Como tantos otros inventos argentinos ahora hemos inventado en materia de los sistemas políticos la «Mentirocracia» (1.- f. Doctrina política favorable a la intervención de los mentirosos en el gobierno 2.- f. Predominio de los políticos mentirosos en el Gobierno de un Estado). Mientras se mantiene ausente cualquier discusión política desde las 8 de la […]
Como tantos otros inventos argentinos ahora hemos inventado en materia de los sistemas políticos la «Mentirocracia» (1.- f. Doctrina política favorable a la intervención de los mentirosos en el gobierno 2.- f. Predominio de los políticos mentirosos en el Gobierno de un Estado).
Mientras se mantiene ausente cualquier discusión política desde las 8 de la mañana del 21 de octubre de 2005, desde la imposición de la veda con motivo de las elecciones parlamentarias, la política nacional ha vuelto a sus cauces naturales: inacción, corrupción, cooptación y mentiras.
Anoche nomás, cuando los diputados porteños debían decidir sobre el juicio político al jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, unos 45 personajes que tienen como medio de vida los emolumentos que los ciudadanos sostenemos con nuestro trabajo y a los que denominan dieta decidieron no trabajar y pasar a un cuarto intermedio por el plazo de 3 días.
La cuestión de someter al Dr. Aníbal Ibarra a juicio político por la masacre del boliche Cromagnon que causó 194 víctimas, desde hace un año de producido, sigue afectando el posicionamiento de los políticos y no la búsqueda de la verdad y la delimitación de las responsabilidades. Tampoco la lenta, precaria e injusta justicia argentina ha dado respuestas sobre quienes fueron los responsables de las muertes, la destrucción de familias y las consecuencias que de por vida llevarán en sus espaldas miles de personas.
La retirada de los legisladores pertenecientes al ibarrismo y kirchnerismo para imposibilitar la votación de la Sala Acusadora porteña nos permite comprobar el desprecio manifiesto que éstos tienen hacia las instituciones. Porque en definitiva solamente se trata de llevar a un funcionario al enjuiciamiento y sin beneficio ninguno sobre su resultado final.
Pero claro, no es lo único. Un día antes el actual legislador porteño y elegido como diputado nacional en las pasadas elecciones, el Dr. Eduardo Lorenzo Borocotó, antes de ser proclamado por la Junta Electoral -y por lo tanto antes de asumir- ya traicionó el voto del electorado. Habiendo sido elegido por la Alianza Propuesta Republicana (PRO) con algo más de 600.000 voluntades ha declarado «Yo me incorporo al grupo kirchnerista con un deseo común, pero como independiente». Sus antiguas pertenencias ideológicas, reaccionarias por cierto, nos liberan de considerarlo un digno representante del pueblo que lo eligió nuevamente.
Desde ya, que para los que conocemos muy bien el modus operandi del presidente de la Nación, el Dr. Néstor Carlos Kirchner, no nos extraña para nada estas prácticas de «conversiones forzadas». Tiene su entrenamiento no sólo en Santa Cruz sino en otras provincias con algunos representantes de la oposición. Pero todas tienen una misma finalidad que es la de buscar acallar opiniones y entregar a posteriori algún cargo bien remunerado por el silencio brindado.
Dos ejemplos claros de la democracia representativa, esta «mentirocracia» que genera repugnancia.
11 de noviembre del 2005