Más allá de cualquier desprolijidad, error o desmesura característica o circunstancial, que pueda achacarse a los compañeros que organizaron, condujeron y llevaron adelante la experiencia de IMPA-La Fábrica-Ciudad Cultural, la primera e insignia de las empresas recuperadas por sus trabajadores luego de ser vaciadas o quebradas por sus dueños, la maniobra de dividir al personal […]
Más allá de cualquier desprolijidad, error o desmesura característica o circunstancial, que pueda achacarse a los compañeros que organizaron, condujeron y llevaron adelante la experiencia de IMPA-La Fábrica-Ciudad Cultural, la primera e insignia de las empresas recuperadas por sus trabajadores luego de ser vaciadas o quebradas por sus dueños, la maniobra de dividir al personal de IMPA, a través del ofrecimiento de dinero del gobierno nacional a cambio de la expulsión de la Fabrica de su actual dirección, del cese de su pertenencia al MNER y la inclusión de IMPA en el oficialista Movimiento de Fábricas Recuperadas (MNFRT) que conduce el abogado del Opus Dei y Alberto Fernández, Luis Caro, el hecho se inscribe decididamente en las maniobras de destrucción y cooptación del movimiento popular que el gobierno de Kirchner lleva adelante con la misma energía con que le abona regularmente al FMI las cuotas del coloniaje, eso sí gritando fuerte.
La destrucción de IMPA y su inclusión en el MNFRT intenta ser un golpe mortal para lo que queda del movimiento del 19 y 20 de diciembre, por lo menos en la mirada pequeña, mezquina y colonial del gobierno. En realidad queda mucho del 19 y 20 porque aun permanece el pueblo intacto, como se demostró en la gigantesca marcha del 24 de marzo -donde no casualmente abundaron los pobres y estuvo casi ausente la clase media- en particular en el acto que marchó a Plaza de Mayo, que contrastó por su abundante masividad con la flacura del encuentro oficialista en el Obelisco, pese a la presencia de la ahora kirchnerista Hebe de Bonafini junto a otros ultraoficialistas.
El ataque a IMPA mediante el viejo ardid menemista de dividir al movimiento popular comprando miembros, fomentando en el enfrentamiento de pobres contra pobres o de explotados contra explotados, es artero pero no nuevo y forma parte de una estrategia elaborada por el poder colonial para desarticular al movimiento popular, luego de la rebelión de diciembre de 2001. Primero se logró cooptar a una parte -o buena parte- del movimiento piquetero que aparecía como la mayor expresión de lucha de los trabajadores desocupados del mundo entero y era el sector que mostraba más descarnadamente los resultados de la reinserción de la Argentina en el mundo colonial. Luego -incluso con anterioridad- se cooptó a militantes de las Asambleas populares y del movimiento emergente que había surgido de la rebelión popular del 19 y 20 -rebelión que dicho sea de paso permitió al Dr. K ser presidente con el 23% de los votos. En ese mecanismo resultó fundamental la compra de militantes a través de ‘contratos’ del gobierno nacional, del de la Ciudad y del de la Provincia de Buenos Aires. Jugó en ese terreno el Partido de la Revolución Democrática de Miguel Bonasso que !Oh, casualidad! largó su campaña desde IMPA y llevó a la Legislatura de la Ciudad a un diputado que por entonces se decía incondicional de IMPA -fue su abogado hasta el miércoles 20 de abril por la noche, unas horas antes de que le empresa fuera intrusada por la gente de Caro-, para descubrir luego que en realidad era incondicional del poder, como lo son la mayoría de los políticos yuppies educados por la dictadura y el menemismo, carentes de una ideología de liberación nacional.
Del Puente Pueyrredón a IMPA
Estos ataques no son casuales, el poder intentó desde el principio destruir al movimiento que volteó a De la Rúa, ya que se había ido de madre y reclamaba con razón ‘que se vayan todos’ -consigna que hoy ya ha tomado el pueblo ecuatoriano- mostrando la vacuidad del poder colonial que nos gobierna. El pueblo ocupó la calle como expresión directa de la democracia verdadera y no de la neoliberal del innombrable, Duhalde, Alfonsín y ahora Kirchner. No hay que olvidar que Duhalde se retiró del gobierno produciendo la feroz represión a Brukman y que debió morder el polvo de su retiro anticipado después del infame asesinato de los compañeros Kostecky y Santillán. El poder desde el principio intentó aplastar la rebelión como lo reseñan los casi 40 muertos de las jornadas de diciembre.
Dicha rebelión había consolidado tres elementos integrantes de un embrión de un nuevo poder popular: el movimiento piquetero, las empresas recuperadas por los trabajadores y las asambleas populares. El gobierno de Kirchner, junto a su correcta política de los derechos humanos del pasado -sin ningún costo en su relación con el imperio- y respecto de la corte suprema -que le garantizó una nueva mayoría- pero que no tocó al pútrido, menemista y altamente reaccionario sistema judicial argentino, -siquiera echó a los altamente corruptos y venales jueces federales designados por el traidor de Anillaco- se dio consecuente, a la tarea de desmontar ese nuevo poder. No a la manera brutal y mafiosa de Duhalde sino con los modales mas sutiles de un hombre del capital petrolero y financiero -K reconoció un patrimonio personal de 6 millones de dólares obtenidos como prestamista en Santa Cruz- es decir comenzó a comprar dirigentes, en una ingeniería social de destrucción y desmovilización que hasta ahora le ha dado resultado. Por lo menos parece que el precio de algunos dirigentes del campo popular resultó ser bastante bajo.
