Antes de las PASO, como precandidato a legislador del Frente para la Victoria, sostuve que la tarea fundamental el 26 de abril era fortalecer la expresión porteña del FpV, para que sea decisivo en la exigencia de la hora: parar la restauración neoconservadora del macrismo y sus aliados, llegar al balotaje en julio en la […]
Antes de las PASO, como precandidato a legislador del Frente para la Victoria, sostuve que la tarea fundamental el 26 de abril era fortalecer la expresión porteña del FpV, para que sea decisivo en la exigencia de la hora: parar la restauración neoconservadora del macrismo y sus aliados, llegar al balotaje en julio en la Ciudad y triunfar en octubre de este año.
Si bien todo está por pelearse, lo cierto es que, en esta ocasión no lo logramos, pues apenas llegamos al 18,72%, sumando las distintas listas que competimos.
Estas reflexiones son para mis compañeros, hayan militado en la lista que lo hayan hecho , que no necesitan explicaciones acerca de lo nefasto de una futura gestión del carismático «guasón», ni que Lousteau-Carrió es una simple colectora del PRO, que su política es la misma.
Me preocupa, entonces, preguntarnos acerca de cómo, si este es un momento de gran recuperación de la imagen de Cristina, y de valoración de la gestión nacional, en la Ciudad no solo volvemos a quedar terceros, sino que logramos muchos menos votos que Daniel Filmus frente a Macri en 2011 (28%), y con su candidatura a senador en 2013 (24%).
Mucho se ha dicho y caracterizado al electorado porteño. Y sin duda seguiremos reflexionando, o leyendo, al respecto.
A mí, particularmente, me interesa analizar nuestras propias debilidades, o errores, pues si no los vemos, o sacamos conclusiones equivocadas, no podremos mejorar, mucho menos lograr nuestro objetivo, planteado en el primer párrafo.
Huelga señalar el costo del atraso de la definición de Mariano Recalde como candidato, o el hecho que a dos semanas del cierre de las listas no estuvieran claras las reglas del juego para los que íbamos a disputar.
Me preocupan más profundamente problemas de larga data, y difícil solución, que como aporte a la reflexión plantearé de forma esquemática, casi maniquea si se quiere.
En primer lugar hay un problema básico en estos 12 años para defender, impulsar y profundizar el proyecto nacional y popular, que es la construcción -sin vacilaciones, día a día, con firmeza-de la base política que lo sustente y defienda de la violencia con que reaccionan los intereses afectados. No hemos logrado afirmarlo en el territorio, en colegios y universidades, en los centros de producción industrial, agraria y cultural. No al menos como fuerza organizada, con capacidad de respuesta propia, sin esperar la «bajada de línea» o la decisión local o nacional. Siendo la fuerza que mayor respeto y lugar ha dado a la militancia, la que ha logrado reconciliar a las nuevas generaciones con la política, sigue habiendo una profunda subestimación -en algunos casos es temor- de su papel, la formación de cuadros, de su capacitación para actuar con independencia, dentro de las líneas generales del proyecto que defendemos.
En segundo lugar la dirección del FPV porteño se caracterizó desde el triunfo del macrismo por una posición política que defiende, sin vacilaciones, el proyecto nacional y popular, pero no pudo, no supo o no quiso hacer lo propio en la Ciudad. Y el electorado no mastica vidrio.
Las razones son varias. Desde cierto «rechazo» a la conducta electoral de distrito, hasta la idea suicida de que al «dejar que crezca un poco» Macri, se debilitaban algunos candidatos que disputaban el terreno del peronismo.
En concreto dos actitudes exigen reflexionar sin esquivarle el bulto a la discusión. a) Algunos compañeros a los que votamos para que enfrenten la regresiva gestión del PRO en nuestra ciudad, en ocasiones permitieron la aprobación de leyes nefastas para la ciudad y sus habitantes; b) cuando militantes de Aluvión Ciudadano, La Che y La Vallese planteamos la Revocatoria del Mandato de Macri y Vidal, iniciativa que permite y alienta la Constitución de la Ciudad, ningún dirigente de las otras fuerzas con personería electoral del FPV (ni de la supuesta oposición de peseudoizquierda) nos acompañó. En los pocos meses que nos permitió la demora judicial en aprobar el pedido y el adelantamiento de las elecciones del macrismo, logramos en soledad 130.000 de las 500.000 firmas necesarias para obtener un Referéndum, que ganáramos o perdiéramos, hubiera sido un golpe demoledor para las perspectivas de reelección del PRO y la -aún en pañales-pretensión presidencial de Mauricio Macri. Juntos lo hubiéramos logrado con facilidad, aún con la furiosa contraofensiva del gobierno porteño y el silencio cómplice de los medios que blindaron y blindan su gestión.
