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Lucha por la tierra en Santiago del Estero

Para que no haya hombres sin tierra ni tierra sin hombres

Fuentes: Rebelión

En Santiago del Estero, al igual que en muchos otros lugares de América Latina, la lucha por la tierra lleva más de 500 años de historia. Así lo reconocen hoy los campesinos que allí viven, que allí luchan, quienes distinguen dentro de este proceso tres claras etapas. La primera se inicia con la conquista española, […]

En Santiago del Estero, al igual que en muchos otros lugares de América Latina, la lucha por la tierra lleva más de 500 años de historia. Así lo reconocen hoy los campesinos que allí viven, que allí luchan, quienes distinguen dentro de este proceso tres claras etapas.

La primera se inicia con la conquista española, que destruyó la organización de la producción existente, principalmente mediante el ataque y dominación de los pueblos originarios y su utilización, mediante la mita, ecomienda y yanaconazgo, como mano de obra para el centro minero de Potosí, por ese entonces una de las áreas más pobladas y dinámicas del mundo. Al Noroeste argentino (NOA), y dentro de éste a la provincia de Santiago del Estero, se le asignó la «función de abastecedora de recursos agrícola-ganaderos y humanos, como periferia de Potosí.» 1

Durante este período colonial se reorganizó el espacio de acuerdo a los intereses económicos y políticos de los invasores. La fundación de núcleos urbanos (Santiago del Estero fue el primero en 1553) permitió no sólo la apropiación de las tierras aledañas por parte de los blancos, y la defensa de la frontera frente a los indios, sino además articular un sistema de caminos que permitiera el aprovisionamiento de la fuente minera, base de la economía mercanitilista europea.

La segunda etapa que distinguen los campesinos comienza en el siglo XX. El espacio argentino es organizado ahora en torno a la región pampeana, de acuerdo a la inserción del país en la División Internacional del Trabajo como proveedora de granos y carne, principalmente a la potencia del momento, Inglaterra, que llevaba a cabo la Revolución Industrial.

La expansión del ferrocarril, que en esta provincia llegó en 1870, fue la herramienta por excelencia para incorporar a estos espacios al modelo productivo, manteniendo su carácter de periferia, y haciendo posible así, sostener la hegemonía de las fértiles llanuras pampeanas. El trazado del ferrocarril re-configuró el territorio santiagueño, aislando antiguas poblaciones de origen quechua cuyo modo de producción combinaba la explotación equilibrada del bosque con la ganadería de subsistencia. Centrado en una especialización económica basada en la depredación forestal, ciento cincuenta millones de quebrachos colorados fueron destruidos en esta provincia en algo más de 50 años. «Entre 1806 y 1915 Santiago del Estero produjo 20.700.000 durmientes de quebracho, con lo que se construyeron 1600 kilómetros de vías férreas, pero que simultáneamente implicó la degradación de 3/4 partes de los bosques de la provincia»

En su rol de «periferia de incorporación temprana»2, Santiago del estero, al igual que Chaco, proveyó las maderas duras necesarias tanto para el tendido del ferrocarril, como para los alambrados, cercos, corrales, etc. Como afirma Morello «en el interior de países dependientes las regiones centrales destinadas a producción agrícola para exportación están sujetas a un manejo conservador, que es subsidiado en función de la explotación irrestricta de otros recursos naturales complementarios en espacios periféricos».3

Dentro de este mismo modelo, y basándose también en la explotación del quebracho, a comienzos de siglo se instala allí la empresa británica «La Forestal», destinada a la fábrica de extracto de tanino, insumo básico para el curtido e impermeabilización del cuero. El poder de esta empresa, que compró 472.000 hectáreas forestales, derechos sobre otras 197.000 has. Fiscales y 170 km. de vías férreas fue tal que llegó a constituir su propia flota y puertos fluviales expandiéndose hasta poseer 2.266.175 hectáreas; emitiría su propio dinero para pagar los salarios de los obreros, válido sólo en su territorio.4 Pero no se trataba solamente de la depredación de los bosques naturales, esto mismo se reprodujo en la fuerza de trabajo. En una de las principales fábricas, el 45% de los obreros tenían tuberculosis y el 90% sífilis. Hubo localidades donde la cuarta parte de la población mayor de 11 años no sobrepasaba los 35. 5