‘Ocupar, resistir, producir’
El Movimiento de Empresas recuperadas -al igual que el movimiento piquetero- golpea el corazón del modelo de desindustrialización y exclusión generalizada producido desde 1976 y 1989 en adelante. En el mundo entero cuando se cierran las fuentes de trabajo los trabajadores quedan impotentes y desempleados. Como resultado de su larga historia de lucha y resistencia, que la llevara a ser la clase obrera más combativa y organizada de América Latina, los trabajadores argentinos comenzaron -promediando los años 90- a ocupar empresas y a hacerlas producir con sus propias manos prescindiendo de los patronos vaciadores. Esta lucha fue acompañada por el reclamo de los desocupados que cortaban rutas y marchaban pidiendo trabajo. Esta experiencia que se propagó por el país y hoy incluye a 14.000 trabajadores a través del MNER y una cifra menor en el MNFRT, es un doble problema para el poder colonial que domina la Argentina.
Por un lado porque el poder colonial quiere un país desindustrializado y productor de materias primas -commodities- soja transgénica forrajera, petróleo crudo y gas natural, sin valor agregado. La reindustrialización les parece intolerable dada la experiencia histórica de los trabajadores argentinos que los hace incontrolables para la casta colonial que ejerce el poder y que hoy gerencia Kirchner. El hecho que los trabajadores recuperen empresas y las hagan producir va contra los dictados del FMI y el BM que reclaman una economía de desarrollo cero o cercano a cero en lo industrial. Para ellos la industria en América Latina está en Brasil, no acá. Es así que el gobierno ha entregado subsidios por 650 millones de pesos a Aluar una multinacional del aluminio competidora de Impa, pero se ha negado a desembolsar un solo peso de ayuda a la metalúrgica recuperada. Ni mucho menos ha oblado los 140 millones de pesos que las empresas recuperadas en su conjunto, solicitaron para sanearse tecnológicamente. Eso sí a los bancos que fundieron la nación, estafaron a los ahorristas y se llevaron cerca de 100.000 millones de dólares los gobiernos de Duhalde y Kirchner los premiaron con 35.000 millones de dólares. El FMI ya lleva cobrados 10.000 millones de dólares, desde que Kirchner es presidente.
El segundo problema para el poder que generan las empresas recuperadas, radica en la gestión y conducción obrera del proceso, sin la presencia del patrón. Esto resulta intolerable para el poder, ya que ellos creían haber sepultado para siempre al socialismo y les aparece un socialismo simple y puro sin violencia ni expropiaciones feroces, sino sólo ocupando lo que los burgueses abandonan y que los obreros hacen funcionar mejor que ellos, porque -vaya coincidencia con el barbado don Karl- los trabajadores no roban plusvalía sino que la invierten y solo cobran una parte del valor de su fuerza de trabajo, mostrando el papel suntuario del patrón. Terrible pecado para los tiempos ‘globalizados’ actuales y para el capitalismo colonial de la Argentina. ¿No sería hora que los ‘peronistas’ del gobierno leyeran a Perón?
Trabajo y cultura
Para peor los trabajadores del MNER no solo trabajan, sino que además estudian y se capacitan apoyando y generando movimientos culturales y centros de enseñanza en las empresas que ocupan y hacen producir, generando amplios contactos con la comunidad que los protege y se beneficia de ellos. Por el contrario el movimiento gerenciado por Caro dice ‘que la política le hace mal a las empresas’ y ha cerrado los centros culturales y contactos con la comunidad que le habían permitido existir y defender a esas mismas empresas cuando fueron atacadas como en Brukman o Grissinópolis.
Tal vez lo más grave del ataque a IMPA sea lo que el gobierno muestra como perspectiva de futuro: un país con un movimiento popular adocenado, inexistente o comprado al mejor estilo de lo que realizó el traidor a la patria nacido en Anillaco. De echo poco movimiento popular se acercó a IMPA. Hay que recordar que el país estalló en diciembre no por la existencia de activistas, sino por los graves problemas que llevaron casi a la destrucción de la nación, donde la mitad de la población pasa hambre y entre cuatro y seis millones son indigentes.
Todavía 100 personas se mueren de hambre por día. El gobierno debería recordar que esos problemas no han desaparecido y que desmontar al movimiento popular solo le dará tiempo para negociar mejor con el FMI o el poder colonial, pero no le permitirá generar un nuevo país, con un pueblo feliz. Mucho menos recuperará la patria libre, justa y soberana. Creemos que atacar a los trabajadores de IMPA, empresa símbolo de la industrialización peronista -en sus talleres se construyeron las partes del avión Pulqui- no es algo bueno para un gobierno originado de alguna manera en el peronismo y en la rebelión popular de diciembre de 2001 y que en todo caso lo atará más a los dictados del capital financiero internacional. Por el contrario para el movimiento popular defender IMPA es una razón de su propia existencia y consolidación para superar esta etapa de confusión y cooptación por el poder colonial.
25-4-05