La historia oficial y algunos historiadores se han esforzado en presentarnos la Revolución mexicana como un proceso donde las distintas fuerzas que participaron no tuvieron diferencias ni contradicciones, es decir, nos presentan a los Flores Magón, a Villa, Zapata, Carranza y Obregón como fuerzas en común que contribuyeron en la Revolución. Sin embargo, en ese […]
La historia oficial y algunos historiadores se han esforzado en presentarnos la Revolución mexicana como un proceso donde las distintas fuerzas que participaron no tuvieron diferencias ni contradicciones, es decir, nos presentan a los Flores Magón, a Villa, Zapata, Carranza y Obregón como fuerzas en común que contribuyeron en la Revolución. Sin embargo, en ese proceso armado participaron diversas corrientes, las cuales mantuvieron diferentes tácticas, consignas, análisis… y representaron a distintas clases sociales.
Al inicio del proceso revolucionario, dos corrientes políticas participaron de manera paralela contra la dictadura de Porfirio Díaz, cada una enarbolando una consigna diferente: los magonistas con «Tierra y Libertad», y los maderistas con «No Reelección».
Desde inicios del siglo XX los magonistas participaron en el Partido Liberal Mexicano (PLM), el cual en sus primeros tres años sostuvo una lucha legal, pese a la represión que la dictadura desató en su contra, mediante asesinatos, cárcel, persecución política y la prohibición de su periódico Regeneración, lo que los obligó a desarrollar la vía clandestina.
Mientras el PLM se encontraba sufriendo la represión, Francisco I. Madero inició su participación política en el año 1904, con un objetivo reformador, sin plantearse hasta ese momento la caída de Porfirio Díaz. Es así como inició un movimiento para impulsar una candidatura a la presidencia municipal en Coahuila, el cual fracasó al ser impuestos los candidatos oficiales por parte del gobernador del estado con apoyo de Díaz.
Para el mes de julio de 1906, se dio a conocer el Programa del PLM, que en palabras de los magonistas expresó «el conjunto de aspiraciones del pueblo mexicano y respondió a las más graves y urgentes necesidades de la patria.»
El PLM tuvo gran influencia en el movimiento obrero, esto lo demuestra la huelga de Cananea, en Sonora, y la rebelión de Río Blanco, en Veracruz. Ambas fueron brutalmente reprimidas, ya que la dictadura no sólo vio en los trabajadores demandas económicas, sino una fuerte influencia de las posiciones y los ideales magonistas.
En el mismo año, el PLM desarrolló planes para la insurrección, pero fueron descubiertos por la dictadura, lo que desató una fuerte represión contra los integrantes del Partido. Esto no detuvo a algunos grupos que organizaron la insurrección en Acayucan, Veracruz y Jiménez, Coahuila.
Aunque a Madero la dictadura ya le había impuesto candidatos en Chihuahua, criticó y rechazó fuertemente la política de los magonistas, ya que consideraba que la oposición se tenía que mantener dentro de la ley. Es decir, consideraba que para ese momento la revolución era innecesaria, ya que sólo «provocaría» mayor represión, además que sería un obstáculo para cualquier movimiento reformador.
Entre 1906 y 1909 el PLM sufrió una nueva represión y, a la par de esto, un sector de la burguesía nacional y de terratenientes que estaba en descontento con el régimen porfirista decidió participar en la coyuntura electoral de ese año para poder realizar un reacomodo de los grupos en el poder, ya que debido a la crisis capitalista y la política estatal consideraba que podían estar en peligro sus ganancias.
Es así como surgió el Partido Antirreleccionista en 1909. El 18 de junio de ese año, Madero y otro compañero iniciaron una gira para difundir las ideas maderistas en medio de cierta represión, aunque no con la misma magnitud que se desataba contra los magonistas. Finalmente, en abril de 1910 se eligió a Madero como candidato a la presidencia por parte de este nuevo Partido.
La represión y el acoso político continuó contra los antirreleccionistas en algunos lugares se prohibieron las manifestaciones y la propaganda, además de seguir los encarcelamientos. Ante la efervescencia social y la represión, los maderistas tuvieron miedo a la insurrección de sus adeptos, por lo que hicieron un llamado a sus clubes a mantener la calma y la paz.
El maderismo desarrolló una política conciliadora, Madero siempre mantuvo la disponibilidad de negociar con el gobierno de Díaz, sin importar que su gente sufriera la represión.
Finalmente Madero fue tomado preso, con la intención de quitarlo del escenario político hasta que pasaran las elecciones. El 22 de julio salió de la cárcel, pero se le prohibió salir de los límites del estado de San Luis Potosí. En medio de un amplio descontento social, de la crisis política y de la represión, la dictadura porfirista decidió ejecutar otro fraude electoral y se declaró como presidente nuevamente a Porfirio Díaz.
Madero salió rumbo a Estados Unidos y redactó el Plan de San Luis Potosí, donde se desconoció al gobierno de Díaz y se hizo un llamado al pueblo a levantarse en armas contra la dictadura el 20 de noviembre de 1910.
La lectura que tuvo el PLM fue, por un lado, que la punga interna entre las clases dominantes abría una coyuntura política y, por el otro lado, que la política maderista empujaba al pueblo mexicano a una derrota, ya fuera por la actitud conciliadora y limitante de Madero o porque simplemente estaría ante un nuevo sometimiento. Sin embargo, no significó que los magonistas suspendieran su lucha contra la dictadura.
En el mes de octubre de 1910 las fuerzas del PLM tuvieron victorias en Veracruz. Entre abril y diciembre de 1911 pudieron tomar el pueblo de Huimanguillo, mientras que Práxedis Guerrero tomó Casas Grandes y luego Janos, Chihuahua. Para enero de 1911 se tomó Guadalupe en Chihuahua.
Los magonistas mantuvieron grupos armados en Veracruz, Baja California, Chihuahua, Morelos, Tabasco, Durango, Sonora y Coahuila, pero las victorias más exitosas del PLM fueron en Baja California, en enero de 1911, cuando lograron tomar la capital de Mexicali, y en marzo, cuando tomaron Tijuana. Mientras que el PLM pretendía extender la insurrección, los maderistas se esforzaban por mantener a línea el movimiento armado.
El pueblo y el movimiento revolucionario se perfilaban a mantener una lucha que fuera más allá de lo que planteaba el maderismo, por lo que esta fuerza y el régimen de Díaz se mostraron dispuestos a negociar y finalmente llegaron a un acuerdo para evitar que la revolución se radicalizara más, sacrificando a Porfirio Díaz.
No debemos olvidar que la participación del magonismo y del pueblo fueron elementos fundamentales para la caída de la dictadura. Aunque la historia oficial se esfuerce en borrar el protagonismo del pueblo en las luchas sociales, es necesario reivindicar a este actor social como motor para las transformaciones radicales.
Nota: Este artículo fue publicado como parte de la sección Recuperando la Historia del No. 30 de Fragua, órgano de prensa de la Organización de Lucha por la Emancipación Popular (OLEP), Octubre-Noviembre 2017.