«Impresiona mucho la pobreza que hay en el país» Presidente Kirchner, abril 2005) «El gobierno de Kirchner está interesado en atacar la injusta distribución de la riqueza en la Argentina»(Expresidente Duhalde y futuro senador, abril, 2005) «Todas las revoluciones, en las ciencias como en la historia general, se originan solo en esto: que el espíritu […]
Presidente Kirchner, abril 2005)
«El gobierno de Kirchner está interesado en atacar la injusta distribución de la riqueza en la Argentina»
(Expresidente Duhalde y futuro senador, abril, 2005)
«Todas las revoluciones, en las ciencias como en la historia general, se originan solo en esto: que el espíritu del hombre, para el entendimiento y comprensión de sí mismo, para la posesión de sí mismo, ha alterado sus categorías, uniéndose en una relación más verdadera, más profunda y más intrínseca consigo mismo»
(Hegel)
«Las bases del partido político de izquierda son diez veces más revolucionarias que sus líderes; la masa de trabajadores afuera del partido son diez veces más revolucionarias que las mismas bases de los partidos de izquierda»
(Lenin, 1917)
«Espíritu revolucionario=valor para demoler instituciones»
(Kropotkin, 1911)
Capital-Parlamentarismo y comunidad de intereses del capital: la utopía burguesa argentina en crisis: es probable que nos encontremos viviendo ya la tercera etapa del gobierno de la transversalidad de K.. Una etapa turbulenta, donde se escuchan los sordos ruidos de la rotura de la «comunidad de negocios», precaria pero estratégica, que había iniciado Duhalde y consolidado el tándem Lenicov-Lavagna. El síntoma evidente aunque engañosos es la inflación; la erupción supurosa son los encuentros entre la UIA y la CGT; las editoriales de los diarios del capital concentrado pidiendo más inversión, todo teniendo como telón de fondo el horizonte brumoso de las elecciones de octubre. La comunidad de negocios podría definirse como la alianza de poder, el partido del orden representado por el pacto tácito entre los beneficiarios del nuevo ciclo de acumulación, cuyas líneas generales fueron dibujadas por la UIA desde 1998, y que el régimen Duhalde-Kirchner funcionalizó.
Hagamos un poco de historia. Los ejes actuales de la explotación intensiva de la fuerza de trabajo han sido impuestos en sus líneas básicas por el gobierno de Duhalde: cuando este le entregó el poder a Mendiguren (UIA-Techint) el significado era claro: desde ahora dominamos los grupos económicos manufactureros concentrados. Este gobierno provisional reflejaba en su composición los distintos partidos que se repartían la victoria, ya no transformista, sino con el pueblo sublevado en las calles. Esto es lo que hay que entender cuando Kirchner habla de reconstruir el capitalismo nacional: más sangre proletaria al Moloch burgués. Con el nombramiento de la cartera de Economía se había traicionado el secreto del «putsch» contra el gobierno de la Alianza. La fracción burguesa que dominó durante Menem y De la Rua no fue la burguesía argentina en abstracto (ni el demonio de los banqueros) sino los grupos de la «Net Economy», empresas privatizadas y los servicios a la producción.
En la década del ’90 explicaban casi el 70% del PBI, y contrarrestando el mito devaluacionista, sólo un 13% del PBI eran importaciones. Este sector se encuentra a la vanguardia en cuanto al establecimiento de las nuevas relaciones de producción posfordistas y en el establecimiento del «Capital-Parlamentarismo» como «Profit-State» (Estado de Ganancia) en contraposición con la vieja figura del estado asistencial-populista establecido en los años ’50 (Perón). La lógica de esta nueva forma-estado puede verse en su funcionamiento desde fines de los años ’80: su política medular es simple política cambiaria que presiona sobre los salarios nominales, la acción estatal se reduce a valorizar financieramente los capitales concentrados, recaudar de la renta agraria diferencial e intervenir en el mercado de divisas para sostener una valencia política del peso (sea sobre o subvaluado).
El «Capital-Parlamentarismo» como «Profit-State» ha dejado de lado las formas de salario indirecto, como la salud y la educación, cuyos fondos asignados por Duhalde y Kirchner están en el mínimo histórico (tan sólo un 9,5% del PBI, el menor porcentaje desde 1983), acompañando así las nuevas relaciones de producción posfordistas. El «País en Serio» se convirtió, además, en el paraíso de los terratenientes y las multinacionales agroindustriales y de extracción (petróleo, gas y minería, fuente a través de las retenciones del extraordinario superávit fiscal. El grupo capitalista devaluacionista (recordemos era oposición oficial parlamentaria en los ’90 y tienen una alianza tácita con la CGT), que acumula con el plusvalor absoluto (trabajo-intensiva), el trabajo precario o en negro y la pobreza universal es fácil de identificar siguiendo la extraordinaria transferencia de ingresos desde los trabajadores hacia la voracidad burguesa desde la devaluación del 2002: Techint, Repsol, Siderca, Solvay Indupa, Aluar, Polledo, Siderar, Ledesma, Comercial del Plata, Pérez Companc, Cargill, Aceitera Gral. Deheza, Dreyfus, Glencore, Bunge, Vicentín, La Plata Cereal, Fate, etc. Estas cien empresas son el 50% del PBI hoy y sus ganancias se incrementaron un 48% anual, crecimiento que es un 1500% (si) mayor al crecimiento de la economía en general¡¡¡
Pero al mismo tiempo la masa de salarios como porcentaje del PBI (reparto de la riqueza) era del 21%, lo que significaba que era un 30% inferior al 2001, y hoy incluso un 11% inferior al 2003. En total esta cúpula de la «revolución de derecha» ha tenido ganancias que superan los 40.000 millones de dólares desde el 2002. Si segmentamos la ganancia, veremos una radiografía del «País en serio» del señor K.: las ventas de las 50 mayores empresas desde el 2002 crecieron un 16% anual pero sus ganancias un…184%¡¡¡¡ Calculado por minuto estas empresas han ganado 151 dólares, pero si nos situamos entre las diez empresas argentinas, la ganancia por minuto es de…405 dólares¡¡¡¡. En el ranking están Repsol, Tenaris, Petrobrás, Cargill, Aceitera General Deheza, Shell, Louis Dreyfus, Bunge, Esso, Siderar, Molinos Río de la Plata, Nidera, Coto, Disco, Massalin. Los perdedores también están claros: Telefónica, Telecom, Banco Hipotecario, Banco Galicia, Banco Francés, Banco Río, TGS, Renault, Transener, etc. Estos tuvieron su premio: aunque expulsados del nuevo bloque histórico se los indemnizó con un aumento de la deuda pública estatal (a traves de los seguros de cambio) y la futura re-estructuración de tarifas y contratos. Transacción que le dicen.
