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No llores por ti, Argentina

Fuentes: Rebelión

Y pensar que todavía algunos, dizque izquierdistas, caen en las solapadas redes de la mentira. Aceptan, cariacontecidos, eso sí, que estamos en el inapelable borde del fin del ciclo de los gobiernos progresistas -tal lo denuncia la conocida intelectual Isabel Rauber-. Como si una de las leyes de la historia -pobre Marx, tan negado por […]

Y pensar que todavía algunos, dizque izquierdistas, caen en las solapadas redes de la mentira. Aceptan, cariacontecidos, eso sí, que estamos en el inapelable borde del fin del ciclo de los gobiernos progresistas -tal lo denuncia la conocida intelectual Isabel Rauber-. Como si una de las leyes de la historia -pobre Marx, tan negado por estos- estuviera constituida por el famoso movimiento pendular.

Así que, sin más, dado el agotamiento de los programas neodesarrollistas- «que incluyen el extractivismo, y su ´ineficiente´ capacidad de gestión»-, una avanzada de la derecha vertebraría un nuevo mundo. Y hacen un flaco servicio con estos «filosofemas» los caballeros y las damas del pensamiento, pues, según la reconocida fuente, estarían contribuyendo a instalar y «naturalizar» en la opinión pública el acabóse de los Ejecutivos populares y la «saludable» y más que «inteligente» alternativa.

Como si las propuestas que caracterizaron el quehacer de los gabinetes progresistas posneoliberales no estén cumplidas y se anunciara la apertura de una nueva era. Y como si, de manera concomitante, las masas no tuvieran que transitar por un conjunto de aprendizajes. Porque las revoluciones democráticas suponen la profundización de la lucha de clases, anudada fuertemente con una profunda batalla de las ideas, en la que resultaría imprescindible recordar que expiró la concepción de la política desde arriba y a «dedo», y fatal obviar que llegó el momento de la unión con los procesos concretos de los pueblos, sus actores y sus dinámicas. Arribó el chance de los de abajo.

Sin filosofar parcializado

Empero, habrá que recordar que, añosas, las tácticas burguesas suelen derivar en excelentes, porque no reparan en métodos. Si no veamos cómo, tal nos señala el colega Rubén Abelenda, el actual presidente de Argentina, Mauricio Macri, engañó impunemente a sus compatriotas cuando, en su cruzada electoral, prometió «cambios» y una «revolución de la sonrisa» -, que, no es menester subrayarlo, para nada están viviendo los más en la nación sudamericana, sino todo lo contrario, desde que ascendió al poder este ser oleaginoso. Sí, resbaladizo como el aceite.

A poco más de un mes de su llegada a la Casa Rosada, el 10 de enero -son ejemplos-, posee el triste record de haber desempleado a cerca de 20 mil trabajadores públicos -seguramente más al circular esta edición-, y, como antaño -¿recuerdan?-, colocar a la Policía en el triste papel de reprimir manifestaciones pacíficas de los ciudadanos perjudicados por los despidos masivos ordenados.

Si solo fuera eso. En nombre de la «pluralidad ideológica», nuestro hombre duro se atrevió a disolver el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego, creado en 2011, con el objetivo de estudiar y difundir hechos y miradas relegados en el relato hegemónico del discurrir de la patria. En la orden se argumenta -menudo chiste- que «no es función del Estado promover una visión única de la historia ni reivindicar corriente historiográfica alguna». Se sabe que la medida no guarda otra intención que la de proscribir la visión de ciertos especialistas nacionales; mas, por suerte, la entidad seguirá funcionando «dentro o fuera del ámbito del Estado», según plantean sus directivos y trabajadores.

