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Por el futuro de la agricultura familiar

Fuentes: ALAI / CEPRID

La Soberanía Política y la Soberanía Alimentaria definidas como elementos de una misma ecuación en un encuentro organizado en el Chaco argentino por la Unión de Campesinos Poriajhú y la CLOC.

La Unión de Campesinos Poriajhú («pobres», en lengua guaraní) es un movimiento integrado por 200 familias de la provincia de Chaco, Argentina. «Los Poriajhú» tienen una cooperativa en Colonia Pampa Napenay, localidad de Presidente Roque Sáenz Peña, otrora pujante corazón algodonero de la Argentina. Allí y en la Facultad de Agroindustrias de esa ciudad se reunieron durante los días 26, 27 y 28 de julio pasado referentes de más de 20 organizaciones campesinas, de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones de Campo (CLOC), de pueblos originarios y del campo popular, provenientes de este país, Paraguay, Brasil, Chile y Uruguay. Se unieron para reflexionar acerca del futuro de la agricultura familiar y campesina, y delinear futuras acciones en conjunto. Un futuro, por cierto, incierto.

Llegar por tierra a ese noreste olvidado desde Buenos Aires va pintando ese panorama incierto que se repite a medida que nos acercamos: partimos de un centro urbano aparentemente pujante, luego pasamos por un ancho cordón de pobreza extrema -en donde su población se ve reducida a prácticas de supervivencia que remiten al origen de la humanidad como recolectores/cazadores, pero recolectores no de los frutos que la naturaleza les brinda, sino de la basura que el «centro urbano aparentemente pujante» produce; y cazadores, no de animales silvestres que dan sustento, sino de «ayudas sociales» que, en el mejor de los casos, el Estado brinda; luego sigue el paisaje desolado del «desierto químico» de miles de hectáreas de tierra fumigadas esperando las condiciones estacionales para sembrar la soja para exportación que tanto bien hace a las arcas del país. El mundo «chacarero» ha muerto, nadie vive en estos campos, sólo los administradores anónimos de propietarios e inversores anónimos.

La escena se repite al llegar a Rosario, la segunda ciudad más poblada de Argentina, el conglomerado que posee el mayor puerto agroexportador del planeta: un gran cordón de pobreza extrema con familias expulsadas del campo, ahora propietarias de flamantes viviendas sociales que el exitoso modelo agroexportador provee; viviendas que tienen estacionados en sus frentes los carritos para recolectar la basura de un modelo que cierra perfectamente para unos pocos.

El paisaje se sucede en un «loop» infinito: «centro urbano-cordón de pobreza y basura-desierto químico». Ya un poco más cerca de nuestro destino, en el norte de la provincia de Santa Fe, encontramos vestigios de antaños establecimientos forestales, aserraderos, desmotadoras de algodón e ingenios azucareros que fueron la punta de lanza de un proceso que provocó el abandono de la producción diversificada de los antiguos colonos, que sin embargo daba mano de obra, y que ahora culmina en el complejo forrajero/aceitero de la soja y el girasol que avanza sobre el Chaco.

La Unión de Campesinos Poriajhú forma parte de la CLOC, integrantes a su vez de la Vía Campesina, movimiento internacional que coordina organizaciones campesinas, pequeños y medianos productores, mujeres rurales, comunidades de pueblos originarios, gente sin tierra, jóvenes rurales y trabajadores agrícolas migrantes de 56 países de Asia, África, Europa y América. Todos los meses de julio, los Poriajhú hacen este encuentro, el que se completó con una reunión de la CLOC Cono Sur.

Liliana Ruiz, integrante de los Poriajhú, explicaba al Colectivo de Comunicación de Amigos de la Tierra Internacional (ATI) lo que veníamos observando durante nuestro viaje: «La situación de Chaco es parte de la realidad a nivel mundial. Estamos perdiendo terreno en el campo, superficie, hectáreas en concreto, en manos de la soja. La gente se ve ahogada económicamente. El Chaco, medianamente, está dividido, parcelado, de mediano a pequeño productor, que fue todo lo que históricamente representó la cosecha del algodón. Hoy por hoy, los rindes en la cosecha del algodón bajaron a menos de la mitad. Por ejemplo, antes se hablaba de una tonelada, pero este año, por la campaña, por la sequía, y por los problemas de la semilla, sólo se llegó a 350 ó 400 kilos. Eso hace que el algodón haya dejado de ser rentable, la gente no sabe tampoco qué sembrar, está con problemas, entonces van vendiendo los campos, los productores y nuestros chiquitos vienen a parar a la ciudad, y esos campos los van comprando empresarios, que a lo mejor ni siquiera conocen la zona y van agrupando un campo al lado del otro, y después pasan a sembrar soja».

La agricultura como agricultura familiar y como agricultura campesina, agrega Liliana, está desapareciendo: «Esa gente viene a formar parte de los cordones, lo mismo que se reproduce en Buenos Aires con la gente del interior, a escala pasa en todos los pueblos, en todo el país y en todo el mundo también».

