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Milei desde el borde de la galaxia

Fuentes: Le Monde Diplomatique

Cada uno a su modo, Raúl Alfonsín, Carlos Menem y los Kirchner lograron afirmarse en el gobierno e inaugurar grandes ciclos de reforma mediante un ejercicio decisionista y crudo del poder. Componedores y titubeantes, en cambio, Fernando de la Rúa, Mauricio Macri y Alberto Fernández fracasaron. Claramente inscripto en la primera genealogía, Javier Milei consiguió, en el breve lapso de tres semanas, levantar el cepo y ganar las elecciones porteñas, y cinco días después anunció un plan para incentivar los gastos en dólares y el decreto que limita el derecho a huelga. El éxito de estas operaciones, refrendado por las encuestas de opinión pública, confirman una idea sobre la que venimos insistiendo desde hace tiempo: no se puede gobernar Argentina desde el centro. En un país que es un cementerio de los moderados, hay que pararse en un borde.

Situado entonces en el extremo de la galaxia, Milei decide. Y con cada decisión toma riesgos: el cepo, por caso, se había convertido en un límite al crecimiento económico que sin embargo parecía muy difícil de evitar; incluso Macri, tras eliminarlo al asumir la Presidencia, se vio obligado a reponerlo en los caóticos meses finales de su gestión. Aún con el refuerzo del Fondo, la decisión de Milei entrañaba el riesgo de una devaluación descontrolada o una fuga masiva de depósitos en dólares –o las dos cosas a la vez–. Del mismo modo, la estrategia de presentar boleta propia en las elecciones de la Ciudad, rehuyendo posibles alianzas con Macri y Ramiro Marra, también suponía un peligro, en este caso la división del voto anti-peronista. Pero ambas decisiones salieron bien: hoy el gobierno puede mostrar que el dólar sigue planchado en un mercado de cambios sin restricciones y se dispone a negociar con el macrismo las listas de la provincia de Buenos Aires desde una posición de fuerza, mientras decide, guiado sólo por su conveniencia, qué esquema de alianzas adoptará en cada distrito.

El éxito de Milei pone en cuestión un deseo que desde su llegada al poder circula con fuerza en algunos sectores de la elite económica y del establishment político, que festejan los logros macroeconómicos de la gestión pero cuestionan la prepotencia del estilo presidencial y su notorio desapego institucional. En la apertura de la conferencia de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina (AmCham), su presidente, Facundo Gómez Minujín, señaló: “La lucha contra la inflación, la eliminación del déficit fiscal y el ordenamiento del mercado cambiario son pasos fundamentales”; pero agregó que “debemos fortalecer la transparencia, la independencia de poderes y la calidad institucional” (1). 

El sueño de un gobierno económicamente ortodoxo y políticamente republicano es un sueño que nunca termina de concretarse. De hecho, las otras dos reformas neoliberales de nuestra historia –la de Martínez de Hoz y la de Menem– también se desarrollaron de manera muy diferente a este mundo ideal a lo Fernando Henrique Cardoso. Fueron “neoliberalismos sucios”, ensombrecidos por la represión de la dictadura y por el tinte plebeyo que le imprimía el menemismo. En versión exacerbada siglo XXI, Milei combina estabilidad macroeconómica y equilibrio fiscal con ataques destemplados contra la oposición y la prensa y un uso muy agresivo del humor. Es asertivo: “ñoños republicanos” es una etiqueta fenomenalmente exacta para definir al macrismo, que remite a la “La mafia del bien” de Jorge Asís. La invectiva presidencial podrá gustar más o menos, pero hay que entender que no son bombas de humo, trucos que Santiago Caputo urde en sus laboratorios digitales para “distraer” la atención del impacto de sus políticas, porque una de las innovaciones de este gobierno es que, lejos de esconder el ajuste, lo grita. La fórmula que combina neoliberalismo económico con batalla cultural define un nuevo modelo de gobernabilidad que por ahora funciona: el hilo rojo que conecta a Luis Caputo con el Gordo Dan.

