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Desmontando el aparato represivo

Militares y policías al banquillo

Fuentes: Rebelión

Pese a la desazón provocada por el suicidio del testigo González y a las dificultades técnicas ocasionadas en la transmisión de la videoconferencia, se realizó la primera audiencia del segundo juicio por Crímenes de Lesa Humanidad ocurridos durante la última dictadura militar. La acusación permite conocer, uno por uno, los engranajes que montó el aparato […]

Pese a la desazón provocada por el suicidio del testigo González y a las dificultades técnicas ocasionadas en la transmisión de la videoconferencia, se realizó la primera audiencia del segundo juicio por Crímenes de Lesa Humanidad ocurridos durante la última dictadura militar. La acusación permite conocer, uno por uno, los engranajes que montó el aparato represivo. Así, las relaciones entre «autores» y «ejecutores» emergen de la descripción de prácticas sistemáticas y aberrantes.

Aún cuando parece estar signado por los retrasos, en una clara muestra de madurez democrática y de vigencia del Estado de Derecho, el juicio Menéndez II comenzó. Primero se produjo la presentación de un pedido de nulidad por parte de la defensa de Menéndez y su posterior rechazo por parte del TOF1, lo que motivó el traslado del 8 al 20 de octubre.

Una vez iniciado, desde la organización de la justicia y los servicios comunicacionales prestados por Telecom, se produce una seguidilla de interrupciones motivadas por problemas técnicos.

Al término de la jornada se completó la lectura de la acusación. Tras la audiencia del miércoles, se pasará a cuarto intermedio hasta la semana próxima debido a que ese día la Cámara de Apelaciones informará sobre temas relacionados con la causa Bruno Laborde a varios de los abogados.

Estado terrorista

Pasadas las 11 de la mañana ingresó el tribunal integrado por los jueces Jaime Díaz Gavier (Presidente) y los vocales Sergio Grimaux y Jorge Quiroga Uriburu, miembros de la justicia riojana -también participa el Juez Carlos Lascano en carácter de suplente-. En nombre del Ministerio Público Fiscal actúa el fiscal Carlos Gonella junto a la co fiscal Graciela López de Filonuk ya ubicados en los estrados.

Luciano Benjamín Menéndez, Hugo Cayetano Britos, Calixto Luis Flores, César Armando Cejas, y silla de por medio, Miguel Ángel Gómez, libres de esposas, se ubicaron en el cubículo blindado de espaldas al público, frente al estrado del tribunal. Una pantalla gigante a la vista de las partes permite que el coronel Rodolfo Aníbal Campos, ex jefe de la policía provincial, siga las instancias del juicio. Esta modalidad fue decidida en base a los informes médicos emitidos por la Corte Suprema que no autorizaron su traslado desde Buenos Aires donde cumple prisión domiciliaria.

Los represores están imputados de homicidio agravado; privación ilegítima de la libertad agravada, imposición de tormentos agravados y lesiones gravísimas, en el juicio conformado por la acumulación de tres causas:»Albareda», «Morales» y Moyano».

De la lectura maratónica de la elevación a juicio, realizada por el Secretario Pablo Bustos Fierro, sobresalen el análisis pormenorizado del contexto en que se producen los hechos a los que califica como «crímenes de lesa humanidad» según leyes internacionales y nacionales. En esa línea expresa que «el Terrorismo de Estado asoló al país de la forma más aberrante» porque quien debía proteger al pueblo -el Estado- es el mayor violador de los derechos ciudadanos.

También surge del expediente la coexistencia de dos sistemas jurídicos, uno verbal secreto y otro escrito que les permitía torturar y desaparecer siguiendo un plan criminal y coordinado. Más adelante describe la topografía del horror concretado en el funcionamiento del aparato represivo dividido en áreas. Esto se agrava en 1976, cuando se aboca a la «destrucción de las organizaciones de corte marxista». El combate a la subversión se realiza por «medios antijurídicos e inhumanos», prosigue. En ese marco -explica- realizan interrogatorios salvajes en Casa Hidráulica desde 1976 a 1980.

Impunidad brutal

Al mediodía se produce un cuarto intermedio. En ese lapso se retiró el gobernador de la sala. Se retoma la audiencia con la lectura de los hechos en la causa Albareda. El silencio absoluto de la sala indica el nivel de conmoción que produce escuchar un relato que deja al descubierto la impunidad con que actuaban los represores.

El ingeniero electrónico y subcomisario de la fuerza, Ricardo Fermín Albareda fue secuestrado por personal del D2, la noche del 25 de septiembre de 1979 y trasladado al Chalet de Hidráulica. Allí es sometido a sesiones de tortura y luego el fallecido jefe de la D2, Telleldín procede a seccionarle los testículos, produciéndole la muerte. Habían descubierto que era militante del Partido Revolucionario de los Trabajadores y decidieron darle su merecido al «traidor». Esto sucedió – manifiesta la elevación a juicio- porque «hubo un aparato estatal que lo permitió». Menéndez era jefe del área 311.

Tras la lectura de la prueba existente (hábeas corpus, certificado de defunción, legajo de Conadep y de servicios), anuncia la calificación del delito.