Este modelo productivo, que coexistía con explotaciones campesinas de subsistencia. Para 1937 un tercio de las explotaciones eran minifundios de menos de 25 has. con mano de obra casi exclusivamente familiar, que debía combinar esta actividad con la venta de su fuerza de trabajo a las empresas quebracheras como «hachadores». Sumergida ampliamente en la pobreza, esta provincia se convirtió en uno de los principales centros expulsores de mano de obra que se dirigía hacia Buenos Aires en mayor medida, en el marco del modelo de industrialización sustitutiva de importaciones.

En la década del 50 la mayoría de las fábricas de extracto existentes fueron cerradas por el reemplazo del tanino por el extracto de Mimosa, especie producida por la misma empresa «la Forestal» en el Sur de África. Esto produjo un proceso de «recampecinización» que queda evidenciado en el Censo Nacional Agropecuario de 1960, donde el 63% de las explotaciones tenía menos de 25 has. y el 71% de la mano de obra utilizada era familiar.

Pero el rol de periferia de la región pampeana continuó signando la organización del espacio en este territorio. Durante los 70 el ciclo favorable en la ganadería papmpeana conllevaría la expansión de la frontera agropecuaria hacia esta región. Los cultivos de porotos y de soja destinados a la exportación son realizados ahora en Santiago del Estero fundamentalmente por empresas no residentes en la zona caracterizadas por el uso intensivo de capital.

Esto implicaría dos procesos: por un lado la concentración de la tierra en manos de quienes estaban en condiciones de incorporarse a este modelo productivo, es decir en su mayoría empresas foráneas que contaban con el capital suficiente. En forma simultánea y como contrapartida, un gran número de pequeños productores, con economías de subsistencia, que si bien representan el 69% del total, sólo tienen el 1,15% de la superficie.

La lucha entre estos dos modelos productivos, que implican diferencias en cuanto relaciones de producción, utilización de insumos y tecnología, usos del suelo, articulación con el mercado, etc., también se tradujo en una lucha concreta por apropiarse del espacio. Durante la dictadura militar comienza un proceso de «exclusión silenciosa»; se trata de empresas que se presentan como dueñas de tierras ocupadas por campesinos, que si bien no poseen título de propiedad, llevan allí generaciones trabajando la tierra. Éstas presentan escrituras avaladas desde Buenos Aires o Santa Fe y desalojan a los campesinos que viven allí mediante el uso de la fuerza pública y topadoras que destruyen ranchos y alambrados.

La falta de organización de los productores santiagueños en concordancia con el alto nivel de represión facilitaron este proceso, pese a que la ley garantiza la propiedad de la tierra para quien la ocupe por 20 años o más y manifiesta «ánimo de dueño» de la misma.

El retorno a la democracia en 1983 no implicó una modificación de esta situación; con ésta retorno el juarismo, icono del regionalismo en esta provincia. Carlos Antonio Juárez, junto a su esposa «Nina», en el poder desde 1949, es un fiel representante del patrón político local que se repite en gran parte del interior argentino. Caracterizándose por su fuerte verticalidad y la represión sistemática de las libertades civiles y políticas, así como el control de los medios de comunicación locales, actúa como «caudillo», como «patrón» de este espacio al que considera su feudo. Mediante acuerdos de poder con el gobierno nacional, una fuerte red de clientelismo, el control de la mayoría de los juzgados y la «alineación automática» entre la gobernación y la legislatura provincial, en una provincia donde el 58% de los ocupados trabaja para el estado provincial 6, el juarismo perpetúa el modelo de pobreza, indigencia y marginalidad que le permite reproducirse y perpetuarse. Y las topadoras seguían pasando, y los campesinos teniendo que abandonar sus tierras.