Las ganancias extraordinarias de provinieron de la inaudita pobreza de los trabajadores y de la profundización de la segunda ola de postfordismo. El partido del orden «productivo» quedó conformado por los grupos exportadores concentrados (sean multinacionales o no) en fuerte alianza con el PJ y grupos de la UCR y el FREPASO, con la conviviencia de la CGT. El «Capital-Parlamentarismo», en crisis desde la rotura de las afinidades electivas entre las fracciones burguesas en 1998 y el paralelo sabotaje de masas (abstención y voto bronca además de los piquetes), recomponía un nuevo ciclo de acumulación, utilizando la devaluación como herramienta de desposesión al trabajo (un mecanismo muy utilizado por el capital argentino desde 1976). La acumulación primitiva posmoderna es la privatización en sentido amplio (no sólo de servicios públicos, sino de recursos naturales, salarios indirectos, etc.), es el «cerramiento (enclosure) de lo común». El «Profit-State» del «Capital-Parlamentarismo» es el vehículo de este perverso mecanismo cíclico y el que explica esta ganancia extraordinaria y única en el mundo (1500% por sobre el crecimiento del PBI) imposible de realizarse con los mecanismos naturales del mercado.
A esto se le suma que hoy (2005) los costos laborales (capital variable) son un 33% promedio más bajos que en el 2001. Tengamos en cuenta que no se toma en cuenta el aumento de la productividad, lo que llevaría la baja laboral a porcentajes de un 60% o más.
Este excedente bruto de explotación no tienen parangón en la historia argentina, incluso analizando la hiperinflación de 1989 o el «Rodrigazo» de 1975 o cualquiera de las dictaduras militares. Durante todo el 2004 y el 2005 las ganancias subieron más aún debido al mecanismo de la inflación que permitió Kirchner (fijado en el presupuesto 2005). Aunque Lavagna y el nuevo presidente de la UIA nos hablen de que la burguesía paga salarios «dignos» (dignus es algo proporcionado al mérito), la superexplotación es más evidente si lo medimos en productividad (un cálculo entre producción por obrero ocupado y horas trabajadas). En las empresas de alimentación (las que más remarcaron sus precios y las que más impactan en la reproducción de la fuerza laboral) el costo de la fuerza-trabajo ajustado con la productividad (destajo y plusvalor absoluto) es el 30% de lo que era en 1993; en la industria del calzado el costo salarial representa hoy un 38% de lo era en 1995; en el sector de combustibles es apenas un 28% de lo le costaba al capital en 1995; en la industria siderúrgica el costo de un trabajador es hoy el 40% que en 1993; en el sector de las automotrices (beneficiadas diferencialmente por Menem) el costo proletario es un 44% de lo que costaba en 1995. Si el salario medio real era en 1999 de 930$, hoy no llega a 500$, tal la transferencia de riquezas hacia el gran capital.
Es la Argentina Potencia de los superexplotadores de bajos salarios, de trabajo en negro, de subconsumo, de destrucción del viejo estado de derecho, de la especulación con la deuda pública (tienen 175.000 millones de dólares en el exterior) y son los que hoy recelan unos de otros y que traman detrás del trono de K. la lucha por la mayor tajada. Inflación y renacimiento de los conflictos salariales: FOETRA Capital, subtes, telefónicos, estatales, etc., desbordando el sistema de partidos y la jaula de hierro del sindicalismo fordista (no es un simple dato que delegados de minorías en los sindicatos generales se transformen en líderes nacionales). Y es que como los compañeros van aprendiendo la burguesía golpista en el poder y el «Capital-Parlamentarismo» sólo consienten del movimiento de los trabajadores una usurpación: la de la lucha.
Tolerancia Cero: la vía posfordista al Gulag capitalista: a la gigantesca aceleración de la acumulación salvaje del capital le acompaña el estado punitivo contra el pobre y el marginal. La caracterización de la forma estado del posfordismo como «estado de excedencia» no es una simple innovación del lenguaje. La desocupación y el trabajo atípico se configuran como el margen de excedencia de la productividad social. La negación del acceso a un trabajo en los parámetros fordistas (ciudadanía) excluye masas cada vez mayores de sujetos que no son reconocidos como socialmente como consumidores, y con condiciones para acceder a una existencia social plena. Un régimen de excedencia significa que la dinámica productiva posmoderna excede continuamente los dispositivos institucionales de atribución, reconocimiento y garantías de la vieja ciudadanía social. No hay más inclusión de sujetos. La escisión entre la constitución material de la sociedad y la constitución formal de las instituciones de gobierno es insalvable. No hay mediación entre amplios sectores de la fuerza-trabajo y el capital. Este déficit se traduce en anomia. Se deben planificar dispositivos que controlen esta población excedente y el «surplus» de fuerza de trabajo descualificada.
