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Quiénes somos y cómo me gusta que me traten

Fuentes: Rebelión

Lo que sigue es una experiencia vivida y conceptualizada en una escuela pública de nivel medio, en el sur de Santa Fe. En pleno auge de “Adolescencia” (Netflix) sin entrar en comparaciones, se la acercamos, si no tendríamos que ir a las barriadas del gran Buenos Aires, Córdoba o Rosario, para ver cómo a los pibes/a se los convierte en carne de “balas u cuchillos”: cómo señala Osvaldo Aguirre en su artículo, “Niños que matan y niños que mueren”.

Ser quienes somos, es estar tanto con nosotros mismos, como con el otro”. Santiago Kovadloff (2000), citado por Sara L. de Moscona en “Lazos de paridad. La trama vincular en la relación entre pares”.

Partimos de un hecho concreto, de un emergente, que involucra a dos alumnas del grupo que, en la vereda de la escuela, a metros de la entrada, a minutos del ingreso a clases, se agredieron verbal, física y psicológicamente. Los directivos, preceptor y el facilitador de la convivencia llamaron a los padres (se presentaron las dos madres de las implicadas en la situación) y por separado se les explicó y se decidió la suspensión por 5 días a una de las alumnas, y tres a la otra. Mi tarea fue al regreso de ellas -tras la sanción- conversar e indagar las posibles condiciones y factores que hicieron que el hecho surgiera/se mostrara/explotara con esta modalidad de “vínculo” más cercano a un pasaje al acto que un intento de convivir y poner en elaboración y palabras las diferencias y un conflicto que incluyó el afuera y el adentro del grupo y la institución.

Tal emergente, tras la entrevista a las estudiantes, un posterior encuentro con el grupo, otras entrevistas a estudiantes del curso, permitió observar y registrar que hay/existen problemáticas que precisan de la implementación del dispositivo rueda de convivencia a fin de -tomando el concepto de prevención inespecífica (“Los procesos de prevención pueden y deben entenderse de un modo integral y amplio, que busquen transformar colectivamente las condiciones de malestar o de sufrimiento (…) porque abre la posibilidad de articular acciones pedagógicas anticipatorias que sin estar destinadas específicamente al problema buscan sensibilizar (…) e impregnan al deseo de vivir”- Módulo III-Clase 3)- apostar y “ofrecer espacios de subjetivación, es decir, de posibilidades de desplegar lo propio, la propia voz (…) dar un lugar simbólico a los sujetos que los ampare y les permita desplegar su singularidad, una trama, un sostén que no los deja “sueltos”, desligados de ideas y metas comunes, de proyectos, de lazos” (Módulo III- Clase 1).

En efecto, no solo esta planificación sino las sucesivas RC tendrán el “oficio del lazo”, de “trabajar juntos en dispositivos de palabras”, al decir de Graciela Frigerio, el poder pensar en grupo lo qué sucedió y cuánto de ese “monto” de lo ocurrido (Enrique Pichon Riviere) opera desde, entre el grupo y en relación con lo sociofamiliar y el uso de las nuevas tecnologías. “El trabajo de hacer humanidad”, parece insistir Graciela Frigerio.

La Escuela citada tiene casi 800 alumnos, es una de las más importantes y reconocidas de Venado Tuerto. Sus estudiantes provienen desde distintos lugares de la ciudad, de diversos estratos sociales, con un carácter democrático e inclusivo, al menos con la actual dirección que no duda en recurrir a la articulación con organizaciones e instituciones de la sociedad, y obviamente, con el estamento ministerial para resolver estas problemáticas y garantizar los derechos de los estudiantes, y una buena convivencia donde el buen trato, el cuidado mutuo, la empatía, los vínculos sanos vayan desplazando a las “humillaciones” (Carina Kaplan) y a las manifestaciones y puesta en acto de lo “vero cruel” (Fernando Ulloa).

¿Cuánto de lo sucedido en el grupo con estas alumnas- si bien el escenario fue la entrada de misma- expresa la horizontalidad, los temores, las fantasías inconscientes, las representaciones sociales, lo no dicho, el miedo a la mirada del otro? Estructura de una escuela destinada a la formación de psicólogos sociales. El proceso grupal. Enrique Pichon Riviere). ¿Qué implicancia/efectos tiene el uso de las redes sociales y el dispositivo celular en las modalidades de comunicación de los jóvenes del grupo? ¿Hay abuso o uso consciente de las nuevas tecnologías? ¿Qué hace que “para ser” un adolescente tiene que “humillar o burlarse” de otro por las redes sociales? ¿Tendrá razón el psicólogo/psicoanalista César Hazaki cuando sostiene que los “niños y adolescentes son más hijos del celular que de las familias”? ¿Cómo resuena que alguien “me mira y yo me siento amenazado”? Liliana González viene en auxilio para fundamentar nuestro trabajo: “¿Por qué me mirás así? Porque la mirada se construye siempre en el encuentro con el otro. Es que la mirada tiene elementos inconscientes, inimaginables, vivimos mirando y siendo mirados, vivimos convocando miradas” (…) Sé que nacieron en una sociedad que los esperaba con pantallas. No conozco ninguna herramienta tecnológica que le dé sentido a la vida. El sentido de la vida se encuentra con un recorrido interno, buscando dentro de uno mismo. Y ojalá ahí aparezcan las coordenadas del amor… porque de no aparecer el camino es la soledad”.

En definitiva: el desafío es que rueden las palabras, se construyan lazos, se conviertan los miedos en respeto a las diferencias y las pantallas dejen de oscurecer para alumbrar la búsqueda común y singular, al señalar de L. González, del sentido de la vida. Convertir esa “pelea” en aprendizaje de otra convivencia.

Andrés M. Sarlengo. Técnico Superior en Psicología Social y docente

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.