Los acreedores de deuda argentina agrupados en el Club de Paris, dieron el visto bueno al gobierno nacional para reunirse el próximo 26 de mayo con el objetivo de llegar a un acuerdo por los 10 mil millones de dólares que le reclaman al país. Junto con el plan de ajuste interno, los deberes y […]
Los acreedores de deuda argentina agrupados en el Club de Paris, dieron el visto bueno al gobierno nacional para reunirse el próximo 26 de mayo con el objetivo de llegar a un acuerdo por los 10 mil millones de dólares que le reclaman al país. Junto con el plan de ajuste interno, los deberes y gestos hacia el FMI en términos de la reforma de las estadísticas nacionales, el acuerdo para la indemnización a Repsol, este acercamiento termina de configurar los lineamientos de una «salida» del momento catastrófico de la crisis. Desde la derrota electoral del oficialismo en octubre pasado, hasta la fuerte devaluación de principio de año, se vivió una coyuntura crítica: el revés electoral (que era producto del declive económico) acrecentaba la crisis política, y ésta a su vez agravaba la crisis económica. Los momentos más dramáticos se vivieron en enero, cuando el gobierno decide un giro hacia la devaluación brusca y el ajuste.
El discurso de inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso cerró ese momento y abrió un nuevo consenso de los dueños del país y sus representantes políticos. Pueden debatirse los ritmos, los matices del «nuevo plan», pero no sus lineamientos generales.
Tomó fisonomía un frente unido que incluye a las representaciones políticas tradicionales, al grueso de las dirigencias sindicales, a las distintas fracciones del empresariado y hasta el papa Franciso, quien había sintetizado el objetivo en una consigna: «cuiden a Cristina», y que ahora la recibió en privado en su residencia de Santa Marta.
El economista Luchas Llach, que no puede ser sospechado de «izquierdista», describe lo esencial del nuevo consenso: «Pero supongamos que el nuevo modelo del ajuste funciona. ¿Qué es el ajuste? Una devaluación que no es compensada totalmente por aumentos salariales. Los precios suben algo más que los salarios (por eso caen los salarios reales) pero menos que el dólar: mejora el tipo de cambio real. Quizás esta caída en el salario real se acentúa con aumentos de tarifas, para mejorar las cuentas del Estado y no depender tanto de la maquinita que supo o quiso manejar Amado» (Blog «La ciencia maldita», 14/03/2014).
El «éxito» del nuevo modelo tiene su fundamento esencial en la caída del salario real. El posible aumento de tarifas, para disminuir los subsidios, permitiría mejorar las cuentas del Estado, aunque también afectaría al salario. Y a esto habría que agregar los posibles acuerdos con los «organismos multilaterales de crédito», eufemismo políticamente correcto con el que se denomina a los saqueadores que han sostenido y profundizado la dependencia nacional, a través del mecanismo del endeudamiento externo.
De ahí la relevancia de la pulseada salarial con los docentes, sobre todo en la estratégica provincia de Buenos Aires. La contención salarial es un eje del nuevo plan. El «ancla» más baja posible debe darla la paritaria docente.
La «batalla cultural»
Cierto kirchnerismo acuñó el falso lema de que a su izquierda estaba la pared. Con el ajuste, la devaluación y el nuevo relato, el gobierno no solo cruzó hasta la pared de enfrente, sino que la rompió a mazazos y se pasó al cuarto de al lado donde esperaban ansiosos Scioli, Massa, Macri y una larga lista. Con esta señal de largada desató una competencia rabiosa por ver quién se ubica más a la derecha.
El jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, volvió a aumentar la tarifa del subte de la ciudad de Buenos Aires, llevándolo a $4,50, con lo que llega a un récord acumulado de 309% de aumento en dos años.
El vicegobernador de la provincia de Buenos Aires, hasta hace poco símbolo del «nac&pop» conurbano, Garbiel Mariotto, sacó a relucir su duhaldismo genético. El dirigente, formado en los ’90 en la «escuela» de Liga Peronista Bonaerense (Lipebo) que conducían Duhalde y Cafiero, salió a exigir que se declare a la educación un «servicio esencial», es decir, limitar el derecho a huelga de los trabajadores estatales peor pagos del país.
José Manuel de la Sota, ni lerdo, ni perezoso, no iba a permitir de ninguna manera ser «corrido por derecha» y mucho menos por el kirchnerismo, así que directamente mandó un proyecto de ley también con el eufemismo de los «servicios esenciales», pero agregó un plus: la posibilidad de 30 días arresto para huelguistas que rompan la normativa, remitiendo a un artículo del Código de Faltas que rige en la provincia.
Sergio Massa hizo su campaña contra el ante-proyecto de reforma del Código Penal, repitiendo toneladas de lugares comunes que son música para los oídos de la clase media conservadora, con una solución corta y simple para los graves problemas sociales: la penalización y la «mano dura».
Y el brazo ejecutor del nuevo relato, el ex teniente coronel Sergio Berni, identifica al enemigo común y le pone nombre y apellido. Primero se ensañó con el diputado nacional del PTS en el Frente de Izquierda, Nicolás del Caño, y luego con el legislador -del mismo partido y coalición- por la provincia de Buenos Aires, Christian Castillo (al que llamó «diputado piquetero»). Ambos son «culpables» de no aceptar el nuevo consenso y salirse de los aparentes «enfrentamientos» de la politiquería tradicional, para bajar a la calle a defender codo a codo, los derechos pisoteados de las grandes mayorías.
El clima y la agenda de la política nacional se tiñen de un espíritu reaccionario. Los adalides de la «batalla cultural», el cartaabiertismo y sus pares quedan, una vez más, rastreando en el diván del psicoanálisis («¿por qué hicimos una devaluación que no queríamos?»), las causas de una nueva frustración, inexplicable desde su punto de vista político.
El «éxito» del nuevo plan es sinónimo de un nuevo fracaso, empobrecimiento, pérdida del poder adquisitivo y deterioro general de las condiciones de vida de la mayoría de la población trabajadora. El nuevo relato anuncia tiempos violentos y el desafío es la capacidad de resistencia contra el consenso ajustador. La izquierda probará su capacidad, no sólo ya en la superestructura de la política electoral y parlamentaria, sino en la arena caliente del conflicto social y del fantasma que recorre nuevamente la Argentina, el de la pura y dura lucha de clases.
Blog del autor: http://elviolentooficio.blogspot.com.ar/
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