Este «sobrante» del posfordismo puede dividirse en «social junk» y «social dynamite»: el primero se refiere a aquella parte de la multitud desocupada pero que representa un detrito social inofensivo en la confrontación con los aparatos del poder (manejables a través del «Welfare» o el clientelismo de los partidos y sindicatos); el segundo, aquella fracción potencialmente explosiva y peligrosa, se activa el sistema carcelario posmoderno. El «Capital-Parlamentarismo» tiene en construcción nuestro propio GULAG para los rebeldes asociales. Al trabajo atípico se le contrapone, como Jano, la policía posmoderna, la encarcelación preventiva y la privatización de la represión. El control social de las clases trabajadoras siempre tuvo una relación privilegiada con las relaciones de producción históricas y cambios en el modo de gobernabilidad de la multitud repercuten inmediatamente en los mecanismos de exclusión, inclusión y castigo punitivo. La rebelión en las cárceles argentinas, el problema de la seguridad (Blumberg dixit) oculta más que explica la nueva función del estado posfordista. Si una de las caras es que el salario medio está un 30% por debajo del que teníamos en 1999, la otra nos da un panorama desolador: la cantidad de detenidos por causas penales no para de subir en el «País en Serio».
En los últimos siete años (fecha clave: 1998) la población carcelaria creció un 100%. La tasa de encarcelamiento es hoy de casi 200 presos por 100.000 habitantes: el primer lugar lo ocupa EE.UU. con 686 presos, le sigue Rusia, pero la Argentina de Kirchner ocupa… el lugar octavo del mundo¡¡¡ Suecia, por ejemplo, tienen 68 y Japón 48. Hablemos del Gran Buenos Aires, el feudo de Duhalde: 400 personas terminan en una celda cada día. Estamos en promedio deteniendo a 130/150.000 personas por año, sólo en GBA. Se producen 25.000 delitos por mes, de los cuales el 64% son contra la propiedad. Pero lo peor no es eso: de los detenidos sólo un 10% tenía antecedentes, lo que quiere decir que el 90% delinquía por primera vez. Casi el 70% no tiene condena a nivel nacional. El perfil del preso argentino es un calco de la nueva figura del trabajador posfordista: varón, pobre con empleo precario o intermitente, soltero, tiene entre 18 y 34 años, con educación formal (primaria), además sólo el 4% es extranjero. El 46% tenía un trabajo a tiempo parcial; el 19% un trabajo a tiempo completo y sólo el 35% estaba desocupado. Casi un 60% tenía un oficio o profesión. El 81 % no participó en alteraciones al orden público nunca. El 8% de las mujeres detenidas tenían hijos con ella. El 72% de los condenados no era reincidente. El 11% de los condenados gozo durante el año de salidas transitorias, el 2% sufrió una suspensión o revocación de las salidas y al 87% no le fueron otorgadas (cuando más del 70% es calificado como de excelente o buena conducta). El 94% de los detenidos con condena no tuvo reducción de pena. El 94 % tenía residencia urbana y la provincia de Buenos Aires es el principal lugar de procedencia (42%). Los detenidos privados de libertad se encontraban acusados o condenados por la comisión de robos en su mayor parte, en un segundo plano homicidios dolosos, hurtos, infracciones a la ley de drogas y violaciones. La superpoblación es de un 20%, hay presos hoy en el Hospital Psiquiátrico Borda y Moyano, hay presos en el año 2005 en contenedores (como los talibanes en Afghanistán) en Salta, en condiciones infrahumanas.
El posfordismo exige que el nivel de subsistencia carcelario sea al menos inferior al de la franja de la clase trabajadora más degradada y precaria, de forma que el trabajo peor pagado sea de todos modo preferible a la condición carcelaria (a diferencia de las cárceles del siglo XIX descritas por Marx, donde el preso vivía mejor que el proletario medio). Hoy el encarcelamiento cumple una doble función: constante advertencia para los que no trabajan o no están conformes con un trabajo precario y miserable acerca de las consecuencias de pasarse de la línea y encarrilar los sentimientos de inseguridad de la clase media hacia estos «enemigos adecuados», que de otro modo serían expresados en forma antagonista y peligrosa para el sistema. Como dice un viejo adagio la fianza es para las clases altas, la prisión en suspenso para la clase media; la prisión efectiva para los proletarios. La cárcel en el estado de excedencia del «Capital-Parlamentarismo» es una máquina barredora de grupos precarios, institución hoy concebida totalmente para los nuevos pobres supernumerarios, medio criminógeno modelado por el imperativo de la seguridad, una fábrica de miseria y pauperización, complemento indispensable de la imposición violenta de la acumulación y al imposición del trabajo atípico, precario y mal pago como obligación ciudadana. Simplemente incapacita, neutraliza y «aparca» categorías sociales.
