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Monterrey a la derecha

Fuentes: Rebelión

México se encuentra en un lugar privilegiado -por llamarlo de alguna manera- en su relación con Estados Unidos de América, su relación es una simbiosis fallida que ha permitido el desarrollo a tipos particulares de crímenes, a la inmigración ilegal y a la dependencia económica, todos hasta un punto deformados hasta la incomodidad. Los efectos […]

México se encuentra en un lugar privilegiado -por llamarlo de alguna manera- en su relación con Estados Unidos de América, su relación es una simbiosis fallida que ha permitido el desarrollo a tipos particulares de crímenes, a la inmigración ilegal y a la dependencia económica, todos hasta un punto deformados hasta la incomodidad.

Los efectos de esta influencia no son puramente económicos, ya que este país no se ha hallado inmune a la estrategia secesionista que el gobierno de USlandia ha practicado desde hace varias décadas. El centro de esta influencia se encuentra en el norte del país y es conocido como la ciudad de Monterrey.

Esta ciudad es una de las tres mayores urbes del territorio mexicano, una cuna industrial donde el nivel de vida es más elevado que en la mayoría del país y donde los salarios están igualmente por encima de muchos otros; las universidades son exponencialmente más caras que las de la capital, y los planes de estudios de estas están muchísimo más centrados en el futuro industrial de sus egresados que necesariamente en el desarrollo de la ciencia y el conocimiento.

La sensibilidad de los regiomontanos también difiere mucho de sus vecinos del sur: Las otras dos ciudades más desarrolladas, Guadalajara y la ciudad de México, son focos intelectuales que han dado paso a una dominación local por parte de la izquierda en sus estados, permitiendo el desarrollo social. Los desertores de estos gobiernos son numerosos, pero el apoyo popular en dichos sectores se ha mantenido favorable a la izquierda mexicana, pese o todo lo que ha sido dicho de ellos.

Monterrey por su lado es la cuna de la ultra-derecha, los partidos de los empresarios, y el modo de vida consumista de los vecinos del norte. La cultura en Monterrey es escasa y cara, los eventos deportivos son los únicos que obtienen una difusión mediática remarcable, y la dieta local viene acompañada invariablemente de coca-cola y de cerveza. Muchas familias de esta ciudad ignoran como regular sus gastos, y cuentan con la solución perpetua de ganar más dinero. De esta forma la vida social de los jóvenes comienza a girar exclusivamente alrededor del trabajo.

Es válido preguntarse hasta qué punto este desarrollo proviene de una intervención secesionista por parte de EUA o cuánto se debe simplemente a la difusión del «american way of life». Es verdad sin embargo que incluso dentro del mismo estado de Nuevo León, de donde Monterrey es capital, muchos poblados se encuentran sumidos en la pobreza y desconectados de la realidad del país, y que de todas maneras, la elección de gobernador exclusivamente parece depender de las grandes urbes. La conciencia social es escasa o inexistente, los avances en la política social del centro del país son invariablemente tachados de populismo y rechazados por la mayoría sin mayor indagación. Los intereses de las empresas locales dirigen el foco de atención de las televisoras locales, y la presencia de un sinnúmero de escuelas y universidades privadas, ahogan la curiosidad estudiante respecto a los intereses de la minoría. Recientemente la Universidad Autónoma de Nuevo León, la principal escuela pública del estado, ha comenzado a desmantelar algunas de sus carreras para satisfacer la demanda educativa que le piden los capitales locales.

Cabría preguntarse si la desaparición de la izquierda en el estado es un desarrollo sano dentro del ámbito democrático de la ciudad. Por el momento, la derecha y la ultra-derecha parecen disputarse un terreno bastante bien establecido, a la manera que los demócratas y republicanos lo hacen al norte de la frontera.