En América Latina la historia de lo que va del siglo XXI ha estado marcada por el ascenso de los llamados “gobiernos progresistas” y la lucha de las oligarquías locales y el imperialismo estadounidense por recuperar el control pleno del poder que aquellos pudieron haber cuestionado al tomar posesión del aparato estatal.
Desde la asunción presidencial del Comandante Hugo Chávez en Venezuela y el inició de la Revolución Bolivariana comenzó una reconfiguración política a nivel regional que se fue consolidando con los triunfos electorales del PT en Brasil, los del kirchnerismo en Argentina, los gobiernos de Rafael Correa en Ecuador y los de Evo Morales en Bolivia. En gran medida estos gobiernos fueron el resultado de amplias luchas populares y poderosos movimientos sociales contrarios a las políticas neoliberales al pasar a su institucionalización.
A pesar de que el calificativo progresista tiende a obscurecer las diferencias ideológicas y los alcances transformadores de cada caso, pues no es lo mismo la búsqueda del “capitalismo serio” de Cristina Fernández que la propuesta del “capitalismo andino” de García Linera o el llamado chavista a construir el Socialismo del Siglo XXI, existían en estos gobiernos algunos elementos de coincidencia que permitieron articular cierta unidad latinoamericana y hacer retroceder relativamente la hegemonía neoliberal. Entre otros recuperaron o fortalecieron la participación estatal en la economía, realizaron amplias políticas sociales de distribución de la riqueza y promovieron espacios de integración económica y política regional (ALBA, UNASUR, CELAC).[i]
Así aunque entre sus limitaciones estuvo, y esta hasta ahora en el caso venezolano, su incapacidad para superar el patrón extractivista de acumulación con su política exterior pusieron en entredicho la subordinación a los EEUU y sus intereses estratégicos. Prueba de esto fue el apoyo de estos países a Cuba mediante el intercambio comercial o en su reingresó a la OEA y lo muestra también la creciente presencia financiera y política de China en el área.
De esta manera a pesar de que, por sus propias posiciones ideológicas o por las dificultades inherentes a un proceso de cambio, ninguna de estas experiencias ha querido o logrado cuestionar de fondo la hegemonía del capital todas ellas han sido objeto de políticas de desestabilización o golpes de Estado para restablecer el dominio pleno de las oligarquías locales y el alineamiento al imperialismo estadounidense en su disputa geopolítica global.
La moderación de estos proyectos de transformación no ha sido factor determinante para que el gran capital transnacional y en particular el imperialismo norteamericano se quede de brazos cruzados ante ellas pues en mayor o menor medida cuestionan la institucionalidad mundial dominante y la hegemonía continental de este último. Las limitaciones revolucionarias de estos “progresismos” tampoco ha inhibido a las oligarquías locales a buscar reestablecer su dominio pleno sobre el aparato de Estado mediante la imposición de uno de los “suyos”. Ni el haber favorecido la estabilidad política para continuar la acumulación y el dominio capitalista les garantizó su continuidad.
En Brasil los gobiernos del PT hicieron posibles ganancias extraordinarias al capital financiero internacional y no realizaron reforma agraria alguna en garantía de la continuidad de los intereses del capitalismo agroindustrial lo que no impidió el golpe parlamentario a Dilma y el encarcelamiento de Lula para impedir su reelección. Ni en Argentina ni en Ecuador se alteraron el poder de clase ni el patrón de acumulación extractivista pero nada de ello impidió la campaña de criminalización y persecución judicial contra Cristina Fernández ni contra Rafael Correa para evitar su continuidad política. En Bolivia el impulsó radical fue inhibiéndose ante la alianza con la burguesía interna para impulsar el desarrollo nacional, este viraje no impidió el reciente golpe de Estado.[ii]
Toda la política de desestabilización promovida por los EU y el capital transnacional en las últimas décadas son resultado de una concepción estratégica que busca acabar con los gobiernos que se distancien de su control y que cuestionen aunque sea mínimamente su hegemonía y sus intereses económicos y geopolíticos.
El intento de golpe en Bolivia comenzó desde la conformación misma del gobierno de Evo con las movilizaciones, agresiones y amenazas secesionistas, en particular en torno a la nueva constitución, continuó durante toda la administración del MAS y finalmente encontró condiciones de culminación en 2019, en Venezuela se dio con el secuestro de Hugo Chávez en 2002 y se pretendió nuevamente con el paro petrolero de 2002-2003 y se ha intentado incesantemente desde entonces con distinta intensidad y recobrando fuerza con las “guarimbas” de 2013, el intento de magnicidio de Maduro y las más recientes incursiones mercenarias. En Argentina cobró la forma del paro agrario (2008) y con la campaña mediática permanente contra el “castro-chavismo”. En Brasil fue impulsado también por los medios y por las movilizaciones de la “sociedad civil” que llamaban al ejército a “salvar al país del comunismo” y fue coronado por las fuerzas parlamentarias a través del impeachment en 2016. En 2009 se consumó contra Miguel Zelaya en Honduras y en 2012 en Paraguay con la destitución de Fernando Lugo. Independientemente de su carácter “blando” o de fuerza todos estos hechos forman parte de una estrategia general para mantener la subordinación regional. Todos forman parte de la concepción elaborada desde el poder estadounidense para generar “cambios de régimen” en aras de su “seguridad hemisférica”.