El «GULAG» del capital postfordista tiene como misión regular los segmentos inferiores y medios del mercado laboral, expandir y acompañar el desarrollo del trabajo asalariado de miseria y en negro, produciendo sin cesar una amplia reserva de mano de obra que jamás volverá a tener un trabajo digno. Entre 1990 y el 2000 el número de jóvenes pobres aumentó un 300%: en el 2004 el 60% de todos los jóvenes entre 14 y 24 años era pobre (de los cuales un 38% era indigente¡¡¡). Sólo el 40% de los jóvenes termina la secundaria; en Europa un 85%; sólo el 6% llega a la universidad, un tercio no completa ni siquiera la primaria. Pensemos que en el posfordismo para no ser pobre se necesita como requisito al menos doce años de escolaridad. Uno de cada cinco jóvenes del GBA, el coto privado de Duhalde, no va a la escuela ni trabaja. El 60% de la franja entre 15 y 21 años no tiene ningún tipo de cobertura social o sanitaria mínima. En Argentina hoy trabajan (UNICEF, 2004) más de 1.500.000 menores de 15 años, en la explotación más miserable. Pero aparte su proyección preventiva (el fantasma de la rebelión del 2001) es muy notoria. En suma: si el que delinque por primera vez es joven, con trabajo precario o desocupado, con primario completo, de familia proletaria, consume alcohol o drogas, es soltero y vive en zonas urbanas de riesgo, será considerado peligroso y merecerá una sentencia potencialmente durísima. Pertenece a una clase peligrosa; poco importa si, subjetivamente, es o no peligroso.
«No Future»: Control y Terror peronista: Pero detrás de las cifras apabullantes de los efectos sociales salvajes del «Capital-Parlamentarismo» se incuba el huevo de la serpiente. El plan de seguridad lanzado por Kirchner en 2004 viene a confirmar una tendencia posmoderna: que las elecciones de los mecanismos represivos son políticas más que científicas y que las teorías criminológicas del postfordismo dominantes convergen con las estrategias de política criminal que se perfilan en concreto. Si la utopía correccional del estado populista recuperaba sujetos útiles, ahora se trata de neutralizar, anular, aislar, demarcar grupos de alto riesgo, poblaciones enteras. Veamos algunos datos de la «Cruzada Axel»:
1. BAJA DE LA EDAD DE LA IMPUTABILIDAD: se criminaliza la pubertad y adolescencia «sans phrase», es coherente ya que el 53% de los pobres es menor de 21 años y de estos el 64% es menor de 13 años (el 31% de los argentinos menores de edad es indigente);
2. JUSTICIA RAPIDA PARA DELITOS «IN FRAGANTI» (sólo a delitos de pobres: robos, hurtos, etc. y nunca a delitos de guante blanco (defraudaciones, delitos de funcionarios y políticos, etc.). El procedimiento no garantiza el derecho constitucional de defensa. El atentado y resistencia a la autoridad, lesiones y daños es el «combo» de delitos con los que caratulan a quienes se criminalizará en 5 días. En la práctica, la policía tendrá poder absoluto, toda detención no ordenada por un Juez o no realizada para averiguación de identidad desembocaría en un juicio sumarísimo propio de tribunales militares de guerra; se impide la defensa particular (y probablemente la oficial).
3. RELOCALIZACION DE LA JUSTICIA CRIMINAL EN BARRIOS: Cuando resulta indispensable fortalecer la capacidad investigativa judicial desplazando a las policías (ya que facilita la connivencia mafiosa político-policial), al llevar jueces+fiscales a los barrios se fortalece el poder policial, aumentando la vulnerabilidad de los sectores sociales con menor influencia. La experiencia demuestra que la cercanía territorial de funcionarios judiciales con la maldita policía produce la metamorfosis que Neuman denominó «proceso de policización». La territorialidad no está destinada a perseguir el delito organizado. Los barrios elegidos tienen población de bajos recursos o fuertes diferencias en la distribución de los ingresos.
4. INCORPORACION DE TIPOS PENALES RELACIONADOS CON EL FINANCIAMIENTO DEL TERRORISMO: sólo puede explicarse por la exigencia de EE.UU. ya antes subordinado a la suscripción del Tratado Americano contra el Terrorismo de Barbados del 2002. Es un fenómeno sin relevancia en el país y abre las puertas para la persecución política de opositores (hipótesis de «guerra civil larvada»).
5. AMPLIACION DEL NÚMERO DE EFECTIVOS: Ya sea por la vía de la agencia federal de investigaciones, ya sea por el llamado «cuerpo nacional de paz», se aumentan los efectivos armados represivos, una tendencia contradictoria con el concepto de gasto público del postfordismo.
6. CUERPO MILITAR NACIONAL DE PAZ: La constitución de este pequeño ejército, que en principio iba a contar con 5.000 hombres para ampliarse a 18.000, señala su potencial función represiva. La terminología utilizada («de Paz») remite a las teorías de guerra civil preventiva, de operaciones de «no guerra» o beligerancias de baja intensidad que se «resuelven» con brigadas de rápido desplazamiento, profesionales y de alta tecnología. Como cuerpo militarizado servirá para poner en caja la lucha de clases que no pueda ser encaminado por las policías provinciales (ya desbordadas con facilidad). Cubrirá con mayor eficacia y agilidad las misiones represivas frente a conflictos sociales que hasta diciembre de 2001 solía realizar Gendarmería. Con ella que la Alianza UCR-FREPASO «pacificó» la provincia de Corrientes para que pudiera asumir Mestre.
7. EXTENSION DEL USO DE LA FIGURA DEL «ARREPENTIDO»: Ya existe en la ley anti-drogas y se lo propuso en todos los proyectos de leyes anti-terroristas (que no se aprobaron por el rechazo popular). Facilita la manipulación de los procesos penales y los montajes judiciales. Se lo presenta como una herramienta contra la «impunidad».
8. LIMITACION DE LAS EXCARCELACIONES: Pone como regla la no-excarcelabilidad de los delitos conculcando el principio de la presunción de inocencia consagrada en la Constitución. La reciente reforma que torna no-excarcelable la tenencia de armas acelera las causas fraguadas (la colocación fraudulenta de un arma a inocentes es el principal mecanismo empleado).