En 1986 se produce un quiebre, cuando 1500 campesinos se movilizan en lo que se llamó «el grito de los Juríes»; es en esta localidad donde tres años más tarde se reunirían representantes de organizaciones campesinas locales.

Finalmente, el 4 de agosto de 1990 se constituye formalmente el movimiento de Campesinos de Santiago del Estero (MOCASE). Entre sus principales objetivos se encuentra la lucha por la tenencia de la tierra y el mejoramiento de las condiciones de vida de las familias campesinas. El primer punto se lleva a cabo principalmente en el ámbito judicial, buscando que no haya más desalojos de campesinos, mientras que el segundo implica una compleja labor que se amplía a medida que los propios campesinos van tomando conciencia de las causas de su situación, de la similitud con los problemas de campesinos de otros lugares, etc…

A principios de esta década se producirá un cambio fundamental en el modelo productivo santiagueño, impulsado tanto por la demanda a nivel mundial como por condiciones propias del país. La soja transgénica (Soja RR comienza a invadir el país. El aumento del precio de esta oleaginosa, que pasa de U$D 165 en 1999 a U$D 222 a mediados del 2003, resulta explosivo si se considera la devaluación de la moneda nacional, que implicó así un aumento del 290% para el precio de este cultivo.

El factor fundamental para que la «sojización» del país haya sido posible, fue la incorporación de los paquetes tecnológicos asociados a esta producción e impulsados por grandes multinacionales como Monsanto o Cargill. La utilización de semillas modificadas genéticamente, fertilizantes y herbicidas permite integrar casi cualquier suelo al cultivo de soja, borrando la frontera natural de estos cultivos. «A nivel nacional esto ha posibilitado que, mientras la superficie sembrada con soja pasa de 5,8 millones de has. En 1993/4 a 12,6 millones en el 2002/3 (variación del 118%), la cosecha pase de 11 millones de toneladas a 35 (variación del 199%) en igual período». 7

Así, la lucha por el espacio se recrudece en Santiago del Estero, ahora con testaferros que buscan apropiarse de las tierras para sembrar soja y exportarla. «El avance sobre las tierras de los campesinos es brutal y simple. Un testaferro, por lo general santafesino o cordobés, soborna a un habitante de algún pueblo cercano. Este figura cediéndole la «posesión de hecho» del monte, posesión que no es necesario demostrar ya que los jueces no son justos. Luego llega el alambrado, que atrapa escuelas, caminos y cementerios. Y la matanza se concreta. Las topadoras «limpian» el terreno y los cazadores matan a los animales que intentan escapar. Contra las familias largan bandas de hasta 25 matones armados.» 8

Pero el MOCASE ha ido fortaleciendo su organización y se ha convertido en un referente de lucha para muchos de los movimientos sociales del país. Ante un modelo de producción basado en la compra de insumos extranjeros, utilización de transgénicos y agrotóxicos, tecnología que reemplaza la mano de obra y la degradación de los suelos para la exportación, reivindican la necesidad de llevar a cabo una reforma agraria que permita organizar este espacio desde bases totalmente distintas.

