Periodismo de guerra es una expresión que utilizó el exeditor y analista político de Clarín Julio Blanck, para referirse al modo de ejercer el periodismo que realizaron para atacar al Gobierno de Cristina Fernández. Sin embargo, este proceder de los medios también puede rastrearse en otros momentos de nuestra historia política. Es lo que hace el autor de esta nota.
Para que ningún desprevenido o mal informado crea que esta expresión y las acciones consiguientes pudieran ser un invento de los tiempos actuales, hagamos un repaso histórico para develar el juego de los «mentimedios» (como dice Mempo Giardinelli) en defensa de intereses espurios y veamos algunos ejemplos de estas cruzadas contra el pueblo argentino.
En 1874, el dueño de La Prensa escribe, para impedir que Avellaneda asuma la presidencia del país, el siguiente editorial titulado “El último recurso”, en el que pontifica: “El periodismo honrado y patriota no conoce más temperamento que trocar la pluma por la espada. El momento supremo ha llegado”. Los beneficiarios de esta proclama eran Mitre y la oligarquía porteña, cuya bandera era “en honor de la libertad”. ¿Les suena conocido?
No nos equivocaríamos si afirmáramos que este editorial institucionaliza el «Periodismo de guerra».
En 1930, reinciden con Yrigoyen, y qué no inventaron o mintieron en torno a su gestión, “Califican al gobierno de una orgía de malversación y prevaricato”. Estas calumnias no eran gratuitas, eran mercenarios en favor de las castas del privilegio, la “Embajada” y los grupos petroleros extranjeros.
En el 55 vuelven al combate y los grandes acorazados de la prensa cañonean al «tirano» Perón, nuevamente detrás estaban los “animémonos y vayan”, la “Embajada” y la oligarquía.
En el 66 toca el turno a Illía y el periodismo de guerra nuevamente fragotea, diciendo “La solución es cambiar drásticamente el sistema”. Como siempre, entre bambalinas, estaban la “Embajada”, los grupos petroleros, los laboratorios y energéticas extranjeras.
En el 76 el enemigo en sus guerras del privilegio era otra vez el peronismo y trabajaron a destajo en favor de las multinacionales y de la destrucción del aparato productivo nacional.
En el 89 los batallones periodísticos bien engrasados por las faltriqueras de sus mandamases jaquean al gobierno de Raúl Alfonsín, posibilitando el ascenso de Menem al gobierno, permitiendo que sus amos, vía privatizaciones y desguace del Estado, se apropien de los bienes del patrimonio nacional.
En el 2001, después de una década de llenarse los bolsillos, los guerreros mediáticos entran de nuevo en operaciones, ya no les servía la convertibilidad y su lucha materializa el quebranto nacional y que los bancos se apropien del dinero de los pequeños ahorristas, empobreciendo a millones de argentinos.
En 2014, comienza otra vez una furibunda campaña contra el mandato de Cristina Fernández, con un despliegue bélico pocas veces visto y la irrupción de las fake news a escalas siderales, la que continua en el 2015, hasta que logrado su objetivo, con la asunción de Macri a la presidencia, se llaman a silencio contra el oficialismo, al que blindan de una manera vergonzosa con un corsé mediático para tapar sus trapisondas y negocios espurios.
A la par de ello, inician una escalada de magnitud contra militantes y funcionarios kirchneristas para literalmente declararlos «muertos civiles» y eliminarlos de la actividad política, cuando no mandarlos presos sin respetar el debido proceso, menos el derecho de defensa de los acusados. Con puestas en escena sacadas de películas de cuarta, del género policial o amarillento.
El 2020 nos encuentra en similares circunstancias, donde los periodistas condotieros nuevamente desentierran el hacha de la guerra y se pintan la cara para una pelea sin cuartel con el objetivo de debilitar y hundir al gobierno de los Fernández.
Cualquier excusa o motivo es suficiente para justificar un ataque cruel y despiadado contra esta gestión.
Hoy los Leucos, Lanata, Majul y tantos otros, como cipayos obedientes de sus mandantes foráneos y locales, despliegan todo su arsenal mediático, tecnológico e ideológico para torcer el rumbo de un gobierno nacional y popular, que mal que les pese a los infames odiadores seriales, trata de encauzar un barco que sus patronos dejaron a la deriva y próximo a su hundimiento.
Creo que es necesario, frente al ensañamiento actual y el que sin dudas vendrá, la unidad y participación de las grandes mayorías para que en paz, con conciencia social, firmeza y sentido nacional, podamos arribar a buen puerto.
Darse cuenta de estas cosas y dar los debates pertinentes, es un buen punto de partida para repechar la dura cuesta.
Nada será fácil, pero si no comprendemos las armas, las estrategias y los intereses que debemos enfrentar, no tendremos posibilidades de salir bien parados en la contienda y el pueblo argentino sufrirá las consecuencias de una nueva y reiterada frustración.
Tengan presente por último que a los medios hegemónicos no les interesa la libertad de prensa, menos el derecho a la información, sólo aspiran, a través del odio que generan, pescar a río revuelto y así poder sacar el mayor provecho posible de sus sucias maniobras.
Ricardo Luis Mascheroni, docente universitario y columnista de Hora Cero.
Fuente: https://horacero.com.ar/contenido/4708/periodismo-de-guerra