Hemos escuchado: “hay que hacer autocrítica”, “la década ganada” y tantas otras… frases, que parecen un sinsentido en sí mismas.
El problema no es Milei. El problema no es el “voto bronca”. El problema no es que una buena parte de los argentinos hayan votado un modelo económico que ya ha “fracasado” (entre comillas, pues en realidad fue un verdadero éxito, solo que para la misma minoría de siempre) al menos en tres oportunidades anteriormente en nuestro mismo país y que es -debe ser- intrínsecamente violento1.
El problema es la desmemoria. El problema es que los gobiernos anteriores, pseudo progres -con suerte- tibios reformistas más precisamente, que han enarbolado la bandera de la memoria, solo lo hayan hechos desde la superficialidad y no desde la profundidad que exige el análisis, por ejemplo, de la dictadura cívico-militar de 1976. Y, que no se mal interprete o no se desee hacerlo para exculparse, esa sangrienta etapa sirvió para imponer un modelo cultural-productivo y por tanto debiera haberse profundizado la crítica y la aversión/oposición a dicho modelo. Cuestión que no se hizo, muy por el contrario, nos sumimos en el modelo donde el consumo es parámetro de desarrollo del país y ni siquiera se hizo el intento de retornar al modelo “comparativo” de aquellos primigenios gobiernos “proteccionistas”, mucho menos a la idea de independencia y soberanía del Paraguay de Gaspar Rodríguez de Francia o del Mariscal López.
El problema es que un buen número de argentinos hayan elegido un discurso intrínsecamente violento, un personaje violento, caracterizado por los exabruptos, las imposturas, los gestos ampulosos, la verba exacerbada y -como si esto no fuera suficiente- enarbolando una motosierra como símbolo de cambio. Pero, para ello, primero se necesita una sociedad violenta2 y… ¿quién/es la gestaron? ¿cómo? ¿Cuándo?3 Vamos despacio. Primero, la motosierra asociada al desmonte y a asesinos míticos del -arma entonces predilecta de colonización cultural del imperio- el cine hollywoodense. Segundo, el león, signo más que elocuente: animal exótico4, símbolo del imperio Británico5 y asociación a personajes del mismo cine cadena de montaje del imperio, presentados como queribles6. Tercero, todas estas asociaciones, en apariencia “inocentes” se alojan en la (in)conciencia del colectivo social a partir de sentidos comunes que -como bien lo denomina González Serrano- terminan siendo el “verdadero negrero” de nuestras sociedades, al eludirnos de toda reflexión previa a la toma de decisiones, al gestar las “mobe rules”, gesta con ello una masa informe y esclava si cadenas ni grilletes visibles por ser culturales, conductuales, verdaderos cuerpos de costumbre que guían los pasos al antojo de quienes ostentan el poder real.
El problema, siguen siendo quienes ostentan el poder real. Parafraseando a Marx: quienes tienen el poder sobre los medios de producción material (por medio del sistema financiero internacional) y con ello, definen: la producción en sí misma, prescribiendo: calidad-destinatario, distribución, modo de consumo…; y, la producción de ideas, prescribiendo gustos, imponiendo sentidos comunes que resultan transversales y alcanzan hasta aquellos espacios auto considerados y proclamados progresistas, pero que replican el modelo de la Industria Cultural del Imperio.
El problema siguen siendo ese pequeño grupo de familias occidentales (los Rockefeller, los Rothschild, los Morgan, los Vandervilt…7) y sus empresas: Blackrock y Vanguard8 que ostentan hasta nuestros días el poder real: con la Reserva Federal -privada- de en los EEUU, el dólar y los mellizos Kissinger, como medio de manejo de los medios de producción material; y, con el idioma Inglés impuesto como idioma “oficial” en la esfera internacional y su máquina propagandística orquestada a través de los medios de dispersión e inoculación de ideas: el cine, sus Fundaciones y filántropos que financian espacios educativos y proyectos “ambientales” y las mal llamadas “redes sociales”.
Este pequeño y acotado esbozo, para intentar graficar que el problema sigue siendo la falta de emancipación de las ideas dominantes. Para intentar que dejemos de engañarnos siguiendo desde atrás, apoyando “críticamente”, modelos que por populares que sean no plantean cambios reales. Para afirmar que sin conciencia verdadera (no meras proclamas reformistas que siguen enarbolando al capitalismo como lo mejor que conocemos, sea por cobardía -supuesta conveniencia estratégica- o por ignorancia funcional) no se puede esperar más que retornar siempre a modelos opresores. Para considerar que la verdadera revolución está en abolir las denominadas “redes sociales” y no en “hacer militancia” en ellas. Para expresar que no “hay que aguantar” puesto que un gobierno democrático también puede ser un gobierno totalitario (H. Marcuse9).
Honremos con la acción a los verdaderos Revolucionarios de Mayo, a los “Robespierre del río de la Plata”: Moreno, Castelli, Monteagudo…
Retomemos la proclama del mismo Robespierre acerca de los “bienes comunes”. Los elementos básicos esenciales para la vida no deben estar en manos privadas: los alimentos, el agua, el entorno natural que los sustenta no deben encontrarse sujetos al lucro, a la obtención de plusvalor. De lo contrario, nunca existirá una verdadera redistribución equitativa ni justa de las riquezas.