Si Marcos Peña tendía a moderar a Macri, si en algún sentido lo “mejoraba”, Santiago Caputo radicaliza a Milei. El resultado es un gobierno hiperquinético, desprovisto de cualquier escrúpulo, que siempre está yendo al choque. Tiene un costado pragmático, por supuesto, pero a menudo se niega a admitirlo, como sucede con la Asignación Universal por Hijo. En efecto, al mismo tiempo que recortaba los planes sociales y los fondos para las cooperativas, el gobierno aumentó de manera sistemática el monto de la prestación, incluso en términos reales: la AUH debe ser el único ítem del presupuesto que le ganó a la inflación (157% de incremento desde diciembre de 2023, es decir 44,2% en términos reales). Si el dato no circula como debería es porque el mismo Milei se encarga de obviarlo en su comunicación pública, consciente de que resulta tan relevante para contener a los sectores más desfavorecidos como potencialmente irritante para parte de su electorado.

Es este pragmatismo el que le permite mantener una antena conectada con la sociedad. Más allá de sus desbordes, Milei es un líder de intuiciones profundas; por momentos, la sensación es que es el único político que habla de lo que la gente quiere escuchar: precios, “guita”, piquetes, ahorros. Y, claro, del dólar. Milei parece entender la importancia de la relación de los argentinos con el dólar. En su investigación sobre el tema, los sociólogos Mariana Luzzi y Ariel Wilkis demostraron que, además de su función como refugio de valor, el dólar se convirtió en una institución de la democracia argentina, en el sentido más básico de “institución”, es decir algo que sirve de orientación o referencia para tomar decisiones, modelar expectativas y pensar futuros. En el prólogo a la nueva edición del libro (2), los autores comparan el apego de los argentinos al dólar con el fanatismo de los estadounidenses por las armas, considerando ambas pasiones como una expresión de libertad individual: si la Asociación Nacional del Rifle, el lobby más poderoso de la sociedad civil estadounidense, logra imponerse cada vez que un político sensato, habitualmente después de una masacre, pide establecer alguna regulación, los argentinos recurren al dólar también como una forma de doblegar voluntades gubernamentales (Perón: “¿Quién vio alguna vez un dólar”; Sigaut: “El que apuesta al dólar, pierde”; Cristina: “Hay que pesificar los ahorros”). Armas humeantes, billetes crocantes… lo que ambos tienen en común –lo que justamente detecta la antena de Milei– es que son formas de ejercer la autonomía individual frente al Estado.

Milei delivers

En agosto del 2023, cuando obtuvo un sorprendente primer puesto en las PASO, publiqué en la web del Dipló un artículo en el que trataba de entender las razones del batacazo (3). Decía allí que la victoria de La Libertad Avanza expresaba dos cosas. La primera, más obvia, era el hartazgo de buena parte de la sociedad con el desempeño de los últimos tres gobiernos (el segundo de Cristina, el de Macri y el de Alberto), el rechazo profundo a una economía que no lograba crecer ni distribuir desde hacía una década, y el repudio a una configuración política –la grieta– que no le servía a nadie –salvo a sus protagonistas–. La segunda, más difícil de definir, era la parte del voto que no miraba al pasado sino al futuro. Milei como expresión de una voluntad social de reseteo profundo luego de años de parálisis gubernamental e impotencia gestionaria. En otras palabras, Milei no era sólo un instrumento de venganza –un puñal– sino también una expectativa –un deseo de shock–. 

El gobierno está satisfaciendo esta demanda de cambio. La primera acepción del verbo inglés “to deliver” es “entregar”; la segunda es intraducible, pero vendría a ser algo así como “cumplir”, sólo que con un matiz sutil, porque refiere al objeto indirecto de esa promesa: “le cumplió”. Milei, en este sentido, cumplió: había inflación alta, no hay inflación alta; había piquetes, no hay piquetes; había descontrol cambiario, no hay descontrol cambiario. Frágil como el ego de un adolescente, atado con el alambre finito de los dólares del Fondo, susceptible de volar por el aire en unos meses, el éxito del gobierno no es un invento de los medios ni una percepción social retorcida. Está ahí, al alcance de quien quiera verlo.