Los engranajes

Luego de un prolongado cuarto intermedio concedido a la hora del almuerzo, se reinician las actividades una hora más tarde de lo programado. Continúa la lectura de la acusación y uno de los puntos centrales del argumento se centra en la figura de la autoría mediata, creada en 1963 por Claude Roxin para sancionar al «autor detrás del autor» o a quienes tienen el «dominio del hecho».

Define como responsable del crimen a aquel que utiliza a otras personas como instrumento para llevarlo a cabo. El jurista alemán, es entonces retomado para poder ir desarrollando las relaciones entre «autor» y «participe del delito» dentro de los planes de la acción criminal. Así, los procesos de violaciones a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad muestran analogías directas con el régimen nazi.

Surge, entonces, la metodología utilizada por este aparato represivo formado por militares y policías. Los autores -planificación e inteligencia- y los ejecutantes de los tormentos y asesinatos se montaban en un aparato criminal que hizo posible un «plan sistemático». Allí, el individuo se halla inmerso en una gran engranaje, apuntalado «por la figura de atrás» como un el artefacto más de la maquinaria.

Mientras la lectura sobre esta cuestión se profundiza, los represores se observan relajados. Contrariando la experiencia visual que los ciudadanos tienen respecto al ingreso de los reos a la sala, los acusados por crímenes de lesa humanidad, lo hacen sin esposas y se permiten murmurar y comentar entre si.

Tras el final de la lectura de la causa Albareda, y enmarcada en la teoría del dominio del hecho, se leen los nombres de Menéndez, Campos y Cejas como autores mediatos mientras que Gomez y Flores son señalados como autores directos. Tampoco se inmutan.

Una vez más se cae el sistema y la lectura se interrumpe. Debido a que Campos -el represor que esta detrás de la pantalla- no esta acusado en las causas siguientes su abogado pide retirarse. Hay suspiros generalizados, la pantalla -y los problemas técnicos, las interferencias, los sonidos de fondo- se apagan. «Terminamos con este suplicio», aclara por lo bajo el Juez. Se cortan las interrupciones de la primera jornada.

De (m)aullidos y crueldades

Las lecturas de las causas «Morales» y «Moyano» descubren las dinámicas y las prácticas de tormento sistemático producidas en el D2. El acusado Miguel Ángel Gómez, alias el «El Gato», será reconocido como el ejecutor de tormentos en ambos hechos.

El 22 de marzo de 1976, Raúl Ernesto Morales fue detenido en su domicilio de la ciudad de Santa Rosa de Calamuchita, por personal del D2. En un primer momento, lo trasladan a la Comisaría del lugar y después al Departamento de Informaciones de la Policía de la provincia de Córdoba donde permanece detenido una semana. Después lo trasladan a la Unidad Penitenciaria Nº 1 (UP1).

Durante su permanencia en el D2 fue sometido a torturas físicas, psíquicas y a un cautiverio en condiciones infrahumanas. En este punto la lectura señala parte de los tormentos como la llamada «mojarrita» -introducción de la cabeza de la víctima en un tacho lleno de agua hasta casi lograr la asfixia-; feroces y salvajes golpizas en todo su cuerpo, numerosos puntapiés en la zona lumbar y la colocación de un torniquete en su pierna izquierda.

Gomez, «El Gato», escucha impávido la descripción, es el único de los represores que deja una silla vacía y se separa de los otros imputados. Es el principal ejecutor de los tormentos presente en la sala.

La lectura prosigue. Otra de las torturas consistió en atar sus muñecas a los tobillos con alambre y colocarle una venda en la boca. Estos padecimientos quedaron grabados en el cuerpo de Morales que sufrió dislocación de muñeca, la quebradura de dos costillas y la pérdida total del funcionamiento de los riñones, por lo cual se lo debió someter a transplante el día 25 de abril de 1981.

Otras atrocidades quedaron marcadas en le cuerpo de Morales. La hipertensión, la perdida del cabello, la gastritis fueron parte de los síntomas del terror vivido en cautiverio y que posteriormente se materializo en distintos intentos de suicidio. Las certificaciones médicas del daño físico y psicológico también fueron parte de las pruebas.

«Atentados contra la dignidad humana» subraya la causa. Mientras tanto, una de las madres, acaricia la foto que prende de su pecho.

Los relatos de la tercera causa ratifican la teoría de la acción coordinada y la sistematicidad. La irrupción violenta sin orden de allanamiento, las golpizas, y los traslados realizados a Carlos Jacinto Moyano, Manuel Ignacio Reynoso, Rubén Félix Gilli y Carlos Hugo Antón, lo demuestran.

Moyano, fue víctima de un trato infrahumano más intenso y prolongado donde los represores lo torturaban exigiendo que brindara información sobre las organizaciones Montoneros y ERP. Recibió innumerables castigos corporales que por su cantidad, repetición, regularidad e intensidad exceden los límites de lo que puede considerarse como un «maltrato físico ocasional».

Los hermanos Guevara y el matrimonio Nieva también secuestrados y testificarán los tormentos experimentados en el llamado «tranvía», antesala del terror. Desde ese lugar, se escuchaban los gritos de dolor del espacio contiguo e identifican como ejecutante al Cabo Gómez, sentado en el banquillo.

Un aullido cerró la primera jornada del juicio. Brotó de la sala. Indignación, dolor contenido, y la impotencia permitieron que alguien simulara un maullido. El maullido que la figura siniestra del «gato Gómez» encarna.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa de las autoras, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.