Preguntémonos: ¿Qué clase de sociedad no reacciona cuando maltratan a sus abuelos? Y tomamos el término abuelos, pues denota afecto, importancia y responsabilidad transgeneracional, entre tantas otras connotaciones relevantes que se pierden con la de “adultos mayores” o “tercera edad”. ¿Recordamos acaso aquella canción? La que sostenía: “…mi vieja es una jubilada / toda su vida laburó sin parar /… / mi vieja va a la plaza con pancartas / con las pancartas que yo mismo le armé / ella protesta porque ella está harta / … / en una de las manifestaciones / vino la cana y se la quiso llevar / por reclamar lo que le corresponde / …/ me vuelvo loco y los quiero matar / que nadie se atreva a tocar a mi vieja…” ¿Cuándo será el día que diremos: que nadie se atreva a tocar a nuestros abuelos?
Preguntémonos: ¿se rescatarán/reclamarán los símbolos hoy apropiados por las facciones más reaccionarias y fascistas? La bandera de los libertarios, hoy tornada amarilla y que otrora roja y negra enfrentase a los fascistas en todas las trincheras: ¿regresará a sus legítimos escoltas?
Preguntémonos: ¿debiéramos regresar a aquellos héroes de carne y hueso como “Arbolito”?
Preguntémonos: ¿debiéramos seguir separados, peleándonos por mezquindades y/o purismos?
Lo que sabemos es que la gente de verdad está en la calle y no en las pantallas y que las barricadas se la defienden ahí, en la calle, no en las redes “sociales”.
Notas:
1 “Puede que formas más antiguas de violencia vayan en aumento porque los sistemas tradicionales de mantener el orden público, creados en la era liberal, se ven sometidos a una tensión creciente. […] El nerviosismo y la confusión de las autoridades, la reaparición de los guardias de seguridad que trabajan para empresas privadas y los movimientos de vigilantes parapoliciales son prueba de ello. En un sentido ya han llevado a cierto redescubrimiento de la violencia controlada, como la vuelta de tantos agentes de policía a un curioso medievalismo -cascos, escudos, blindaje y todo lo demás-… todo lo cual refleja la sensata opinión de que dentro de una sociedad hay grados de violencia necesaria o deseable.” (Hobsbawn E. (2013) Gente poco corriente. Buenos Aires: Crítica).
2 El experimento de Milgram (retratado también en la obra del cine francés: “I… comme Icare”), ha sido replicado en la misma Francia y luego expuesto en el documental: “El juego de la muerte” (cine-documental franco-suizo: Le Jeu de la Mort). En ellos se mide la capacidad de tolerar el sufrimiento ajeno y de propiciárselo. La sociedad ha “progresado” pero, lamentablemente, en lugar de aumentar el rechazo se ha incrementado la tolerancia hacia la violencia infringida. Guarda especial relación con los programas de concursos caracterizados por una “prenda” o castigo; en Argentina, el programa donde los concursantes -cuando contestan mal- caen a través de un supuesto agujero en el suelo sobre el cual se paran puede ser uno de los ejemplos destacados donde el disfrute se funda en la combinación del azar, el sadismo, el morbo y el estridente conductor. Estos programas televisivos, acompañados de programación vinculada al asesinato, actividades forenses y afines, con todo el realismo explicito posible; van modificando el carácter-conducta social hacia la violencia y hasta la necesidad de ella.
3 Debemos meditar que, en la esfera local y solo como -con suerte- capataces, tanto los gobiernos abiertamente neoliberales como los pseudo-progresistas sostuvieron los programas televisivos y las propagandas (verdaderos emolientes del cerebro, de acorde a Conrad Lorenz), la alimentación derivada del modelo agro-industrial transgénico y la digitalización que constituyen las principales herramientas de trasformación cultural-genética de la sociedad. Condicionando, de este modo, el cerebro de generaciones pasadas, presentes y futuras, y por ende su capacidad cabal de discernir. Parafraseando a Alfredo Alcón: no podemos hacer que la población se concentre en saber cuantos caramelos hay en una caramelera o cuanto pesan las mitades de una manzana y luego pretender que esas mismas personas voten conscientemente o menos aún que razonen vinculando los elementos intervinientes en la geopolítica imperial.
4 No es autóctono, extranjero.
5 Debe tenerse en cuenta que, el león es el Rey, pero de sus colonias y de la porción salvaje de la misma (no de la “civilizada”). Su presencia en escudos de armas implica la bravura, el valor, pero no del león, sino de sus domesticadores, de quienes lo han sometido, sojuzgado y para quienes es un servidor y/o el blanco de sus juegos de cacería. Juego en el cual, el león aún se cree importante e imponente, cuando muy poco significa frente a sus armas de calibre pesado.
6 En cualquier caso, persiste como sinónimo de colonia y de ser que se ha civilizado en la obediencia a la cultura dominante: la del colonizador.
7 “Una aproximación a las claves del poder sionista mundial concomitante con la centralización y concentración del capital” Andrés Piqueras.
8 “¿Quién es el dueño del mundo? Blackrock y Vanguard” (en: climaterra.org)
9 Marcuse, H. (1985). El hombre unidimensional. (trad. A. Elorza). Barcelona: Planeta de Agostini.
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