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Recordando el origen de la deuda pública argentina (II)

Fuentes: Rebelión

La deuda pública, y más en particular la deuda externa, es parte de un programa que en su momento trataran los teóricos del liberalismo económico y de la libre empresa, dentro del marco de la división internacional del trabajo. Situación que se ha mantenido hasta nuestro días, enmarcada ahora en el ámbito del «globalismo», donde […]

La deuda pública, y más en particular la deuda externa, es parte de un programa que en su momento trataran los teóricos del liberalismo económico y de la libre empresa, dentro del marco de la división internacional del trabajo. Situación que se ha mantenido hasta nuestro días, enmarcada ahora en el ámbito del «globalismo», donde como siempre, los países pobres del mundo coadyuvan de una u otra manera a sostener el nivel de vida de los más ricos. Por eso las crisis económicas de estos, invariablemente, se reflejan atenuando sus efectos en los países periféricos, que sufren las peores consecuencias.

En nuestro país, luego del bochornoso empréstito con la casa Baring Brothers, y aún antes del derrocamiento del gobierno de Juan Manuel de Rosas, se volvió a la política de empréstitos y «préstamos financieros» que hicieron falta, precisamente, para lograr la caída de aquél como Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina.

Así, García Mellid dice (en «Proceso al liberalismo argentino», Edit. Theoría, Buenos Aires, 1957, pág. 281 y stes.), refiriéndose al «Pronunciamiento» de Urquiza, siendo este gobernador de Entre Ríos, contra el gobierno de la Confederación: «…el 29 de mayo de 1851 firmó un tratado de alianza con el Brasil y con la Banda Oriental para proceder en común al derrocamiento de un gobierno argentino. Posteriormente, el 21 de noviembre, suscribió una convención con el Imperio del Brasil, por la cual se le prestó ayuda financiera; se preveía que, si la empresa militar proyectada fracasara, las provincias de Entre Ríos y Corrientes «hipotecan desde ya las rentas y los terrenos de propiedad pública de los referidos Estados». 

Al escribir hacia la década de 1880 Adolfo Saldías su magnífica obra «Historia de la Confederación Argentina» (llamada primeramente «Rozas y su época», nombre que tuvo que ser cambiado por las presiones «libertarias» de su tiempo), no había tenido acceso a una serie de archivos brasileros, que pormenorizaban los alcances de la «Alianza», pero sí los tuvo José María Rosa, que refiriéndose al aspecto pecuniario de la misma, sí lo manifiesta en «La caída de Rosas» (Edit. de Estudios Políticos, Madrid, 1958, pág.508 y stes.): «Se darían 100.000 patacones mensuales a Diógenes (Urquiza) para hacerlos llegar a su padre a fin de pagar los gastos de la campaña, no debiéndose rendir cuentas. Ese dinero sería en calidad de adelantos, el tesoro argentino lo devolvería a Brasil, con sus intereses, una vez concluida la guerra y adueñado Urquiza del poder…» y (pág.567 y stes.) «Honorio (agente brasilero en Buenos Aires, el 24 de febrero de 1852) dio un giro por 100.000 patacones, pero nada prometió para adelante. Dio el giro porque, estando por medio la influencia de Urquiza en la solución del problema oriental, creyó que no debía negarle el favor. Informa a su gobierno: «Atendendo… a conveniencia de darlhe nas circunstancias actuales una prova de generosidade e de desejo de cultivar a alianza con elle celebrada, entendí que nao devía recusar-lho a favor pedido, e annui». Y aclara el autor (pág.509 y stes.): «Esos 100.000 patacones sin rendir cuentas eran un beneficio exclusivo para Urquiza, pues dada la manera de hacer la guerra en América, los gastos se pagaban con las expropiaciones y confiscaciones que todo ejército invasor hacía en el territorio invadido. A fines de febrero se exigen todavía a los brasileros los 100.000 patacones mensuales, a lo que acceden a desgano los pagadores y que llevan a Sarmiento a manifestar en su Carta de Yungay a Urquiza: «Se me cae la cara de vergüenza al oírle decir a aquél Enviado la irritante escena y los comentarios: ¡Sí, los millones que hemos tenido que comprarlo para derrocar a Rosas! Todavía después de entrar a Buenos Aires quería que le diese los cien mil duros mensuales, mientras oscurecía el brillo de nuestras armas en Monte Caseros para atribuirse él solo los honores de la victoria».

Es indudable, pese a todo lo que nos enseñaron en contrario, que lo que afirma García Mellid (ob. cit. pág. 280) es lamentablemente cierto: «El Imperio del Brasil fue el artífice principal de la liquidación del poder del general Rosas, en Caseros…» y citando al mexicano Carlos Pereyra, hace suya la opinión de este respecto al Restaurador: «…su caída fue, precisamente, un fracaso histórico para la República Argentina».

Toda la «negociación» del Pronunciamiento se hizo en lo posible, ocultando la intervención financiera del Brasil, ya que no pudo ocultarse la intervención de sus fuerzas militares. En el Salón principal de la Casa de Gobierno de Paraná, hay una pintura que muestra a las fuerzas de Urquiza cruzando el río Paraná, transportada por barcos que llevan la bandera de Brasil. Según Ortega Peña y Duhalde en su libro «Baring Brothers y la historia política argentina» (Edit.Peña Lillo, Buenos Aires, 3ra.edición, 1974, pág.78 y stes) «Para algunos investigadores, la intervención del Barón de Mauá  (Irineo Evangelista de Sousa, quien trató directamente el «negocio») es una manera de encubrir la financiación que efectuó realmente el Imperio del Brasil, pero lo importante es sin embargo determinar de dónde surgieron la plata y el oro que permitieron vender a Rosas. El Barón de Mauá surge financieramente cuando es promovido al rango de socio menor y testaferro de los Rothschild en Brasil». Aquí cabe señalar que esta banca tenía «a su cargo» los préstamos a Brasil, mientras que Baring se los reservaba para el Río de la Plata. Y claro, siempre atrás de todo estaba Inglaterra.