Reinaldo, miembro del MOCASE, comienza por explicar cuales son sus términos generales: «Nosotros consideramos la reforma agraria como un respeto por la forma de vida y tenencia de la tierra de los campesinos. La reforma al estilo mexicano o chileno con reconocimiento por familia de una parcela a nosotros no nos sirve, porque tenemos la influencia de la herencia cultural aborigen, donde las propiedades son comunitarias. No hay una visión de decir «esta es mi parcela», los parajes son de todos, y si vos sos de ahí vas a hacer tu potrero o tu represa en cualquier lugar, porque es de todos. Es mucho más adecuado a nuestro planteo de reforma agraria el reconocimiento no tanto de la parcela sino del territorio. Nosotros hablamos de territorialidad, cada comunidad tiene un territorio donde desarrolla su vida.»9

De forma similar al zapatismo en México o el Movimiento de los Sin Tierra (MST) en Brasil, la estructura política del MOCASE está sustentada en las bases, en dirigentes surgidos de las mismas comunidades campesinas. Carlos Luna, actual presidente del movimiento, relata: «Partimos de una forma horizontal, democrática, de hacer política. No hay caudillos o líderes. Las comunidades campesinas son las que trabajan y deciden. Todo se discute en las comisiones y se lleva a la práctica a través de delegados». La estructura interna del Mocase está conformada por tres niveles: comisiones de base, centrales campesinas y cooperativas y una comisión directiva, donde los delegados consensúan las distintas posiciones hasta lograr decisiones satisfactorias para todos.10 La ausencia estatal en la zona ha impulsado modelos autogestivos en diferentes frentes. A la organización comunitaria, la creación de cooperativas productivas y la puesta en funcionamiento de radios locales hay que agregar el proyecto de la Escuela secundaria politécnica en un pueblo a 50 Km. de la capital provincial y de la creación de la Universidad Campesina. Esto último constituye un eje fundamental si se tiene en cuenta la importancia de la educación como herramienta de emancipación en los distintos movimientos sociales de América Latina.

Se trata de 9000 familias campesinas que integran alguna de las trece organizaciones distribuidas a lo largo y a lo ancho del territorio provincial. Forman parte de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones Campesinas (CLOC) y de Vía Campesina, organización a nivel mundial. Es quizás esta combinación entre su lucha cotidiana y la participación en niveles superiores – el intercambio constante con campesinos del MST y de muchos otros países, su integración al Foro Social Mundial, a la Cumbre de los Pueblos y a gran parte de este proceso que se está gestando en Latinoamérica y en todo el mundo en general como espacio de construcción de alternativas ante un modelo que se trata de imponer como único – lo que los ha convertido en un modelo de organización para gran parte de la sociedad. Son conscientes hoy de que la lucha porque no los expulsen de su tierra es parte de la misma lucha por la reforma agraria, por la soberanía alimentaria y por la construcción de otro modelo de país:

¨La Soberanía Alimentaria pasa por el derecho a producir y comer lo que queremos, este es un derecho avasallado (…). Sabemos que tenemos un rol, una responsabilidad, el producir alimentos para que los compañeros de la ciudad se alimenten sanamente.¨ Como resultado del exportar para crecer y el producir para exportar, la Argentina, país de hambre y miseria, agota sus suelos, envenena montes y niños, usando la tierra para alimentar el ganado extranjero y la sobra de este festín se utiliza en planes solidarios, alimentos de moda y las ganancias económicas que decaen en pocas manos.»11

En una de las provincias con mayor hacinamiento habitacional del país, donde el 38,2% de la gente vive sin satisfacer las necesidades básicas, cifra que sube estrepitosamente a un 53,7 % para los hogares rurales y el 40,9% de las viviendas carece de agua corriente, este Movimiento se está organizando a una escala mayor, comprendiendo la unicidad del conflicto con los sectores urbanos. Reinaldo, del pueblo de Quimilí, explica:

«Estamos impulsando con el MTD Aníbal Verón, una organización urbana, para ir construyendo un «movimiento sin tierra», una vuelta al campo masiva. La gente se va a venir caóticamente, cagada de hambre (…) Los territorios sin población los ocupa el capitalismo anónimo. Buenos Aires y su conurbano tiene 15 millones de habitantes y Córdoba 3 millones de habitantes ¿Como puede? Este es un país que podría distribuir más de 100 millones de habitantes, con un campo cuidado en lo ecológico y ciudades sanas de 30 o 40 mil habitantes. Con un esquema de distribución territorial mucho más sustentable y sano. Pero en principio pensemos la cuestión básica de comer, queremos un pueblo que produzca su comida, que no la este mendigando.» 12

De esta forma el MOCASE busca exceder el espacio rural, articular su identidad campesina con otros sectores de la sociedad que padecen, desde otros contextos, las consecuencias del modelo de acumulación vigente.

