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Aunque la oposición a los K se vista de seda, mona queda

Pocos políticos resisten el archivo

Fuentes: La Arena

El gobierno nacional tiene el ojo puesto en las elecciones de octubre. Sabe que las fuerzas opositores están juramentadas a imponerle una derrota, o en caso de no lograr ese objetivo de máxima, dejarlo malherido para rematarlo en 2011. El procesado por contrabando de autos, Mauricio Macri, blanqueó esta última creencia, declarando que el 70 […]

El gobierno nacional tiene el ojo puesto en las elecciones de octubre. Sabe que las fuerzas opositores están juramentadas a imponerle una derrota, o en caso de no lograr ese objetivo de máxima, dejarlo malherido para rematarlo en 2011. El procesado por contrabando de autos, Mauricio Macri, blanqueó esta última creencia, declarando que el 70 por ciento del país está en contra de los Kirchner y en 2011 cualquier opositor los barrerá en segunda vuelta.

Para salir de esa encerrona, Cristina Fernández apura obras, en rigor el anuncio de éstas, para evitar que la actividad económica decaiga más. Y Néstor Kirchner, titular del PJ, busca amontonar a las más disímiles corrientes del Partido Justicialista, para que la suerte de las urnas no le sea esquiva.

Las críticas que llueven sobre el matrimonio presidencial son que «quieren sentarse sobre la caja» y manejan a los gobernadores con el presupuesto y los superpoderes. Que persiste en su supuesta soberbia para «humillar al campo» (léase a los grandes productores sojeros). Y que en política internacional está tan pegado a Hugo Chávez que se aisla del mundo. Un ideólogo de la oposición, Joaquín Morales Solá, lo expresó este domingo en «Gaceta Ganadera»: «EE UU sigue siendo la nación más relevante del mundo. España ha sido el país del Hemisferio Norte más cercano a la Argentina durante las últimas décadas. Las cosas están como están con ellos. Sólo con Chávez y con el ecuatoriano Rafael Correa parece haber corrientes cálidas desde la Argentina de los Kirchner. ¿Se puede estar más aislado en este mundo?».

Esta munición contra la administración Kirchner, se comparta o no, tiene un contenido político. La elección legislativa servirá para despejar las incógnitas sobre cuál grado de enraizamiento de esas críticas en la opinión pública. Puede que Macri confirme ese 70 por ciento del que habla o caiga en la cuenta de que era una foto del electorado porteño pero no del total nacional.

En cambio, hay cosas que van más allá de la política. A mediados de noviembre pasado, Elisa Carrió, que quiere subirse al podio de la oposición con denuncias que ninguno de sus competidores pueda igualar, hizo una contra Kirchner y varios de sus ministros, entre ellos Julio de Vido, de constituir una «asociación ilícita» para delinquir. No aportó pruebas. En estos días el juez Julián Ercolini, donde recayó la causa, tomará declaración al cordobés Luis Juez. La denunciadora compulsiva espera que el ex intendente ratifique que Carlos Zannini lo llevó ante el empresario del juego Cristóbal López y éste le ofreció dinero si permitía entrar a las tragamonedas.

Es bien conocido que los políticos de casi todos los colores han cultivado una estrecha relación con empresarios, quienes cotizan a las cajas partidarias y luego cobran con contratos y obras. Eso es muy cuestionable. Pero de allí a calificar a Kirchner (además sólo a él, no a Carlos Menem, Eduardo Duhalde, Fernando de la Rúa, etc) de jefe de una asociación ilícita, media una distancia muy larga.

La pitonisa

Elisa Carrió habla desde un pedestal donde nadie la puso; se subió solita. Esta abogada fue funcionaria de la dictadura durante la intervención del coronel David Ruiz Palacios. Cuando en años recientes algún legislador le reprochó ese antecedente, una Carrió llorosa hizo el descargo de que «necesitaba la obra social». En ese momento la ética no era tan importante para la platinada.

En Chaco hubo un fusilamiento de 22 presos políticos, llamada Masacre de Margarita Belén, en diciembre de 1976. ¿No fue motivo para que ella dejara de prestar funciones, si es que ya estaba, o para que no las asumiera, si aún no había jurado?

La política de derechos humanos nunca la tuvo de promotora. En agosto de 2007 presentó el libro «Derechos Humanos, legalidad y jurisdicción nacional», en el instituto Hannah Arendt. El compilador del volumen era Juan Carlos Vega, actual diputado de la Coalición Cívica. Vega fue expulsado de la Comisión de la Memoria de Córdoba luego que la representante del Servicio de Paz y Justicia, y del CELS, doctora María Elba Martínez, demostrara que había sido colaborador de la dictadura en la intervención del Sindicato de Empleados Públicos (SEP).

