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Queriendo a mi enemigo

Fuentes: CELAG

En la construcción de los enemigos políticos vale todo. Es un club de la pelea discursivo en el que no hay límite marcado. La regla número uno parece ser: caracteriza a tu enemigo como representante de lo inaceptable. Y lo inaceptable va variando en función de la coyuntura. Durante el debate pre-electoral, el macrismo encontró […]

En la construcción de los enemigos políticos vale todo. Es un club de la pelea discursivo en el que no hay límite marcado. La regla número uno parece ser: caracteriza a tu enemigo como representante de lo inaceptable. Y lo inaceptable va variando en función de la coyuntura.

Durante el debate pre-electoral, el macrismo encontró eco en la situación económica: criticó la inflación y aseguró que sería el problema más fácil de resolver. Fail. Hoy Prat Gay admitió que venimos contando un 42% anual. Lejos de la promesa del 25%.

Entonces, fue necesario construir otro inaceptable: la crítica a la «pesada herencia», a la «fiesta kirchnerista» del empleado medio y a las tarifas accesibles en los servicios básicos abrieron camino eficazmente al viejo y conocido «ajuste inevitable». Esa tarea está en curso (Michetti advirtió que los tarifazos en los servicios recién comienzan) y goza de legitimidad porque también es inaceptable la corrupción asociada a la obra pública. Báez, López, De Vido son tapa hace varios meses.

Pero el macrismo también sabe que apelar a la corrupción como lo inaceptable es un arma de doble filo: el conflicto de intereses por las acciones que el Ministro de Energía posee en la firma Shell; el ocultamiento mediático que invisibilizó el caso de Panamá Papers que involucra a Macri y a buena parte de su gabinete, entre otros aspectos no-tan-transparentes, fue evidente. Mejor no hablar de ciertas cosas. Por otro lado, el gobierno avisó que la promesa de un segundo semestre de resultados está cada vez más lejos. Y como, al parecer, la corrupción no saca el hambre, hace falta un enemigo más potente, más subido de tono. Incuestionable.

Se movilizan recursos simbólicos que permiten caracterizar al kirchnerismo como una oposición viva. Se retira por ahora la idea de «la muerte del kirchnerismo», porque todavía es necesario mantenerlo vivo, aunque golpeado y desgranado, para que funcione como oponente. De otro modo, la realidad social tomaría relevancia en la agenda mass media. Y así es como las voces oficiales y los mediáticos oficialistas van construyendo paralelamente una nueva y más oscura idea de lo inaceptable. Va tomando protagonismo en los discursos la construcción de un «cristinismo violento», desestabilizante, que ficciona, inventa o manipula realidades y alienta a sectores vulnerables a movilizarse. «Un foquismo desde las villas del conurbano bonaerense», dice Morales Solá. Ese enemigo es muy potente. Anticipa que cualquier iniciativa de transformación del kirchnerismo será, a priori, un intento por desestabilizar. Por otra parte, deja el camino allanado para legitimar la represión de la protesta social como si ésta se tratara de una escena montada. Se desplaza el relato de lo inaceptable: las consecuencias de las decisiones políticas del gobierno actual pasan a ser maniobras rencorosas del kirchnerismo.

El kirchnerismo tiene entonces el desafío de seducir y reconquistar para seguir siendo. Conservar y aumentar el poder en este ring es un desafío que requiere una cintura política superior para poder esquivar los golpes y no morir en el intento. Prudencia. Pero no silencio. Es necesario que la palabra autorizada se ponga en juego en el club de la pelea.

Fuente: http://www.celag.org/queriendo-a-mi-enemigo-por-mariana-fernandez/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.