‘Villa Desocupación, la primera villa de emergencia de la ciudad, ese largo barrio costero improvisado que iba desde Puerto Nuevo, donde vivía el grupo mayor, hasta Canning, estaba en su trágico apogeo, con sus viviendas de latones y arpilleras y agujeros en la tierra. Albergaba un dramático y diverso mundillo, obreros, empleados, obreros especializados, de […]
‘Villa Desocupación, la primera villa de emergencia de la ciudad, ese largo barrio costero improvisado que iba desde Puerto Nuevo, donde vivía el grupo mayor, hasta Canning, estaba en su trágico apogeo, con sus viviendas de latones y arpilleras y agujeros en la tierra. Albergaba un dramático y diverso mundillo, obreros, empleados, obreros especializados, de nuestro interior y la propia capital y de diversas partes del mundo; estos últimos eran mayoría’, contaba el fenomenal y sensible poeta Raúl González Tuñón al pintar un cuadro que sintetizaba la infamia de la pobreza impuesta en un país rico durante la llamada década infame.
Siete décadas después, las cosas no han cambiado demasiado.
Ahora las villas siguen multiplicándose ya no solamente en la orgullosa y prepotente Buenos Aires, sino también por todo el territorio argentino.
En Misiones, fecunda tierra de riquezas naturales incalculables, las villas crecen y cada vez se sobrevive peor en ellas.
En el barrio llamado Espacio Verde Las Vertientes, en los arrabales de Posadas, la capital de la provincia, los medios de comunicación regionales informaron que ‘al menos 30 familias viven con precarias conexiones de agua potable o directamente sin ella, rodeados de malezas, en tierras bajas y anegadizas surcadas por cursos de agua que con las lluvias desbordan las letrinas, el único sistema en práctica para eliminar los desechos cloacales’.
Una invitación para los heraldos negros de la muerte: cada 20 segundos, un niño muere en el mundo como resultado de las malas condiciones de saneamiento; esto es, 1,5 millón de muertes prevenibles cada año.
Allí, en Las Vertientes, en los bordes de la capital de Misiones, no se pueden hacer letrinas caseras porque se inundan.
Exageraciones de la naturaleza en su pelea con la injusticia social, en ese lugar llamado Las Vertienes, solamente hay agua de noche y se producen inundaciones por desbordes de riachos de agua sucia y contaminada. Falta agua potable y sobran fuentes de enfermedad. Es un barrio vecino a una red cloacal. El olor es insoportable, dicen los vecinos y confirman los periodistas.
Allí, hace algunos meses, murió una beba como consecuencia de semejante grado de degradación económica y ecológica.
Desde el gobierno de Misiones se lanzó el llamado Plan Techo y generó la multiplicación de casillas que apenas pueden mantenerse en pie.
Las crónicas son contundentes: ‘Semanas antes de las elecciones de octubre de 2007, los ranchitos de madera con techos relucientes llenaron un bañado que a fines de agosto se encontraba tapado de basura. Hacia allí corren las aguas cloacales del complejo A 3.2 que escapan de la planta, según cuentan los vecinos’.
No hay planificación, simplemente ejercicio de la mentira como herramienta política capaz de convertir la existencia en simples entidades que votan.
Quizás el futuro sea distinto si se recuerda el sueño rebelde de aquel poeta rebelde, González Tuñón, cuando imaginaba atravesar Villa Desocupación, bautizada por ellos ‘La ciudad del hambre’, marchar sobre el centro de la capital, ‘despertando a los dormidos, sacudiendo a los indiferentes, al No te metás’. Y la ciudad despertó un día a los gritos de ‘Pan, trabajo, tierra, libertad’.