el gobierno esto depende del resultado de las elecciones del 2015. El kirchnerismo se somete a esas reglas institucionales tal cual están hoy diseñadas, con todas sus trampas, y si pierde se retira a la oposición, dejándole el gobierno al CCyCI. A esto es a lo que consideran «democracia». Según su perspectiva la democracia no es ser inclaudicablemente fieles a las necesidades de la mayoría del pueblo, esa fidelidad encuentra sus límites en el respeto a las instituciones de la democracia burguesa. Si bien ha habido importantes avances democráticos bajo el kirchnerismo (dentro de los límites de la democracia burguesa) es ajeno a su política, está lejos de sus posibilidades visualizar y realizar verdaderos avances hacia una revolución democrática, única forma de defender los derechos del pueblo frente a la ofensiva del capital concentrado.
Obviamente, es la ideología de la democracia burguesa en general y del kirchnerismo en particular. El problema está mal planteado. ¿Qué es lo que es necesario hacer para que la situación económica mejore y no empeore? Todas las medidas que sea necesario tomar hay que tomarlas, se encuadren o no dentro de los límites de la actual institucionalidad de la democracia burguesa. Ni el gobierno ni nadie puede renunciar a hacer lo que es necesario hacer para el bienestar del pueblo. De lo que se trata es de hacer las reformas que necesaria e imprescindiblemente hay que hacer, se encuadren o no dentro de la democracia burguesa. Lo que debe primar es la necesidad irrenunciable de realizar las reformas imprescindibles, si no se puede dentro de esta democracia burguesa, o de la democracia burguesa en general, habrá que ir más allá de ella. Ser fieles real y decididamente a las necesidades del pueblo es lo que define a la democracia verdaderamente revolucionaria, abriendo nuevos caminos para cambiar realmente las cosas, siendo fieles a las tareas que hay que realizar imprescindiblemente, instrumentando las medidas necesarias para lograrlo. Si no se puede subir hasta allá arriba de la montaña porque está muy alto, habrá que conseguir una escalera, si no hay una escalera habrá que fabricar una. Pero si es necesario ir hasta arriba de la montaña, hay que trabajar incansablemente para lograrlo, superando todos los obstáculos que haya que superar.
Si no hay relación de fuerzas hay que construirla. Si el pueblo necesita realmente determinadas reformas, es posible lograr la relación de fuerzas suficiente para realizarlas. Logrando que el propio pueblo tome conciencia de la imperiosa necesidad de realizar esas reformas, en particular que tome conciencia la clase obrera, surgirá naturalmente esa relación de fuerzas. No se puede justificar la renuncia a garantizar las reformas con el pretexto de que hay que respetar los límites de la democracia burguesa.
¿Cuáles son las reformas imprescindibles que es necesario realizar para frenar la ofensiva del capital concentrado?
El capital concentrado obligó al gobierno a la última devaluación aprovechando que toda la economía argentina está privatizada, oligopolizada y en gran medida extranjerizada.
Esa es la base material de su poder.
Esa base material es lo que debe desarticular hoy el conjunto del pueblo.
Si se estatiza el comercio exterior y se nacionaliza la banca, se le dará un golpe importantísimo al capital concentrado.
No es lo único que hay que hacer, pero es la base fundamental para que el pueblo pueda frenar esta ofensiva del capital concentrado, al quitarle su poder de manipular toda la economía del país.
Es altamente probable que el gobierno no se anime a tomar estas medidas. Su defensa del capitalismo en general, su política de conciliación de clases, y su respeto a una relación de fuerzas con el CCyCI (según su forma de medirla) indican que se puede esperar poco del gobierno en este sentido. Lo cual no quita que se debe exigir con la mayor fuerza posible que sí lo haga.
Estatizando el comercio exterior y nacionalizando los bancos privados se podría controlar una buena parte de la base material del CCyCI. Por supuesto que esto no debe hacerse solamente desde arriba, con organismos y funcionarios del Estado, sino también desde abajo. Para que no se realicen estas medidas de una forma burocrática, reaccionaria, sensible a la corrupción que intentará el CCyCI deben instrumentarse de manera que el pueblo, todos los que viven de su trabajo y no del trabajo ajeno, tengan la posibilidad de acceder al conocimiento de su contabilidad y puedan controlar todas sus operaciones.
El control de los precios por parte de la población es muy importante, pero es necesario que ese control se ejerza en la producción misma, no solamente sobre las ventas en los supermercados.
Una auditoría de la contabilidad de las empresas oligopólicas y un monitoreo de sus costos es fundamental. Igual que en los casos anteriores, el acceso directo a estos controles por parte del pueblo es imprescindible.
Todas estas medidas por sí mismas no afectan directamente las ganancias empresarias, pero pueden en gran medida evitar la evasión impositiva, todo lo que tiene que ver con la falta de divisas (restricción externa) y la creación artificial de brechas cambiarias, las ganancias extraordinarias, y toda clase de fraudes y maniobras del CCyCI.
Todas las medidas parciales que constituyan avances, por más limitadas que sean, hay que apoyarlas, en cuanto no haya en cada momento en particular posibilidades reales de llevar a la práctica medidas más radicales.
Medidas intermedias, como algo parecido a una Junta Nacional de Granos, o la nacionalización de los depósitos bancarios, u otras parecidas deben ser apoyadas mientras no se haya logrado la suficiente conciencia en la población como para avanzar aún más.
