Falta una profundidad estratégica en el pensamiento y en la acción política en torno a las Malvinas.
-Ricardo Napurí, 1982, Malvinas. Contanos de tu participación en aquel acontecimiento.
-Tengo que señalar el escenario para lógicamente ubicar a los oyentes en lo que tú llamas mi rol. Lo más importante es lo siguiente: en Perú el presidente era Fernando Belaúnde, después de la dictadura militar de Morales Bermúdez. Él tenía entonces controversia con los militares, porque lo habían echado en 1968. Se produce el desembarco de las Malvinas y ocurre un hecho particular, los militares se negaban a dejar los mandos, o sea, los mandos militares eran los mismos que con la dictadura de Bermúdez. Por este motivo ellos siempre amenazaban con dar un golpe de estado. Pero en el escenario también estaba Sendero Luminoso, que se había rebelado en 1980. Esos son los aspectos centrales.
Cuando se produce el desembarco en las Malvinas, los militares peruanos le exigieron a Belaúnde que tomara una posición, porque consideraban que sus hermanos de armas argentinos habían promovido un hecho que había que apoyarlo. Belaúnde dudaba porque él consideraba que era un acto hecho por la dictadura militar y porque el contexto político era adverso, también porque la mayoría de los partidos políticos y los congresistas consideraron que era un acto propio de una dictadura. Pero los militares dijeron «son nuestros hermanos de armas» porque los vínculos entre los militares peruanos y argentinos eran muy poderosos. Ese es el contexto de la situación.
Perú, a través del gobierno de Belaúnde, pero obligado por las Fuerzas Armadas, produjo un apoyo inusitado a la dictadura militar argentina. Lo que no se conoce es que Perú fue el medio por el cual los militares consiguieron armas o financiamiento extranjero, porque los países de la OTAN le habían bloqueado el apoyo, eso no se conoce, pero es muy importante.
¿Por qué sé todo esto? Porque mi rol fue un poco especial y raro. Yo era dirigente político de un partido marxista en Perú y era senador de la república, un senador influyente. Y lo otro era que el comandante general de la Fuerza Aérea era un compañero mío de la época. Los oyentes deben saber que yo fui aviador militar echado de las Fuerzas Armadas poco después de negarme a bombardear la insurrección de los rebeldes del APRA que era una rebelión de la marina y los militantes apristas. Pero mi compañero, que me quería y respetaba por la condición de senador, entonces me llama y me dice ‘Ricardo, nosotros hemos decidido apoyar a Argentina y Belaúnde es reticente, nosotros vamos a apoyarlos militarmente y lo vamos a obligar, pero ustedes movilicen lo que puedan porque necesitamos que haya apoyo de masas, lógicamente acompañando la decisión nuestra’.
Es un gesto inaudito y privilegiado porque generalmente un general no se dirige a un hombre marxista y de izquierda para pedirle las cosas, pero en la coyuntura ellos querían lógicamente que sus compañeros de armas salieran bien del asunto y el apoyo de masas era fundamental. Eso también se lo dijeron a los dirigentes de los partidos políticos que también se movieron, cosa extraña en Perú, entonces se formó un frente amplio por todos lados debido al hecho de coyuntura inaudito.
Nuestra organización y el conjunto de la izquierda tuvieron un rol importante en las movilizaciones que también fueron multitudinarias, eso para fijar por qué yo intervine y la especificidad del hecho de que los mandos militares me recibieron para plantearme lo que ellos querían que hiciera.
Hablaban como un senador más o menos influyente, no estaba hablando solamente con un dirigente marxista suelto. Ellos decían que yo tenía posibilidades de movilizar porque podía ganar al resto de la izquierda para ese plan. Ellos querían apoyar a los militares, no les interesaban las Malvinas, ni el problema nacional y colonial, el problema de la usurpación de Inglaterra no estaba en su programa. Ellos querían dar apoyo a sus compañeros militares para que salieran bien del entuerto, pero decían ‘Ustedes hagan lo que quieran, denle el contenido que quieran’.
