Resulta difícil hablar hoy de Tucumán y referirse a otro tema que no sean las pasadas elecciones, las denuncias de fraude, la represión, las acusaciones cruzadas. Sin embargo, las desafortunadas declaraciones de la senadora Beatriz Rojkés de Alperovich no deben ser pasadas por alto, porque continúan abonando a un sentido común racista y discriminatorio. «Por […]
«Por ahí pienso que nos están subestimando mucho, los tucumanos no somos indios, ni salvajes, ni ladrones, no se confundan», expresó la senadora tratando de defender a los tucumanos y tucumanas.
No fue para nada original ya que el discurso del indio como salvaje o bárbaro no es nuevo en nuestra clase política. Ya en el siglo XIX Domingo Faustino Sarmiento sostenía que sentía «por los salvajes de América una invencible repugnancia sin poderlo remediar… no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría a colgar ahora. Incapaces de progreso, su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado».
Julio Argentino Roca, quien después llevaría adelante el genocidio de «la Conquista del Desierto», afirmaba que «hasta nuestro decoro como pueblo viril nos obliga a someter cuanto antes, por la razón o por la fuerza, a un puñado de salvajes que destruyen nuestra principal riqueza y nos impiden ocupar en nombre de la ley del progreso, los territorios más ricos y fértiles de la República».
El indio como sinónimo de salvaje, de ladrón, de vago y de borracho ha impregnado históricamente nuestro sentido común y no importa si ahora hablamos de «pueblos indígenas» o de «pueblos originarios», ya que más allá del cambio de categorías los atributos negativos asociados a estos grupos continúan fuertemente arraigados en nuestro imaginario, como demuestran las declaraciones de la senadora tucumana.
Aparentemente, tampoco importa que en una gran cantidad de leyes, de convenios internacionales y hasta en nuestra Constitución Nacional se reconozcan los derechos diferenciales de estos pueblos. De hecho, la senadora parece haber olvidado que desde el 2006, a partir de la Reforma Constitucional de la Provincia de Tucumán, en el Capítulo Quinto, Art. 149 se reconocen los derechos de los pueblos indígenas que habitan en el territorio provincial.
También parece haber olvidado que algunos tucumanos sí se reconocen como «indios». Según los resultados del Censo de 2010, al menos el 1,3% de la población de la provincia que la senadora representa adscribe como indígena o como descendiente. Y actualmente en distintos departamentos de la provincia existen comunidades indígenas del pueblo Diaguita y del pueblo Lule, entre otros.
Asimismo, mientras que Beatriz Rojkés de Alperovich se preocupa porque los tucumanos y tucumanas no sean asociados con indios, salvajes y ladrones, el cacique diaguita Francisco Chaile, de la comunidad india de Quilmes continúa preso (con arresto domiciliario por su delicado estado de salud) junto con 11 comuneros más, y el asesinato de Javier Chocobar aún continúa impune.
Las declaraciones de la senadora tucumana asociando a los pueblos originarios con salvajes ladrones lamentablemente no son una excepción sino una regla. La demostración de la continuidad de una construcción funcional a la negación de los derechos y garantías de las poblaciones originarias en pos de avanzar sobre sus territorios. Antes y ahora.
Florencia Trentini es doctora en Ciencias Antropológicas.
[N. de E.] Una selección de artículos recientes relacionados con el avance sobre los territorios de los pueblos originarios puede leerse en Rebelión:
Causas por usurpación de tierras, pericias antropológicas, intentos de desalojo. La incesante lucha por el reconocimiento territorial de los pueblos originarios. [Enlace].
Sobre las palabras de Beatriz Rojkés de Alperovich también puede leerse:
No somos indios, por Silvana Melo. APe. [Enlace].
Fuente: http://notas.org.ar/2015/08/27/ningun-indio-nace-chorro/