En tercer lugar, hay que señalar que, desde diciembre del año pasado, casi todas las fuerzas que finalmente participamos en las PASO reclamamos discutir y resolver una amplia, democrática y plural, participación de todos los referentes que integramos y apoyamos al FPV, poniendo en tensión a la militancia, comprometiendo la mayor cantidad de dirigentes políticos y sociales en las listas de legisladores y comuneros. Ese dialogo nunca se produjo, y recién con la presentación de las listas ante la Junta Electoral pudimos saber quiénes participaríamos y quienes no en las PASO, se bajaron valiosas listas de precandidatos a legisladores y quedaron desconcertadas, y en ocasiones sin poder cumplir los requisitos burocráticos, la base de otro concepto político de ciudad, como son los comuneros.
Sin duda la presentación de siete listas a jefe de Gobierno, y cinco a legisladores, fue una muestra de pluralidad y amplitud inédita en la política porteña, y en el mismo FPV. Contra la opinión de algunos dirigentes que se opusieron tenazmente, y curiosamente coincidieron con Clarín, en que esto «debilita y dispersa» la campaña, dio un mensaje ineludible a la sociedad y a la militancia de las distintas fuerzas kirchneristas, que lo recibieron con entusiasmo. Pero tarde, y mutilado por la ausencia de las siete listas originales, a lo que se sumó un problema aún más grave, que no reemplaza la amplitud y pluralidad que hemos señalado.
En cuarto lugar, entonces, digamos que no se fue a fondo con la democracia interna. El sistema proporcional es, lejos, el más democrático que existe, pero si se le aplican pisos a partir de los cuales se determina la posibilidad, o no, de participar, es menos democrático cuando más alto es el piso. No es patrimonio de la cultura del movimiento nacional y popular poner límites para la representación de las minorías, que siempre obtendrán, o no, la representación que les corresponda. En este caso, el límite fue un absurdo y desalentador 25%. Tan absurdo y desalentador que implica que, para «participar» en el último puesto de la lista conformada, se deben lograr más votos que, por fuera, obtener un legislador o un diputado nacional. Tan absurdo que ese piso hubiera dejado fuera de la disputa presidencial a quien inició la mayor transformación progresiva de la Argentina en más de 60 años: Néstor Kirchner, que obtuvo en primera vuelta el 22% de los sufragios.
En quinto lugar, opino que tampoco aporta seriamente a una auténtica voluntad de participación y protagonismo de la militancia el hecho de presentar como «oficial» una de las listas y uno de los candidatos en competencia, mientras sorprendentemente el resto desaparecía de los medios cercanos y opositores al gobierno.
Es una trampa en la que, tal vez para equiparar el vacío, caímos desde el mismo acuerdo electoral del que participé, Espacio Abierto-Aluvión: al personalizar la campaña en el precandidato a Jefe de Gobierno (sin una motivación siquiera formal, como hubiera sido un instalación ineludible) y diluir así, en la práctica y enredados en la propaganda «tradicional», el carácter plural, de torrentes distintos de la cultura del movimiento nacional y popular, dentro de su misma integración y candidatos, que era la real ventaja comparativa respecto de otras propuestas. Creo que pagamos el precio, pese al esfuerzo, por momentos titánico y creativo, de la militancia.
Sin descuidar las particularidades del electorado porteño, las que el movimiento popular debe contemplar y disputar ideológicamente, pero jamás adaptarse, depende sólo de nosotros encarar, y resolver, problemas como los que aquí planteo, y que no agotan el debate. Son, nada más ni nada menos, que un aporte, de los muchos que necesitamos.
La foto del final de campaña, con los siete candidatos -y de todos los que integramos las listas- hermanados tras el apoyo incondicional al triunfador, Mariano Recalde, es la señal que necesitábamos, y que pese a todo nos permite avizorar el futuro con optimismo y voluntad de absoluto sacrificio.
Queda a los triunfadores, a nuestros compañeros triunfadores, tomar en cuenta estas y otras reflexiones, y replantear las elecciones con el proyecto nacional y popular como norte, pero dando señales significativas en lo concreto: acerca de que la democracia, la participación, la pluralidad, y aún la generosidad en el replanteo de la lista y las tareas militantes de aquí a julio, están de este lado. Del lado de quienes han transformado el país y deben hacerlo mucho más aún. Del lado del proyecto. Del lado de su instrumento electoral, que algún día debería ser también la base de sustentación de su defensa y profundización: el Frente para la Victoria.
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