-Ricardo, viniste a Argentina y ¿qué pasó?
-Vine a Argentina porque la parte mía fue dar una batalla al Congreso, porque los congresistas se negaban lógicamente a apoyar el gesto diciendo que era un acto de la dictadura militar. Había que convencerlos haciendo un planteamiento político a fondo, que una cosa era la decisión de los militares y otra el que las Malvinas son argentinas. Por eso las movilizaciones no tenían que ver con lo que hacían los militares, sino directamente con darle un contenido ideológico, si las Malvinas eran argentinas, bueno, obviamente había que apoyar el gesto de rescatarlas denunciando lógicamente a la dictadura militar, incluso lo que hicieron después de llevar 10.000 hombres prácticamente al suicidio a través de una aventura planificada por los propios militares.
De todo eso había que convencer al Congreso peruano, y aunque tú no lo creas, yo los convencí, y casi por unanimidad votaron por una moción que yo hice directamente de apoyo en la redacción sutil que estoy señalando. Me mandataron a que fuera a entregarla al gobierno argentino, y yo vine a entregar la moción y el contenido del apoyo. No estaba el canciller que se había ido a EE UU, pero me recibió el vicecanciller con su equipo y obviamente tomaron noticia del problema, sabían que Perú estaba ayudando en todo terreno militar, político, etc., y les pareció un enorme apoyo que el Congreso peruano también hubiera tomado posición. Les pareció una cosa rara que yo haya sido militar y me dijeron ‘bueno, si usted no se opone, vamos a consultar para que vaya a las Malvinas a que en alguna forma les diga a los combatientes ahí que no están solos’ así que me dijeron que esté en una especie de espera hasta que ellos me dieran el visto bueno para ir. Por supuesto no se produjo eso, yo les había dicho que sí, que no tenía ningún inconveniente, pero como las cosas se pusieron desfavorables, eso no se realizó. La Cancillería se movía aparentemente como independiente, pero era la cancillería del gobierno de una dictadura y uno tenía siempre presente eso.
Pero hay otra parte que es también política, porque Nahuel Moreno, que estaba en Bogotá, al enterarse de estos movimientos, mandó un emisario para convencer a los dirigentes del Partido Socialista de los Trabajadores que estaban en la clandestinidad de que intentaran salir a la superficie porque él creía que se creaban condiciones para una especie de salida democrática y las organizaciones y los dirigentes empezaron a intentarlo y la prueba está que hicimos un acto público. Creo que el único acto público que se gestionó durante la dictadura con los medios apropiados y nos permitieron hacerlo sin ningún tipo de censura. Por supuesto, con las prevenciones absolutas, por si acaso la represión hubiera actuado. Todos los equipos de la superficie y los colaterales del partido fueron al acto. Fueron casi 10.000 personas en la plaza Congreso.
Ese es el doble rol que cumplí desde el punto de vista de lo que hice a partir de Perú y después de mi llegada a la Argentina, el rol que cumplí con mis compañeros del movimiento trotskista para ayudar directamente a lo que planeaban ellos de acuerdo a lo que consideraban la posibilidad de un aflojamiento de la realidad.
-¿Querés agregar algo más?
-Una reflexión para los oyentes. El hecho de que se presentara una coyuntura especial, porque fue especial, porque cualquiera me puede decir ‘Eh Napurí qué te pasa, teniendo contactos con los militares´ sí, estamos en Perú, que es realismo mágico puro. Yo fui compañero de los milicos, la mayoría de ellos habían sido compañeros míos en acontecimientos deportivos o en la época en la que era senador influyente. Yo tenía presencia política y el comandante general de las fuerzas peruanas, mi ex amigo de la aviación, me buscó. Esas cosas que parecen de una especificidad anormal, teniendo en cuenta de cómo es el juego de las relaciones entre gente de izquierda y los que gobiernan, incluso los que están en la zona del mando represivo.