Todos estos ‘golpes’ se enmarcan en su política de dominación regional y más ampliamente en su lucha por la hegemonía global aunque sus resultados y sus formas definitorias han estado determinados en gran medida por la lucha de clases interna de cada nación. De esta manera han fracasado en Venezuela por el fuerte respaldo social a Chávez y por el componente militar del proceso bolivariano, fueron imposibilitados largo tiempo por la movilización y el apoyo popular a Morales en Bolivia y no requirieron el uso abierto de la fuerza ahí donde la situación hizo posible el golpe legal o la derrota electoral como en Brasil o Argentina.
Es en el contexto de esa concepción estratégica del intervencionismo estadounidense, de su disputa geopolítica y de la lucha de clases nacional donde se enmarca la posibilidad del golpe, en cualquiera de sus formas, en México. Pero de hecho este ya está en marcha, lo que resta por ver es si este llegara a concretarse y que modalidad especifica asumiría. Existen un conjunto de elementos y fenómenos que señalan esta realidad. La constante y articulada ofensiva mediática destinada a generar la idea colectiva de un gobierno autoritario e ineficaz que nos encamina a la ruina económica y al caos social, la conformación de las organizaciones de la “sociedad civil” que habrán de llevar a cabo las “acciones de calle” y por supuesto el cabildeo dentro de las FFAA y el sector empresarial dispuestos a llevarlo adelante.[iii]
En el primero destacan la campaña permanente y sofocante en todos los medios de comunicación, y en particular en redes sociales, para crear la imagen de un país en crisis y un gobierno rebasado y la difusión desde la ultraderecha del discurso que asegura que el gobierno lopezobradorista en rumba el país al “comunismo”.[iv] Por otro lado el recurso a la creación de una zona ´liberada´ del control del gobierno nacional como punta de lanza de las acciones desestabilizadoras ya está en marcha mediante el cuestionamiento del federalismo que esgrimen ciertos gobernadores, en particular el del estado de Jalisco que parece estar dispuesto a convertirse en la figura principal de la “oposición”.[v] La política de “autonomía” regional fue aplicada en Bolivia para convertir la zona oriental del país y en particular a Santa Cruz en base de operaciones de las políticas golpistas e intentó hacerse en Venezuela promoviendo un supuesto separatismo en el estado Zulia.[vi]
Las movilizaciones callejeras destinadas a este fin comenzaron al mismo día siguiente de la toma de posesión del nuevo gobierno y han continuado buscando encarnar el discurso mediático y generar la base social para las acciones desestabilizadores.[vii] Se están creando los futuros “guarimberos”. La intriga al interior de los institutos armados ya ha empezado y ya se perfilan los actores “civiles” en particular el Frente Nacional Anti-AMLO (FRENAAA). Por supuesto junto a estas acciones estará el bloqueo legislativo y la oposición partidaria a cualquier iniciativa gubernamental destinada a buscar el golpe institucional, en este caso muy probablemente a través del referéndum revocatorio que el propio López Obrador ha prometido.
Como ha estudiado Carlos Fazio todas estas acciones forman parte de la doctrina de “dominación de espectro completo” diseñada por los Estados Unidos para sustituir gobiernos considerados enemigos y están destinadas a crear las condiciones de inestabilidad para legitimar la acción golpista.[viii] Es decir que las actividades realizadas por los grupos “anti-AMLO” y la oposición partidaria no pueden considerarse como acciones aisladas de algunos fanáticos de ultraderecha, que sin duda los hay también, pues forman parte de una estrategia general diseñada a medrar la legitimidad política del gobierno para hacer factible una eventual destitución por la fuerza o por la vía parlamentaria. La sistematicidad de todos estos hechos evidencia que son parte de una estrategia planificada y articulada.
Todos configuran la puesta en desarrollo de una política desestabilizadora y golpista destinada a crear las condiciones propicias para hacer inviable el actual gobierno y de ser necesario y posible impedir su culminación. Todas esas acciones están destinadas a promover la ingobernabilidad de la llamada 4T y bloquear su continuidad en esta o en una nueva administración. Si las circunstancias y la correlación de fuerzas lo hacen posible tratarán de impedir su culminación en este sexenio y sino serán la plataforma para un eventual giro conservador o ultraconservador con lo que igual servirán a su finalidad.