Cuando el empréstito de la Baring quedó hipotecada en garantía nada menos que toda la tierra pública de la Provincia de Buenos Aires. Ahora las de Entre Ríos y Corrientes. Pero no era cuestión de que la «Cruzada» la pagaran ellas. Por los gastos tendría que responder todo el país. Así es que a la Constitución de 1853 se le agregó eufemísticamente el inciso 7 del art. 75. Ese «arreglar» la deuda, era para cargar la financiación de la misma a todo el país, pero en absoluto se refería a la deuda de la Provincia de Buenos Aires, en ese entonces secesionada de la Confederación. Y así se hizo y el Brasil fue pago por el mayor triunfo geopolítico de su historia.

No obstante todo esto, estando el «Congreso» reunido en Santa Fe, bajo la férula de Urquiza como Director Supremo y a raíz de la guerra civil reanudada en Buenos Aires y antes de estudiarse cualquier proyecto de constitución, se sanciona la «Ley del 26 de febrero de 1853» que dispone de hecho, volver al antiguo sistema de tomar préstamos a cualquier precio, obligándose de cualquier manera y para peor, de manera discrecional (ver ADLA, Rep.1852-1880, pág.83): «Art.1°: Se abre un crédito a S.E el Director Provisorio de la Confederación Argentina de medio millón de pesos fuertes, bajo la garantía de la Nación. Para negociar este crédito, queda autorizado el Director Provisorio para gravar las rentas actuales del Estado, y las que en adelante se crearen, así como para hipotecar las tierras y propiedades de la Nación en toda la extensión de su territorio». Verdaderamente huelga cualquier comentario. 

Ellos, y los liberales de Buenos Aires, iban a salvar a la patria. Pero, continúa el «Art.3°: Si atendida la necesidad de los recursos que se trata de obtener por la presente ley, fuere posible dar conocimiento previo al Congreso de las bases y condiciones de este empréstito, el Director Provisorio lo hará; pero si a su juicio no lo fuere, le dará sólo cuenta en tiempo oportuno de las obligaciones contraídas por esta autorización y de la inversión de los fondos producidos». No vaya a ser cosa de que se enojase Urquiza. En este modesto estudio, no puedo precisar qué pasó con todo esto, aunque no creo que haya más señales en ningún lado. Total, Dios era argentino y el país no desapareció.

Para completar el cuadro, es digno de mencionarse lo que disponía el Estatuto de Hacienda y Crédito, que fuera sancionado por Ley del 9 de diciembre de 1853, estando todavía el Congreso reunido en Santa Fe (ADLA, Rep.1852-1880, pág.96 y stes.) en su Título XIII (De la deuda interior), art.1°: «El Gobierno Federal formará un estado de la deuda atrasada, exigible, procedente de préstamos hechos a la Confederación y contraídos por el Director o por el actual Gobierno Delegado Nacional, desde el 1° de mayo de 1851». O sea, desde la fecha del «Pronunciamiento». El principal acreedor, desde luego, era el Brasil a través de la Banca Mauá.

Se va completando todo este asunto financiero, con la Ley 58 del 26 de septiembre de 1854 (ADLA, ob.cit.pág.134), que dispuso: «La Confederación Argentina reconoce como deuda nacional a favor del Imperio del Brasil, la cantidad de cuatrocientos mil pesos fuertes, prestados a las provincias de Entre Ríos y Corrientes, en virtud del Tratado concluido en 21 de noviembre de 1851 con el expresado Imperio». En realidad serían los «prestados» a Urquiza. La historia no va a terminar todavía ahí.  Durante la presidencia de Mitre, la deuda se «consolida» (leyes 30 y 66). Y por Ley 83 de junio de 1864 (ADLA ob.cit. pág.426) se reconoce por parte del gobierno nacional una «… deuda con el Imperio del Brasil «(¿la de Urquiza?) de 714.000 pesos fuertes y sus intereses «que la Nación reconoce deber a dicho Imperio…», según el «protocolo» del 4 de diciembre de 1863 (?). Las cantidades son correspondientes, pero lamentablemente en la síntesis de este trabajo, no se pudo encontrar aclaraciones.

No obstante el tema parece terminar, por lo menos administrativamente, con la Ley 332 de septiembre de 1869 (ADLA, ob.cit. pág.495), dictada durante la presidencia de Mitre y en plena guerra con el Paraguay, que establecía: «Art.1°: Autorízase al Poder Ejecutivo para reconocer como deuda pública de la Nación a favor de la provincia de Entre Ríos, la cantidad de doscientos sesenta y ocho mil tres pesos cuarenta y siete centavos plata, importe de suministros hechos por el Tesoro de la Provincia a los Ejércitos que derrocaron a la tiranía de Rosas».

¿Todavía quedaba deuda por el «Pronunciamiento» en 1869? ¿O todo era para seguir «subvencionando» a Urquiza a efectos de tenerlo tranquilo? ¿Y cuánto y cómo se pago la deuda con el Imperio brasilero? Indudablemente toda esta DEUDA EXTERNA, en una comparación con la de Baring, está en una paridad notable, con el agravante de que esta nueva tuvo consecuencias mucho más importantes en lo político y en los terribles sucesos que pronto se abatirían sobre nuestro país hermano, Paraguay.