David Harris es director ejecutivo del Comité Judío Americano (AJC). Nada menos. El País global-imperial le ofrece sus páginas; no se molesta en buscar a nadie que pueda expresar el punto de vista palestino (la víctima evidente en esta criminal limpieza étnica diseñada y planificada con todo detalle), y publica el viernes 19 de abril […]
David Harris es director ejecutivo del Comité Judío Americano (AJC). Nada menos. El País global-imperial le ofrece sus páginas; no se molesta en buscar a nadie que pueda expresar el punto de vista palestino (la víctima evidente en esta criminal limpieza étnica diseñada y planificada con todo detalle), y publica el viernes 19 de abril un artículo -«Los 65 años de Israel»- del director ejecutivo [1]. Su tesis destacada, subtítulo de la nota: «El vínculo entre una tierra, una religión y un pueblo es la clave del éxito de este país».
Veamos como DH argumenta el «éxito» de ese país:
En muchos países, señala Mr. Harris, «un 65º aniversario quizá no despierte grandes entusiasmos. Pero si el país es Israel, que celebra su cumpleaños este mes, la cosa es muy distinta». ¿Por qué es muy distinta? Porque «es el único Estado miembro de la ONU cuyo derecho a existir se pone en duda de manera habitual, cuya eliminación del mapa es el objetivo de, al menos, otro miembro de la ONU (Irán) y cuyos centros de población son presas al alcance de Hamás, que domina Gaza, y Hezbolá, que domina Líbano».
La entrada de la nota: quien golpea primero, golpea antes y señala el escenario del combate. ¿De qué habla Mr Harris? ¿De las permanentes operaciones militares de castigo, asesinato y muerte de uno de los ejércitos mejor dotados del mundo? Nada, nada de eso, ni una coma. ¿Del intento de destrucción de Palestina y de sus pobladores por parte de ese Estado existente cuya existencia de pone en duda de «manera habitual»? Tampoco, ni un punto, ni una ligera referencia. ¿De la abonada y financiada política usurpadora a través de colonos fanatizados de derecha extrema? Por favor, ni siquiera un acento es dedicado al asunto.
Mr Harris prosigue con su militarizada marcha triunfal. «Ninguno de los países que violan sin cesar los derechos humanos -Irán, Corea del Norte, Bielorrusia, Zimbabue, Sudán y otros- es objeto de un escrutinio tan implacable, obsesivo y dispuesto a declararle culpable mientras no se demuestre lo contrario como el que recibe Israel, un país democrático, por parte de los organismos de la ONU.» ¿Israel país democrático? Más tarde un comentario. ¿Escrutinio implacable, obsesivo, culpabilizador? ¿De quién, de quiénes? ¿El Estado racista y clasista de Israel, el mismo que manda a sus policías especiales a asesinar a individuos en otros países, respeta los derechos humanos, por ejemplo, de su propia población palestina? ¿Desde cuándo? ¿Desde la muerte-asesinato de Arafat?
Mr. Harris no se aleja ni un momento de su sendero de abyección. Ningún otro país del mundo, asegura con lenguaje tronante, «es blanco de campañas tan constantes, bien financiadas y organizadas para desacreditarlo, deslegitimarlo y demonizarlo como Israel, ni se pone tanto en tela de juicio su derecho a defenderse». ¿Defenderse? ¿De qué ataques? ¿En tela de juicio la defensa de Israel? ¿Desde cuándo? Lo de campañas organizadas recuerda, al pie de la letra, lo que solían afirmar los antiguos dirigentes de la Sudáfrica del apartheid.
La coletilla final del punto, por lo demás, merece ser resaltada. «Ningún otro país está sujeto a un examen tan microscópico en los medios de comunicación, a menudo, fuera de contexto y sin ningún equilibrio». ¡Qué risa ría Felisa! ¡Examen microscópico de Israel por parte de los medios que ellos mismos dominan casi en su totalidad!
Mr. Harris, por si tuviéramos alguna duda, señala que Israel, su Israel, le inspira una profunda admiración. ¿Por qué? «Por su perseverancia, su capacidad de resistir, su valor y su creatividad». ¡Capacidad de resistir, valor! ¿Estará pensando en Palestina y se la habrán cruzado las palabras?
Lo conseguido, señala, es impresionante. ¿Qué le impresiona? «El renacimiento de un Estado con una sólida base democrática, la acogida a millones de refugiados e inmigrantes procedentes de todos los rincones del mundo, y el empeño en superar continuos obstáculos que parecen invencibles». ¡El mundo al revés! ¿Sólidas bases democráticas un país que margina a su población por razones étnicas? ¿Es razonable hablar de refugiados por parte de un país, un Estado, que ha generado centenares de miles de ellos? ¿Renacimiento de un Estado señala Mr. Harris? ¿En qué renacimiento estará pensando?
Israel, añade un Mr Harris en un momento el que parece haber perdido el juicio, mantiene un compromiso «lograr un acuerdo de dos Estados con los palestinos». Su posición sigue siendo inamovible, «como demuestran las encuestas, a pesar de que muchos se preguntan si los palestinos, que han tenido sucesivas oportunidades de obtener la soberanía, comparten verdaderamente el objetivo israelí de que haya dos Estados, uno judío y otro palestino, que convivan en paz». Por aquí, por supuesto, asoma uno de los temores sionistas por excelencia: un estado único para todos los ciudadanos y ciudadanas del territorio. Más allá de ello: ¿compromiso del Estado de Israel para que los palestinos tengan su propio Estado? ¿Será un chiste, un pésimo chiste de Mr. Harris?