El otro problema es la ayuda de Perú. Perú estuvo en punta de apoyo a los militares, y otro hecho particular que cuando el presidente Belaúnde se negó inicialmente lo obligaron los militares, utilizando como pretexto darle un golpe militar, a que funcionara como mediador en el conflicto, y yo resulté la pata congresista de esa mediación.
Eso después se prolongó, porque después vino la transmisión de mando de Alfonsín. Otro hecho inusitado, el gobierno de la dictadura militar me felicitó por mi gesto y también el gobierno de Alfonsín porque yo seguí combatiendo en Perú por la recuperación de las Malvinas, cuando la derrota llevó al escepticismo de que no era posible pelear contra el orden impuesto por el imperialismo.
También tengo el documento de felicitación del gobierno argentino respecto de la batalla posterior a las Malvinas para que no se olviden el derecho del pueblo argentino al rescate de unas islas que fueron usurpadas por un país imperialista.
Tenemos que darnos una política de Estado frente a un actor como Gran Bretaña que actúa en el Atlántico Sur con un nivel de impunidad alarmante
-Gustavo, quiero que nos cuentes la actualidad de Malvinas.
-A 40 años lo primero que te podría decir es que falta una profundidad estratégica en el pensamiento y en la acción política en torno a las Malvinas. Yo te diría que esa falta de profundidad estratégica tiene varios ejes. Uno, en primer lugar, es una falta de mirada sobre la relevancia de los intereses marítimos y la cuestión de liberación continuada y la cortina de hechos consumados de los británicos que las Malvinas tienen en comparación con la Antártida.
Ligado a eso, la falta de visión ligada a la relevancia del territorio como Tierra del Fuego y la Patagonia debieran tener, teniendo en cuenta que tenemos una plataforma continental de más de 6.500.000 km², es decir, el 63% de nuestro territorio marítimo y nuestro centro neurálgico del territorio continental marítimo es Tierra del Fuego, es Ushuaia.
En tercer lugar, Ushuaia debería ser la cabeza de punta del establecimiento de un gran polo logístico, naval, mercantil ligado a la proyección hacia nuestro Atlántico sur y hacia nuestra Antártida.
En cuarto lugar, esta falta de profundidad estratégica de la que hablaba tendría que poder instalar que la Argentina necesita una política fluvial marítima activa, la reinstalación del canal Magdalena prioritariamente como un eje de trabajo relevante para salir de esta dinámica en que estamos metidos con la cuestión de la Hidrovía, que ya sabemos qué tipo de complejidades nos pone por delante.
Además, más allá de todo esto que te comenté, necesitamos tener conciencia del acuerdo británico después de 40 años. Ellos hace más de 30 años que están encarando un perfeccionamiento de su proceso de consolidación y control del Atlántico hacia la Antártida, tienen la participación de un gran apoyo logístico, permanente y estratégico internacional que es el Comando Sur de EE UU, además han ampliado con un puerto de aguas profundas que va a estar activo a comienzos del 2024 en nuestro puerto Malvinas, y en el Monte Agradable han construido una base muy compleja con sistemas que permitirían detener cualquier tipo de ataque misilístico y también sistemas de radarización que dan un control muy importante, que está al día con lo que es la política marítima británica.
Los últimos años el programa de ellos, que se llama pomposamente ‘Gran Bretaña Global’, hace del Atlántico sur y en la presencia en el Indo-Pacífico áreas de despliegue centrales de los británicos, tratando de fortalecer su marina de guerra y su intento de encarar acuerdos comerciales de distinto tipo con países afines.
Por último, tenemos que rescatar una estrategia con Brasil y Chile, porque ellos están mirando recientemente hacia la cooperación chilena, brasilera y también uruguaya, que es la que han tenido los últimos años con distintos tipos de apoyo a sus propias actividades. Desde los vuelos aéreos, hasta los apoyos logísticos, de aprovisionamiento de naves y buques. Esto es muy serio. Esto genera un panorama muy grave y ante la asunción del presidente Boric en Chile, creo que debiéramos mirar para deconstruir ese mapa entre Chile y Argentina de cara a la Antártida, sabiendo que Gran Bretaña opera con relación a la Antártida desde nuestras propias áreas de soberanía, que nosotros hemos proyectado y delimitado.
