En una esquina de la Plaza de San Fernando, invitando al acto en conmemoración del sexto aniversario de la desaparición del compañero Julio López, que se realizó en la noche del miercoles 26 de setiembre, un grupo de artistas pegó unos carteles de papel invitando al evento. En uno de ellos se leía: «Por Julio […]
En una esquina de la Plaza de San Fernando, invitando al acto en conmemoración del sexto aniversario de la desaparición del compañero Julio López, que se realizó en la noche del miercoles 26 de setiembre, un grupo de artistas pegó unos carteles de papel invitando al evento. En uno de ellos se leía: «Por Julio López no hay cacerolas» y es cierto. Pero en más de un sentido.
En primer lugar es cierto que los caceroleros tardíos, estos que mezclan el reclamo de comprar libremente dólares con un odio visceral, casi irracional, contra el peronismo y la Sra. Presidenta de la Nación, no solo que no preguntan por Julio López sino que permiten, acaso algunos ni se enteran, que grupejos y personajes de neto corte fascista se paseen entre sus cacerolas.
Como a la derecha le ha costado mucho rehacerse de la gran derrota del 2001, de ese Diciembre insurgente que cuestionó hasta los huesos el esqueleto del neoliberalismo, y por lo tanto, la estructura de la impunidad; tuvo que acudir a un largo rodeo que arrancó de la inseguridad, se prolongó en el cuestionamiento al supuesto exceso garantista para con Blumberg primero y las cacerolas ahora, mostrar a flor de piel su racismo, su xenofobía y su odio a los que luchamos por verdad, memoria y justicia.
Entre tantas puteadas y reclamos no hay un solo reclamo democratizador ni en procura de justicia social para los argentinos. Sería iluso esperar que los caceroleros tardíos reclamen por Julio López.
¿Y los que no cacerolearon?
Digo, los legisladores y funcionarios que marcharon el 24 de marzo contra el terrorismo de Estado e hicieron reuniones solemnes del Congreso y las Legislaturas, ¿por qué no una sesión especial el 18 de setiembre a los seis años del secuestro de Julio?
¿O es que hay desaparecidos de primera y de segunda?
Y los que marchan exigiendo Juicio y Castigo, los que reclaman contra el impuesto a las ganancias de los trabajadores, los que han defendido la salud y la educación en manos del estado, de calidad y gratuita, ¿por que tampoco ellos marcharon?
El silencio sobre Julio López reproduce hoy el silencio sobre los treinta mil desaparecidos y presagia, advierte, convoca, irrita, sobre la tercera desaparición de Julio López.
La primera en octubre del 76 por un grupo de tareas que controlaba el Jefe de la Bonaerense de entonces, la segunda en setiembre del 2006 por un grupo de tareas desconocido pero que muchos piensan que tenía relaciones o era parte de la misma Bonaerense.
Y la tercera es ahora.
Delante de tus ojos.
Merced al silencio de muchos que no debieran callar porque saben perfectamente que sin Julio López no hay Nunca Más, y sin Nunca Más no hay democracia y sin democracia ninguno de los sueños cultivados en estos diez años podrá tener perspectiva.
Esta noche en San Fernando, en su Plaza, hubo un digno acto por Julio López, acaso no demasiado grande, cien jóvenes cantando y bailando, pensando y discutiendo.
En la esquina un cartel decía que no hay cacerolas por Julio López.
¿Y si el próximo 18, en cada plaza de todo el país, caceroleamos por Julio López y Luciano Arruga, exigiendo que ya es hora de terminar con el gatillo facil y con la tortura en sede policial, que ya basta de destruir seres humanos en eso que llaman establecimiento penitenciario y que es más parecido a un centro clándestino que a otra cosa; que ya es hora de terminar el mandato de Echecolatz sobre la Bonaerense y de limpiarla de sus socios y émulos, de los que siguieron su camino reproduciendo una y otra vez la tortura y el miedo?
Ya basta de la segunda desaparición de Julio López; y para ello hay que frustrar la tercera, esa que lo esconde bajo la alfombra de los pasos dados, y prolonga el largo silencio que su ausencia ha generado entre nosotros.
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