En los últimas 72 horas han tenido lugar, en las páginas de importantes diarios mexicanos, varias colaboraciones al rededor del conflicto que tiene su epicentro en Oaxaca, con réplicas en varios estados del país. Hay, al parecer, 8 muertos (personas entre 19 y 32 años), 22 desaparecidos hasta el momento, 45 heridos de bala y […]
En los últimas 72 horas han tenido lugar, en las páginas de importantes diarios mexicanos, varias colaboraciones al rededor del conflicto que tiene su epicentro en Oaxaca, con réplicas en varios estados del país. Hay, al parecer, 8 muertos (personas entre 19 y 32 años), 22 desaparecidos hasta el momento, 45 heridos de bala y 23 detenidos. Se han manifestado en contra de solución violenta alcaldes, políticos, periodistas, secciones sindicales, grupos católicos, asambleas estudiantiles, profesores universitarios, artistas y otros.
Algunas colaboraciones periodísticas, siendo apasionadas, son serias y reflexivas; otras no. Hay una atropellada carrera de especulaciones sin fundamento o intentos por construir chivos expiatorios. Se cae en el extremo de asumir el «terremoto», provocado por las confrontaciones entre la CNTE y el gobierno federal, con la actitud de quien contempla un desastre natural, inevitable y pasajero. La naturaleza social del conflicto es negada por la necesidad de validar con los hechos juicios a priori.
De los textos más reflexivos se desprende una tensión muy peculiar; se reconoce que la escala en la que se dirime el conflicto va más allá de la geografía mexicana y más allá de la actual administración de Enrique Peña Nieto. Algunas de estas posiciones llaman la atención por estar articuladas desde lo que podría denominarse un «rabia lúcida»; consiguen observar, a un mismo tiempo, la coyuntura y la historia.
Para reconocer con claridad algunos pasos en falso es relevante considerar los argumentos. Sobre el origen de la violencia se extiende un abanico de posibilidades. Se «analiza» si el conflicto se ha escalado a partir de las barricadas y los bloqueos carreteros (que han realizado maestros y pobladores de Oaxaca) o si ha sucedido desde la intervención de la policía militarizada. En estos casos las conclusiones llevan, con demasiada facilidad, a la necesidad de elegir un bando y con ello convertirse en espectadores, como en un partido de futbol. La discusión se enfrasca en el oficio perverso que busca legitimar a unos, desprestigiando a los otros. Como en anteriores episodios de la historia de América Latina, se construye la fantasía de dos monstruos en medio de los cuales se encontrarían las víctimas (la sociedad, los niños y las niñas, el pueblo, los maestros, los turistas, etcétera).
La rabia lúcida procede de otro modo. Describe este conflicto como un breve momento dentro de la historia global reciente. Las escaramuzas, la resistencia creativa, la indignación y la solidaridad que experimentan los maestros mexicanos disidentes, son una respuesta a la violencia sistemática de un programa político. Las agresiones, el escarnio, la criminalización y el ocultamiento son los rasgos visibles del reciente (y no tan reciente) proceso mediante el cual la «teoría tutelar» conocida como «neoliberalismo» se ha hecho realidad.
El sur y sur-este mexicanos representan un obstáculo para el programa político neoliberal. Se quiere llevar adelante la «Reforma educativa» del mismo modo en que se quiere «ejecutar» un software; como un antivirus. La reforma, de ese modo, se revela como derivado de esta «teoría» desocializada y deshistorizada; no interesa respetar la vida social ni la historia concreta de los hombres y mujeres de carne y hueso. Si se mira bien se observa claramente la necesidad creciente por destruir a los colectivos, a lo social organizado y a toda estructura colectiva resistente a la lógica de la acumulación de valor abstracto. Y en Oaxaca la resistencia a todo esto es, en gran medida, cultural. En todo el mundo se constata el crecimiento de un dogma: el que afirma la obtención extraordinaria de ganancias individuales como modelo de racionalidad. Esto se hace concreto sustituyendo formas locales de reproducción de la vida por modelos que debilitan las capacidades de organización autónoma e interdependiente.
Con la sensatez de un sabio, con su mirada de niño, un viejo oaxaqueño espera que la situación no pase a mayores. Esto hace un fuerte contraste con la posición que, atrapada en la ilusión de dragones y chivos para el sacrificio, a menudo olvida que hoy, más que nunca, el capitalismo posee los medios para realizarse «por la mala». Se sacrifica lo estratégico por lo coyuntural.
Cada quien decide donde estar, qué hacer y con quiénes construir su identidad. La dignidad, la lucidez y la indignación tienen suelo fértil en la misma materia que hoy sostiene a los maestros: en una humanidad de carne y hueso con la memoria viva en las prácticas cotidianas por las que han sabido establecer una diferencia con aquellas otras que reproducen relaciones de dominio y subordinación en los distintos planos de la vida.
Es importante, para quienes están a resguardo de los lugares en donde decretan toques de queda, asumir la responsabilidad de acompañar a los actores de conflicto. Y más urgente, trabajar en la tarea de largo plazo: fortalecer los vínculos organizativos y afectivos que ayuden a desarrollar una resistencia creativa permanente.
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