Resulta sumamente acotado, ya en el curso de lo que lleva este siglo XXI, pensar la navidad solamente como una expresión de la religiosidad cristiana. El arribo año calendario del 24 de diciembre permite, entre otras cosas, hacer una pausa y esbozar algunas consideraciones de lo recorrido a modo de balance, tanto en lo personal, […]
Resulta sumamente acotado, ya en el curso de lo que lleva este siglo XXI, pensar la navidad solamente como una expresión de la religiosidad cristiana. El arribo año calendario del 24 de diciembre permite, entre otras cosas, hacer una pausa y esbozar algunas consideraciones de lo recorrido a modo de balance, tanto en lo personal, como para el conjunto del país.
En este sentido todo balance presenta matices de conjetura, pues se tiñe de la subjetividad que impone nuestro hacer social y el lugar que ocupamos en la estructura colectiva que permite la reproducción de nuestra existencia.
Visto desde ese ángulo, los que garantizamos nuestros medios de vida a través de la venta de nuestra fuerza de trabajo, no cerramos un año con tendencias favorables a nuestros intereses. Los medios materiales necesarios para vivir nos cuestan cada vez más, porque solo accedemos a empleos precarios, «en negro» o mal remunerados, con salarios promedios inferiores a los indicados para cubrir los requerimientos de una canasta familiar.
Este dato objetivo, que es constatable sin necesidad de recurrir a artificios de orden teórico-económico o esquemas estadísticos, es además suficiente indicador para advertir que la distribución de la riqueza en argentina resulta cada vez más injusta, pues quienes con esfuerzo generamos valor, incorporando trabajo a las materias primas, cada vez participamos en menor medida en esa riqueza que producimos, la que es apropiada en mayor proporción por los grupos económicos concentrados del Capital.
Lejos del lo que podrían indicar las apariencias, en este fenómeno de despojo y acumulación capitalista tiene carácter preponderante el Estado.
Esta presencia del gobierno K, cuidadosamente ocultada a través de manejos mediáticos y operaciones políticas, se advierte aún cuando los conflictos que desarrollamos en este año los trabajadores en diversas áreas de servicios o de la producción, fueron directamente librados contra empleadores privados. En todos ellos el Estado jugó un papel cada vez más creciente, sea como «congelador» del conflicto a favor de las patronales por vía de la «conciliación obligatoria», sea como generador intencional del conflicto mismo, a través de medidas económicas que afectaban a ese sector de la producción o los servicios.
Sin ir más lejos y a solo titulo ejemplificador, el conflicto en el Hospital Garrahan, superficialmente enmascarado en una puja salarial, dejó oculto, intencional y deliberadamente por los formadores de opinión, los efectos de una política del área salud estructurada en función de los intereses de los sanatorios privados y obras sociales prepagas.
En otro sentido, la puja salarial tuvo al Estado como protagonista directo y exclusivo en tanto empleador obligado a garantizar el derecho a la educación. Allí la trampa de la provincializaciòn y municipalizaciòn de las estructuras educativas atomizó los conflictos que no quiso coordinar ni nacionalizar la dirigencia de CTERA, condenando a sus organizaciones miembros al aislamiento, o traicionándolas lisa y llanamente, como en Salta en donde oficio de bombero del conflicto a favor del oligarca Romero, a pesar de la feroz represión lanzada por éste sobre los trabajadores de la educación.
Igual rol de acompañamiento de la política clasista burguesa del Estado K tuvo CTERA dando apoyo explícito a las leyes de financiamiento educativo y de Educación técnica, que nos más que otra vuelta de tuerca del capital sobre el derecho a la educación y la penetración de los grupos privados en este área de servicios.
Este panorama negativo que describimos como tendencia general en la situación de quienes somos asalariados, no podría haberse desarrollado sino por vía de un impresionante despliegue mediático que el gobierno montó a través de una intervención casi monopólica de las empresas dueñas de los medios, a quienes como contrapartida se les respetaron privilegios y se les concedieron tratos prebendarios a la hora de que estas asumieran los compromisos contraídos con sus acreedores.
Esta intervención en búsqueda de consenso social por adhesión a lo hecho, se combinó con episodios de represión social lisa y llana y el acatamiento de una política de control social sustentada en la criminalizaciòn de la pobreza y la protesta.
Todo esto también aparece como respuesta preventiva de la burguesía a toda posibilidad de una agudización de la confrontación social y que la lucha de clases pueda asumir contornos más definidos, en orden a la impugnación general del sistema, y no quede reducida como hasta ahora a la mera puja distributiva por aumento salarial. Por eso es un dato relevante el creciente protagonismo social alcanzado en el curso del año por la clase trabajadora, y la aún embrionaria incidencia que esos movimientos tienen dentro de las estructuras de los organismos de masas que nos contienen como trabajadores.
En ese marco, es aún evidente la carencia de una estructura política abarcativa de un programa estratégico de la clase obrera, en la perspectiva de diseño y consolidación de estructuras de poder. Una vez más el problema de la dirección política emerge con carácter relevante, pues si bien la dominación capitalista no opera por su propia lógica de reproducción la posibilidad de superar los problemas de desempleo, hambre y miseria que ella misma genera en el desarrollo de la acumulación del valor que se apropia la burguesía, esa circunstancia no supone por si misma y en forma mecánica un agotamiento como modelo histórico de producción.
Los trabajadores necesitamos imperiosamente diseñar nuestra política obrara. Ello supone la construcción de nuestro partido, que por las tareas históricas pendientes no puede asumir otro rol que el revolucionario, pues se necesita revolucionar toda la sociedad, para superar la crisis del modelo capitalista, imponiendo el Estado de los Trabajadores.
La religiosidad supone en la mayoría de los casos un aprovechamiento ideológico de los dogmas por la burguesía, para perpetuar su dominación en función, de estructuras de conocimiento no racionales. Sin embargo, es posible que nosotros trabajadores, a partir incluso de esa forma de saber, podamos apropiarnos de esa significación simbólica y hacer nuestra propia Navidad, que no es otra cosa que producir el alumbramiento. Natividad obrera es en este 24 de diciembre de 2005, lucha por el nacimiento del Hombre Nuevo, construido desde los restos de una sociedad en crisis y construyéndose en una sociedad sin explotadores ni explotados.