La Argentina es el primer país que delimitó soberanía antes de la existencia del tratado en 1904. El país pionero con presencia en la Antártida, eso cabe recordarlo, ¿no?, más que centenario. Anterior ya a Gran Bretaña, que su presencia es de 1908 y la chilena de 1940 te diría. En cuanto al reclamo de soberanía previo al Tratado antártico.
El problema que uno está describiendo es muy complejo, y no está a la altura de la falta de debate serio, y digamos que lamentablemente es solamente puesto por algunos asistentes, algunos gremios, otras personalidades como César Lerena, que denuncia permanentemente todo lo vinculado a la pesca ilegal, que es el gran negocio que en más de tres décadas ha profundizado y devastado nuestro caladero.
¿Cuánto se han llevado? En volumen y en precio en más de 30 años. Por último, te lo diría como telón de fondo, de la mano del regalo que nos dejó Macri, hay permisos de exploración que tienen a varias empresas británicas incorporadas como actores centrales en el proceso, como British Petroleum, es serio el panorama.
Sobre esto no se ha actuado, al contrario, creo que en el contexto con la charla con el FMI y me parece que hay una decisión de no hacer olas respecto de ese tipo de presencia, cuando era algo que Argentina debía denunciar inmediatamente al juez del último episodio, todavía no esclarecido de la destrucción de nuestra única nave submarina, el ARA San Juan, que por las razones que fueren nos dejó sin piernas y sin brazos, te podría decir, en el Atlántico sur. Porque la presencia submarina es relevante para un frente marítimo como el que tenemos nosotros, para complementarlo con buques de superficie y complementar las tareas de vigilancia y control de forma adecuada.
-¿Qué acuerdos hay vigentes en la actualidad?
-Mirá, ¿viste cuando se habla de los Acuerdos de Madrid? En realidad, los Acuerdos de Madrid son entendimientos posteriores al escenario de guerra, realizados entre los años 1989 y 1990, durante la administración de Menem. Lo que permitieron fue viabilizar o facilitar los intereses británicos en lo que hace al control real sobre la operación en la zona del Atlántico sur. Fijate que ese tipo de acuerdos quedaron en una nebulosa porque nunca tuvieron tratamiento parlamentario como hubiera ocurrido con un tipo normativo de tratado, por ejemplo. Con lo cual ahí hay una primera situación, sí existen en lo tácito y es lo que generalmente se corresponde con una situación de armisticio, digamos luego de la rendición de la Argentina en el teatro de operaciones, y que después de sus primeros años le permitió a Gran Bretaña encarar toda su política de despliegue naval y de explotación ilegal de las pesqueras y de aumento de su presencia en las zonas económicas exclusivas de las Islas, donde dominan de 1.600.000 a 1.800.000 km².
Todo esto lo ha logrado en 30 años, en torno a las Malvinas, Georgias y Sandwich del sur. Esta es la gravedad del asunto. Esos acuerdos nunca tuvieron tratamiento parlamentario ni fueron tratados seriamente como una política de estado para ser adecuadamente rechazados por la gente y denunciados en términos de lo que fueron. Fue una obsesión política de soberanía que se complementó muchos años después con los acuerdos Foradori-Duncan, realizados en septiembre de 2016, entre la administración de Macri y de Cameron en el Reino Unido.
Se trataba de una declaración que tenía como objetivo facilitar el acercamiento económico-comercial entre ambos países. En el contexto de la presencia del conflicto por la soberanía vigente. Además, tenés una Ley de inversiones extranjera, un típico tratado bilateral de inversión, que fue aprobado durante el menemismo, que protege las inversiones británicas, que es uno de los principales documentos normativos realmente existentes en nuestro derecho interno, pero en lo que hace a la realidad estratégica de la cuestión, tanto Foradori-Duncan como los llamados Acuerdos de Madrid son en realidad, realidades tácitas impuestas por la estrategia británica sobre Argentina.
