Los pueblos no nacen para vivir bajo la opresión, no pueden vivir oprimidos. Luchar, o ayudar a que luchen, a que prosperen…, es nuestro deber. Argentina sigue sangrando por los miles de asesinados y detenidos desparecidos de su última dictadura militar. Gustavo Calotti, sobreviviente de esa época de horror, fue detenido el 8 de septiembre […]
Los pueblos no nacen para vivir bajo la opresión, no pueden vivir oprimidos. Luchar, o ayudar a que luchen, a que prosperen…, es nuestro deber.
Argentina sigue sangrando por los miles de asesinados y detenidos desparecidos de su última dictadura militar.
Gustavo Calotti, sobreviviente de esa época de horror, fue detenido el 8 de septiembre de 1976 en la ciudad de La Plata. En ese entonces, era estudiante y además trabajaba como cartero. Su nombre está ligado a la trágica Noche de los lápices, y ha sido testigo clave y querellante, en los juicios contra los represores de sus compañeros y amigos. Luego de tres años en prisión, salió al exilio en Francia y hoy reside en su país natal.
En junio pasado, Gustavo declaró en el juicio contra los represores de la Unidad Carcelaria Número 9, dónde estuvo detenido junto a Jorge López. Jorge, era uno de los principales demandantes en la causa contra el Director de Investigaciones de la Provincia de Buenos Aires, Miguel Etchecolatz, y desde el 18 de septiembre de 2006 se encuentra nuevamente desaparecido.
Recuerdo a Jorge con mucho cariño, compartí con él en la Unidad 9, vivíamos en el mismo pabellón. Nosotros siempre charlábamos mucho, es una persona que yo siempre quise mucho y realmente hoy me duele mucho sentir su ausencia. López es un gran hombre, muy humilde, muy sufrido, muy trabajador siempre. Volví a retomar contacto con él por el año 2003, y lo vi pocos días antes de que lo secuestraran.
¿Qué ha hecho la justicia argentina frente a este secuestro en democracia?
Yo creo que se hizo mucho, pero tarde y mal. Se ha desplegado una cantidad de fuerzas inusuales en la búsqueda de López, pero cuando lo hicieron ya fue demasiado tarde.
Sus palabras son claras, certeras y no aceptan el silencio que la impunidad quisiera imponer.
En Argentina yo creo que siguen existiendo grupos, que en algún momento hacen como el coletazo del ahogado, y pueden dar muestras de cierta violencia.
López no desparece por casualidad, López es una advertencia de los ex represores, de los genocidas; es una advertencia a todos nosotros que estamos testimoniando. López es la manera de amedrentarnos, de decir: «ustedes tienen que parar muchachos porque nosotros no queremos ir a la cárcel».
¿Qué opinas del Poder Judicial de tu país?
Hoy por hoy, estoy a medias contento con lo que está pasando en Argentina en cuanto a los juicios.
Hay 600 inculpados, eso quiere decir que acá ¿desparecieron 30 mil personas, y hubo un millón de exiliados a causa de 600 personas? Acá hay muchas más personas implicadas.
Hay archivos de los servicios de inteligencia de aquella época, de lo qué pasó con cada compañero, de quién los secuestró, por qué, quién los torturó, quién los eliminó, en dónde enterraron sus cuerpos. Esos archivos -que siguen estando y que no aparecen- no aparecen por falta de decisión política.
No olvidemos que esto fue una dictadura cívico militar; se quiso imponer un proyecto económico de otra sociedad diferente.
Los autores intelectuales de todo esto, en su mayoría, hoy están en libertad.
Acá se está tratando de llevar juicios contra algunos, para evitar que muchos más sean enjuiciados y sean condenados; por eso no estoy totalmente contento.
A tu regreso a Argentina, ¿has sentido temor luego del secuestro de Jorge López?
Te confieso que sí, que vivo con un poco de temor. Hay compañeros que tienen custodia policial, que se han acogido a un plan de protección de testigos. Yo no quiero, no quiero vivir con un policía al lado mío, pero es verdad que yo siento temor.
Si tengo que testimoniar contra otros represores lo voy a hacer, voy a dar la cara, no me escondo.
Gustavo no habla con odio ni rencor, su ser no busca revancha sin embargo, espera que los culpables vayan a la cárcel -no los 600 inculpados- sino los miles que participaron en los crímenes y torturas.
Ellos tenían todas las armas legales para hacerme un juicio y condenarme, y yo tenía que tener el derecho de defenderme, y no tuve ninguna oportunidad de esas. A mi me perdonaron la vida, y no sé por qué, ¿y la gente que mataron de manera sumaria, y los inocentes que murieron en ese genocidio? Yo sinceramente no se los perdono.
El 8 septiembre de este año, se postergó – hasta marzo de 2011- el juicio oral contra los ex dictadores Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone en la causa «Plan sistemático de robo de bebés», no obstante, siguen adelante otros procesos por delitos de lesa humanidad, en los cuales el octogenario Videla, es el principal inculpado.
La sociedad sabía fehacientemente que había habido bebés secuestrados, que se calculaban aproximadamente en 500, y eso quedó como una cuenta pendiente.
Yo creo que la lucha de las abuelas -que ha sido incansable y que ha dado muchos frutos-porque han recuperado más de cien nietos, va a seguir existiendo.
Esta gente, de una manera u otra va a tener que ir a la cárcel y pagar, como paga cualquier hijo de vecino sus culpas.
Calotti es firme al afirmar: hay cosas que no se perdonan. Hay una consigna que dice, «no nos olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos». Yo no perdono, yo no me olvido, yo no me reconcilio con esta gente.
Ninguna dictadura en América latina hizo desaparecer a los bebés, los robó con tanta impunidad, y en tal cantidad como lo hicieron los argentinos.
Tu corazón, ¿qué siente después de tanta barbarie?
Mi corazón tiene mucha tristeza, porque cada vez que charlo con alguna persona de estas cosas, siempre recuerdo a todos los compañeros, los compañeros míos…, personales, que murieron, que ya no están.
Me hubiese gustado tanto que estuvieran acá viendo lo que está pasando.
Y por último, ¿cómo miras el futuro?
No hay que perder las esperanzas. Durante 25 años pensé que había sido una perdida inútil , pero hoy me doy cuenta que no, que no fue inútil, que ellos dieron la vida, que murieron , y que fuimos extremos, pero que valió la pena, que esto está cambiando y está cambiando para bien. Eso, a mí me regocija.
Los pueblos no nacen para vivir bajo la opresión, no pueden vivir oprimidos. Luchar, o ayudar a que luchen, a que prosperen…, es nuestro deber.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.