Cierto es que la subordinación al imperialismo, al renegociar el TLC y la política migratoria sumisa, parecen no anunciar apoyo estadounidense a estos intentos. No obstante, cualquier ‘exceso’ morenista podría cambiar tal situación. Tal desborde evidentemente solo podría venir de la organización y del impulso popular por lo que aquí entra el condicionante de la lucha de clases nacional. A pesar de que ninguno de estos dos elementos, apoyo estadounidense abierto al golpe y radicalización del gobierno, parecen por ahora viables, ello no impide que la política pro golpe este siendo promovida por una fracción de la burguesía local y que sea posible como parte del reacomodo geopolítico global. Además a pesar de todo existen denuncias del apoyo de organizaciones estadounidenses a los promotores de las campañas contra López Obrador.[ix]
Considerar la inexistencia de dicha política sería lo mismo que pensar que el golpe se limita al momento de fuerza y no comprender que ese momento es resultado de un proceso previo encaminado a crear sus condiciones de posibilidad. Tales posiciones desconocen la política intervencionista estadounidense configurada en torno a su concepción de “seguridad hemisférica” y su influencia en la historia reciente de América Latina. Que MORENA no este cuestionando la dominación económica del capital o su hegemonía política no es un requisito, como muestra el devenir progresista, para la materialización del golpe. No basta que su gobierno garantice la continuidad del modelo extractivista (Tren Maya, Proyecto Integral Morelos) o que en ellos este fortaleciendo el poder económico de los militares [x], aunque sin duda esto puede dificultar la planificación golpista o alterar la modalidad, pues en estos golpes está de por medio también el racismo, el clasismo y la visión anticomunista de la elite empresarial.
Así pues, el golpe está en marcha, de hecho inició su preparación antes que el nuevo gobierno. Que llegue a culminarse, con una acción de fuerza o “institucional”, dependerá de la evolución del mismo proyecto, de las decisiones que este vaya tomando, y de la capacidad que tengan las fuerzas golpistas de culminar lo que han empezado.
Notas:
i Entre la múltiple bibliografía entorno al balance de los progresismos puede verse: Katz, Claudio, “Desenlaces del ciclo progresista”, http://katz.lahaine.org/?p=265, Rojas, Luis (coordinador), Neoliberalismo en América Latina. Crisis, tendencias y alternativas, Asunción, CLACSO, 2015.
ii Un reciente análisis crítico de las concepciones de García Linera y su propuesta de un “capitalismo andino” como momento previo a una transformación más radical y sus implicaciones para la continuidad del proceso boliviano puede verse en Alcócer, Mauro, “El debate sobre Bolivia y el rol de García Linera en el estancamiento del proceso de cambio”, 26/05/2020, https://herramienta.com.ar/articulo.php?id=3222
iii Un recuento de muchos de estos hechos lo realizó José Luis Hernández en “Sobre la posibilidad de un golpe de estado. El autismo político del compañero Magdiel Sánchez Quiróz”, 27/05/2020, https://rebelion.org/el-autismo-politico-del-companero-magdiel-sanchez-quiroz/ A ellos hay que añadir la más reciente movilización en automóviles del pasado sábado 30 de mayo, https://www.forbes.com.mx/grupos-antiamlo-se-manifiestan-desde-sus-coches/
iv A título de ejemplo de estas posiciones puede verse la de Pablo Hirart, “El gobierno enfila hacia el socialismo”, 19/05/2020, https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/el-gobierno-enfila-hacia-el-socialismo
v En México no se habla de independencia o autonomía sino de un “nuevo federalismo” para luchar contra el presidencialismo. Este discurso ha usado el gobernado Alfaro para enfrentar al gobierno central y durante la actual epidemia se ha pretendido presentar como uno de los políticos que enfrenta a AMLO, Cfr., Gómez, David, “Jalisco nunca pierde”, 19/05/2020, https://federalismo.nexos.com.mx/2020/05/jalisco-nunca-pierde/ y “Pugnan Javier Corral y Enrique Alfaro por nuevo federalismo” y Rivas, Venessa, 16/05/2020, https://www.elheraldodechihuahua.com.mx/local/pugnan-javier-corral-y-enrique-alfaro-por-nuevo-federalismo-noticias-de-chihuahua-5236659.html
vi Cfr. José Steinsleger, “Venezuela y el separatismo zuliano”, 11/07/2019, https://www.jornada.com.mx/2007/04/11/index.php?section=opinion&article=020a2pol y Stefanoni, Pablo, “Bolivia: avanza el separatismo cruceño”, 18/05/2020, https://www.sinpermiso.info/textos/bolivia-avanza-el-separatismo-cruceo
vii Marcha en la que antes de iniciar la nueva administración ya se denunciaba su “autoritarismo” https://www.infobae.com/america/mexico/2018/12/02/la-marcha-contra-lopez-obrador-en-su-segundo- dia-como-presidente/
viii Véase por ejemplo su trabajo “Los medios de difusión masiva como instrumentos de los golpes suaves en América Latina”, 20/09/2016, disponible en https://carlosfaziolarealidadlatinoamericana.files.wordpress.com/2018/03/los-medios-de-difusic3b3n-masiva-como-instrumentos-de-los-golpes-suaves-en-amc3a9rica-latina.pdf
ix Sánchez, Arturo, “La extrema derecha intenta dar un “golpe de Estado suave” a AMLO”, 15/07/2019, https://www.jornada.com.mx/2019/07/15/politica/008e1pol
x López y Rivas, Gilberto, “Militarismo y desposesión”, 16/05/2020, https://rebelion.org/militarismo-y-desposesion/