9. LEY DE ABIGEATO: el gobierno cede ante la «opinión» de voceros de la seguridad de la clase media (como el impresentable intendente del municipio sureño de Villarino o el viejo Patti), centro político del duhalde-kirchnerismo.
10. MODIFICACION DEL ART. 210 DEL CODIGO PENAL SOBRE ASOCIACION ILICITA: Se lo presenta como parte del mayor énfasis represivo sobre el delito organizado. Se desconoce el contenido de la propuesta. Una vez más el riesgo reside -con base en las experiencias de los últimos años- en que se oriente la figura hacia el castigo político. Se sustenta en un diagnóstico de «guerra civil latente». ¿Qué significa todo esto? Obviamente demuestra el correlato entre delito y exclusión social, pero además señala el nuevo estado de excedencia del «Capital-Parlamentarismo»: el poder del capital ha perdido ya la capacidad de regular contractualmente el desarrollo de las luchas sociales y de interpretar políticamente (a través de sus mecanismos de captura: partidos políticos, etc.) el rompecabezas de las fuerzas en movimiento. La caída o el giro en vacío de los trámites de representación sistémicos y de lealtad de masas, sean populistas o republicanas, y la emergencia de zonas de opacidad política y social, de efectos de «salida» sobre «voz» (abstención, cinismo político, acción directa, etc.) son síntomas de las nuevas relaciones de producción y el derecho penal.
El «Capital-Parlamentarismo», empíricamente, está encontrando las formas punitivas que se acomoden a las nuevas subjetividades obreras. A los viejos aspectos keynesianos de control, el estado de excedencia los subsume bajo la guerra civil preventiva, la definición de grupos productores de riesgo, la ghettización territorial. Los índices demuestran un aumento de la tasa de criminalidad hacia la frontera social: delitos en las calles, microcriminalidad, desviación de la «working class», es decir: los objetivos básicos del viejo reformismo social del capital ahora abandonados. La violencia ya no se legitima (ni siquiera con una condena retórica) sino que se basa en criterios de eficiencia y de flujo del sistema de mercado. La ideología que lo soporta es el «clima moral» diseminado por los medios de comunicación día tras día (a pesar que los que más sufren la violencia son los mismos pobres y la clase media baja tal como lo demuestran las mismas estadísticas).
Así el delito y la inseguridad se transforma en otra barrera social más y en fuente de nuevas desigualdades sociales: los más ricos compran en el mercado la seguridad ciudadana que el estado de excedencia ha abandonado al automatismo del mercado. Precarios, trabajadores, jóvenes, la mayoría con trabajo y oficio: estos son los clientes privilegiados de las cárceles de Kirchner.
Masas como razón: organización, composición de clase, encuesta obrera: la acumulación del capital no gira en el vacío, se nutre y vivifica a través de una estructura social de acumulación. Se trata de entornos institucionales específicos, dentro del cual se organiza la explotación del trabajo. Tal acumulación, como la iniciada en Argentina en el 2002, tiene lugar inmersa en estructuras históricas concretas: empresas con una serie de mercados, produciendo bienes y servicios, etc. A su vez, como capas de una cebolla, existen otras: sistema monetario y crediticio, tipo de intervención estatal-política (regulación), mercado de trabajo, formas de institucionalizar la lucha de clases (partidos, sindicatos, etc.), forma-estado específica (grados de «capital-parlamentarismo»), etc.
Este grupo de instituciones es la estructura social de la acumulación. Estas estructuras y su interacción con el intercambio básico de la ley del valor definen no sólo etapas sucesivas del desarrollo del capital sino las figuras del antagonismo. Figura obrera, ondas de desarrollo del capital, forma de la lucha de clases y temática de la organización son interdependientes, definiéndose una en función de la otra, en especial en el pasaje del fordismo al posfordismo. Dos componentes esenciales son el proceso de trabajo (organización técnica del trabajo) y el mercado de trabajo que sufren los cambios estructurales generados por las restricciones en la tasa media de ganancia del capital. Los ciclos vitales de la contratendencia del capital pueden resumirse en explotación, consolidación y decadencia, coincidiendo cada uno con el fin o inicio de una crisis económica. Argentina se encuentra entre el fin de la primera fase de la contratendencia (explotación) y el inicio de la segunda (consolidación), es decir: el capital está logrando disminuir su composición orgánica profundizando y universalizando la subsunción real del trabajo al capital, imponiendo el trabajo posfordista, atípico, precario, temporal, como suelo cualitativo de la acumulación. En estos últimos dos años el trabajador precario como «figura» obrera marginal y de «soporte» a la producción ha adquirido más relevancia, convirtiéndose en un componente consistente del mundo del trabajo. Indirectamente se refleja en el enorme crecimiento de los servicios a la producción, típico en los países avanzados.
Sólo comprendiendo su composición, la de la clase obrera real y actual, es posible sacar conclusiones, derivar formas de organización, explicar conductas, reproponer líneas reales y materiales de antagonismo. Sólo así podemos intervenir revolucionariamente: es otra forma de decir la máxima de Lenin que sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario. La composición de clase no debe entenderse como un análisis sociológico académico del puesto de trabajo (en la mejor tradición burguesa); ni una observación fenomenológica de los movimientos sociales. En el proyecto de Marx debe entenderse como método de análisis sobre un proceso histórico complejo. De la misma forma que es imposible separar realmente proceso de trabajo y proceso de valorización, de la misma forma la composición técnica del capital, del trabajo asalariado (incluyendo el grado de desarrollo de las fuerzas productivas, la cooperación social, la división técnica del trabajo) no es escindible de la composición política: ésta recubre la esfera de la subjetividad proletaria, de sus deseos, necesidades radicales, del imaginario colectivo así como de aquellas formas objetivas de esa subjetividad, a saber: formas de organización política, sindical, cultural, social, caracterológica, incluso el instinto de clase.
