El triunfo de Binner sobre Reutemann y la transformación del ARI – CC en un partido político unitario son los dos elementos salientes de la política nacional en estos días. El primero, porque echa nuevas sombras sobre la real proyección nacional del peronismo disidente, mientras devuelve al socialismo el sueño de un presidenciable -o, al […]
El triunfo de Binner sobre Reutemann y la transformación del ARI – CC en un partido político unitario son los dos elementos salientes de la política nacional en estos días. El primero, porque echa nuevas sombras sobre la real proyección nacional del peronismo disidente, mientras devuelve al socialismo el sueño de un presidenciable -o, al menos, un copiloto- para 2011. El segundo, porque genera desplazamientos al interior del ACyS que, en una primera lectura, consolidan orgánicamente el papel secundario de Elisa Carrió en el proceso político. A la vez, ambos elementos convergen como tímidos intentos de avanzar en una alternativa a la candidatura natural de ese espacio: nos referimos, claro está, a Julio Cobos.
El triunfo del socialismo en Santa Fe devolvió vida al dañado presente del Frente Progresista, y señala un límite claro a las aspiraciones de un peronismo provincial que ya no puede detener ni dilatar su necesaria renovación. El peronismo, ganador por estrecho margen en la crítica elección de senadores del 28 de junio, perdió esta vez en la mayoría de los distritos, incluyendo Rosario a manos socialistas y Santa Fe a manos radicales. Reutemann, que trató de minimizar la derrota -«La verdadera elección que puso en juego el perfil de la provincia se realizó el 28 de junio«, declaró momentos después de votar-, perdió incluso en su pueblo, Llambí Campbell, donde tiene su casa y sus campos. Como sintetizó el siempre verborrágico Mario Das Neves:
«Si yo no ganase en Trelew y en Chubut, no sería candidato a nada. El que no gana en su pueblo y su provincia tiene que pensar bien lo que hace.»
Es también llamativo que la derrota del peronismo se produzca en momentos en que se han cruzado, desde las filas del ex Fórmula Uno, duras acusaciones por el apoyo socialista a la ley de medios audiovisuales que propugna el kirchnerismo. Esta vez, parece, diferenciarse tanto no sumaba: antes bien, al contrario.
Por su parte, Binner se mostró aplomado y prudente en sus declaraciones, al señalar que «falta una eternidad para el 2011«, y al requerir que el ACyS defina «un proyecto de Nación«, antes de debatir cualquier candidatura.
En otra sintonía, la anunciada reorganización del espacio ARI – CC como partido político bajo la siempre vertical batuta de Elisa Carrió generó críticas y desmarques en su mismo debut. La primera en marcharse, tal cual lo había anunciado, fue Margarita Stolbizer, pero es más que probable que siga ese camino la propia gobernadora de Tierra del Fuego, Fabiana Ríos, quien estaba ya fuertemente distanciada de Carrió. En la Capital, el propio Enrique Olivera, que ha acompañado a la chaqueña en casi todas sus decisiones, se mostraba disconforme:
«Si bien voy a seguir trabajando con la gente de Carrió en el marco del Acuerdo Cívico y Social -advierte Olivera-, lo cierto es que prefería el esquema anterior. Básicamente, no era un partido político y permitía la convergencia de distintas fuerzas. Ahora eso se rompe», señaló.
En definitiva, todos estos movimientos señalan un mismo saldo: las elecciones de junio, lejos de consagrar un eje opositor en condiciones de ganar en 2011, han profundizado la fragmentación opositora. Es tan difícil que Carrió pueda converger con Cobos, como que el socialismo pueda hacer lo propio con Carrió, y el peronismo disidente ni siquiera tiene candidato. En este marco, frente a un gobierno nacional que recompone su iniciativa, pero no su imagen, ni sus apoyos sociales, la dispersión electoral genera un escenario de incertidumbre, donde todo puede suceder.
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