Según el Informe «Índice para una Vida Mejor» presentado el pasado 28 de mayo por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), los mexicanos trabajan más, ganan menos pero son más felices con respecto al promedio de los 36 países miembros de la OCDE. En efecto, los mexicanos trabajan en promedio 474 horas […]
Según el Informe «Índice para una Vida Mejor» presentado el pasado 28 de mayo por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), los mexicanos trabajan más, ganan menos pero son más felices con respecto al promedio de los 36 países miembros de la OCDE. En efecto, los mexicanos trabajan en promedio 474 horas más al año; el salario promedio de un trabajador mexicano es de 9 mil 885 dólares por año, mientras el promedio de la OCDE es de 34 mil 466 dólares; en contraste, 85 por ciento de los mexicanos dicen estar más satisfechos con su vida.
Lo anterior nos merece dos comentarios. Primero, recordemos que en la visión de Marx la tasa de plusvalía (definida como el cociente entre la parte del ingreso nacional apropiada por el capital y la parte que le corresponde a los asalariados productivos) depende positivamente de la jornada de trabajo anual y de la productividad en las ramas que producen bienes salarios y negativamente del salario real anual. Considerando que la productividad en México se encuentra muy rezagada (la productividad del trabajo de la economía mexicana en su conjunto creció al 0.8 por ciento a tasa media anual entre 1996-2012, apenas a la mitad del crecimiento observado en los países de la OECD) y manejando algunos supuestos, la resultante sería una tasa de explotación en México superior a la del promedio de los 36 países. Es decir, en términos relativos la clase capitalista mexicana se estaría apropiando de una parte muy superior del ingreso nacional generado, ello de paso explica la regresiva distribución del ingreso, según el mismo informe, el 20 por ciento de la población mexicana con ingresos más altos, gana trece veces más de lo que percibe el 20 por ciento de la población con los ingresos más bajos.
Agreguemos, la alta explotación de que ha sido objeto la clase trabajadora mexicana no se ha traducido en mayor inversión productiva (el esfuerzo de inversión bruta en México se ha situado en promedio en 20 por ciento durante 1980-2010, cuando en países como China el indicador representa casi el doble). Más bien el excedente generado se ha destinado a engrosar la riqueza de una clase capitalista y política altamente parasitaria, rentista, cínica y fascistoide. Los ejemplos al respecto sobran, basta recordar el más reciente escándalo por la condonación a Televisa por parte del SAT de 3 mil 334 millones de pesos; el desfalco millonario a las arcas de Tabasco por parte del exgobernador Andrés Granier y sus cínicas declaraciones en torno a su opulenta forma de vida; y los más recientes escándalos de los júniores del poder político y económico de México: el caso de lady Profeco; los lujos y excentricidades de los hijos de Romero Deschamps y de Elba Ester Gordillo y familia; los mensajes clasistas y discriminatorios de la hija de Peña Nieto, etc.
En segundo lugar, ante un panorama económico-social tan desolador y en el contexto de una fallida «guerra contra el narco» (según el mismo informe entre 2002-2013 la tasa de homicidios pasó de 7 por cada 100 mil habitantes a 23.7 por cada 100 mil), los mexicanos parecemos ya no inmutarnos y al contrario seguimos apoyando la continuidad del modelo económico que privilegia el estancamiento económico. Ello se verifica con sólo observar que el porcentaje de mexicanos que votó a favor de AMLO (i.e. porcentaje de la población que votó en contra del régimen) se redujo de 35.3 por ciento en 2006 a 31.6 por ciento en 2012 y se refuerza con los datos de la OCDE según los cuales, casi 9 de cada 10 mexicanos manifiesta estar satisfecho con su vida.
¿Cómo explicar la coexistencia de altos niveles de explotación y descomposición social junto con altos niveles de felicidad presente en la sociedad mexicana? Al parecer nos encontramos ante una gigantesca conciencia social alienada. ¿Qué factores la explican? Un factor de enorme peso que explica esta alienación de la mayoría a favor de la minoría, radica en el poder descomunal de los medios de comunicación, en especial del duopolio televisivo (Televisa y Tv Azteca). Como en los tiempos de antaño el papel que jugaba la religión en la configuración de la opinión y conciencia pública, las televisoras han pasado a desplazar esta función de enajenar y alienar a las mayorías. Las televisoras han logrado que la «opinión pública» sea la opinión de unos cuantos en materia de economía y política. Con sus «reality shows» y el ejército de plumarios a sueldo, se ha logrado que las mayorías apoyen la reproducción de un sistema económico que es perjudicial no sólo para la clase trabajadora sino también para una amplia capa de la burguesía nacional.
El panorama económico-social exige un cambio que genere crecimiento económico y una mejora en la distribución del ingreso. Pero ¿Quiénes son los sujetos históricos que pueden lograr este cambio? ¿Actualmente existen las fuerzas sociales para lograrlo?
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