Es básico aquí el fundamento materialista que el sujeto se produce en las prácticas materiales del trabajo, o lo que es lo mismo: la explotación de trabajo capitalista no sólo crea objetos para sujetos sino también un sujeto para el objeto. Esto no se da en el vacío: detrás del sujeto operan presupuestos históricos nacionales muy determinados: ideología, tradiciones, reproducción ampliada específica de cada estado-nación capitalista. El trabajo bajo el capitalismo fordista o populista en América Latina podía ser simbolizado como un diamante de tres caras: el trabajo asalariado, formal y normativizado; el trabajo autónomo (cuentapropista) y las profesiones liberales. El trabajo en negro era un sector marginal ligado al lumpenproletariado o al trabajo precapitalista. El sistema fordista se instauró luego de un largo proceso de luchas obreras, recomposición política y guerra civil de casi medio siglo, porque uno de los obstáculos a superar estaba representado por la modalidad y los mecanismos de intervención del estado. Además el fordismo ese estableció en un particular momento político-histórico de la historia del capital: los EE.UU. como poder dominante. En este proceso el mercado de trabajo se dividía en un sector de monopolio y un sector competitivo; el estado populista debía garantizar un mínimo de bienestar social (una de las formas de «pagar» para que el comunismo no tomara el poder, según Perón) a todos, intentando universalizar los beneficios («derrames») de la producción en masa, asegurando salarios indirectos (asistencia sanitaria y social, transporte, educación, vivienda).
El posfordismo como nueva relación entre el capital y el trabajo modificó este pacto, esta «pax populista» a partir de 1976, acelerándose con Menem y la Alianza, para profundizarse y consolidarse con Duhalde y Kirchner. El posfordismo puede definirse como un proceso de transformación interna de la explotación del trabajo en la acumulación del capital que implica un período de transición. En cuanto al sistema de producción entra en crisis el paradigma taylorista de organización del trabajo (división del trabajo y proceso laboral): la gran fábrica y la cadena desaparece del horizonte de las metrópolis posmodernas; por el otro entra en crisis la estrategia fordista de regulación de la dinámica salarial, se rompe el círculo virtuoso que desde 1945 reunía salario obrero (directo e indirecto), productividad social, consumo de masas y ciudadanía. Bajo esta metamorfosis es que la fuerza de trabajo tiene siempre una composición, una «condición proletaria», que puede ser utilizada como ciencia del comunismo, o en palabras de Marx, como economía política de la clase obrera. El punto de vista de clase explica que la estructura técnica de la multitud trabajadora (composición técnica) produce necesariamente determinadas formas de acción antagonistas y precisas posiciones ideológicas y organizativas (composición política). A determinada composición técnica de la fuerza de trabajo le corresponde una composición política como clase obrera. Esto no tiene nada que ver con la distinción filosófica de clase «en-sí» y «para-sí». La distinción es puramente analítica, no ontológica, es metodológica, no-real. La expresión «fuerza de trabajo» indica la exigencia del capitalista a representar al trabajador como simple y pasivo «costo laboral o de producción»; «Clase obrera» indica la conquista de niveles políticos de parte de la multitud proletaria en la resistencia contra el trabajo, en refutar el comando del capital.
La definición de la realidad histórica del movimiento es posible únicamente partiendo del núcleo materialista de la composición técnica de la fuerza de trabajo: sólo bajo la luz de la interrelación dialéctica entre determinación capitalista de la fuerza de trabajo en toda su complejidad y la insurgencia espontánea y cotidiana de la clase obrera, entre composición técnica (toda dentro del capital) y la composición política (toda fuera del capital). Este criterio marxista olvidado u oxidado, ya propuesto por Marx en la Iº Internacional (1864): «una ‘gran labor internacional’ que proponemos es una investigación estadística sobre la situación de la clase obrera de todos los países, emprendida por la propia clase obrera. Para actuar con éxito, hay que conocer el material sobre el que se pretende actuar. Mediante la iniciativa de esta gran labor, los trabajadores demuestran, además, su capacidad y su pericia para tomar el asunto en sus propias manos… que en todos los lugares en que exista una rama de la Internacional se emprenda esta obra inmediatamente…» (sic), y nuevamente al joven Partido Socialista francés o Lenin con sus corresponsalías en fábricas o el mismo Mao en su encuesta campesina. Todo esto implicaba que la encuesta obrera era una co-investigación militante, que tenía como objetivo, ya no la interpretación del mundo sino además la organización de su transformación. En este sentido fuerte la encuesta es la construcción paralela de las condiciones materiales de emancipación de los trabajadores y el criterio de clase con el cual indagar el surgimiento de figuras antagonistas «hegemónicas» y «centrales» en la lucha de clases. La composición de clase debe ser definida siempre dentro de presupuestos nacionales en cuatro dimensiones:
• En referencia a la forma del proceso de trabajo (la cooperación social)
• En referencia al contenido del proceso de trabajo (jornada laboral, división del trabajo, trabajo necesario, divisiones internas)
• En referencia al nivel objetivo de las necesidades obreras (históricamente determinadas y fijas en la estructura del salario)
• En referencia al nivel de lucha y organización (que la clase en su conjunto, de fase en fase histórica, produce y genera)
La encuesta como co-investigación militante es una técnica para registrar los fragmentos de la experiencia proletaria (Montaldi), las nuevas subjetividades obreras, los deseos e instintos de la multitud, en busca de una organización autónoma, revolucionaria. En ella se enlazan la idea de la «crítica de la economía política» como modo concreto y no ideológico para tematizar la crisis en función de la organización de la clase obrera. Con ella se pone de manifiesto las premisas para la conquista de espacios de poder para la iniciativa política de la multitud, muestra el ámbito de intervención, permite el afinamiento y la maduración de nuevos instrumentos de lucha, contribuyendo a desmantelar las defensas del «Capital-Parlamentarismo». Encuesta es crítica, en el fuerte sentido de destrucción de errores y conocimiento de los límites de nuestra práctica. La encuesta sólo tiene relevancia si supone siempre como premisa plantear el problema de la organización autónoma de base, para construir los posibles escenarios para la acción y la dirección concreta del antagonismo contra el despotismo del capital, en fin: un instrumento para la autoemancipación de la multitud. El método político de la encuesta anula toda visión mítica del grado de desarrollo de la clase y debe ser la via regia para elevar este desarrollo a grados cada vez más altos.
