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Protesten, pero de rodillas ante el Fondo

Fuentes: Rebelión

La que pasó fue una semana plena de novedades infaustas. Como pocas veces, quedó de manifiesto la impotencia y la falta de alternativas del oficialismo en general y de los sectores más afines al kirchnerismo en particular.

Hace algunos días que lxs argentinxs sabemos que la inflación interanual superó el 100%. Lo que no hace más que confirmar la tendencia a la pérdida de poder adquisitivo, después de un año en que el crecimiento económico se acercó al 6%. El corolario es obvio: Mayor participación en la riqueza de los empresarios, menor porción del ingreso nacional para los asalariados.

Y completa disonancia con los objetivos de redistribución de la riqueza que suelen identificarse con el peronismo. Lejos del fifty-fifty que suelen preconizar como panacea.

Semejante situación económica complica el derrotero electoral del oficialismo. La “solución Sergio” para los comicios presidenciales queda muy ajada después de las cifras inflacionarias de los últimos meses. La última ancla parece desprenderse.

Declive y malentendidos

El actual gobierno se halla en estado de agotamiento y descomposición. A esta altura, una valoración de este tipo no peca de excesiva severidad con la gestión en curso.

Sin embargo, aún se sostienen respaldos al ministro de Economía Sergio Massa; en términos controversiales, para decir poco. Como el de Andrés “Cuervo” Larroque, saliente secretario general de La Cámpora que insiste en afirmar que el ministro ha “estabilizado” la economía.

Habría que preguntarle al reciente fundador de una nueva agrupación, La patria es el otro, qué significado le asigna a “estabilidad” en circunstancias en que el país atraviesa una inflación desmesurada y en crecimiento. Con efectos multiplicados porque los ingresos de buena parte de la población no acompañan a la escalada de precios.

Añadió a sus declaraciones la necesidad de avanzar ahora en “un esquema de mayor poder redistributivo”. Como si esto fuera compatible con la “austeridad fiscal” y la recesión económica inducida por la política de ajuste en curso.

En 2019 los integrantes del entonces flamante Frente de Todos denunciaban la situación social en general y salarial en particular, como una verdadera catástrofe. Hoy los ingresos populares reales siguen por debajo de los de 2019. La debacle social denunciada entonces se ha acentuado.

La vicepresidenta CFK argumentó hace una semana que Argentina no tiene un estado democrático constitucional ni tiene moneda. Una forma como otras de tomar nota de la magnitud de la crisis que aqueja a nuestra sociedad, pero sin respuestas a la vista. Sólo comentarios. La crisis democrática es innegable. No se la aventará con la capitulación frente a los designios de aquellos poderes a los que nadie tiene la posibilidad de elegir.

En la misma ocasión declaró: «La gente se la agarra con la política porque viene uno promete una cosa y vamos así y la gente sigue convencida que los políticos son los malos. No, los modelos económicos son los que causan daño».

Se puede compartir que los planes económicos son los que asuelan a la sociedad argentina. Lo que le falta decir es que los políticos participan en su aplicación y hacen múltiples contribuciones a su propio desprestigio con conductas indefendibles.

Se les nota demasiado que su objetivo no es generar ninguna transformación social. Y hasta se despreocupan de producir mejoras coyunturales. Y en lo que toca a Cristina Kirchner, tampoco reniega del respaldo a Sergio Massa, “culpable” del modelo económico en curso.

Un ministro que cede en casi todo frente al Fondo Monetario Internacional (FMI). Y ante la elevada y creciente inflación, adopta el recetario del establishment económico, a comenzar por la reducción del gasto público y la restricción de la emisión.

Apenas les agrega la heterodoxia de “precios justos”, de los cuales ya quedó en evidencia que las grandes empresas se burlan sin ambages. Alimentos, bebidas y otros bienes de precios supuestamente controlados se incrementaron en estos últimos meses muy por encima de lo pautado en el acuerdo correspondiente.