Los «cambios» prometidos por este representante de la «nueva» e «inteligente» derecha significan subidas de las tarifas de gas, electricidad y agua, el incremento de los precios del combustible y el transporte, además de prolongados apagones, que han afectado a cientos de miles de familias. El mandatario interviene, además, a la empresa o institución que le venga en ganas, sin tener en cuenta al Parlamento y mucho menos a la justicia, y gobierna a golpe de decretos, como todo un clásico tirano de épocas «que parecían no volverían nunca más a Latinoamérica.»

Ahora entendemos más a la Rauber, con su entrecruzar sin pausas de aceros en el campo de la ideología, esa impostergable tarea de los revolucionarios, porque habría que profundizar el proceso de transformaciones para conservar lo alcanzado, construir un verdadero poder popular, al mismo tiempo que apostar a la creación y construcción de una nueva izquierda política, social y cultural, entendiendo dimensiones que integren la labor inherente a los desplazados de diverso origen -precarizados, indígenas, mujeres, jóvenes, niños, adultos mayores, los LGTB-, así como abrir espacios a disímiles identidades, cosmovisiones, saberes, sabidurías, corrientes: ecológicas, biopolíticas, bioéticas, feminismo con despatriarcalización «como crítica raigal del capital»…

Todo ello, y más, para configurar la gran ofensiva que impida el chasco sufrido por los argentinos, muchos de los cuales comprenden hoy que las mutaciones con que fanfarroneó nuestro «héroe» solo favorecerán a los ricos, y no a las grandes mayorías, las cuales nunca le han interesado a los sectores conservadores de la América nuestra, respaldados y financiados… se sabe: por los regímenes de los Estados Unidos, seguramente anuentes a la concepción de irrecusable terminación de la etapa del progresismo.

No en vano se encrespa el mentado comentarista. «Lo peor todavía está por venir, una vez los llamados fondos buitres comiencen a hacer sus bien conocidos estragos en la economía de Argentina, el descontento popular se generalice y el presidente intente contenerlo con mayor violencia y terror. El modelo Macri es el que Washington y la derecha vengativa latinoamericana quiere imponer en toda la región, y en especial en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Brasil, entre otras naciones.»

¿Qué pretenden mandamases y gerifaltes? Dar al traste con todo vestigio de unidad e integración de la Patria Grande, y restaurar el neoliberalismo, con anuentes cancerberos del Norte al frente de los países de la zona. Algo que en el caso del flamante presidente no resulta un piélago sereno, no, por casos como la salida del paso -mudo y lívido quedó, dicen las «malas lenguas»- en la reciente Cumbre del Mercosur, en Paraguay, provocada por la canciller venezolana, ante la «paladina» apología de un grupúsculo encarcelado, dado el empeño en desestabilizar a la brava la Revolución Bolivariana.

Agréguese a la lista el epíteto de dictador que le han endilgado, calimbándolo cual becerro, las Madres de la Plaza de Mayo. Y el que los sindicatos estén en alerta, por si acaso el Gobierno se atreve a cancelar el contrato de 24 mil empleados públicos. Y la metedura de pierna -mantengamos el tono en lo posible- del Decreto de Necesidad y Urgencia con que echa por tierra la Ley de Servicios de Comunicación Audivisual, que concentrará a este más aún en las manos «correctas»: oligarcas, ellas. …

Afortunadamente -no todo está velado-, la exestadista Cristina Fenández prepara su retorno al ruedo, como cabeza de una fundación eje de su actividad opositora de un mutante ámbito, el que demuestra algo blandido por Isabel Rauber, y compartimos en toda la línea: ya feneció el maximalismo político y el minimalismo práctico de sectores (ultra)izquierdistas.

Reiterémoslo. Se agotó la concepción de la dirección solo desde arriba, la «bobería», el romanticismo anodino acerca de la democracia, la subestimación de la política y las viejas modalidades de la representación que suplantan el protagonismo popular y fragmentan el tejido social. Lo mejor: las masas lo intuyen. No habrá por qué canonizar el traído y llevado «movimiento pendular». Derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha… Bah, filosofemas parcializados.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.