La Fuerza de Trabajo argentina: ¿trabajadores segmentados, trabajadores divididos?: los asalariados representan un 60% de la población total. De ellos son registrados (en blanco) un 33%. La fuerza de trabajo urbana, FTU (el INDEC no contabiliza el trabajo agrícola) es hoy de 14.798.036 personas, de los cuales los desocupados (excluyendo los beneficiarios de los planes de empleo y los que ya no buscan por desaliento) son el 16%; patrones (3,2%); cuentapropistas (19,7%) y trabajadores en negro (27,6%). La tasa de empleo precario e informal creció en una década (1995) un 100%, teniendo una aceleración brutal desde el ciclo de Duhalde-Kirchner. Entre 1997 y 2001 se mantuvo en el 35% del total de la FTU, para llegar a un increíble 53% en 2005. los trabajos en negro imperan en especial en las zonas pobres (NOA, NEA) y en el Gran Buenos Aires. La composición técnica nos dice que los sectores capitalistas que abusan del trabajo atípico y precario son los servicios, el comercio, sector de turismo (restaurantes, hoteles) y en tercer lugar la industria manufacturera. Los que más crecieron en la agregación de trabajo negro desde la devaluación, gracias a la vista gorda del «Capital-Parlamentarismo», son las actividades primarias (+300%); servicios (+122%); transporte y comunicaciones (+100%) y las industrias de electricidad, gas y agua (+92%). En cuanto al tamaño de la empresa, las PyMes se llevan los laureles: las que tienen más precarios sin derechos son las empresas que tienen entre 2 y 25 personas (+182% que en 1992), las de 26 a 100 han crecido un 100% en informalidad. La composición del precariado en su instrucción ha cambiado: el 29% tiene primaria completa; 24% secundaria completa y un sorprendente 19% universitaria o terciaria, muy lejos de la imagen del trabajador en engro como analfabeto o descualificado.
Es más: comparando con los años ’80 el nivel de instrucción mínima es hoy el umbral del primario completo. En cuanto a su edad el precariado está compuesto de jóvenes: 61% entre 25 y 45 años; y esta dividido en un 50% entre hombres y mujeres, de los cuales un 41% es jefe de familia (los jefes de familia han crecido con respecto a los años 80′ en un 70% entre los precarios). La estructura salarial de la composición técnica de la FTU es el caballo de Troya del comando capitalista. La capacidad de segmentación, de crear competencia entre los propios trabajadores y entre estos y los desocupados, de cristalizar aristocracias obreras, es proverbial pero se ha sofisticado con el posfordismo. Primero recordemos esta afirmación de Marx: «supongamos que de 1000 obreros igualmente diestros se queden sin trabajo 50: el precio del salario se determinará, no por los 950 que siguen trabajando, sino por los 50 que se quedan ociosos».
La mercancía vendible «fuerza de trabajo» se distingue de cualquier otra precisamente por su carácter precario, por la imposibilidad de acumularla; el obrero no puede guardar su energía sino que necesita seguir trabajando si no quiere morirse de hambre y la humanidad de los capitalistas consiste en comprar la mayor cantidad posible de trabajo al precio más barato que puedan. El salario tienen por esto una relación inversa con la ganancia del capital, antagonismo y el rápido incremento del capital equivale a un rápido incremento del beneficio y esto sólo es posible si decrece el valor de cambio del trabajo, es decir: del salario relativo. Tal lo que se desarrolla ante nuestros ojos. Hablemos del salario relativo, nominal y real. Salario nominal es el precio en dinero o moneda nacional constante y puede o no coincidir con el salario real. Salario real es el volumen de mercancías que realmente se obtienen a cambio del salario recibido. El INDEC mide esto con las canastas, sea CBT o CBA.
El salario relativo se halla determinado por su relación con el «profit», la ganancia, el beneficio del capitalista. Entonces el salario real expresa el precio del trabajo en relación con el precio de las mercancías necesarias para la reproducción de la fuerza de trabajo (CBT-CBA): el salario relativo indica el precio del trabajo directo en relación con el precio del trabajo acumulado (en proporción al del capital: el valor mutuo del capitalista y el obrero). Como se ve el salario real puede permanecer invariable, incluso subir y experimentar una baja del salario relativo. En el ciclo de acumulación iniciado por Duhalde se han derrumbado simultáneamente el salario real, relativo y nominal, en proporciones diferentes pero inéditas en la historia argentina. Si el salario nominal promedio de los trabajadores registrados (fordistas) era en 2001 de 579$, sumando la inflación oficial, hoy debería estar en 865$; sin embargo es de 645$. Si lo miramos desde el salario real es inferior al costo de la canasta básica para una familia tipo (735$). El salario real mínimo hoy es un 43% menor al del año 1975. Pero esto no es nada. Si el salario nominal de un trabajador en negro era en 1994 de 466$, hoy es de 418$, lo que significa que la «brecha salarial» entre fordistas y atípicos es hoy la más amplia registrada nunca: un 40%.
