El esperpéntico Pacto de Mayo, que estará firmado antes de la publicación de esta nota, además de ser un decálogo del colonialismo, el aumento de la fragmentación social y las desigualdades, anuncia la profundización del paradigma neoliberal de la educación.
Toda reforma educativa debe ser debatida por quienes están involucrados, el propio sistema educativo debe ser democratizado y deconstruir su arquitectura monolítica y vertical, donde desde un ministerio nacional, hoy devaluado en secretaría, se oficia como faro con ministros fusibles, que en muchísimos casos su única experiencia escolar es haber sido alumnxs.
Pero más aún, la ministra Sandra Pettovello, leyó su discurso, antes de que lo hiciera el gobernador provincial, Marcelo Orrego y el propio señor presidente, que lo hizo para el cierre del acto, ante una concurrencia cautiva en San Juan, en la Casa de Sarmiento, con el objetivo de presentar el Plan Nacional de Alfabetización.
Con la publicación del decreto 579/2024 se da la creación del plan de alfabetización, argumentado en los resultados de las pruebas estandarizadas Aprender 2016 donde “se refleja que CUATRO (4) de cada DIEZ (10) estudiantes de tercer grado se ubicaron en el nivel básico o menor de desempeño, presentando mayores dificultades en la interpretación de textos”; en las pruebas ERCE 2019 (de l faro reformista UNESCO) de donde surge que el “46% de los estudiantes de tercer grado se ubicaron en el nivel de desempeño más bajo, dando cuenta de dificultades para trabajar con información que no es explícita o no está destacada (…) y el 68,1 % de los estudiantes de sexto grado no alcanzó el nivel mínimo de competencias que se considera aceptable en esa etapa de la escolaridad”. También abonan el decreto las pruebas Aprender 2023 que muestran que el “34 % de los estudiantes de sexto grado no alcanzó el nivel de desempeño Satisfactorio de comprensión lectora, es decir, se ubica en el mínimo de los niveles de desempeño que se consideran necesarios para dicho grado”. Para finalizar con las aun más polémicas pruebas PISA, de las que hemos estado hablando desde hace más de 15 años, no solo por el negocio multimillonario que establece con la editora de libros Pearson, sino por la propia construcción en la definición de los resultados. Al igual que lo acontecido con las pruebas Aprender.
Pero, más allá de nuestros comentarios sobre la seudo idoneidad de estos instrumentos evaluatorios, que, curiosamente, se han convertido en más importantes que el propio conocimiento, ninguno de ellos da cuenta de la realidad efectiva en la que están inmersos lxs estudiantes y mucho menos sus procesos cognitivos, son sólo difusas impresiones que solo abastecen el mercado educativo para el que fueron creadas. Un mercado de la educación al que no le interesa que 6 de cada 10 niños menores de 14 años sea pobre en Argentina. Otra simple métrica que solo sirve para hacer discursos filantrópicos, mientras quienes acaparan el negocio del formateo educativo reciben suculentos fondos de los propios organismos internacionales y de nuestros gobiernos, atascados en la colonialidad del poder; así como bancos, empresas y corporaciones que son exentas de impuestos por su “colaboración”.
Detrás del plan de alfabetización se escudarán fundaciones, ong, de las que expresan sus posmodernas preocupaciones por la educación y por las “trayectorias escolares”, concepto devenido del acervo lingüístico del Banco Mundial y sus grupos operativos que en sus informes han llegado a expresar que: “…los docentes no están lo suficientemente capacitados para evaluar el aprendizaje de manera eficaz, sobre todo cuando las evaluaciones se enfocan en destrezas más complejas (…) No hay una manera eficaz de integrar los resultados de la evaluación formativa que los docentes realizan en el aula con este tipo de información confiable sobre todo el sistema…” (refiriéndose a las pruebas estandarizadas).
Toda una definición de la consideración del Banco Mundial sobre la docencia y sobre el trabajo incansable que realiza en su desprestigio, mientras que nuestros gobiernos, de todos los signos políticos que nos atravesaron desde los 90 del siglo pasado hasta el actual han adherido y nos han empeñado con sus créditos (como con los del BID) en múltiples y multimillonarios programas de “mejoramiento de la educación”, que también, curiosamente, nunca han logrado buena performance (¿no se evalúan las aplicaciones de esos programas?) puesto que la métrica de los resultados de sus propias pruebas y las de sus burdas copias vernáculas, siempre oscilan entre (más o menos) las mismas mediciones, que son tan alarmantes como eficaces para el negocio del mercado educativo.
Tal como queda textualizado en el propio decreto: “…en el marco del mencionado Programa, se promoverá el establecimiento de relaciones estratégicas con organismos de gobierno y organizaciones del sector privado y de la sociedad civil que apoyen iniciativas de alfabetización…”. (Léase, fundaciones, ong, empresas y universidades privadas).
La película es siempre la misma en una especie de cine continuado y con los sucesivos gobiernos, aunque ninguno se pregunta el porqué de las dificultades en las cuestiones de lecto-escritura en niñxs y adolescentes, sólo interesan las métricas, no los niñxs, ni los adolescentes, ni los jóvenes en tanto alcancen los estándares de performatividad económica y adquieran las competencias que el mercado necesita.
El decreto se enmarca junto al proyecto de esencialidad educativa en el punto 4 del estrafalario Pacto de Mayo: “Una educación inicial, primaria y secundaria útil y moderna, con alfabetización plena y sin abandono escolar”, tan importante es la educación, que obviaron la educación superior universitaria y no universitaria.