Primero como periferia del Alto Perú, más tarde de una Argentina centrada en la región pampeana, Santiago del Estero, al igual que muchas de las provincias del interior, lejos de haber sido dejada a su suerte, ha sido expoliada para que esos modelos pudieran ser puestos en práctica. Pero dentro de este espacio se reproduce esta misma lógica, un pequeño sector ligado al poder provincial o proveniente de otras regiones, que busca imponer un modelo basado en grandes explotaciones que se vinculan con el mercado externo, con insumos importados y tecnología que reemplaza la mano de obra, generador de gran deterioro para el medio ambiente; del otro lado los campesinos, mayormente con producciones de subsistencia, con una organización del espacio no basada en la propiedad privada de las parcelas sino en el uso comunitario del territorio; sin títulos de propiedad, pero con historias de generaciones ligadas a esas tierras, a esos montes.

Aquí, en Santiago del Estero, la lucha por el espacio es directa, es explícita…son las topadoras tumbando ranchos contra los campesinos. Después de muchos años de que esto sucediera sin que si hiciera algo al respecto, la gente comenzó a organizarse. Primero en torno a la Ley Veinteñal en el ámbito judicial, pero más tarde ampliando el reclamo, complejizándolo, lo que los llevó a articularse con otros movimientos campesinos del país y de América Latina. En la actualidad, el MOCASE se encuentra en la búsqueda de expandir su accionar y coordinarlo con otros movimientos -estudiantiles, de desocupados, de trabajadores – que compartan no sólo el modo de entender el conflicto, sino también la necesidad de articularse de una manera alternativa para construir otra realidad.

Notas

1. Gejo, O. y Liberali, A.: «Fases de desarrollo en la Argentina. Asignación de recursos y procesos poblacionales». Bs. As, 1999.
2. Gejo, O y Liberali, A.: «Las economías regionales bajo la lupa demográfica.» En Benítez, Liberali, Gejo: «Estructura económica y comercio mundial». Ed. Pharos, Bs. As, 1992.
3. Morello, Jorge: «Manejo integrado de recursos naturales». En Brailovsky, A.: Introducción al estudio de los recursos naturales, EUDEBA, 1987.
4. Brailovsky, Antonio y Foguelman, Dina: «Memoria Verde. Historia ecológica de Argentina». Ed. Sudamericana, Buenos Aires,  1992.
5. Álvarez, Antenor: «Riqueza forestal de Santiago del Estero». Santiago del Estero, 1916.
6. Barbetta, Pablo N. y Lapegna, Pablo.: «No hay hombres sin tierra ni tierra sin hombres: luchas campesinas, ciudadanía y globalización en Argentina y Paraguay». En Giarracca, Norma y Levy, Bettina (comp.): «Ruralidades latinoamericanas. Identidades y luchas Sociales»CLACSO, Buenos Aires, 2004.
7- Reynoso, Lisandro: Movimiento Campesino de Santiago del Estero: «Tierra y Reforma Agraria» . En www.rebelion.org
8- Ídem anterior.
9. Ídem anterior
10.  Le Monde Diplomatique. » Movimiento campesino de Santiago del Estero. La tierra es nuestra «
11. Grupos de Reflexión Rural. «Argentina: La lucha por la soberanía alimentaria». En www.rebelion.org
12. Reynoso, Lisandro: Movimiento Campesino de Santiago del Estero: «Tierra y Reforma Agraria». En www.rebelion.org