Así las cosas, no debería ser tan difícil entender los motivos del amplio apoyo social que conserva el Presidente: en un país en el que nadie resolvía nada, Milei solucionó –rápido– cuestiones básicas. Como en un restaurante fancy de Palermo, el menú de Milei es un menú acotado, dos o tres platos encarnados en sus respectivos responsables –economía (Luis Caputo), seguridad (Patricia Bullrich), batalla cultural (Santiago Caputo)–, que sin embargo resultan suficientes. Quizás no sea mucho, pero es más de lo que había. Lo mismo ocurrió con Menem, que pulverizó la inflación y relanzó el consumo y se quedó diez años; con Alberto Fujimori, que no resolvió un problema sino dos (la inflación y la insurgencia de Sendero Luminoso), y consiguió que los peruanos le perdonaran hasta un autogolpe, y es lo que explica la popularidad de Nayib Bukele, que mejoró drásticamente los índices de inseguridad en un país azotado por una violencia criminal endémica. En todos los casos, lo que consigue el líder es una solución rápida a un “problema difuso”–inflación, inestabilidad económica, inseguridad– que atraviesa clases sociales y realidades geográficas.

La estrategia política es clara. Milei, que en 2023 utilizó el apoyo logístico del peronismo para ganarle al PRO y luego se valió del respaldo del PRO para derrotar al peronismo, ahora busca doblegar al macrismo para enfrentar a Cristina. Ya dio el primer paso en las elecciones porteñas, arrebatándole a Macri su distrito de origen, como en el lejano 2005 había hecho Kirchner con Duhalde en la provincia de Buenos Aires (los paralelismos entre Kirchner y Milei –escasa legitimidad de origen, capacidad para “leer” la sociedad, ejercicio desnudo del poder, una cierta veta cruel– merecen una reflexión más profunda). 

En todo caso, el gobierno se consolida: la alianza bonaerense –más que una alianza, una anexión– con el PRO le permitirá construir un bloque de derecha unificado para enfrentar a un peronismo desnorteado y a la defensiva, que puede perder la elección provincial del 7 de septiembre incluso si logra superar la interna y presentar lista única. Cristina, candidata en la Tercera Sección Electoral, termina encerrada en un liderazgo menos que provincial, vecinal. El dominio siempre indiscutido de un pedazo cada vez más chico, un escalón más en el camino descendente de un peronismo extraviado, que viene de perder las seis elecciones provinciales que se disputaron hasta ahora (lo mal que estará el peronismo que los cuatro dirigentes con chances de renovarlo provienen de afuera del partido: Axel Kicillof, de las organizaciones de izquierda de la UBA; Juan Monteverde, de la militancia territorial rosarina en el partido Ciudad Futura; Juan Grabois, de los movimientos sociales; y Leandro Santoro, del radicalismo).

Concluyamos.

Convertido en el único sol del sistema político, Milei puede ganar las elecciones bonaerenses y con toda probabilidad las nacionales de octubre. Puede incluso beneficiarse de los bajos índices de participación que vienen exhibiendo los comicios en las provincias: un núcleo duro libertario flotando en un magma de partidos deshechos y decepción social. Esto, en el corto plazo. Porque en el largo, la abstención muestra que una parte de Argentina ni siquiera tiene interés en ejercer su enojo poniendo en el sobre una feta de salame o la cara de Clemente (algo que, dicho sea de paso, el nuevo sistema de boleta única hoy impediría). Si el voto bronca era un voto activo que buscaba expresar un rechazo, la abstención es el signo de una actitud más pasiva, pero más peligrosa: el repudio a todos –incluyendo al gobierno, que esta vez quedó del lado de adentro– y la deserción de una parte significativa de la sociedad del sistema democrático.

Notas:

1. https://www.infobae.com/economia/2025/05/20/facundo-gomez-munujin-presidente-de-amcham-no-alcanza-con-estabilizar-necesitamos-un-marco-que-permita-planificar-invertir-y-crecer/

2. Siglo XXI Editores, 2025.

3. “El puñal”, https://www.eldiplo.org/notas-web/el-punal/

Fuente: https://www.eldiplo.org/312-donde-esta-la-resistencia-a-milei/milei-desde-el-borde-de-la-galaxia/

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