Por eso, este encuentro vino a proponer un norte de unidad y formación no sólo entre las organizaciones campesinas y originarias, sino también con las organizaciones sociales y populares urbanas e instituciones públicas como las universidades, para promover acciones concretas por la Soberanía Alimentaria, modelo propuesto por la Vía Campesina, que lucha por la libertad de los pueblos a definir sus propias políticas agrícolas, laborales, pesqueras, alimentarias y de tierra, de forma que sean ecológica, social, económica y culturalmente apropiadas; en contra del actual modelo neoliberal.

Entre las organizaciones participantes estuvieron presentes de Argentina, el Movimiento Agrario de la provincia de Misiones (MAM), la Asociación de Productores Agropecuarios de Misiones (APAM), la Unión de Trabajadores Rurales (UTR) de la misma provincia, el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE), el Movimiento Campesino de Liberación (MCL), Che’Eguerá de Chaco, la Unión de Pequeños Productores Chaqueños (UNPEPROCH), el Instituto de Cultura Popular (INCUPO), la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Universidad Nacional de la Plata (UNLP), el Centro de Políticas Públicas para el Socialismo (CEPPAS), la Red Internacional de Género y Comercio (IGTN), los Bachilleratos de Educación Popular de las Fábricas Recuperadas, la Universidad de Buenos Aires (UBA), la Asamblea Ambiental de Gualeguaychú, la Unión de Trabajadores de la Educación-CETERA-CTA, la Asociación del Magisterio de Santa Fe (AMSAFE), AMUYEN y la Carpa de la Dignidad Nacional de Chajarí de la provincia de Entre Ríos; de Brasil, el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), la Pastoral de la Juventud Rural (PJR), la Federación de Estudiantes de Agroecología de Brasil (FEAB); de Paraguay, la Coordinadora Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (CONAMURI), el Movimiento Campesino de Paraguay (MCP) y la Mesa Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas (MCNOC); y de Chile, la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI).

Las reflexiones atravesaron los temas de Reforma Agraria, Agronegocios y Soberanía Alimentaria. Néstor Kohan, filósofo, docente e investigador de la UBA trazó el contexto político latinoamericano; Claudia Nigro y Juan José Noste, docente y Vicedecano respectivamente, de la Facultad de Veterinaria de Casilda, Santa Fe, de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) describieron científicamente el accionar del agronegocio con su modelo de producción, explotación y destrucción, con abundantes datos cuantitativos y cualitativos; mientras que Raúl Galván de Poriajhú, Alvaro Santín del MST, Angelina Barrientos y Berta García de CONAMURI, Violeta Palacio de ANAMURI, José Bobadilla del MCP y Maciel Cover de la PJR, profundizaron en la discusión política y en la articulación de las luchas en conjunto entre el campo y la ciudad.

Las exposiciones fueron disparadores de lo que se puede denominar como una serie de ecuaciones esenciales: «sin Soberanía Política no hay Soberanía Alimentaria», «sin Agricultura Campesina no hay Soberanía Alimentaria», «sin Reforma Agraria no hay Soberanía Alimentaria».

Entre las conclusiones de los grupos de trabajo se marcaron las demandas al Estado: «hay que proponerle, exigirle, obligarle, asistencia técnica especializada, no técnicos del agronegocio, subsidios para recuperar y apoyar las semillas y la agricultura nativa, que apoye las ferias regionales del productor al consumidor, políticas públicas». Y se expresó la necesidad de «seguir creando, generando, avanzando con las luchas y las propuestas de la Soberanía Alimentaria, por otro campo, por otra ciudad, una lucha de la sociedad en su conjunto».

Por parte de las organizaciones campesinas se instó a la unidad y al mantenimiento de la autonomía en las decisiones, frente a los favores de organizaciones no gubernamentales y programas de intervención estatales, evitando el maquillaje verde o las soluciones asistencialistas.

Es de destacar que desde varios días antes se convivió en la Cooperativa Poriajhú con jóvenes estudiantes que vinieron a trabajar en el campo y dar una mano en la organización del encuentro. Para Liliana, los estudiantes son los que van a fortalecer este tipo de redes y articulaciones con los movimientos populares, que no hay que trabajar aislados y sectorizando la lucha campo-ciudad: «nosotros pensamos que hay que formarse, que el movimiento popular tiene que formar a los compañeros, que no somos gente suelta saliendo a denunciar por denunciar, que eso sólo no alcanza, que la lucha tiene que estar articulada y bien formados los compañeros».

Tras este encuentro se llevó a cabo la reunión de las organizaciones de la CLOC Cono Sur, en la que se acordó una agenda de acciones entre las que se destaca la convocatoria a un Campamento Latinoamericano de Jóvenes, en la provincia de Misiones, del 11 al 13 de octubre, en cuyo marco se prevén acciones contra las pasteras de celulosa.