-Tenemos 3 bases inglesas en Malvinas, digamos un control sobre el Atlántico, el Atlántico sur y el Océano Indico, ¿qué política debería nuestro país tener al respecto?
-En primer lugar, fortalecer Ushuaia en torno a la creación de un polo logístico-portuario con proyección hacia la Antártida, que refuerce nuestra presencia y nuestras bases de investigación científica. Junto con ello, lo que ha lanzado el ministro de Defensa muy abiertamente a fines del año pasado, y que se ha avanzado bastante, es el Comando marítimo conjunto que tiene cabeza en cuanto al manejo operacional de la Armada argentina y que implica poder avanzar en el patrullaje y en el control en el acceso a nuestro mar para garantizar nuestra presencia y que se inscribe en un marco de recuperación de medios, de capacidades. Una de las cuales tiene que ser rápidamente recuperar capacidad submarina, porque luego de lo del ARA San Juan, nosotros no tenemos presencia submarina en nuestro frente marítimo.
Por otro lado, habría que avanzar en un control mucho más firme de las pesquerías, para eso se está incorporando capacidad de patrullaje oceánico, a través de los patrulleros oceánicos OPB que se compraron a Francia, que ya se está incorporando el cuarto. Ahí tienen que trabajar la Prefectura y la Armada de manera mucho más clara, esa es la idea que aparece en el Comando marítimo conjunto.
Pero, además, también pasa en la milla 200 con las pesquerías chinas, coreanas y españolas, es uno de los graves problemas detrás de cualquier tipo de planteo serio. Vos fijate que tenemos situaciones diplomáticas sensibles, China apoya diplomáticamente nuestro reclamo territorial, pero a la vez a través de las distintas empresas es uno de los grandes beneficiarios de los permisos pesqueros, tanto por empresas argentinas patagónicas como por el ideal e ilegítimo gobierno que hay sobre nuestras Islas.
En el caso de la UE, la flota gallega, fundamentalmente española, es uno de los grandes centros de acopio y de recepción de pesquería de los argentinos, más todo lo que se descarta, más lo que no sabemos por la ausencia de control y la necesidad que plantea el Comando marítimo conjunto de avanzar en un control aeroespacial y satelital complejo permanente de toda la zona económica exclusiva y han delimitado límites donde se producen generalmente la devastación de otras pesquerías y es otro de los aspectos que te diría resulta fundamental.
Finalmente, discutir seriamente, ¿vamos hacia una explotación hidrocarburífera en aguas profundas, en nuestras cuencas? En la Cuenca argentina norte, en las costas de Mar del Plata, en la cuenca Malvinas oeste, donde hemos dado esos permisos de exploración durante el último gobierno de Macri. ¿Esas son las salidas viables para la Argentina en el contexto que estamos viviendo? Cuando habría mucho por hacer para asegurar nuestra disponibilidad energética en el territorio y poniendo ahí esa dinámica cómo una empresa objetiva, como es el comentario del mercado, entonces eso es lo último que dejaría como aspecto a considerar en donde me parece que Argentina debería revertir lo que se ha hecho este tiempo. ¿No? Respecto a la cuestión hidrocarburífera.
-Bien Gustavo, muchas gracias.
-Mario querido, cómo siempre gracias a vos. Un saludo a todos los oyentes. Y bueno, el recuerdo de estos últimos 40 años que sirva para que nuestros hombres que han dejado lealmente su vida en nuestro suelo, hoy los tengamos realmente en una memoria permanente, sabiendo que tenemos que actuar de un modo que esté a la altura de esos acontecimientos. Más allá de quiénes condujeron la guerra, nosotros somos parte de una memoria, de una causa que sigue estando vigente y como tal tenemos que darnos de una vez por todas una política de Estado frente a un actor como Gran Bretaña que actúa en el Atlántico Sur con un nivel de impunidad alarmante.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.