La vicepresidenta lo sostiene, al tiempo que reivindica el pasado anterior a 2015 y hace vagas referencias a un vago futuro venturoso. Y no asume responsabilidades acerca del presente, pese al cargo que ostenta. Y a la potente presencia en el gobierno de partidarios suyos.

Por ejemplo aludió, a la distancia, a los salarios “superdeprimidos”, en una nueva muestra de su insólita prescindencia frente al gobierno que ella misma creó. Y que integra en un cargo de máxima responsabilidad.

Por su parte La Cámpora se expresó últimamente con un pronunciamiento crítico al último entendimiento con el FMI, difundido esta semana. Con particular énfasis en la alusión fondomonetarista a la “imprevista moratoria”, cuyo costo habría que cubrir con otros “recortes” de gastos.

Es una observación compartible, pero el drama es siempre el mismo:

Los reparos provienen de un sector político que no se jugó para cambiar el rumbo del gobierno al que pertenece, ni decidió abandonarlo, si es que no podía enmendar el camino adoptado.

Y que capituló de sus postulados habituales para asirse a la “opción Massa” cuando creyó ver el abismo de una crisis aún más profunda que la que el país enfrenta hoy.

La maldita deuda y la realpolitik

En medio de las críticas y los lamentos, en la discusión económica queda fuera de cuestionamiento el pago del desmesurado y odioso crédito tomado por Mauricio Macri en el último tramo de su gobierno. Y su proyección posterior; el gravoso acuerdo con el FMI signado por el anterior ministro Martín Guzmán

Afirmó el sábado 11 el gobernador de Buenos Aires Axel Kiciloff: «Nadie habla de no pagar o de defaultear, hablamos de defender a fondo los intereses nacionales (…) Primero hay que crecer para poder pagar. Y para crecer hay que distribuir. Primero está nuestro pueblo y después está cualquier compromiso».

Se multiplican los casos en el campo kirchnerista, de dirigentes que, antes de iniciar cualquier arenga redistributiva, se atajan al manifestar su voluntad de pago. De sus palabras se desprende que la motivación primordial para el crecimiento es el refuerzo de la capacidad de pago.

Se puede atacar con palabras al poder económico, lo que no debe hacerse es contrarrestar de modo práctico sus presiones e imposiciones. Parece ser la consigna no escrita que todo el oficialismo obedece.

Un discurso confrontativo para la militancia y una política contemplativa frente a los grandes factores de poder en la práctica efectiva.

A propósito de las limitaciones de las que adolece el Frente de Todos, Máximo Kirchner tuvo una manifestación de aspecto interesante el sábado 11 de marzo: Es bastante mediocre como fuerza política resignarnos a que el máximo valor y propuesta que tenemos es que no vuelva Mauricio Macri o cualquiera de sus copias. Necesitamos como fuerza política representar los intereses de las grandes mayorías populares argentinas.”

Lo que falta decir es que esos propósitos son sólo palabras huecas a la luz de la política efectiva que están llevando adelante.

Ante el deterioro de las condiciones de vida y de trabajo de la mayor parte de la población, resulta ostensible que el Frente gobernante no tiene respuestas, como tampoco sus críticos internos. Y no parecen predispuestos a elaborarlas en un futuro cercano.

En tales circunstancias el Frente de Todos aparece abocado a una amplia derrota electoral en los comicios de este año. La que tal vez se agravará al convertirse en una ola nacional, que no exceptúe a la provincia de Buenos Aires.

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Restan las conjeturas a propósito de cómo repercutirán esas eventuales circunstancias sobre el mapa político nacional. Y qué puedan representar en tanto que oportunidad de ingresar con nuevas alternativas al espacio del debate público. Hoy casi monopolizado por fuerzas que escenifican una pseudodiscusión en términos muy duros, mientras integran sin decirlo “el partido único del gran capital”.

Pero eso será objeto de una próxima nota.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.