Ese punto dio origen al título de esta nota, en los dos adjetivos con los que se califica a la educación, “útil y moderna”, pero antes de entrar en la interpretación, vayamos a lo de alfabetización plena, porque en Argentina hay alfabetización plena, según el censo 2022 nos dice que sólo el 1,9% no sabe leer ni escribir, esto supone alfabetización plena; incluso la propia UNESCO indicó que la tasa de alfabetización en Argentina es del 99%.
Entonces, no es que tenemos analfabetismo, el problema transita por otras cuestiones que tienen que ver con dos conceptos de los que expusimos más arriba, la pobreza (con todas las variables que implica) y los procesos cognitivos (con todas las variables que implica, también), ambos asociados a la nutrición (o la falta de ella).
Y es esto lo que viene asociado al abandono escolar, los vulnerados, los marginales que también fueron y son excluidos por las mismas políticas que luego se esconden detrás del marco escolar para señalar que las responsabilidades son de los docentes que tienen que hacer el seguimiento de las trayectorias. El abandono escolar no lo provoca la escuela, es un efecto de la vulnerabilidad social de esos 6 de cada 10 menores de 14 años que les señala el INDEC.
Así que, por supuesto que la escuela tiene un serio problema, enfrentar los procesos sistemáticos de vulneración social que llevaron y llevan a cabo, en mayor o menor medida, todos los gobiernos.
En educación no hicieron más que alinearse a las políticas y los créditos de los organismos internacionales y sus recomendaciones de la participación de las “organizaciones de la sociedad civil”, eufemismo de la entrada sesgada del mundo del negocio privado de manipulación ideológica que anula toda forma de emancipación del conocimiento. De ahí el conocimiento como mercancía y la transformación de la educación en un nicho subsidiario del mundo corporativo.
Vale recordar que es la propia ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, quien retaceaba los alimentos y, fundamentalmente, la leche a lxs niñxs que más la necesitaban (por aquello de la pobreza-nutrición-proceso cognitivo), la misma que en el discurso sobre el plan de alfabetización y citando las mismas métricas que usó en el decreto leyó que: “el verdadero drama argentino consiste en la pobreza cultural y educativa, tal como lo demuestran las evidencias de las distintas evaluaciones nacionales e internacionales, como las pruebas PISA y Aprender”.
Discursos armados, vacíos de conceptualizaciones pedagógicas y pletóricos de furcios y tropezones lingüísticos.
Es absolutamente verosímil que quien está mal comido, mal dormido, con historias familiares de todos los días, complicaciones por el hacinamiento en su vivienda precaria, lo que Lev Vigotski llamara la vivencia, tenga problemas en su proceso cognitivo con efectos en su mundo cultural y educativo, pero que quienes ostentan cargos en el Estado, pasando por un ministerio, una gobernación y nada menos que la presidencia, no puedan, ninguno de los tres, articular un discurso sin leer; eso, definitivamente deja en claro la pobreza cultural y educativa (para no mencionar, por vergüenza ajena, que también se detectan serias dificultades en la lectura en voz alta, algunos se ubicaron en un nivel de desempeño muy bajo y no son pobres, ni indigentes -y no son niñxs de tercer grado- y tienen estudios superiores).
El señor presidente, en su catarata de tropezones lingüísticos, sostuvo en su lectura que: “Ser complacientes es lo que nos trajo hasta acá. La exigencia es buena, no es mala; la evaluación es buena, no es mala. Que quede claro: evaluar no es estigmatizar, como dicen algunos. Evaluar es la mejor herramienta que tenemos”. ¿De que complacencia habla? ¿Tal vez acusa de complacientes a lxs docentes que escuchan a sus estudiantes y comprenden su “vivencia”?
Si la política estuviera al servicio del bienestar general, si en lugar de poner la competencia como un valor, pusiésemos la socialización del conocimiento como un derecho y la escuela no funcionara, además, como refugio contra una realidad que todos los días castiga, probablemente, se podría hablar de exigencia, pero exigencia epistemológica no vigilante, confiscatoria. La evaluación es un proceso, no una instantánea, las pruebas PISA son extemporáneas y descontextualizadas, además de un gran negocio (perdón por la insistencia).
En otra de las secuencias, muy fiel a su imaginario, Javier Milei dijo que gracias a la generación del 80 “…en pocas décadas pasamos de ser un escenario en el 9 de cada 10 argentinos fueran analfabetos a ser el primer país de la historia de la humanidad en erradicar el analfabetismo…”. En 1914 el 35, 9% era la tasa de analfabetismo; en 1947 disminuía a 13,6%, en 1980 desciende al 6,1 y 3,7 en 1991. No fueron “pocas décadas”.
Para finalizar, una educación útil y moderna. Útil, nos remite al concepto instrumental, alejado del concepto de la educación para el desarrollo intelectual, la educación se convierte en un menú de aprendizajes formateados para generar determinadas habilidades y profundizar las competencias que el capitalismo necesita de sus potenciales empleados para la generación de ganancias, es por eso que dos de las competencias requeridas son la flexibilidad y la adaptación, además de la vidriosa “educación emocional” que en documentos del Banco Mundial, la torna más sospechosa todavía.
Moderna, ya lo hemos adelantado con la participación de las “organizaciones de la sociedad civil” y las empresas EdTech con sus colecciones de plataformas, también el formato home schooling o los modelos híbridos, claro que todo depende de cada una de las jurisdicciones y del pestilente Pacto de Mayo.
Otra vez, se hace necesario volver a resignificar la educación pública, común, gratuita y científica para que estas reformas no promocionen colecciones de autómatas de mercado, lo que Angélique Del Rey definió como un “hombre sin atributos”.
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