Los adversarios de Israel no entienden el milagro, prosigue el director ejecutivo. ¡El lenguaje religiosa vuelve al escenario! No entendemos «cómo es posible que esta nación de solo ocho millones de habitantes, que tenía 650.000 en el instante [¡en el instante!] de su nacimiento, en 1948, haya logrado hacer frente una y otra vez a las agresiones de unos países árabes mucho más poblados». ¿Agresiones árabes una y otra vez? No sólo eso: no logramos entender «cómo puede ser que Israel, sin recursos naturales propiamente dichos hasta el reciente hallazgo de yacimientos de gas», se haya convertido en una economía del primer mundo, ¡del primer Mundo!), «con varios galardonados con el Premio Nobel, y tenga tanto prestigio mundial entre innovadores y emprendedores». ¡Sobre todo entre emprendedores!
La respuesta de todo ello es muy sencilla según Mr Harris: «el factor fundamental es el vínculo tradicional entre una tierra, una religión y un pueblo». ¡Vaya por Dios! ¡La tradición, la tierra! ¿No les huele mal? ¡Las Sagradas Escrituras, talmúdicamente interpretadas, estaban escondidas! Aparecen con fuerza: «Ya lo dijo el profeta Ezequiel hace 2.700 años: «Y esto dice el Señor Yahvé: Ved que sacaré a los hijos de Israel de las naciones a las que se hayan ido y los reuniré de todas partes y los traeré a su tierra; y haré de ellos una sola nación en la tierra, sobre las montañas de Israel… Y trabajarán la tierra desolada… Y dirán: Esta tierra que estaba desolada se ha convertido en el Jardín del Edén». ¡Acabáramos! ¡Lo apuntó el profera! Pero no solamente elprofeta, también lo apuntó el profético Winston Churchill: «La formación de un Estado judío en Palestina es un acontecimiento en la historia mundial que no hay que juzgar desde la perspectiva de una generación ni de un siglo, sino desde la perspectiva de 1.000, 2.000 o incluso 3.000 años». ¡Qué clarividencia política! En síntesis: no juzguemos. La Historia lo perdona todo, y olvida la mayoría de los atrocidades. Ya sabemos quien suele escribir sus guiones.
Como ocurre en todas las sociedades democráticas, en Israel queda mucho por hacer según Mr Harris. ¿Qué cosas? Los retos son numerosos: «qué hacer con docenas de partidos políticos que se disputan 120 escaños parlamentarios, cómo lidiar con los grupos religiosos extremistas, cómo reducir las desigualdades entre ricos y pobres», una preocupación, esta última, muy presente en el director ejecutivo, y la perla al final: «cómo encontrar el equilibrio entre ser un Estado judío y ser una democracia». ¡Eso, eso, a ver como cuadramos el círculo! ¡Ser una democracia y ser a un tiempo un estado étnico que segrega a centenares de miles de sus ciudadanos! ¡A ver, a ver qué nos inventamos! Este es el punto, esta es la cuestión.
El discurso religioso no se ha evaporado del artículo: «Israel es, por encima de todo (¡por encima de todo!), una «aventura» asombrosa». ¡Una aventura el intento de destrucción de un pueblo, el palestino! El se siente privilegiado de poder ver «cómo se hacen realidad las plegarias de generaciones que, desde hace casi dos milenios, rezaban por el regreso a Sión desde su exilio». ¡Plegarias de generaciones! ¿De qué haba Mr Harris?
Al final, el cinismo en su máxima expresión, la falsaria ideología encubridora sionista en el puesto de mando: «E imaginemos el papel que puede desempeñar un día Israel en la región, si se logra la paz entre todos los países vecinos, con su aportación a los esfuerzos para mejorar la seguridad alimentaria, la seguridad de las aguas, la seguridad energética, la seguridad ambiental, la seguridad sanitaria y la seguridad del conocimiento, todas ellas cuestiones que van a ser fundamentales en el siglo XXI». ¿Seguridad alimentaria et alteri de todos los habitantes de la región? ¿Está usted de broma?
Este, el que él señala fantaseando, concluye Mr Harris-director-ejecutivo, «es un Israel que no ocupa un lugar destacado en los medios, pero es el país que late a diario, lleno de amor por la vida, la libertad y la tierra». ¡El Mundo al revés de Mr Harris: el verdugo presentado como víctima! ¡Qué indecencia! ¡Qué locura poliética! ¿Creerá Mr Harris una sola palabra, una sola, de las que ha escrito? ¿Cuál de ellas?
De la generosa e interesada ayuda del amigo americana, nada de nada. Mr Harris is born in the USA. Y esas cosas, los trapos sucios, no se cuentan. No quedan nada bien en las reuniones. Se lavan en casa… Y a escondidas.
Notas:
[1] David Harris, «Los 65 años de Israel», El País, 19 de abril de 2013, p. 37.
Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.