Debe tomarse en cuenta que los trabajadores formales sólo son el 19% de los asalariados. La diferencia entre el salario nominal y real revela la dimensión de la explotación y el mecanismo de expropiación de la devaluación consolidada por Kirchner: en enero del 2002 la brecha entre el salario promedio nominal y el real era de tan sólo 2 puntos; hoy el nominal está 18 puntos debajo del real. Además con importantes diferencias dentro de los trabajadores registrados: los estatales han perdido 28 % y los precarios 35%. La política salarial del «Capital-Parlamentarismo», en especial con K., ha profundizado y re-segmentado, generando diferencias y la competencia no sólo entre los trabajadores formales e informales, sino dentro del propio segmento de los registrados. La estrategia de «sumas fijas» aumentó la brecha pre-existente e ntre trabajadores privados y estatales en un 20%, produciendo nuevos archipiélagos de pobreza dentro del mercado de trabajo postfordista. El mapa de la clase obrera argentina muestra que los trabajadores fordistas del sector privado tienen un promedio salarial de 732$; los fordistas estatales un promedio de 520$; luego los precarios cuyo promedio es 418$; el trabajo autónomo de segunda generación (disfrazado de cuentapropistas) es de 541$.
El promedio de los que están en blanco está casi al nivel de la línea de pobreza, apenas alcanzan a no ser «working poor»; los estatales caen dentro de la pobreza acercándose a la indigencia; los precarios están un 15% por debajo de la línea, ya no de pobreza, sino de indigencia. El promedio general de la clase obrera es en 2005 un 27,3% inferior al umbral de pobreza fijado por el estado. El precariado postfordista presenta ingresos que son un 50% inferior al de los trabajadores registrados (fordistas), a pesar que representan el 65,1% de la fuerza de trabajo, mientras que el 34,9% restante tienen ingresos superiores en un 37,7% al conjunto de los trabajadores. Dentro del 34,9% existe la brecha secundaria entre privados y estatales. La creación de un millón de empleos entre en 2003/2004 demuestra el pasaje violento al postfordismo con la intervención decisiva del estado: el 83,5% de los nuevos puestos son precarios y tienen un ingreso 43,7% menos al promedio de los ocupados. Es claro que por eso el costo laboral es hoy en promedio entre un 40 y un 60% menor que en el 2001.
En cuanto al salario relativo si lo relacionamos con la productividad la diferencia es escandalosa: el promedio de la productividad/salario real ha sido entre 1991/2001 de 5,2%, mientras en el mismo período el salario real cayó un 0,5%. La productividad tenía un índice en 1991 de 87,1 y en el 2001 de 144,3, por lo que aumentó un 37,2%¡¡¡¡ La comparación internacional también sirve: el salario/hora en dólares en 2004 es: Argentina de u$s 1,2; China u$s 0,7; EE.UU. u$s 15 y Francia u$s 10. Seis de cada diez empleos nuevos creados desde el 2002 son en negro. El mercado de trabajo ha fragmentado y triturado las nuevas y convulsas subjetividades obreras: básicamente hay seis segmentos, siete si le agregamos los desocupados. La fuerza de trabajo se compone de: 1)asalariados privados registrados (+44% arriba del promedio salarial); 2) asalariados estatales (+27% arriba del promedio salarial); cuenta propia no profesional (-20% abajo del promedio salarial); asalariado privado no registrado (-32,7); cuenta propia servicio (-61,7%); beneficiarios de planes de empleo (-72,5%). Los trabajadores fordistas sólo representan el 34% de la FTU, por lo que a la estructura dual externa del mercado laboral (formal/informal) se estratifica en segmentos según la empresa que lo emplea (gran grupo económico o PyME) y un segundo escalón en la rama de actividad (por ejemplo: los que más ganan están en electricidad y agua, minas y canteras; los que menos en enseñanza, construcción y turismo), quebrándose la lógica del viejo sindicalismo desde adentro.
La segmentación llevada a cabo por Kirchner afecta la relativa unidad de la clase por medio de tres conductos de transmisión interrelacionados: a) se experimentan relaciones de producción muy diferentes: con patronos, compañeros de trabajo y organizaciones como sindicatos; b) se generaron diferencias internas entre registrados y precarios dentro del universo del trabajo formal (incluso en el propio estado); c) se han solidificado «corredores laborales» y de recalificación, que filtran trabajadores por un lado y cierran el acceso a otros. La consolidación y estabilización del «Capital-Parlamentarismo» se basa en la presunción de políticas de fracciones de la clase obrera, escindidas, sin contactos unas con otra. El sistema de segmentación posfordista que está llevando a cabo Kirchner no sólo ha hecho caducar el obsoleto sistema de representación populista y neocorporativo, sino las estrategias disfuncionales de la vieja izquierda. La respuesta organizativa del área autónoma debe estar a la altura de las nuevas subjetividades y de la materialidad de la nueva composición de clase. Hoy más que nunca y por un largo período, con rigor, sin vacilaciones, debemos tener fijo el objeto sobre el cual mirar: la sociedad presente, la sociedad del capital, sus dos clases, la lucha entre estas clases, la historia de ellas, las previsiones de su desarrollo.
Mayo, 2005