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Radiografía del Perú que admira el Gobierno argentino

Fuentes: Observatorio en Comunicación y Democracia (Comunican)

El ministro de Economía argentino, Luis Caputo, en una reciente entrevista, se mostró admirador del sistema político y económico del Perú.

Dijo que gracias a la gestión de Javier Milei la «Argentina se parece más a un país normal, por ejemplo, Perú.  Cambian de presidente no cada 5 minutos, pero sí cada año. No afecta la macro”.  Textual.

Las declaraciones de Caputo son muy reveladoras del pensamiento generalizado de los economistas, políticos y comunicadores neoliberales.  Su obsesión es “la macro” y los problemas de la vida cotidiana suelen brillar por su ausencia, así como los temas vinculados a los derechos humanos y a la democracia.

Uno de sus referentes es Milton Friedman, de la Escuela de Chicago, que asesoró al dictador Augusto Pinochet.  Quienes lo reivindican sostienen que solo le interesaba que Chile avanzara con reformas para eliminar el déficit fiscal y la inflación. El accionar de la dictadura, los campos de concentración y los asesinatos no eran algo que le interesara demasiado.  Lo importante era “la macro”.

Luis Caputo y Milton Friedman no sólo comparten su obsesión por achicar el Estado con más y más ajustes.  Lo más interesante de su visión del mundo es que comparten lo que no dicen.  Friedman no decía que en Chile había dictadura, simplemente no le importaba.

Y a Caputo no le importa del Perú más que “la macro”.  Que cambien de presidente cada año le parece un tema menor.  Vale la pena recordar que los últimos seis presidentes electos por el voto popular estuvieron envueltos en escándalos de corrupción: Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski y Pedro Castillo.

Como si esto fuera poco, Dina Boluarte es la quinta presidenta que no fue electa para el cargo desde el año 2000, ya que asumió por sucesión constitucional y el Congreso es una de las instituciones más desprestigiadas.

De hecho, a Castillo lo destituyeron porque se atrevió a plantear reformas estructurales, y quería eliminar la constitución elaborada por Fujimori después del autogolpe de 1992, cuando cerró el Congreso y sentó las bases económicas neoliberales que nadie se atrevió a tocar hasta ahora.

Para el establishment y los sectores más poderosos, mientras no toquen “la macro” está todo bien, aunque el Congreso sea un nido de corruptos, la constitución se haya redactado en dictadura y ahora cambien de presidente muy seguido.

Desde 1992 el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial elogian el crecimiento económico, la reducción del gasto fiscal, la política monetaria de austeridad, y las profundas reformas del mercado laboral y de pensiones.  El discurso de siempre.

Pero el gran desarrollo de “la macro” del Perú solo es posible porque se convirtió en una de las principales potencias mineras del mundo. Según la “Revista Minería” Perú ocupa el segundo puesto del mundo en la producción de plata y cobre; el tercero en zinc y estaño; el cuarto en plomo y molibdeno; y el sexto en oro.

En cuanto a las reservas, es primero en plata, segundo en cobre, tercero en oro y cuarto en zinc.  Solo en 2023 Perú exportó minerales por 42 mil millones de dólares.  En un solo año.  Un país extremadamente rico.

No es casual que -entre 2014 y 2023- un 60 por ciento de las exportaciones fueran del sector minero que representa cerca del 10 por ciento del PBI anual.  Vale recordar que el PBI no es un indicador de desarrollo de un país, ni mide la redistribución de la renta o el nivel de bienestar social.  Y hay un “detalle” interesante: gracias a las enormes exenciones impositivas, la contribución real del sector minero al presupuesto es apenas del cuatro por ciento.

Hay que destacar también que la minería ocupa menos del 1,5 por ciento de la Población Económica Activa (PEA), porque el sector no es intensivo en la creación de empleo y el país tiene una gran economía informal.  Según datos del Banco Mundial, Perú está entre los países con la peor calidad de empleo en la región.

El 77,5 % de los trabajadores sigue en la informalidad, con bajos ingresos y sin acceso a beneficios laborales.   Más del 60% vive en hogares que dependen del trabajo informal, una cifra 22 puntos porcentuales mayor al promedio de América Latina y el Caribe (42,5%). El trabajo informal ha crecido tanto que uno de cada cuatro en este sector de la economía tiene educación superior, pero no encuentra trabajo en el sector formal.