Algunas de estas medidas fueron discutidas el 25.2.14 en el segundo encuentro de la Convocatoria Económica y Social en la Comisión Nacional de Valores (CNV), por ejemplo. [1]
También se puede implementar medidas complementarias, como inaugurar mercados centrales y submercados en todas las ciudades del país, donde la población tendría acceso a precios que evitaran en gran medida la intermediación innecesaria y proveyera una alternativa de consumo más barato frente a los altos precios oligopólicos de los supermercados.
Todas estas y otras medidas intermedias hay que apoyarlas, avanzando a través de todas las dificultades y todas las posibilidades que presenta la realidad social particular de nuestro país. Todo avance, aunque parcial, imperfecto, en gran medida equivocado o no, igualmente puede servir para frenar en parte la ofensiva del capital concentrado y ganar tiempo para seguir profundizando las reformas con el objetivo de llegar realmente a la estatización del comercio exterior y la nacionalización de los bancos privados.
Porque finalmente sin desarticular esa base material del CCyCI no se podrá frenar su ofensiva.
No solamente hay que parar esta ofensiva para evitar un retorno a penurias mayores que en los ’90, sino para defender y consolidar todos los avances democráticos realizados en esta última década. Hay que valorar en su justa medida lo que significa para el pueblo la AUH, la recuperación de la jubilación, la ley de matrimonio igualitario, la vuelta al país de más de mil científicos, las nuevas universidades, los planes Pro.Cre.ar y Pro.gre.sar, el reparto de millones de notebooks, y muchas otras leyes y disposiciones que sería largo de enumerar. Todo esto significa mejora en la salud, en las condiciones de vida, en la educación, en el acceso a nuevas tecnologías, etc., por parte de buena parte del pueblo. Es un capital inestimable, no siempre adecuadamente valorado. Un pueblo fortalecido, enriquecido, maduro, es fundamental para todos los avances necesarios dentro de la democracia burguesa, construyendo la revolución democrática, e incluso con mayor razón durante la futura construcción del socialismo.
Los grandes capitalistas, que son los que constituyen el CCyCI, mienten, especulan, hacen fraude, evaden impuestos, fugan divisas, se quedan con las divisas en el exterior y no las ingresan al país, falsifican la contabilidad con mil artilugios, etc., etc. Dislocan la economía del país para provocar el descontento cada vez más exacerbado del pueblo, y canalizan este malestar creciente en contra del gobierno. Ellos son los que desarticulan la economía, generan la inflación y la falta de divisas, y hacen aparecer al gobierno como el generador de todos los males.
Por esta razón la estatización del comercio exterior y la nacionalización de los bancos privados para desmantelar la base material del CCyCI debe ser un programa permanente impulsado de todas las maneras posibles por el pueblo, durante este gobierno y los próximos, ya sea que gane el FPV o la oposición destituyente. Dependiendo de quién gane, el escenario será más o menos favorable para desarrollar este lucha, pero hay que llevarla adelante perseverantemente cualesquiera sean las circunstancias.
Si el gobierno por debilidad se resigna a la vuelta al poder estatal pleno por parte del CCyCI, la clase obrera no se puede resignar. Está en juego la perspectiva de años de la derrota más brutal, muy superior a la de los’90.
En el corto plazo, en lo inmediato, es probable que no se puedan llevar adelante plenamente estas medidas. Pero son las medidas ineludibles. Son metas que el pueblo argentino debe tomar en sus manos para impedir que se vuelva a una situación mucho peor que la de los años ’90.
La clase obrera debe tomar la iniciativa como vanguardia de la lucha democrática. No se trata de un problema entre el gobierno y el CCyCI solamente. El problema principal es entre el CCyCI y el conjunto del pueblo que vive de su trabajo.
Todas las medidas aproximadas, parciales, que puedan impulsarse desde el gobierno, o desde las distintas organizaciones del pueblo, es importante que se concreten mientras se lucha por la realización completa de este programa, propagandizando, es decir, explicando su necesidad, mediante reuniones, impulsándolo con movilizaciones, etc.
No hay salida para la crisis capitalista mundial, ni para la crisis de nuestro país en particular sin la revolución social, la expropiación de los grandes capitalistas y la construcción del socialismo.
Pero hoy estamos muy lejos de esa posibilidad, aunque no necesariamente medido en tiempo cronológico sino en hechos que deben suceder y tareas que deben realizarse para que estén dadas sus condiciones de posibilidad. El tiempo puede ser muy corto si las tareas que ayuden a la elevación de la conciencia obrera se cumplen con rapidez y plenitud. Todo depende de la conciencia de todo el pueblo. Toda política revolucionaria debe tener permanentemente presente ese objetivo.
Para avanzar en esa perspectiva es imprescindible la elevación de la conciencia de todo el pueblo, en especial de la clase obrera. La principal actividad de los verdaderos socialistas es ayudar en esta tarea. Los partidos de la izquierda actual han renunciado a ella, limitándose a una lucha meramente sindical, ignorando la ofensiva del CCyCI, y colocando al gobierno actual como el principal generador de las penurias que sufre el país.
Hoy es una tarea común tanto para los demócratas revolucionarios como para los verdaderos socialistas, frenar la ofensiva del capital concentrado. La estatización del comercio exterior y la nacionalización de los bancos privados son perfectamente realizables bajo el capitalismo. Pero difíciles de concretar en su totalidad sin una verdadera revolución democrática que supere los límites actuales de la democracia burguesa.
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