Estamos con Vicente Zito Lema porque la Universidad Nacional de Rio Cuarto editó en dos tomos su dramaturgia, que escribió durante más de 40 años, el libro se llama «Todo es teatro», consta de casi mil páginas y lo va a presentar el próximo sábado (1 de agosto) en el Centro Cultural Barbecho. Mi dramaturgia […]
Estamos con Vicente Zito Lema porque la Universidad Nacional de Rio Cuarto editó en dos tomos su dramaturgia, que escribió durante más de 40 años, el libro se llama «Todo es teatro», consta de casi mil páginas y lo va a presentar el próximo sábado (1 de agosto) en el Centro Cultural Barbecho.
Mi dramaturgia y lo que yo llamo poemas escénicos, que si bien responden como género a la poesía, fueron creados con vocación no solo de lectura sino también de ser puestos en escena. Siempre pensé que hay una poesía íntima, para una comunicación entre el que escribió y el que lo lee para sí, y otra forma de la poesía, que también practico a veces porque la busco y otras porque viene sola, que consiste en poemas para compartir en forma pública y que necesitan de gente en escena, de cuerpos que los hagan propios y comuniquen en voz alta, acompañando con música y escenografía lo que ese poema dice, a esos los llamo poemas escénicos, también registro en esos dos tomos varios de ellos como específicamente la dramaturgia que escribí en estos 45 años que el libro recoge.
Vas a estar acompañado en la presentación por Oscar Mongiano y Alfredo Grande, leerán textos del libro la actriz Nara Carreira y el actor Ricardo Gil Soria. Pero te quiero sacar del tema de la dramaturgia, la semana pasada participaste de un homenaje a Mario Roberto Santucho, a 39 años de su caída, en la sede de ATE nacional, actividad convocada por Néstor Kohan, donde hacia el final te invitaron a hacer uso de la palabra e hiciste una reflexión acerca de la ética y la política y creo que sería muy interesante que la pudieras compartir con nuestros oyentes en estos tiempos de elecciones en Argentina.
Hablo con muchísimo respeto a todos los compañeros que opinan de otra forma, yo ya tengo una edad en la que intento no herir a ningún compañero. También es cierto que pienso que tengo una historia que me autoriza a decir públicamente lo que pienso. Ese día, y lo digo con mucho cariño porque eran muchos los jóvenes presentes que hablaron en representación de las distintas corrientes, todas de índole guevarista, que concurrieron al acto con mucha fraternidad y sin caer en estériles disputas sobre el peronismo revolucionario, porque se estaba recordando a Santucho pero obviamente también aparecen las maneras de la resistencia de la época, aparecen nombradas las FAR, los Montoneros, toda una parte muy fuerte de la historia argentina que a veces pareciera que quisiéramos borrar, como si no hubiera existido, y hablar muchas veces de los desaparecidos como si no hubiera toda una historia ligada a que suceda el terror de Estado.
No estoy diciendo que el terror de Estado nace por culpa de las luchas populares, dentro de las cuales incluyo a las formas armadas, por supuesto, pero creo también que no contribuye a la verdad histórica negar la importancia que la propia cantidad de sus muertos dolorosamente avala, de lo que fueron estas formas violentas o contra violentas de las resistencias populares.
No olvidemos que son años vividos dentro del terror que causan las dictaduras militares especialmente en nuestro país, de lo que más cercanamente podemos dar testimonio.
En ese marco sentí que había una necesidad por parte de los compañeros presentes de reivindicar la política, cosa que me pareció muy bien, pero también sentí que se generaba cierta confusión, como si los compañeros que desde el pensamiento guevarista estaban hablando de política, quizás porque muchas veces han sido acusados de hacer una política que no es capaz de asumirse como tal, que es específicamente testimonial y ética, que no llega al hueso de la disputa concreta y cotidiana. Sentí que se estaba entrando en una confusión, como si tuvieran que lavar cierta culpa reivindicándose esencialmente jóvenes políticos y dejando de lado, como si también se entrara desde la propia izquierda que se pretende revolucionaria en la mirada que Guevara tuvo sobre la realidad y el mundo, dejar de lado la ética, como si fuera un impedimento para afianzarse en la política.
Sentí que se estaban confundiendo las cosas, sentí también que si me habían pedido que fuera el orador de cierre y que cuando empecé a hablar los compañeros me recibieron con muchísimo cariño tan fuertemente que me emocionó, tal vez porque muchos de ellos habían concurrido ante el pedido de donación de sangre que hice cuando me tuve que operar del corazón, al verme ahí, con ellos, otra vez con ganas de trabajar, hablar y dar pelea, generó un clima muy amoroso, sentí que iba a ser muy escuchado y que, por lo tanto, tenía una responsabilidad con esos jóvenes y que no podía callar.
Entonces planteé que la diferencia entre ética y política ha sido manejada perversamente, que por un lado hubo consciente o inconscientemente un deseo de no cambiar la realidad y refugiarse en una especie de ética absoluta y falsa y, por otra parte, otra forma de refugiarse de esa manera en el hacer y en el decir políticos.
Yo parto de la idea que nosotros tenemos que superar, especialmente los jóvenes que se proclaman guevaristas, esa falsa alternativa. Política y ética no son dilemáticas, son parte de una misma construcción de la historia nueva que se está forjando. Que en el capitalismo la ética y la política se dividan es como consecuencia de la falsedad esencial de las vidas en el capitalismo, pero si uno quiere construir una sociedad como diría Artigas «donde nadie es más que nadie» y donde diría yo, primen los vínculos de la vida amorosa por sobre la cultura de la muerte, no nos podemos dar el lujo de querer separar ética y política, lo nuestro es construir un camino donde la ética y la política vayan de la mano, de eso hablé ese día.
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