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Memorias y «desmemoriados»

Fuentes: Rebelión

Dos meses después del episodio denunciado, hace unos días nos enteramos de la sanción que recibió la alumna Micaela Lisola de tan sólo 16 años. Su pecado: hablar sobre el Día de la Memoria en una escuela religiosa dependiente de la Universidad Católica Cuyana de la provincia de San Juan. Si bien las amonestaciones fueron […]

Dos meses después del episodio denunciado, hace unos días nos enteramos de la sanción que recibió la alumna Micaela Lisola de tan sólo 16 años. Su pecado: hablar sobre el Día de la Memoria en una escuela religiosa dependiente de la Universidad Católica Cuyana de la provincia de San Juan. Si bien las amonestaciones fueron anuladas posteriormente debido a la repercusión del episodio, que hizo que hasta la propia Presidenta Cristina Fernández de Kirchner se refiera al mismo, el caso no parece ser un hecho aislado.

Parece quedar claro que la enseñanza del terrorismo de Estado perpetrado en nuestro país en ocasión de la última dictadura entre los años 1976 y 1983 se presenta como problemático en las escuelas secundarias. Esto tiene que ver con que el concepto de historia reciente remite a un pasado cercano que nos sigue interpelando en nuestra vida cotidiana e involucra a los sujetos en la construcción de sus identidades individuales y colectivas. También, paradójicamente con que muchos de los adolescentes que hoy concurren a los distintos establecimientos educativos de nuestro país tienen la convicción y la certeza que aquellos trágicos acontecimientos ocurridos en nuestro país son algo lejano, y por lo tanto ajeno a sus preocupaciones y a la de sus pares.

No parece ser el caso de la joven Micaela, quien pese a que la Directora le había negado la posibilidad de hablar en un acto escolar sobre los efectos represivos de la última Dictadura Cívico Militar, y sí la había autorizado a hacerlo sobre una marcha antiabortista que se realizaría dos días más tarde con motivo del denominado Día del Niño por Nacer, demostrando la enorme influencia de la Iglesia en materia educativa, no pudo contenerse y empezó a mencionar delante de todos sus compañeros todas las consecuencias que trae aparejado no tener presente ciertos acontecimientos que nos marcaron, y lo siguen haciendo, como sociedad. Eso fue hasta que la Directora le sacó el micrófono interrumpiendo su discurso y con posterioridad la sancionó con 24 amonestaciones por referirse a la última dictadura.

En estos años parece haber acuerdo en que la escuela, desde su génesis, favoreció numerosas normas de convivencia autoritarias como las desplegadas por la Directora, que gozaron de gran adhesión en la sociedad hasta el restablecimiento de la democracia, motivo por el cual, desde el año 2003, se fomentó la preocupación de que se promoviera una nueva cultura política desde las aulas argentinas. Para ello se consideró conveniente fortalecer los contenidos relacionados con el pasado inmediato que siempre habían tenido escaso protagonismo en los planes escolares. La ley de educación 26.206 sancionada en el año 2006, es un claro ejemplo de esto. La misma establece en el capítulo 2 art. 92 de las disposiciones específicas del proyecto que:

Formarán parte de los contenidos curriculares comunes a todas las jurisdicciones: (…) c). El ejercicio y construcción de la memoria colectiva sobre el proceso histórico y político iniciado el 24 de marzo de 1976, que quebró el orden constitucional e instauró el terrorismo de Estado con el objeto de generar en los alumnos reflexiones y sentimientos democráticos y de defensa del Estado de Derecho y la plena vigencia de los derechos humanos en concordancia con lo dispuesto por la ley 25633.

La directiva es clara: tratar los temas relacionados con la Historia reciente en las escuelas. Esta situación se presentaría como un correlato del cambio de paradigma en lo referido al tratamiento de la violación de los derechos humanos que se empezó a vislumbrar desde el año 2003 con la llegada a la presidencia de Néstor Kirchner.

Es menester considerar que las leyes no se traducen en hechos áulicos automáticamente, máxime si tenemos en cuenta que desde la misma formación del sistema educativo argentino, a fines del siglo XIX, las escuelas fomentaron y propiciaron un marco de supuesta neutralidad que se manifestó como útil por un prolongado lapso de tiempo. Esto demostró su utilidad y sirvió para escapar a las vicisitudes derivadas del intento de realizar un análisis sobre hechos históricos desarrollados de modo reciente o que remitan a situaciones conflictivas para la sociedad como la mencionada. La aséptica toma de distancia funcionó de manera efectiva para dejar afuera de los contenidos educativos a esos acontecimientos considerados controvertidos a los fines de construir una nacionalidad para todos, en las cuales el conflicto no tenía lugar. Estas cuestiones las seguimos viendo hoy, no sólo en el caso sanjuanino, sino en las actitudes de numerosos docentes quienes directamente prefieren no hablar de la última dictadura.

El registro de la historia enseñada, al margen de haber sido producto de sucesivas reformas, ofreció y ofrece una gran resistencia a estas modificaciones que generaron polémicas dentro y fuera del ámbito escolar. No sólo persisten en él muchos de los rasgos patrióticos característicos del imaginario nacionalista distintivo de la Generación del `80, sino que además es llamada desde diversas posiciones y grupos, a configurarse como guardiana del patrimonio nacional, constituyéndose en un acervo cultural del cual hay que apropiarse. Por otro lado, la omisión de determinados elementos explicativos, no sólo deja entrever la pretensión de ocultar la violencia social y política en Argentina como un proceso temporal de larga data vinculado a las pujas de poder entre los gobiernos populares y sus políticas y las élites perjudicadas; sino también la intención de presentar a la historia como un corpus objetivo a ser aprendido dogmáticamente.

Como docentes nos vemos obligados éticamente a romper con esta postura conservadora y también lo estamos a seguir trabajando en las aulas con el propósito de transmitirles a los jóvenes herramientas que les permitan vincular el conocimiento de ese pasado trágico con la posibilidad de la construcción de un futuro en el que todos estemos incluidos a fin de evitar que actitudes y «olvidos» como los manifestados por la Directora del colegio sanjuanino puedan repetirse.

Iván Pablo Orbuch es Profesor de Historia de la Educación Argentina (UBA-UNSAM).

 

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.