Como legisladora radical, Carrió ocupó lugares expectables en la Convención Constituyente de 1994, que en definitiva respetó el núcleo del Pacto de Olivos entre Carlos Menem y Raúl Alfonsín, y le abrió paso a la reelección del primero. Se dijo que esa reforma sería un certificado de defunción del presidencialismo, pero a la luz de la práctica parece haber sido un nuevo bautismo.

En las postrimerías del menemismo se formó la Alianza entre los radicales y el Frente Grande, que llegó al gobierno a fines de 1999. Fue apoyada durante la mayor parte del tiempo por la chaqueña afincada en la Capital. «Es mi gobierno», solía afirmar cuando alguien cuestionaba a Fernando de la Rúa.

Como esos hechos están relativamente frescos, no hay necesidad de redundar. La lamentable economía de José Luis Machinea terminó desembocando en la aún más regresiva de Domingo Cavallo, con un breve intermedio de Ricardo López Murphy, volado por los primeros ventarrones de la crisis. Cuando ésta estalló, hubo Estado de Sitio, represión y 39 muertos en el país. Un tiempito antes, la matrona del ARI ya no decía «este es mi gobierno». Se colgó una cruz enorme, rezó mucho y empezó a hablar de partos y cataclismos, de buenos y mafiosos. Entre las elegidas bendijo a Patricia Bullrich, una tránsfuga que fue del montonerismo al cavallismo, pasando por el ministerio de Trabajo de la Alianza y otros partidos. Tantos que Mirtha Legrand no recordaba con precisión al recibirla en sus almuerzos.

El empresario y el productor

Macri anda por el segundo año de su lamentable gestión, tan floja que difícilmente haya conservado el aluvión de votos con que ganó en 2007. Suba tremenda de impuestos, cierre de actividades culturales, favoritismo de negocios privados, demora en obras, captación de funcionarios entre quienes fueron cuadros de la dictadura, plan inconsulto de erradicación de villas, etc, fueron algunas de las perlas en la gestión del ex vicepresidente de Socma.

El niño Mauricio está tratando de armar una alianza con antikirchneristas de la provincia de Buenos Aires, para lo cual -por medio del multimedios Clarín- hizo saber de una invitación a Felipe Solá y Francisco de Narváez.

Solá había tenido antes la misma idea. También podría discutirle el copyright Eduardo Duhalde, quien viene mascullando la idea de juntar a esos personajes. La diferencia es que principalmente Macri, y en menor medida los otros invitados, quieren despegar de Duhalde, conscientes de que tiene mala imagen en buena parte de la gente.

No es que esos candidatos le hagan asco a compartir el proyecto con el ex vicepresidente de Menem. Es una cuestión de tiempos: al principio quieren despegar de él para el marketing electoral. Pero al final, en ese ballottage que Macri imagina en 2011, o más mucho antes, incluso en 2009, los que hoy se cuidan de aparecer en una misma foto con «el cabezón», pueden abrazarse con él y otros impresentables como Luis Barrionuevo y sus comensales de Mar del Plata.

El matrimonio Kirchner se ha hecho acreedor a muchas críticas, y varias de las mismas son correctas (si sigue oponiéndose a la boleta única, será otra válida). Pero de allí a que Duhalde y Barrionuevo le digan «loco», «burro» y otras cosas por el estilo, excede lo imaginable, viniendo de personajes como el gastronómico, que en ese mismo asado reivindicó su menemismo. Fue en ese tiempo cuando acuñó su célebre expresión: «tenemos que dejar de robar dos años».

Macri no concurrió a la mayoría de las sesiones de Diputados mientras fue legislador, lo mismo que hace hoy Gabriela Michetti en la legislatura porteña. Felipe Solá, que fue vicegobernador de Buenos Aires con el «meta bala» Carlos Ruckauf, había sido antes secretario de Agricultura de Menem, a quien acompañó seguido a la Exposición de Palermo, orgulloso de haber autorizado la siembra de soja transgénica.

En Palermo tendrá que admitir que es minoría frente a De Narváez, socio de la entidad oligárquica en el predio que Menem les vendió a un precio inferior en 100 millones de dólares al correcto. De Narváez tiene la concesión hasta el 2025 de la explotación de ese lugar privilegiado de Palermo.

Estos políticos y empresarios no son la alternativa superadora del kirchnerismo; más bien son la vuelta a lo peor de la situación anterior a 2003.